«El cielo sobre el puerto era del color de la televisión, sintonizada en un canal muerto.» El primer enunciado de la novela de Gibson establece el tono de esta historia ultramoderna de gente que se mueve en un paisaje electrónico. Siguiendo las huellas de Alfred Bester, William Burroughs y (tal vez) Samuel R. Delany, pero inspirándose en los sueños del Silicon Valley, el autor ha creado un thriller romántico y triste, tan actual como los juegos de video, los trasplantes de órganos y la investigación sobre inteligencia artificial, todo lo cual tiene su papel en la narración. Es un libro ágil, sólidamente escrito, ingeniosamente inventivo, ocasionalmente divertido y siempre poético, a veces desconcertante y tan bien ajustado como un circuito de microchip. Tiene algunos de los defectos previsibles en un primer libro: efectos algo forzados y una complejidad excesiva que una y otra vez entorpece la línea narrativa. Pero son defectos propios de una ambición auténtica y de un talento exuberante. El héroe, Case, es un vaquero computarizado, con cultura callejera. Gracias a la utilización de su sofisticado equipo electrónico del mundo del siglo XXI, es capaz de entrar en el «ciberespacio», un área donde la información acumulada de los circuitos de ordenadores del planeta adquiere una realidad aparentemente tridimensional. Moviéndose en el ciberespacio, puede alterar los programas de computación y penetrar en la memoria de los bancos comerciales para robar valiosos datos.  

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