Hazme el favor y llora de una vez, niсa. Pero Droushnakovi recuperу el control de sн misma.
— Lo siento, seсora. No pretendн molestarla con toda esta estupidez.
Era una estupidez, sн, pero no sуlo por parte de ella. Para algo tan enredado se hubiese necesitado a un comitй.
— їPero quй le ocurre a Kou? Pensй que sуlo se sentнa culpable por lo de la soltoxina, como todos los demбs en la casa. — Empezando por Aral y por mн, y acabando portado el resto.
— No lo sй, seсora.
— їYa has intentado algo verdaderamente drбstico, como preguntбrselo? — Йl me evita.
Cordelia suspirу y se concentrу en la tarea de vestirse. Hoy se pondrнa ropas de verdad, no una bata de paciente. Allн, en el fondo del armario de Aral, estaban colgados los pantalones pardos de su antiguo uniforme. Con curiosidad, los extrajo y se los probу. No sуlo le cabнan, sino que le quedaban grandes. Pues sн que habнa estado enferma. Con actitud algo agresiva, se los dejу puestos y escogiу una chaqueta floreada de mangas largas para combinarlo. Muy cуmodo. Cordelia sonriу ante su aspecto delgado y pбlido en el espejo.
— Ah, querida capitana. — Aral asomу la cabeza en el dormitorio -. Estбs levantada. — Mirу a Droushnakovi -. Las dos estбis aquн. Mejor aъn. Creo que necesito tu ayuda, Cordelia. En realidad, estoy seguro de ello.
Los ojos de Aral brillaban con la expresiуn mбs extraсa. їEstaban sorprendidos, risueсos, preocupados? Aral entrу. Vestнa, como de costumbre en Vorkosigan Surleau, con el viejo pantalуn de uniforme y una camisa de civil. Tras йl apareciу un tenso y desdichado Koudelka, enfundado en un pulcro uniforme negro de fajina con las insignias rojas de teniente en el cuello. Se aferraba a su bastуn. Drou retrocediу hasta la pared y cruzу los brazos.
— Segъn me ha dicho, el teniente Koudelka desea hacer una confesiуn. Y por lo que sospecho tambiйn desea que lo absuelvan — dijo Aral.
— No lo merezco, seсor — murmurу Koudelka -: Pero ya no podнa vivir con esto. Tengo que decirlo. — Bajу la mirada esquivando los ojos de los demбs. Droushnakovi lo observу conteniendo el aliento. Aral fue a sentarse junto a Cordelia, en el borde de la cama.
— Prepбrate — le murmurу al oнdo -. Incluso a mн me ha sorprendido.
— Tal vez yo te haya ganado.
— No serнa la primera vez. — Vorkosigan alzу la voz -. Adelante, teniente. Esto no serб mбs sencillo si tengo que arrancбrselo.
— Drou… seсorita Droushnakovi… he venido a entregarme. Y a disculparme. No, eso suena trivial, y crйame, no lo considero de ese modo. Usted merece mбs que una disculpa, le debo una explicaciуn. Harй cualquier cosa que quiera. Pero le juro que lamento muchнsimo haberla violado.
Droushnakovi lo mirу con la boca abierta durante tres segundos, y luego la cerrу con tanta fuerza que Cordelia pudo escuchar cуmo le chocaban los dientes.
— їQuй?
Koudelka se encogiу, pero no alzу la vista. — Lo siento, lo siento — murmurу. — Tъ… crees… tъ… їquй? — exclamу Droushnakovi, horrorizada e indignada -. Crees que hubieses podido… Ўoh! — Se irguiу muy recta, con las manos apretadas y la respiraciуn agitada -. ЎEres un idiota, Kou! ЎUn imbйcil! ЎEres un, un, un…! — Las palabras surgнan a borbotones. Todo su cuerpo estaba temblando. Cordelia la observу fascinada. Aral se frotу los labios con expresiуn pensativa.
Droushnakovi se abalanzу sobre Koudelka y le pateу el bastуn. Йl estuvo a punto de caer.
— їEh? — exclamу mientras trataba en vano de atrapar el bastуn.
Drou lo empujу contra la pared y lo paralizу con un golpe certero apretando su plexo solar. Йl dejу de respirar.
— ЎIdiota! їCrees que serнas capaz de ponerme una mano encima sin mi permiso? ЎOh! Cуmo puedes ser tan… tan… — Droushnakovi gritу de ira junto a su oreja. Йl retrocediу.
— Por favor, no rompas a mi secretario, Drou. Las reparaciones son caras — — dijo Aral con suavidad.
— ЎOh! — Ella lo soltу. Koudelka se tambaleу y cayу de rodillas. Con las manos sobre el rostro, mordiйndose las uсas, Droushnakovi abandonу la habitaciуn como una tromba y cerrу de un portazo al salir. Entonces se oyeron sus sollozos alejбndose por el pasillo. Otra puerta se cerrу. Silencio.
— Lo siento, Kou — dijo Aral despuйs de una larga pausa -. Pero me parece que tu confesiуn no serб llevada a juicio.
— No lo comprendo. — Kou sacudiу la cabeza, se arrastrу en busca de su bastуn y se levantу con dificultad.
— їMe equivoco o estбis hablando sobre lo que ocurriу entre vosotros la noche del ataque? — preguntу Cordelia.
— Sн, seсora. Yo estaba sentado en la biblioteca. No podнa dormir, por lo que se me ocurriу revisar algunas cifras. Ella entrу. Nos sentamos, charlamos… De pronto me encontrй… bueno, no habнa tenido una erecciуn desde que fui herido por el disruptor nervioso. Pensй que podrнa pasar un aсo, o que tal vez nunca mбs… El pбnico me invadiу y la poseн allн mismo. No le preguntй, no le dije ni una palabra. Entonces se produjo ese ruido allб arriba; ambos corrimos al jardнn y… al dнa siguiente ella no me acusу. Desde entonces lo estoy esperando.
— Pero si йl no la violу, їpor quй Drou ha esperado hasta ahora para enfadarse? — preguntу Aral.
— Ha estado enfadada — dijo Koudelka -. La forma en que me miraba, en estas tres semanas…
— Esas miradas eran de miedo, Kou — respondiу Cordelia.
— Sн, ya me lo imaginaba.
— Porque temнa estar embarazada, no porque tuviera miedo de usted — le aclarу ella.
— Oh — murmurу Koudelka.
— Sus temores eran infundados. — Kou murmurу otro pequeсo «Oh» -. Pero ahora estб furiosa con usted, y no la culpo.
— Pero si no cree que yo… їquй razуn puede tener?
— No lo comprende. — Mirу a Aral con el ceсo fruncido -. їTъ tampoco?
— Bueno…
— Es porque usted la ha insultado, Kou. No entonces, sino ahora, en esta habitaciуn. Y no sуlo por menospreciar su destreza fнsica. Lo que acaba de decir le ha revelado, por primera vez, que esa noche usted estaba tan preocupado por su propia persona que ni siquiera la mirу a ella. Eso estб mal, Kou. Muy mal. Le debe una sincera disculpa. Esa noche Drou le entregу su virginidad, y usted apreciу tan poco lo que estaba haciendo que ni siquiera se dio cuenta. De pronto йl alzу la cabeza.
— їMe entregу? їComo una obra de caridad?
— Mбs bien como un obsequio de los dioses — murmurу Aral, sumido en sus propios pensamientos.
— Yo no soy un… — Koudelka mirу la puerta -. їMe estб diciendo que deberнa correr tras ella?
— Mбs bien me arrastrarнa, si estuviera en su lugar — le recomendу Aral -. Y rбpido. Escъrrase bajo su puerta, tiйndase boca arriba y dйjela saltar sobre usted hasta que se haya desahogado. Entonces vuelva a disculparse. Quizб todavнa estй a tiempo de salvar la situaciуn. — Ahora los ojos de Aral mostraban un brillo jocoso.
— їCуmo se llama a eso? їRendiciуn total? — dijo Kou con indignaciуn.
— No. Lo llamarнa un rotundo triunfo. — Su voz se volviу un poco mбs frнa -. He visto enfrentamientos devastadores entre hombres y mujeres. Piras de orgullo. Usted no querrб seguir ese camino. Se lo garantizo. — Ustedes… Ўseсora! ЎSe estбn riendo de mн! ЎBasta!
— Entonces deje de hacer el ridнculo — replicу Cordelia con rudeza -. Deje de pensar con el culo. Durante sesenta segundos consecutivos, piense en alguien que no sea usted.
— Seсora. Seсor — dijo Koudelka con los dientes apretados. Hizo una reverencia y se marchу. Pero al llegar al pasillo tomу la direcciуn equivocada. Girу en sentido opuesto al que Droushnakovi habнa tomado y bajу la escalera.
Aral sacudiу la cabeza con impotencia mientras los pasos de Koudelka se alejaban. Entonces dejу escapar una risita. Cordelia le dio un golpe suave en el brazo.
— ЎBasta! Ellos lo estбn pasando fatal. — Sus ojos se encontraron y ella tambiйn riу, pero entonces contuvo el aliento con firmeza -. Por Dios, creo que йl querнa ser un violador. Quй ambiciуn tan extraсa. їHa estado frecuentando mucho a Bothari?
Esta broma algo tйtrica hizo que ambos se pusieran serios. Aral pareciу pensativo.
— Creo que Kou querнa probarse a sн mismo. Pero su remordimiento era sincero.
— Sincero, pero un poco presuntuoso. Creo que ya lo hemos mimado demasiado debido a sus dificultades. Tal vez sea hora de darle una buena patada en el trasero.
Aral dejу caer los hombros con fatiga.
— Estб en deuda con ella, no cabe duda. Pero yo no puedo ordenarle que cambie su actitud. No servirб de nada si no lo hace por iniciativa propia.
Cordelia estuvo de acuerdo.
Cordelia no notу que faltaba algo en su pequeсo mundo hasta el almuerzo.
— їDуnde estб el conde? — le preguntу a Aral al ver que el ama de llaves sуlo habнa puesto la mesa para dos personas, en una sala del frente con vista al lago. El dнa era muy frнo. La niebla matinal se habнa elevado para formar nubes bajas y grises, y soplaba un viento helado. Cordelia se habнa puesto una vieja chaqueta negra de Aral sobre la blusa floreada.
— Me dijo que irнa a las caballerizas a ver cуmo entrenaban a uno de sus animales — respondiу Aral, quien tambiйn observу la mesa con inquietud.
El ama de llaves acababa de entrar con la sopa.
— No, seсor. Se fue en un vehнculo terrestre esta maсana, con dos de sus hombres.
— Oh. Discъlpame.
Aral se levantу y abandonу la habitaciуn en direcciуn al pasillo trasero. En la parte posterior de la casa, uno de los depуsitos habнa sido convertido en un centro de comunicaciones, con una consola de alta seguridad y un guardia de Seguridad Imperial en la puerta. Los pasos de Aral resonaron por el pasillo en aquella direcciуn.
Cordelia tomу una cucharada de sopa, que bajу por su garganta como plomo lнquido, dejу a un lado la cuchara y aguardу. Oнa la voz de Aral en el silencio de la casa, y las respuestas de sonido algo electrуnico en la voz de un desconocido, demasiado apagadas para que pudiese distinguir las palabras. Despuйs de lo que a ella le pareciу una eternidad, a pesar de que la sopa aъn estaba caliente, Aral regresу con el rostro sombrнo.
— їFue allн? — le preguntу Cordelia -. їAl Hospital Militar?
— Sн. Estuvo y se fue. No te preocupes. — Estaba muy serio.
— їQuieres decir que el bebй estб bien?
— Sн. Se le negу el acceso, discutiу un rato y se marchу. Nada mбs. — Comenzу a tomarse la sopa.