– Como una adicción.

– Exacto. -Él apartó la toalla-. Los dioses del sueño que pierden el control y empiezan a codiciar emociones son llamados Skoti. Skotos es la forma en singular.

Personalmente, a ella le gustaba más la idea de un dedo machucado. Pero al menos ahora, entendía lo que él era en realidad.

– Xypher también dijo que estaba muerto.

– Bueno, en teoría los Skoti que se vuelven muy adictos, son ejecutados y enviados al Tártaro para el castigo eterno.

Eso lo explicaba todo. Él había sido asesinado y traído de vuelta. Se preguntaba como era eso posible. ¿Acaso habría hecho un pacto o algo así?

La sola idea era aterradora.

Simone frunció el ceño al notar una escritura desconocida extendida a lo largo del brazo de Xypher. Presa de la curiosidad, tomó el brazo entre sus manos, admirada por la acerada sensación de su piel, mientras estudiaba las fluidas letras.

– ¿Puedes leer esto?

Carson se detuvo a su lado.

– No, lo siento. Parece griego y yo sólo hablo francés, cajún, inglés, algo de criollo y gillipolleces por el estilo.

Ella pasó la mano sobre las oscuras letras rojas, intentando no pensar lo fuerte que era ese brazo bajo sus dedos. ¿Por qué lo habría escrito ahí y que significaría?

Liberando el brazo, elevó la vista hacia Carson.

– ¿Sabes algo sobre Xypher y su historia?

– No. Nunca lo había visto o escuchado de él hasta que vosotros lo trajisteis aquí. Hay varios miles de Dream-Hunters y la mayoría se mantienen alejados del plano humano. Prefieren esconderse entre los sueños. -Carson hizo una pausa-. ¿Quieres dejarlo aquí e ir a casa?

Ella miró su brazalete.

– Desearía hacerlo, pero no puedo. Afrodita dijo que en tanto ambos lleváramos estos -ella levantó el suyo para que él pudiera verlo- estamos vinculados. Si nos alejamos mucho uno del otro, moriremos.

– Eso apesta.

– Dímelo a mí.

Él señaló una puerta tras él.

– Tengo una habitación más cómoda para vosotros dos. Te mostraré un lugar cómodo donde sentarte mientras él duerme.

Simone se encogió con sólo pensar en volver a desvanecerse.

– Por favor, no me desintegres. Empiezo a sentir náuseas de tantas ideas y vueltas, y he adquirido toda una nueva cuota de respeto para con Kirk y Spock.

El se rió.

– Entiendo. -Liberó el freno de la camilla con la punta de su bota-. Lo trasladaremos hasta allí.

– Mil bendiciones para ti.

Él se detuvo para llamar a un tal Dev antes de guiarla hacia una habitación adyacente, que estaba equipada con muebles antiguos. El mejor de todos, era una cama tamaño King que tenía una edredón de brillante terciopelo rojo. Habían pesadas cortinas que lo volvían muy oscuro y a la vez, extrañamente acogedor.

– Bonito lugar -dijo ella, pasando la mano sobre un hermoso tocador.

– Solo lo mejor para Mamá.

– ¿Mamá?

– Nicolette Peltier. Ella es la dueña del lugar y todo el mundo aquí la llama “Mamá”.

– Eso es muy dulce. Debe ser muy cariñosa -dijo Simone con una sonrisa.

– Puede serlo. En ocasiones, también puede ser una osa.

– Mi madre también era así.

– Eh, sí.

Un apuesto hombre de veintitantos años, con largo y rizado cabello rubio, abrió la puerta de un empujón.

– ¿Que necesitas, Doc?

Carson señaló a Xypher.

– Ayúdame a moverlo. No quiero forzar su costado.

Dev frunció el entrecejo severamente, al notar a Xypher sobre la camilla.

– ¿Quien es?

– Un Dream-Hunter.

Dev estaba atónito.

– ¿Ellos sangran?

– Eso parece

– Joder -dijo Dev por lo bajo, antes de ayudar a Carson, a trasladar a Xypher desde la camilla hacia la cama. En cuanto Xypher estuvo ubicado, Dev la miró fijamente para luego salir acarreando la camilla, sin decir una palabra más.

Simone no estaba segura como definirlo.

– Es algo estirado, ¿no?

– La mayoría de nosotros los somos. Nuestra supervivencia depende de mantenernos en secreto.

– Y yo he abierto una brecha.

Él asintió.

Simone quería hacerle saber que ella nunca haría algo para lastimarles. Además, quien le creería si ella alguna vez decía que había una familia de licántropos instalada en Nueva Orleáns.

– Vuestro secreto está totalmente a salvo conmigo, Carson. Créeme, mantener la boca cerrada es a lo que me dedico. Si el departamento de policía puede confiar en mi, entonces vosotros también.

– Lo sé. De lo contrario te asesinaríamos y devoraríamos cada parte de tu cuerpo.

No estaba segura de si él bromeaba o no, pero algo le decía que hablaba muy en serio.

Señalándole la puerta con su pulgar le dijo:

– Si necesitas algo, estaré fuera en mi escritorio. Siéntete como en casa. Le indicó la puerta sobre la izquierda con un movimiento de su barbilla-. El baño está por ahí.

– Gracias.

Él cerró la puerta.

Simone dejó salir un largo suspiro sintiéndose exhausta. Estaba sola en un hogar extraño, algo que no acostumbraba hacer.

– ¿Dónde estas Jesse? No me gusta estar sola. -Los años de amistad habían convertido la soledad en una cosa rara. Estaba tan habituada a él, que cuando se quedaba sola, casi sentía un dolor físico.

Sintiéndose un poco perdida y sobrecogida, se acercó a la cama para cubrir a Xypher con el edredón. No parecía tan feroz ahora, pero aún había un aura en él, que te dejaba ver, cuan letal era. Ella dejó caer la vista sobre sus manos y sobre las cicatrices que estropeaban sus nudillos. Eran viejas y habían sanado, pero aún así, ella podía notar que no habían sido causadas por una sola herida. Habían sido reabiertas y cicatrizadas en muchas peleas…

Si, en ocasiones, su trabajo le permitía conocer demasiado sobre una persona. Sin mencionar, que había numerosas cicatrices estropeando sus pecho y brazos. Sorprendentemente, la única cicatriz en su rostro era una apenas perceptible, sobre su sien derecha.

– ¿Quien eres Xypher?

– ¿Sim?

Ella sonrió al reconocer el sonido de la voz de Jesse. El reapareció justo a su lado.

– ¿Dónde has estado?

– Vosotros me habéis abandonado -dijo a la defensiva-. ¿Tienes idea lo difícil que es rastrear a un humano a través del plano ectoplásmico? No, no la tienes. Y créeme, no quieres tenerla. Estoy agradecido de haberte encontrado a ti esta vez y no a esa extraña mujer alimentando a su Schnauzer con gelatina.

Ahora, podía visualizarlo…

– De aaaaacuerdo. Lo lamento mucho.

– ¡Deberías! -Entrecerró los ojos al mirar a Xypher-. No se ve nada bien. ¿Crees que sobreviva?

– Eso creo.

– Diría que es una maldita lástima excepto que hasta que averigüemos un modo de liberarte, morirías, también.

– Que agradable que recuerdes ese pequeño detalle. -Frunció el ceño mientras le miraba y recordaba su diatriba de antes-. ¿Plano ectoplásmico? ¿Qué demonios es eso?

– Es la jerga de aquellos de nosotros que hemos cambiado de cuerpo. Es el gran Más Allá donde rebotamos unos contra otros como átomos flotantes. Es una tierra de brutos, que es por lo que paso el tiempo contigo. Pero sólo porque eres menos bruta que ellos.

Simone le miró boquiabierta ante su crítica.

– Ruego tu perdón. No soy bruta.

– Asqueroso al máximo. Y que más. Te he visto por las mañanas. No eres exactamente una dama.

Puso los ojos en blanco ante las expresiones ochenteras.

– Realmente te odio.

– Seguro que sí. -El sonrió como el gato Cheshire-. Eso explica porque estabas tan preocupada por mi.

A veces era demasiado astuto. Simone se enfadó juguetonamente con él antes de girarse hacia Xypher.

Era una lástima que supiera tan poco sobre él y le hacía preguntarse sobre su pasado. ¿Que le había hecho luchar todas las batallas que le habían dejado unas cicatrices tan horrendas, por otra parte hermoso cuerpo?

– ¿Crees que tiene razones para ser tan hostil?

– No realmente. Personalmente creo que le gusta ser un gilipollas. Sabes, hay un montón de esos en el mundo.


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