Es un comienzo.
Cordelia, Bothari y Gregor abandonaron el nicho al atardecer, evitaron el barranco y avanzaron por el bosque en silencio. Casi habнa oscurecido por completo cuando llegaron al lнmite de los бrboles y encontraron el sendero de Kly. Llegaron a la cima del cerro y se deslizaron por la cuesta que a Cordelia tanto le habнa costado escalar aferrada a los estribos de Rose, dos dнas atrбs. Cinco kilуmetros despuйs, en una regiуn de matorrales bajos, Bothari se detuvo repentinamente.
— Shh, seсora. Escuche.
Voces. Voces de hombres, bastante cercanas pero
con un extraсo sonido hueco. Cordelia mirу en la oscuridad, pero ninguna luz se moviу. Se agazaparon junto al sendero, aguzando los sentidos.
Bothari se deslizу, con la cabeza inclinada hacia un lado, siguiendo sus oнdos. Momentos despuйs, Cordelia y Gregor se acercaron con cautela. Encontraron al sargento arrodillado junto a un afloramiento estriado. Йl les hizo seсas para que se acercaran.
— Es un respiradero — anunciу en un susurro -. Escuche.
Las voces eran mucho mбs claras ahora, cadencias mordaces, sonidos guturales y furiosos acentuados por maldiciones en dos o tres idiomas.
— Maldita sea, sй que fuimos a la izquierda en el tercer recodo.
— Volvimos a cruzar el arroyo.
— ЎNo era el mismo arroyo, sabakil
— Merde. ЎPerdu!
— ЎEs un idiota, teniente!
— ЎNo sea insolente, cabo!
— Esta luz frнa no durarб mucho mбs. Ya se estб apagando.
— Pues entonces no la sacuda, imbйcil; asн se acabarб mбs rбpido.
— ЎDйme esa…!
Los dientes de Bothari brillaron en la oscuridad. Fue la primera sonrisa que Cordelia le veнa desde hacнa meses. En silencio, el sargento le hizo la venia. Luego se alejaron bajo el frнo de la noche Dendarii.
Cuando estuvieron de regreso en el camino, Bothari suspirу profundamente.
— Ojalб hubiese tenido una granada para arrojar por ese respiradero. Dentro de una semana sus cuadrillas de rescate todavнa se estarнan disparando entre sн.