Yenaro levantу una jarra del banco y avanzу hacia el poste.
— Mбs zlati? — murmurу Ivan con sequedad.
El reconocimiento y la memoria zumbaron en la mente de Miles, y lo asaltу una oleada de adrenalina que casi le dejу en seco el corazуn. Se lanzу en una carrera desenfrenada.
— ЎLa jarra, Ivan! ЎNo dejes que la tire al suelo!
Ivan tomу la jarra. Yenaro entregу el objeto con expresiуn de sorpresa.
— ЎVamos, lord Ivan!
Miles dejу caer una gota en la alfombra y oliу el aire desaforadamente. Sн.
— Quй estб haciendo? — preguntу lady Benello, casi riendo-. ЎLa alfombra no tiene nada que ver…
Ah. sн que tiene que ver…
— Ivan — dijo Miles con urgencia, levantбndose-. Dame eso… cuidado, cuidado… y dime lo que hueles ahн abajo.
Miles tomу la jarra con mucha mбs ternura que a una canasta de huevos reciйn recogidos. Ivan, con mirada asombrada, hizo lo que le pedнa su primo. Oliу: pasу la mano por la alfombra y se llevу las manos a los labios. Se puso blanco como el papel. Miles se dio cuenta de que habнa llegado a la misma conclusiуn que йl. Su primo se dio vuelta y siseу:
— ЎAsterzina!
Miles caminу de puntillas alejбndose de la alfombra, levantу la tapa de la jarra y oliу de nuevo. Un leve olor a vainilla y naranja, un poco rancio, se elevу desde el lнquido. El olor que esperaba.
Yenaro lo hubiera derramado todo, por supuesto. A sus propios pies. Con lady Benello y lady Arvin de pie a un lado. Miles pensу en el destino de la ъltima herramienta del prнncipe Slyke, Ba Lura. No. Yenaro no lo sabe. Tal vez odie a los barrayareses, pero no estб tan loco. Le han tendido una trampa, igual que a nosotros. A la tercera va la vencida…
Cuando Ivan se puso de pie con la mandнbula tensa y los ojos ardiendo, Miles le hizo un gesto y le entregу la jarra. Ivan la tomу con cuidado, nervioso, y retrocediу otro paso. Miles se inclinу y arrancу unos hilos del borde de la alfombra. Los hilos se estiraron y finalmente se rompieron, como si fueran de goma. Eso confirmу sus suposiciones.
— ЎLord Vorkosigan! — objetу lady Arvin, con las cejas alzadas en una expresiуn de asombro divertido, ante ese comportamiento bбrbaro.
Miles llevу los hilos a Ivan y los cambiу por la Jarra. Despuйs, volviу la cabeza bruscamente hacia Yenaro.
— Trбelo… Discъlpenme, seсoras… Cosas de hombres…
Para su sorpresa, esa frase funcionу. Lady Arvin arqueу las cejas y aceptу, aunque lady Benello hizo una especie de mohнn. Ivan puso una mano sobre el antebrazo de Yenaro y lo guiу fuera del бrea de la exposiciуn de Veda. Su mano se endureciу hasta convertirse en amenaza silenciosa cuando Yenaro tratу de desprenderse. Yenaro tenнa la cara furiosa y los labios tensos; parecнa un poquito avergonzado.
Encontraron un lugar vacнo unos pocos espacios mбs abajo. Ivan se puso de pie en la entrada del cubнculo con su prisionero, los dos con la espalda hacia el sendero para que Miles fuera visible desde fuera. Miles puso la jarra en el suelo, se enderezу y se dirigiу a Yenaro con un gruсido ronco:
— Le voy a hacer una demostraciуn. Esto es lo que iba a suceder hace unos minutos. Lo ъnico que quiero saber es si usted sabнa lo que pasarнa.
— No sй de quй me estб hablando — ladrу Yenaro-. ЎSuйlteme, cerdo!
Ivan no apartу la mano y frunciу el ceсo, furioso.
— Primero la demostraciуn, amigo.
— Muy bien. — El suelo era de algъn tipo de mбrmol artificial y no parecнa inflamable. Miles sacudiу los hilos que tenнa en la mano e hizo un gesto para que Ivan y Yenaro se acercaran. Esperу hasta que no hubo nadie en el sendero y dijo-: Yenaro. Tome dos gotas de ese lнquido inocuo que usted sacudнa a diestro y siniestro y rocнelas sobre esto.
Ivan obligу a Yenaro a arrodillarse junto a Miles. El ghemlord, con una mirada frнa a sus captores, metiу la mano en la jarra y acatу las уrdenes.
— Si usted cree que…
Lo interrumpiу un brillo sъbito y una ola de calor que quemу las cejas de Miles. Por suerte, el ruido, suave, se desvaneciу contra los cuerpos que rodeaban los hilos. Yenaro se quedу helado, mirando.
— Y eso fue sуlo un gramo — siguiу diciendo Miles-. Esa alfombra bomba tenнa… cuбnto? Cinco kilos? Estoy seguro de que usted lo sabe, la trajo usted personalmente. Con el catalizador habrнa estallado y se habrнa llevado toda esa parte de la cъpula, a mн, a usted, a las damas… habrнa sido lo mбs impresionante de la exposiciуn, se lo aseguro.
— Esto es una trampa — mascullу Yenaro entre dientes.
— Ah, sн, es una trampa. Pero esta vez tambiйn usted se habrнa contado entre las vнctimas. Usted no tiene entrenamiento Militar, verdad? De lo contrario, con su excelente olfato lo habrнa reconocido. Asterzina sensibilizada. La trampa perfecta. Se puede teсir, modificar, copiar el aspecto de cualquier cosa con ella. Y es totalmente inocua hasta que entra en contacto con el catalizador. Cuando eso ocurre… — Miles hizo un gesto hacia la mancha negra sobre el piso blanco-. Se lo preguntarй de otra forma, Yenaro. Quй efecto le dijo que tendrнa su buen amigo el hautgobernador?
— Bue… — Yenaro se quedу sin aliento. Pasу la mano sobre el residuo negro y aceitoso, despuйs se lo llevу a la nariz. Inhalу, frunciу el ceсo, despuйs se sentу sobre los talones como si experimentara una repentina debilidad. Levantу la vista para buscar la mirada de Miles-. Ah…
— La confesiуn es un consuelo para el alma. Y para el cuerpo tambiйn — dijo Ivan en tono amenazador.
Miles respirу hondo.
— Una vez mбs, Yenaro. Quй le dijeron?
Yenaro tragу saliva.
— Se… se suponнa que el lнquido liberaba un йster que simularнa los efectos del alcohol. Ustedes los barrayareses son famosos por esa perversiуn. ЎNada que no se hagan a ustedes mismos!
— Y asн, Ivan y yo nos tambalearнamos pъblicamente toda la tarde medio borrachos…
— Algo asн.
— Y usted? Ingiriу el antнdoto antes de que apareciйramos?
— No… era inocuo… se suponнa que era inocuo. Ya habнa previsto retirarme a descansar hasta que pasara… Pensй que tal vez… que tal vez serнa una sensaciуn interesante.
— Pervertido — murmurу Ivan.
Yenaro lo mirу, furioso.
— Cuando me quemй esa primera noche… Esa disculpa escrita a mano… no era completa mente fingida, me equivoco? — dijo Miles lentamente-. Usted no esperaba que las cosas fueran tan lejos.
Yenaro palideciу.
— Esperaba… pensй que tal vez los marilacanos habнa hecho algo raro con la energнa. Se suponнa que debнa producir un shock, nada grave…
— Eso le dijeron…
— Sн — susurrу Yenaro.
— Pero el zlati fue idea suya, no es cierto?
— Lo sabнa usted?
— No soy imbйcil, Yenaro.
Algunos de los ghem que pasaban dirigieron una mirada sorprendida y curiosa al grupo de tres hombres arrodillados en el suelo, pero por suerte pasaron sin hacer comentarios. Miles hizo un gesto hacia el banco mбs prуximo en la curva de un lugar reservado para la exposiciуn.
— Tengo algo que decirle, lord Yenaro, y creo que serб mejor que se siente. — Ivan llevу a Yenaro y lo empujу con firmeza para que se sentara. Despuйs de un momento de pensarlo un poco, volcу el resto del lнquido en una maceta cercana antes de ponerse de pie entre Yenaro y la salida del espacio vacнo-. No se trata de una serie de bromas graciosas contra los enviados estъpidos de un enemigo despreciable: no son cosa de risa. Lo estбn usando como instrumento en un complot de traiciуn contra el Emperador de Cetaganda. Lo van a usar, descartar y silenciar. Ya lo han hecho antes. Su ъltimo compaсero en el juego fue Ba Lura. Y supongo que ya sabe usted lo que le pasу.
Los pбlidos labios de Yenaro se abrieron un poco, pero no fue capaz de articular ni una palabra. Luego se humedeciу la boca y volviу a intentarlo.
— No puede ser. Serнa demasiado burdo. Habrнa sido mediante una guerra provocada entre su clan y los de… y observadores inocentes…
— No. Habrнa sido con una guerra provocada entre esos clanes y el suyo lord Yenaro. A usted lo designaron como baja en esta lucha. Como asesino, sн, pero no sуlo eso: tambiйn como un asesino tan incompetente que cae vнctima de su propia bomba. Alguien que sigue los pasos de su abuelo… Y quiйn iba a quedar con vida para negarlo? La confusiуn no sуlo se extiende en la capital, sino tambiйn entre su Imperio y Barrayar; mientras tanto, la satrapнa de la persona que urdiу todo el plan aprovecha para declararse independiente. No, no es tosco en absoluto. Es elegante.
— Lo de Ba Lura fue un suicidio. Me lo dijeron.
— No. Asesinato. Seguridad Imperial Cetagandana estб investigando el caso… Y lo va a resolver… Lo va a resolver, pero lamentablemente, no creo que logren completar el rompecabezas a tiempo.
— Ba Lura no cometiу traiciуn, eso es imposible… Los genes de los ha…
— A menos que creyera que actuaba con lealtad en una situaciуn deliberadamente ambigua. Todavнa tienen mucho de humano, pueden equivocarse.
No. — Yenaro levantу la vista hacia los dos barrayareses-. Tiene que creerme. Personalmente, no me importarнa que ustedes dos se cayeran por un acantilado. Pero nunca me empujarнa a mн mismo.
— Eso… eso supuse — asintiу Miles-. Pero por curiosidad, quй iba a sacar usted de este trato, ademбs de una semana divertida ridiculizando a un par de bбrbaros? O fue por amor al arte?
— Me prometiу un puesto. — Yenaro bajу la mirada-. Usted no entiende lo que es vivir sin un puesto en la capital. Sin puesto no hay posiciуn. No hay estatus. No se es… nadie. Yo ya estaba cansado de no ser nadie.
— Quй Puesto?
— Experto Imperial en Perfumerнa. — Los ojos negros de Yenaro brillaron levemente-. Sй que no resulta muy impresionante, pero me habrнa permitido la entrada al Jardнn Celestial, tal vez incluso a la presencia imperial. Habrнa trabajado… entre los mejores del imperio. Los grandes. Y sй que habrнa sido un excelente perfumista.
A Miles no le costaba mucho entender la ambiciуn aunque adquiriera formas extraсas.
— Entiendo.
Los labios de Yenaro se torcieron en una sonrisa de gratitud. Miles mirу su reloj.
— Dios, quй tarde es. Ivan… puedes ocuparte tъ de esto?
— Creo que sн.
Miles se levantу.
— Que tenga un buen dнa, lord Yenaro. Mejor que el que estaba destinado a tener. Tal vez esta tarde haya usado toda la suerte que me correspondнa en un aсo, pero desйeme un poco mбs. Tengo una cita con el prнncipe Slyke.