Su mirada volvió, una vez más, hacia el departamento de Elena Ortiz.

Sólo entonces le llamó la atención el auto estacionado en el callejón.

La placa que llevaba el paragolpes.

Posey5.

Al instante revolvió su cartera en busca de la tarjeta del detective. Con manos temblorosas marcó su número desde el teléfono del auto.

La atendió una voz con tono expeditivo.

– Detective Moore.

– Habla Catherine Cordell -dijo ella-. Usted vino a verme un par de días atrás.

– Sí, la doctora Cordell.

– ¿Elena Ortiz manejaba un Honda verde?

– ¿Perdón?

– Necesito saber su número de placa.

– Temo que no entiendo su…

– ¡Sólo dígamelo! -Su brusca orden lo sorprendió. Se produjo un largo silencio en la línea.

– Déjeme buscarlo -dijo él. Detrás ella escuchó voces de hombres, teléfonos que sonaban. Moore volvió al teléfono-. Es una placa personalizada -dijo-. Supongo que tiene que ver con los asuntos del negocio familiar.

– Posey Cinco -murmuró ella.

Una pausa.

– Sí -dijo él, con la voz extrañamente calma. Alerta.

– Cuando hablamos el otro día, me preguntó si conocía a Elena Ortiz.

– Y usted dijo que no.

Catherine dejó escapar un suspiro entrecortado.

– Estaba equivocada.



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