D ice el maestro: Por un lado, sabemos que es importante buscar a Dios. Por otro, la vida nos distancia de Él; nos sentimos ignorados por la Divinidad, o estamos ocupados con nuestra rutina. Esto nos provoca un sentimiento de culpa: o creemos que estamos renunciando demasiado a la vida por culpa de Dios, o creemos que estamos renunciando demasiado a Dios por culpa de la vida. Esta aparente doble ley es una fantasía: Dios está en la vida, y la vida está en Dios. Basta ser consciente de ello para entender mejor el destino. Si conseguimos penetrar en la armonía sagrada de nuestra rutina, siempre estaremos en el camino correcto, y cumpliremos nuestra misión.

L a frase es de Pablo Picasso: «Dios es un artista. Él inventó la jirafa, el elefante y la hormiga. En verdad, Él nunca intentó seguir un estilo, simplemente fue haciendo todo lo que le apetecía hacer.» Dice el maestro: Cuando empezamos a recorrer nuestro camino, un gran pavor nos invade; nos sentimos obligados a hacer todo lo correcto. Al final, ya que todos tenemos una única vida, ¿quién inventó el patrón de «todo lo correcto»? Dios hizo la jirafa, el elefante y la hormiga. ¿Por qué tenemos que seguir un modelo? El modelo sólo sirve para mostrar cómo los demás definieron sus propias realidades. Muchas veces admiramos los modelos de los demás, y muchas veces podemos evitar errores que otros ya cometieron. Bueno, y en cuanto a vivir, para eso sólo tenemos competencia nosotros.

V arios judíos piadosos rezaban en una sinagoga, cuando empezaron a escuchar una voz infantil que decía: -A, B, C, D. Intentaron concentrarse en los versos sagrados, pero la voz repetía: -A, B, C, D. Poco a poco fueron parando de rezar. Cuando miraron hacia atrás, vieron a un niño que seguía diciendo: -A, B, C, D. El rabino se acercó al muchacho: -¿Por qué haces esto? -preguntó. -Porque no sé los versos sagrados -respondió el niño-, entonces, tengo la esperanza de que, recitando el alfabeto, Dios coja estas letras y forme las palabras correctas. -Gracias por esta lección -dijo el rabino-. Y que yo pueda entregarle a Dios mis días en esta tierra de la misma manera que tú le entregas tus letras.

D ice el maestro: El espíritu de Dios presente en nosotros se puede describir como una pantalla de cine. Por ella pasan varias situaciones, personas que se aman, personas que se separan, tesoros que son descubiertos, países remotos que se rebelan. No importa cuál sea la película que se está proyectando: la pantalla permanece siempre igual. No importa que corran las lágrimas, o que la sangre corra, porque nada puede manchar la blancura de la pantalla. Al igual que la pantalla de cine, Dios está ahí, detrás de toda la agonía y del éxtasis de la vida. Todos lo veremos cuando nuestra película se termine.

U n arquero caminaba por los alrededores de un monasterio hindú conocido por la dureza de sus enseñanzas cuando vio a los monjes en el jardín, bebiendo y divirtiéndose. -Qué cínicos son aquellos que buscan el camino de Dios -dijo el arquero en voz alta-.Dicen que la disciplina es importante, ¡y se embriagan a escondidas! -Si dispararas cien flechas seguidas, ¿qué le pasaría a tu arco? -preguntó el más viejo de los monjes.-Mi arco se rompería -respondió el arquero.-Si alguien va más allá de sus propios límites, también rompe su voluntad -dijo el monje-.El que no equilibra trabajo con descanso, pierde el entusiasmo, y no llega muy lejos.

U n rey mandó a un mensajero a un país lejano, llevando un acuerdo de paz para firmar. Para aprovechar el viaje, el mensajero les comunicó el hecho a algunos amigos que tenían negocios importantes en aquel país. Estos pidieron al mensajero que se retrasase algunos días y, a causa del acuerdo de paz, escribieron nuevas órdenes, y cambiaron la estrategia de sus negocios. Cuando el mensajero finalmente viajó, ya era tarde para el acuerdo que llevaba; la guerra estalló, y destruyó los planes del rey y los negocios de los comerciantes que retrasaron al mensajero. Dice el maestro: Sólo existe una cosa importante en nuestras vidas: vivir nuestra Leyenda Personal, la misión que nos ha sido destinada. Pero siempre terminamos por sobrecargarnos de ocupaciones inútiles, que acaban destruyendo nuestros sueños.

E l viajero está en el puerto de Sidney, mirando el puente que une las dos partes de la ciudad, cuando se le acerca un australiano y le pide que le lea un anuncio del periódico. -Son letras muy pequeñas -dice el recién llegado-. No veo bien y me dejé las gafas en casa. El viajero tampoco lleva sus gafas de lectura. Pide disculpas al hombre. -Entonces es mejor olvidar este anuncio -dice él tras una pausa-. Y como desea continuar la conversación, comenta: -No sólo somos nosotros dos. Dios también tiene la vista cansada. No porque sea viejo, sino porque lo quiso así. De este modo, cuando alguien cercano a Él comete algún error, Él no puede verlo bien, y acaba perdonando a la persona, por temor a ser injusto. -¿Y las cosas buenas? -pregunta el viajero. -Bueno, Dios nunca se olvida las gafas en casa -se ríe el australiano, alejándose.

– ¿H ay algo más importante que la oración -le preguntó el discípulo al maestro. El maestro le pidió al discípulo que fuese hasta un árbol cercano y que cortase una rama. El discípulo obedeció. -¿El árbol sigue vivo? -preguntó el maestro. -Tan vivo como antes -respondió el discípulo. -Entonces, vete hasta allí y corta la raíz -le pidió el maestro. -Si lo hago, el árbol morirá -dijo el discípulo. -Las oraciones son las ramas de un árbol, cuya raíz se llama fe -dijo el maestro-. Puede haber fe sin oración, pero no puede haber oraciónsin fe.

S anta Teresa de Ávila escribió: «Acuérdate: el Señor nos invitó a todos y, como Él es la pura verdad, no podemos dudar de esta invitación. Él dijo: "Venid a mí los que tengáis sed, yo os daré de beber."»Si la invitación no fuese para todos nosotros, el Señor habría dicho: "Venid a mí todos los que queráis, porque no tenéis nada que perder. Pero solamente daré de beber a aquellos que estén preparados."»Él no impuso ninguna condición. Basta con caminar y querer, y todos recibirán el Agua Viva de Su amor.»

L os monjes zen, cuando quieren meditar, se sientan ante una roca: «Ahora voy a esperar a que esta roca crezca un poco», piensan. Dice el maestro: Todo a nuestro alrededor está cambiando constantemente. Todos los días, el sol ilumina un mundo nuevo. Aquello que llamamos rutina está repleto de nuevas propuestas y oportunidades. Pero no notamos que cada día es diferente al anterior. Hoy, en algún lugar, un tesoro te espera. Puede ser una pequeña sonrisa, puede ser una gran conquista, no importa. La vida está hecha de pequeños y grandes milagros. Nada es aburrido, porque todo cambia constantemente. El tedio no está en el mundo, sino en la manera en la que vemos el mundo. Como escribió el poeta T S. Eliot: «Recorrer muchas carreteras / volver a casa / y verlo todo como si fuese la primera vez.»

Oh, María,
sin pecado
concebida,
rogad por nosotros,
que a Vos recurrimos.
Amén.

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