Independientemente de nuestras diferentes opiniones, el sigilo que rodeó los pases mágicos durante eras y el efecto directo que éstos ejercieron sobre mí, han tenido una profunda influencia en la manera como los trato. Lo que estoy presentando en este trabajo es una reflexión íntima de esta influencia. Me siento obligado a elucidar este tema siguiendo estrictamente la forma en que me fue presentado; para poder hacer esto, necesito regresar a los inicios de mi aprendizaje con don Juan Matus.

Comenzó haciendo comentarios sobre la habilidad física de lo chamanes de la antigüedad. Recalcó incesantemente la necesidad de poseer un cuerpo flexible, ágil; promovía su elasticidad y fuerza como el medio más seguro para alcanzar el mayor logro en la vida de un chamán: el conocimiento silencioso.

– La sensatez y la habilidad física eran las dos cosas más importantes en la vida de esos hombres y mujeres -reiteró en un ocasión-. La sobriedad y el pragmatismo son los dos únicos requisitos indispensables para alcanzar el conocimiento silencioso -para entrar en otros reinos de percepción. Para navegar de manera genuina en lo desconocido se necesita una actitud de osadía, pero no de descuido. Para establecer un balance entre la audacia y el descuido, un chamán tiene que ser extremadamente sobrio, cauteloso, hábil y estar en un soberbia condición física.

Don Juan decía que había cinco asuntos en la vida de esos chamanes alrededor de los cuales giraba su búsqueda del conocimiento silencioso.

Estos cinco temas eran: 1. Los pases mágicos; 2. El centro energético en el cuerpo humano llamado el centro de decisiones; 3. La recapitulación: el medio para acrecentar el alcance de la conciencia humana; 4. El ensueño: el verdadero arte de romper los parámetros de la percepción normal; 5. El silencio interno: el estado de la percepción humana desde el cual esos chamanes realizaban cada uno de sus logre perceptivos.

LOS PASES MAGICOS

La primera vez que don Juan me habló extensamente sobre los pases mágicos fue cuando hizo un comentario despectivo acerca de mi peso.

– Estás demasiado rechoncho -me dijo, mirándome de pies a cabeza, sacudiendo la suya en señal de desaprobación-. Estás a un paso de ser gordo. Ya empiezas a mostrar señales de desgaste. Como cualquier otro miembro de tu raza, ya estás desarrollando una bola de grasa en el cuello, como un toro. Llegó la hora de que tomes en serio uno de los mayores descubrimientos de los chamanes: los pases mágicos.

Debido a que antes él había mencionado los pases mágicos de forma muy superficial, en ese momento ni siquiera me acordé qué era lo que había dicho al respecto.

– ¿De qué pases mágicos está usted hablando, don Juan? -pregunté, realmente molesto.- ¿Cómo puedo tomarlos en serio si nunca he escuchado nada sobre ellos?

– Ahora te estás haciendo el tonto, ¿no es cierto? -dijo con una sonrisa maliciosa-. No sólo te he hablado mucho sobre los pases, sino que ya conoces un gran número de ellos. Te los he estado enseñando durante todo este tiempo.

Don Juan tenía razón, me estaba comportando detestablemente con él. Me había sorprendido con un tema que no esperaba; pero no era cierto que me hubiera enseñando pases mágicos durante todo ese tiempo. Protesté vehementemente como si mi vida y mi muerte dependieran de sus aseveraciones.

– No defiendas tu maravilloso yo con tanta pasión -bromeó-. No fue mi intención ofenderte -hizo un gesto ridículo con sus cejas en señal de disculpa-. Lo que quiero decir es que tú imitas todo lo que hago, así que he aprovechado tu capacidad de imitación. Te he enseñado diferentes pases mágicos durante todo este tiempo y, tú, siempre has creído que lo que estoy haciendo es deleitarme haciendo crujir mis coyunturas. Me gusta la forma en que interpretas los pases mágicos: ¡hacer crujir mis coyunturas! Vamos a continuar refiriéndonos a ellos de esta manera.

– Te he enseñado diez formas diferentes de hacer crujir mis coyunturas. Cada una de estas formas es un pase mágico idóneo para mi cuerpo y para el tuyo.

Los pases mágicos a los que don Juan se refería, como él mismo lo había dicho, eran las formas en las que pensé él hacía crujir sus coyunturas. Solía mover sus brazos, piernas, torso y cadera de formas específicas, y yo creía que lo hacía para estirar al máximo sus músculos, huesos y ligamentos. Desde mi punto de vista, el resultado de estos movimientos de estiramiento era una sucesión de sonidos crujientes, los cuales siempre pensé que producía para asombrarme y divertirme; y sí, era cierto que me había pedido una y otra vez que lo imitara.

De forma desafiante, me había retado a memorizar los movimientos y a repetirlos en mi casa hasta que pudiera hacer que mis coyunturas crujieran como las de él. Nunca logré reproducir estos sonidos pero, inadvertidamente, había aprendido en definitiva, todos los movimientos.

– ¿Por qué se llaman pases mágicos? -pregunté.

– No sólo se llaman pases mágicos -dijo-, ¡son mágicos! Producen un efecto que no puede explicarse de forma ordinaria. Estos movimientos no son ejercicios físicos o meras posturas del cuerpo; son verdaderas tentativas para alcanzar un estado óptimo de ser. El intento de miles de chamanes se extiende a través de estos movimientos. Su ejecución, aun de manera casual, hace que la mente se detenga.

– ¿A qué se refiere cuando dice que hacen que la mente se detenga?

– Nosotros reconocemos e identificamos todo lo que hacemos en el mundo -dijo-, convirtiéndolo en líneas de similitud.

Don Juan parecía estar batallando para encontrar una manera de definir lo que estaba diciendo. Hizo una larga pausa como si estuviera buscando la palabra apropiada o el arreglo apropiado de pensamientos. Permanecí callado. Sabía tan poco sobre el tema que ni siquiera me atrevía a pensar en él. Todo lo que tenía era una gran curiosidad por saber lo que esos misteriosos pases mágicos eran.

Don Juan se puso de pie. Parecía haberse saturado. Estábamos sentados en el comedor de su casa tomando un té de hierbas que él había preparado con las hojas de un arbusto aromático que crecía en su patio. Se disculpó y dijo que era la hora de su siesta. Don Juan se echaba siestas cortas durante todo el día y toda la noche. Su patrón de dormir era hacerla por un máximo de dos horas a la vez. Cuando estaba extremadamente cansado dormía seis horas, en lapsos de dos, con un corto periodo de vigilia entre estos lapsos.

No volvimos a hablar sobre el tema de los pases mágicos por un largo tiempo. Un día continuó con su explicación y, para mí, fue algo repentino, pero no para él ya que parecía estar consciente de nuestra interrupción, de la cual me había olvidado por completo.

– Como ya te expliqué, existen líneas de similitud para los seres humanos -dijo-, líneas de cosas que son similares o que están ligadas por algún propósito. Por ejemplo, si te digo la palabra 'tenedor,' tú pensarás de inmediato en una cuchara, un cuchillo, un mantel, una servilleta, un plato, una taza, un vaso de vino, sopa de albóndigas, banquete, cumpleaños, fiesta. Ciertamente podrías continuar casi para siempre nombrando cosas que están ligadas por un propósito. Todo lo que hacemos está atado de esta forma. Lo que a los chamanes les parece extraño, es que ellos ven que todas estas líneas de afinidad, todas estas líneas de cosas ligadas por un propósito, están asociadas con la idea que el hombre tiene de que las cosas no cambian y que son para siempre, como si fueran la palabra de Dios.

– No entiendo por qué habla sobre la palabra de Dios, en esta explicación, don Juan. ¿Qué tiene que ver la palabra de Dios con lo que usted está tratando de explicar?

– ¡Todo! Parece ser que en nuestra mente el universo entero es como la palabra de Dios: absoluto e inmutable. Esta es la forma en que nos conducimos. En las profundidades de nuestra mente existe un dispositivo de control que no nos permite detenernos a examinar que la palabra de Dios, tal como la aceptamos y creemos que es, pertenece a un mundo muerto. Por otro lado, un mundo vivo está en flujo constante. Se mueve; cambia; se contradice.


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