Me sentía genuinamente agitado. Quería saber más al respecto y, sin embargo, un extraño sentimiento dentro de mí pedía a gritos que me detuviera. Aludía a resultados extraños y castigos; algo como la ira de Dios descendiendo sobre mí por entrometerme en algo velado por Dios mismo.

Tuve que hacer un esfuerzo supremo para permitir que mi curiosidad ganara la lucha. -¿Qué quiere decir? ¿Qué, qué? -me escuché decir- ¿Qué quiere decir con abrumar la mente?

– La disciplina abruma la mente -dijo-, pero la disciplina a la que me refiero no tiene nada que ver con rutinas acerbas. Los chamanes entienden la disciplina como la capacidad de encarar con serenidad las dificultades que no están incluidas en nuestras expectativas. Para ellos, la disciplina es un acto volitivo que les permite enfrentar todo lo que se les presenta sin remordimientos ni expectativas. Para los chamanes la disciplina es un arte: el arte de encarar el infinito sin vacilación, no como resultado de su firmeza, sino de su admiración reverente. En pocas palabras, diría que la disciplina es el arte de sentir admiración reverente. Así que, a través de su disciplina, los chamanes vencen la mente: la instalación extranjera.

Don Juan dijo que, a través de sus prácticas de ensueño, los chamanes del México antiguo descubrieron que ciertos movimientos promueven aún más el silencio y, también, crean una peculiar sensación de plenitud y bienestar. Esta sensación los cautivó a tal grado, que se esforzaron por repetirla en sus horas de vigilia.

Don Juan explicó que al principio creyeron que era un estado de bienestar creado por el ensueño pero, al tratar de repetir este estado anímico, descubrieron que era imposible hacerlo. Entonces se dieron cuenta de que siempre que tenían esta sensación de bienestar, al estar ensañando, estaban inmersos en movimientos. A través de muchas penurias, comenzaron a reconstruir los movimientos que recordaban. Sus esfuerzos fueron recompensados. Fueron capaces de recrear movimientos que les habían parecido ser reacciones automáticas del cuerpo en el estado de ensueño. Don Juan dijo que los pases mágicos fueron el resultado de esto.

Animados por su éxito, fueron capaces de recrear cientos de movimientos que practicaban sin tratar jamás de clasificarlos en un esquema comprensible. La idea era que los movimientos ocurrían, espontáneamente, durante el ensueño y que había una fuerza que guiaba su efecto sin ninguna intervención de su volición. Explicaron que esta fuerza es un factor aglutinante que une nuestros campos de energía para convertirnos, así, en una unidad coherente.

En lo que se refiere al aspecto práctico, para esos chamanes del México antiguo, los pases eran avenidas genuinas que los preparaban para navegar en lo desconocido. Establecieron un criterio básico para practicarlos, el mismo criterio que se observa hoy en día para practicar la Tensegridad. Este criterio se llama saturación, y significa bombardear el cuerpo con una profusión de pases mágicos para así permitir que la fuerza que nos une nos guíe, creando un máximo efecto total.

EL CENTRO DE DECISIONES

El segundo tema de gran interés para los chamanes del México antiguo era el centro de decisiones. A raíz de los resultados prácticos de sus esfuerzos, esos chamanes se convencieron de que existe un punto en el cuerpo humano que es responsable de la toma de decisiones: el punto 'v', ubicado en la cresta del esternón, en la base del cuello. Aseveraban que es un centro de tremenda sutileza el cual almacena un tipo específico de energía que eran incapaces de definir, quizá, porque desafía toda definición. Sin embargo, estaban completamente convencidos de que podían sentir su presencia y el efecto de su energía. Aseguraban que, en los seres humanos, este tipo especial de energía es empujado hacia afuera de ese centro a una edad muy temprana y nunca vuelve a regresar a él, privando así a los seres humanos de algo quizá más importante que toda la energía de los otros centros combinados.

Los chamanes han señalado, a través de los siglos, la incapacidad de los seres humanos para tomar decisiones. Han señalado que los seres humanos han creado gigantescas instituciones que asumen la responsabilidad de tomar decisiones. Por lo tanto, los seres humanos no deciden por sí mismos, sino que dejan que el orden social decida por ellos y cumplen, meramente, con las decisiones que se han tomado en su nombre.

Para ellos, el punto 'v', en la base del cuello, era un lugar de tal importancia que rara vez lo tocaban y, si lo hacían, no se lo tocaban ellos mismos, sino que siempre lo hacía otra persona con la ayuda de algún objeto, y de manera ritual. Don Juan Matus me dijo que empleaban piezas de madera dura bien pulidas, o huesos pulidos de" animales, o aun de seres humanos, usando la cabeza orbicular de hueso para así tener un objeto perfectamente redondo del mismo tamaño que dicha oquedad en el cuello. Ejercían presión con esos huesos o piezas de madera creando presión sobre los bordes de esa área hueca. Don Juan dijo que esos objetos también se usaban, aunque rara vez, para darse masajes a sí mismos o, en términos de lo que hoy en día se entiende como estimulación de los puntos de acupresión.

– ¿Cómo descubrieron que ese hueco en el cuello es el centro de decisiones? -pregunté.

– Cada centro de energía en el cuerpo -contestó-, tiene una concentración de energía; una clase de vórtice de energía como un embudo que parece girar en contra de las manecillas del reloj, desde la perspectiva de alguien que lo está mirando. La fuerza de cualquiera de esos centros, en particular, depende de la fuerza de ese movimiento. Si se mueve trabajosamente o apenas se mueve, quiere decir que ese centro está agotado, vacío de energía.

Don Juan explicó que existen seis enormes vórtices de energía en el cuerpo humano que se pueden utilizar, o que están accesibles para manipularse. El primero está en el área del hígado y la vesícula, el segundo en el área del páncreas y el bazo, el tercero en el área de los riñones y las glándulas suprarrenales, y el cuarto en el punto hueco en la base del cuello, en la parte anterior del cuerpo. Describió que este centro tiene una clase especial de energía que los videntes perciben como una cualidad transparente, algo que podría describirse como semejante al agua; energía tan fluida que es líquida. También dijo que la apariencia líquida de esta energía especial es el rasgo de una cualidad, tipo filtro, que separa cualquier energía que entra en él, tomando únicamente la parte que tiene esta característica líquida. Esta cualidad es una característica uniforme y consistente de este centro. El quinto centro, pertinente sólo las mujeres, es el área del útero. Mencionó que en algunas mujeres el útero parece tener una energía líquida similar, un filtro natural que separa la energía superflua; pero no todos los úteros tienen esta característica. Existe otro centro, arriba de la cabeza, con el que los chamanes de la antigüedad no trataban en absoluto. Cada uno de sus pases mágicos tenía que ver con alguno de esos cinco centros, pero, nunca con el sexto, encima de la cabeza.

– ¿Por qué esta discriminación, don Juan? -pregunté.

– Ese sexto centro de energía -dijo-, no pertenece del todo al hombre. Nosotros, los seres humanos, estamos sitiados, por así decido. Es como si ese centro hubiera sido invadido por un enemigo invisible. Y, la única forma de vencer a este enemigo es fortaleciendo todos los otros centros.

– ¿No es un poco paranoico sentir que estamos sitiados, don Juan?

– Bueno, quizá para ti, pero ciertamente no para mí. Yo veo energía, y veo que la energía del centro que está encima de la cabeza no fluctúa como la energía de los otros centros. Se mueve para adelante y para atrás, de manera muy ajena a nosotros y muy repugnante.


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