La respuesta fue instantбnea.
— ЎVil barr…! Yo no llevй a Lura a su muerte. ЎSi hay alguien responsable, йse es usted!
Dios, espero que no.
— Tal vez tenga usted razуn… y en ese caso, tengo que saberlo, seсora… Usted sabe que no hay nadie de Seguridad cetagandana en kilуmetros a la redonda en este momento, o usted les ordenarнa que me arrebataran ese objeto y arrojaran mi cadбver al callejуn mбs cercano. Por quй no hay nadie de Seguridad? Por quй robу la Gran Llave su ba? Por simple placer? Colecciona objetos imperiales o algo asн?
— ЎMe da asco!
— Entonces a quiйn querнa vendйrselo?
— ЎVender! ЎEso no!
— ЎJa! ЎEntonces usted sabe a quiйn se la llevaba!
— No exactamente… — Ella dudу-. Algunos secretos no me pertenecen y no estoy en libertad de entregarlos… Pertenecen a la Seсora Celestial.
— A quien usted sirve.
— Sн.
— Incluso despuйs de la muerte.
— Sн. — Habнa una nota de orgullo en su voz.
— Y a quien Ba Lura engaсу… Incluso en la muerte.
— ЎNo! Engaсar no… Tuvimos un desacuerdo.
— Un desacuerdo honesto?
— Sн.
— Entre un ladrуn y una asesina?
— ЎNo!
Claro que no, pero la acusaciуn habнa levantando su coraza. Descubriу cierto sentimiento de culpa, ahн. Sн, hбbleme de culpa, milady.
— Mire, se lo pondrй mбs fбcil: empezarй yo. Ivan y yo estбbamos llegando a Eta Ceta. Venнamos desde la nave correo de Barrayar en un vehivaina personal. Nos metieron en un compartimiento de embarque, un compartimiento de carga. Ba Lura, vestido con el uniforme de la estaciуn, con una peluca mal puesta, subiу al vehivaina en cuanto se abriу el portal y metiу la mano para buscar lo que me pareciу un arma. Lo atacamos y le arrebatamos un destructor nervioso. Y esto. — Miles levantу la Gran Llave-. Se nos escapу y yo me guardй esto en el bolsillo hasta que averiguбramos algo mбs. Cuando volvн a ver a Ba Lura estaba muerto en un charco de su propia sangre en el suelo de la rotonda funeraria. A decir verdad, me puse muy nervioso. Ahora le toca a usted, seсora. Dice que Ba Lura le robу la llave. Cuбndo se dio cuenta?
— La echй de menos… ese mismo dнa.
— Y cuбnto tiempo calcula que transcurriу desde que йl se la apropiу? Cuбndo la habнa visto por ъltima vez?
— No la usamos todos los dнas debido al perнodo de luto por la Seсora Celestial. La vi cuando ordenй los objetos reales… dos dнas antes…
— Asн que podrнa haberla sustraнdo tres dнas antes de que usted lo notara. Cuбndo desapareciу Ba Lura?
— No… no estoy segura. Lo vi la noche anterior.
— Eso reduce las posibilidades. Asн que el ъnico momento en que Ba Lura pudo haberse apropiado de la llave fue la noche anterior. Los servidores ba pasan libremente por las puertas del jardнn Celestial?
— Por supuesto. Nosotras no hacemos nada en el exterior. Eso es cosa de los ba.
— Y Ba Lura volviу… cuбndo?
— La noche de su llegada, lord Vorkosigan. Pero no quiso verme. Dijo que se encontraba mal. Pude haber ordenado que viniera pero… no quise hacer algo tan indigno.
Entonces sн estaban juntos en esto…
— Fui a ver a Ba Lura por la maсana. Entonces, me lo contу todo. Lura querнa llevarle la Llave a… alguien y entrу en el compartimiento equivocado.
— Entonces alguien tenla que suministrarle un vehivaina? Alguien lo esperaba en una nave en уrbita?
— ЎYo no he dicho nada de eso!
Sigue asн, presiona un poco. Estб funcionando. Pero se sentнa un poco culpable por esa forma de asediar a la vieja dama, aunque fuera para ayudarle… presumiblemente para ayudarle. No la dejes escapar.
— Asн que Ba Lura se introdujo en nuestro vehivaina y… cуmo sigue la historia? ЎDнgame!
— Unos soldados barrayareses atacaron a Ba Lura y le robaron la Gran Llave.
— Cuбntos soldados?
— Seis.
Los ojos de Miles se abrieron un poco mбs en un gesto de alegrнa.
— Y despuйs?
— Ba Lura rogу por su vida y por su honor, pero ellos se rieron, lo rechazaron y se alejaron.
Mentiras, por fin mentiras. Sin embargo… Ba Lura era humano. Cualquiera que mete la pata de esa forma reinventa la historia para parecer menos culpable.
— Y segъn йl, quй le dijimos?
La voz de ella estallaba de furia.
— Dijo que insultaron a la Seсora Celestial.
— Y luego?
— Ba Lura volviу a casa sumido en la vergьenza.
— Y entonces, por quй no llamу a Seguridad cetagandana para recuperar inmediatamente la Gran Llave por todos los medios?
Se produjo un largo silencio. Despuйs ella dijo:
— Ba Lura no podнa hacerlo. Pero se confesу conmigo. Y yo acudн a usted… Me humillй frente a usted… Y le pedн que me devolviera el objeto del que soy responsable… y con йl, mi honor.
— Por quй no confesу Ba Lura la noche anterior?
— ЎNo lo sй!
— Y mientras usted se enfrentaba a la tarea de recuperaciуn, Ba Lura se corta el cuello…
— Por dolor, por vergьenza — murmurу ella.
— Ah, sн? Por quй no esperу a ver si usted lograba que yo le entregara la Llave? Por quй no se cortу el cuello en privado, en sus habitaciones? Por quй mostrar su vergьenza frente a toda la comunidad galбctica? No le parece un poco raro? Se suponнa que Ba Lura debнa asistir a la ceremonia de entrega de presentes?
— Sн.
— Y usted tambiйn?
— Sн…
— Y usted creyу la historia de Ba Lura?
— ЎPor supuesto!
— Seсora, me parece que anda usted muy perdida. Dйjeme decirle lo que pasу en el vehivaina tal como yo lo vi. No habнa seis solados; sуlo йramos tres: yo, mi primo y el piloto del vehivaina. No se produjo conversaciуn alguna, no hubo ruegos ni sъplicas, y mucho menos insultos contra la Seсora Celestial. Ba Lura gritу y saliу corriendo. Ni siquiera opuso resistencia. En realidad, apenas se enfrentу a nosotros. No hizo casi nada. Piйnselo. Estaba luchando por la recuperaciуn de un objeto de suma importancia, y esa recuperaciуn era tan esencial que cuando fracasу, decidiу cortarse el cuello delante de todo el mundo. No le parece raro? Nos dejу ahн, rascбndonos la cabeza con aquella maldita cosa entre las manos, preguntбndonos «quй diablos estб pasando?». Es evidente que alguien estб mintiendo. Yo sй quien es.
— Deme la Gran Llave — dijo ella-. No le pertenece.
— Mire, yo creo que me tendieron una trampa. Alguien que aparentemente quiere arrastrar a Barrayar a un… desacuerdo interno cetagandano. Por quй? Para quй me estбn tendiendo esta trampa?
Tal vez el silencio de ella indicaba que йsas eran las primeras palabras que penetraban su pбnico en dos dнas. O tal vez no. En cualquier caso, se limitу a repetir en un susurro:
— ЎNo le pertenece!
Miles suspirу.
— Estoy totalmente de acuerdo con usted, milady, y me alegro de devolvйrsela. Pero en vista de la situaciуn, me gustarнa testificar, bajo pentarrбpida si es necesario, a quiйn hago entrega de la Gran Llave. Dentro de esa burbuja podrнa esconderse cualquiera. Mi tнa Alys, por ejemplo. Pienso devolvйrsela, pero cara a cara… — Extendiу la mano con la palma abierta y la llave sobre la palma, invitante…
— Ese es el ъltimo precio?
— Sн. No pido mбs.
Era un triunfo insignificante. Iba a ver a una hautmujer. Ivan no habнa visto ninguna. Sin duda la vieja sentirнa vergьenza de mostrarse asн frente a ojos extranjeros, pero mierda, considerando lo que Miles habнa sufrido, aquella mujer le debнa algo. Y sus argumentos sobre la necesidad de identificar a la persona a quien entregaba la Gran Llave eran totalmente ciertos. La haut Rian Degtiar Dama de Compaснa del Criadero Estrella, no era la ъnica que estaba involucrada.
— De acuerdo — susurrу ella. La burbuja blanca se desvaneciу hasta hacerse transparente y finalmente desapareciу.
— Ah — dijo Miles, con un hilo de voz.
Ella estaba sentada en una silla flotante, envuelta de pies a cabeza en tenues telas, muchas capas de tela, todas blancas y brillantes, una docena de texturas que caнan unas sobre otras.
El cabello era de color йbano refulgente, una larga melena con mechones que le cubrнan los hombros y le pasaban sobre las piernas y se arremolinaban a sus pies. Cuando se pusiera de pie, el cabello la seguirнa por el suelo como un velo infinito. Sus ojos enormes eran de un azul gйlido de tal pureza бrtica, que a su lado los ojos de lady Gelle parecнan charcos de barro. La piel… Miles sintiу que en toda su vida nunca habнa visto piel, sуlo bolsas remendadas en las que la gente se enfundaba para no perder fluidos vitales. Esa perfecta superficie marfileсa… ah, deseaba tocarla con tal intensidad que incluso le dolнan las manos. Tocarla sуlo una vez y despuйs morir. Los labios de Rian Degtiar eran tibios, como rosas en las que latiera la sangre…
Quй edad tenнa? Veinte aсos? Cuarenta? Era una hautmujer, quiйn podнa decirlo? A quiйn le importaba? Los hombres de la vieja religiуn habнan adorado iconos mucho menos gloriosos, de plata y oro labrados con un burdo cincel. Miles estaba de rodillas y no recordaba cуmo ni cuбndo se habнa dejado caer al suelo de ese modo.
Ahora sabнa por quй lo llamaban «caer». Sн, enamorarse. Era el mismo vйrtigo lleno de nбuseas de la caнda libre, la misma emociуn inabarcable, la misma seguridad enfermiza de que sufrirнa un tremendo golpe contra una realidad que se cernнa hacia йl a toda velocidad. Se inclinу hacia delante y dejу la Gran Llave frente a esos pies perfectos en sus sandalias blancas. Luego retrocediу y esperу.
SOY un juguete de la Fortuna.