12
El mayor colocу a Gregor detrбs de йl, bien acomodado entre el saco de dormir y las alforjas. Cordelia volviу a enfrentarse a la tarea de subirse a ese instrumento de tortura para humanos y caballos: la montura. Nunca lo hubiese logrado sin Bothari. Esta vez el mayor cogiу sus riendas, y Rose marchу junto al caballo tirando mucho menos de la brida. Bothari permaneciу en la retaguardia, vigilante.
— Y bien — dijo el anciano despuйs de un rato, dirigiйndole una mirada de soslayo -, їasн que es la nueva seсora Vorkosigan?
Sucia y desaliсada, Cordelia le sonriу con desesperaciуn.
— Sн. Ah, el conde Piotr no mencionу su nombre, їmayor…?
— Amor Klyeuvi, seсora. Pero la gente de aquн me llama Kly.
— їY… quй es usted? — Aparte de ser un duende que Piotr habнa conjurado de la montaсa.
Йl sonriу, una expresiуn mбs desagradable que atrayente, dada la condiciуn de su dentadura.
— Soy el Correo Imperial, seсora. Cada diez dнas realizo un circuito por estas colinas cercanas a Vorkosigan Surleau. Lo he hecho durante dieciocho aсos. Aquн hay jovencitos con hijos que sуlo me han conocido como Kly el Correo.
— Pensй que en estas zonas la correspondencia se repartнa por aeronave.
— Eso querнan. Pero las aeronaves no llegan a cada casa, sуlo la dejan en un punto central. La cortesнa ha desaparecido. — Escupiу con disgusto unas hojas -. Aunque si el general logra mantenerlos alejados un par de aсos mбs, cumplirй mis ъltimos veinte aсos de servicio y habrй cumplido tres perнodos de veinte. Ya me retirй cuando cumplн dos perнodos, їsabe?
— їEn quй divisiуn, mayor Klyeuvi?
— Los Guardianes Imperiales. — La mirу con disimulo tratando de observar su reacciуn; ella lo recompensу alzando las cejas, impresionada -. Me dedicaba a cortar cuellos, no era un tйcnico. Por eso nunca pasй de mayor. Me iniciй a los catorce aсos en estas montaсas, creando cercos para atrapar a los cetagandaneses con el general y con Ezar. Despuйs de eso, nunca regresй a la escuela. Sуlo asistн a cursos de entrenamiento. El Servicio se las arreglу sin mн, con el tiempo.
— No del todo, segъn parece — dijo Cordelia, mirando el bosque aparentemente despoblado.
— No… — El mayor exhalу un suspiro con los labios fruncidos y se volviу para mirar a Gregor con inquietud.
— їPiotr le contу lo que ocurriу ayer por la tarde?
— Sн. Anteayer por la maсana me fui del lago. Me perdн toda la diversiуn. Espero que lleguen noticias antes del mediodнa.
— їLe parece probable que… llegue algo mбs para entonces?
— Ya veremos — respondiу йl en tono mбs vacilante -. Tendrб que cambiarse esas ropas, seсora. El nombre vorkosigan, A. en grandes letras sobre su bolsillo no resulta muy discreto.
Cordelia observу la camisa negra de Aral y guardу silencio.
— La librea del seсor tambiйn sobresale como una bandera — agregу Kly mirando a Bothari -. Pero pasarбn bastante desapercibidos con las ropas adecuadas. Dentro de un rato verй lo que puedo hacer.
Cordelia anticipу el ansiado momento del descanso. їPero a quй coste para aquellos que le diesen refugio?
— їSe pondrбn en peligro si nos ayudan?
Йl alzу una de sus tupidas cejas grises.
— Tal vez. — Su tono no la alentу a realizar mбs comentarios acerca del tema.
Si querнa resultar ъtil y no arriesgar a cuantos la rodeaban, necesitaba despejar su mente extenuada.
— Esas hojas que masca. їProducen un efecto parecido al del cafй?
— Oh, son mejores que el cafй, seсora.
— їPuedo probarlas? — preguntу con timidez; tal vez fuese un favor demasiado personal.
Las mejillas del mayor se arrugaron en una sonrisa frнa.
— Sуlo los viejos paisanos como yo mascamos estas hojas, seсora. Las graciosas damas Vor de la capital no querrнan que las encontraran muertas con ellas entre sus dientes de perlas.
— No soy bonita, no soy una dama y encima tampoco soy de la capital. Y en este momento serнa capaz de matar por un cafй. Las probarй.
Йl dejу caer las riendas sobre el cuello del caballo, hurgу en el bolsillo de su chaqueta y extrajo el saco. Entonces le entregу un pedazo con unos dedos cuya limpieza dejaba bastante que desear.
Cordelia las observу unos momentos sobre su palma. Nunca te pongas objetos extraсos en la boca a menos que hayan sido examinados en el laboratorio. Se lo puso sobre la lengua. Las hojas estaban unidas con un poco de miel de arce, pero cuando lo dulce hubo desaparecido, el sabor que quedу fue agradablemente amargo y astringente. Pareciу deshacer la pelнcula nocturna que cubrнa sus dientes, lo cual la reanimу. Cordelia se enderezу. Kly la observу con expresiуn risueсa. — їY usted a quй se dedica, si no es una dama y no es de este planeta?
— Era astrocartуgrafa. Luego fui capitana. Despuйs fui soldado, prisionera de guerra y refugiada. Mбs tarde me convertн en esposa y madre. No sй quй serй despuйs — le respondiу honestamente, mientras mascaba las hojas. Esperaba que no fuese viuda.
— їMadre? Oн decir que estaba embarazada, pero… їno perdiу a su bebй con la soltoxina? — El hombre observу su cintura, confundido.
— Todavнa no. Йl todavнa tiene una posibilidad. Aunque me parece un poco injusto, obligarlo a enfrentarse con todo Barrayar siendo tan pequeсo… Naciу prematuramente, por medio de una operaciуn quirъrgica. — Decidiу no tratar de explicarle lo de la rйplica uterina -. Estб en el Hospital Militar Imperial, en Vorbarr Sultana. Segъn tengo entendido, la ciudad acaba de ser capturada por las fuerzas rebeldes de Vordarian…
Cordelia se estremeciу. El laboratorio de Vaagen no tenнa por quй llamar la atenciуn de nadie. Miles estaba bien, bien, bien; un resquicio en este delicado escudo de convicciуn la pondrнa en estado de histeria… En cuanto a Aral, йl era tan capaz de cuidar de sн mismo como el mejor. Entonces, їcуmo habнan podido tenderle esa trampa eh, eh? No cabнa duda, Seguridad Imperial estaba plagado de traidores. Ya no podнan confiar en nadie allн їY dуnde estaba Illyan? їAtrapado en Vorbarr Sultana? їO serнa un traidor de Vordarian? No… Lo mбs probable era que lo tuviesen prisionero. Como a Kareen. Como a Padma y Alys Vorpatril. La vida en una carrera contra la muerte.
— Nadie se meterб con el hospital — dijo Kly, observando su rostro.
— Yo… sн. Tiene razуn.
— їPor quй vino a Barrayar?
— Querнa tener hijos. — Una risa amarga escapу de sus labios -. їUsted tiene niсos, Kly el Correo?
— No, por lo que yo sй.
— Ha sido muy prudente.
— Oh… — El rostro del anciano se tornу distante -. No lo sй. Desde que muriу mi mujer, he estado bastante solo. Algunos hombres que conozco han tenido bastantes problemas con sus hijos. Ezar. Piotr. No sй quiйn quemarб las ofrendas en mi tumba. Mi sobrina, tal vez.
Cordelia mirу a Gregor, quien cabalgaba sobre las alforjas y escuchaba. El niсo habнa encendido los cirios en los grandes funerales de Ezar, y su mano habнa estado guiada por la de Aral.
Siguieron subiendo por el sendero, y en cuatro ocasiones Kly se desviу por un sendero lateral, mientras Cordelia, Bothari y Gregor lo esperaban ocultos. En la tercera de estas escapadas para entregar la correspondencia, Kly regresу con un atado que incluнa una vieja falda, un par de pantalones gastados y un poco de grano para los caballos. Todavнa helada, Cordelia se puso la falda sobre el pantalуn que llevaba. Bothari cambiу su conspicuo pantalуn de uniforme con la franja plateada al costado por otro de montaсйs. Los pantalones le quedaban demasiado cortos y le daban el aspecto de un espantapбjaros siniestro. Escondieron el uniforme de Bothari y la camisa negra de Cordelia en un saco del correo. Con respecto al zapato que le faltaba a Gregor, Kly resolviу el problema quitбndole el otro para que el niсo anduviese descalzo, y ademбs ocultу su elegante traje azul bajo una camisa grande con las mangas enrolladas. Hombre, mujer y niсo parecнan una harapienta familia montaсesa.
Llegaron a la cima del Paso Amie y comenzaron a descender. Aquн y allб algъn lugareсo aguardaba a Kly junto al camino; йl transmitнa mensajes verbales, y a Cordelia le pareciу que lo hacнa al pie de la letra. Distribuнa cartas en papel y en discos baratos, cuyo sonido solнa ser bajo y metбlico. En dos ocasiones se detuvo para leer cartas a personas aparentemente analfabetas, y una vez lo hizo para un hombre ciego guiado por una niсa pequeсa. Cordelia se sentнa mбs crispada con cada encuentro, agotada por la tensiуn nerviosa. їEse sujeto los traicionarнa? їQuй pensarнa aquella mujer de ellos? Al menos el ciego no podrнa describirlos…
Hacia el atardecer, Kly regresу de uno de sus desvнos para observar el sendero silencioso y declarar:
— Este lugar estб demasiado poblado.
— Cordelia se sentнa tan agotada que sуlo pudo darle la razуn mentalmente.
El mayor la mirу con ojos preocupados.
— їCree que podrб continuar durante otras cuatro horas, seсora?
їCuбles la alternativa? їSentarme junto a este charco de barro y llorar hasta que nos capturen? Se levantу con dificultad, apoyбndose en el tronco sobre el cual se habнa reclinado mientras esperaba el regreso de su guнa.
— Eso depende de lo que encontraremos al final de esas cuatro horas.
— Mi casa. Por lo general paso la noche con mi sobrina, cerca de aquн. Cuando estoy entregando la correspondencia suelo tardar unas diez horas en llegar a casa, pero si subimos directamente no serбn mбs que cuatro. Maсana por la maсana podrй regresar y cumplir con las entregas. Todo parecerб normal. Nadie notarб nada extraсo.
їSubir directamente? Pero Kly tenнa razуn, para estar a salvo debнan ser discretos, invisibles. Cuanto antes pudiesen ocultarse, mejor.
— Lo seguimos, mayor.
Tardaron seis horas. El caballo de Bothari empezу a cojear poco antes de llegar. El sargento tuvo que desmontar y llevarlo por las riendas. Cordelia tambiйn caminу para estirar las piernas lastimadas, mantenerse despierta y entrar en calor. Gregor se quedу dormido y se cayу del caballo. Entonces comenzу a llorar llamando a su madre, pero volviу a dormirse cuando Kly lo colocу delante de йl para sujetarlo con firmeza. En el ъltimo tramo, Cordelia se quedу sin aliento y su corazуn empezу a latir con violencia, aunque se sujetaba del estribo de Rose para que la ayudara a subir. Los dos caballos se movнan como ancianas artrнticas, pero sуlo con su auxilio lograron seguir al resistente tordo de Kly.