O'Shea se estiró y puso la mano encima de un grueso archivador de acordeón situado en el lado derecho de su escritorio. Estaba abierto, y Bosch vio que contenía varias carpetas individuales con etiquetas azules. Bosch estaba demasiado lejos para leerlas, sobre todo sin ponerse las gafas que había empezado a llevar recientemente.
– ¿Está familiarizado con el procesamiento de Raynard Waits? -preguntó O'Shea.
Bosch y Rider asintieron con la cabeza.
– Habría sido difícil no enterarse -contestó Bosch.
O'Shea ofreció una leve sonrisa.
– Sí, lo hemos puesto delante de las cámaras. Ese tipo es un carnicero, un hombre muy malvado. Desde el principio hemos dicho que vamos a ir a por la pena de muerte.
– Por lo que he visto y oído, Waits tiene todos los números -dijo Rider, animándolo.
O'Shea asintió sombríamente.
– Ésa es una de las razones de que estén ustedes aquí. Antes de que explique lo que tenemos, permítanme que les pida que me hablen sobre su investigación del caso Marie Gesto. Freddy dijo que sacaron el expediente de Archivos tres veces el pasado año. ¿Hay algo activo?
Bosch se aclaró la garganta, decidiendo dar primero y recibir después.
– Podría decir que yo tengo el caso desde hace trece años. Me tocó en 1993, cuando la chica desapareció.
– Pero ¿no surgió nada?
Bosch negó con la cabeza.
– No teníamos cadáver. Lo túnico que encontramos fue el coche, y eso no era suficiente. Nunca acusamos a nadie.
– ¿Hubo algún sospechoso?
– Investigarnos a mucha gente, y a un tipo en particular, pero nunca pudimos establecer las conexiones, así que nadie se elevó a la categoría de sospechoso activo. Luego yo me retiré en el 2002 y el caso fue a parar a Archivos. Pasaron un par de años, las cosas no fueron como pensé que irían en la jubilación y volví al trabajo. Eso fue el año pasado.
Bosch no consideró necesario decirle a O'Shea que había copiado el expediente del caso Gesto y se lo había llevado, junto con otros casos abiertos, cuando entregó la placa y abandonó el departamento de Policía de Los Angeles en 2002. Copiar los expedientes había sido una infracción de las normas y cuanta menos gente lo supiera mejor.
– Este último año he sacado el expediente Gesto cada vez que he tenido un rato para estudiarlo -continuó-. Pero no hay ADN ni huellas. Sólo es trabajo de calle. He hablado otra vez con los implicados, con todo el mundo que he podido encontrar. Hay un tipo del que siempre pensé que podría ser el asesino, pero nunca he conseguido nada. Incluso hablé con él dos veces este año, presionándole muy duro.
– Nada.
– ¿Quién es?
– Se llama Anthony Garland. Dinero de Hancock Park. ¿Ha oído hablar de Thomas Rex Garland, el industrial del petróleo?
O'Shea asintió.
– Bueno, pues T. Rex, como se le suele llamar, es el padre de Anthony.
– ¿Cuál es la conexión de Anthony con Gesto?
– «Conexión» puede que sea una palabra demasiado fuerte. El coche de Marie Gesto se encontró en un garaje de una plaza de un edificio de apartamentos de Hollywood. El apartamento correspondiente estaba vacío. Nuestra sensación en ese momento fue que no era coincidencia que el coche terminara allí; pensamos que quien lo ocultó sabía que el piso estaba vacante y que esconder allí el cadáver le daría cierto tiempo.
– Bien. ¿Anthony Garland conocía el garaje o conocía a Marie?
– Conocía el garaje. Su ex novia había vivido en el apartamento. Ella había roto con Garland y se había trasladado a Texas. Así que Garland conocía el apartamento y sabia que el garaje estaba vacío.
– Eso es muy poca cosa. ¿Es lo único que tiene?
– Casi. Nosotros también pensamos que era poco, pero luego sacamos la foto del carnet de conducir de la ex novia y resultó que ella y Marie se parecían mucho. Empezamos a pensar que quizá Marie había sido una especie de víctima sustituta. No podía abordar a su ex novia porque se había ido, así que abordó a Marie.
– ¿Fueron a Texas?
– Dos veces. Hablamos con la ex, y ella nos dijo que el principal motivo de su ruptura con Anthony fue su temperamento.
– ¿Fue violento con ella?
– Declaró que no. Dijo que le dejó antes de que llegara a ese punto.
O'Shea se inclinó hacia delante.
– Así pues, ¿Anthony Garland conocía a Marie? -preguntó.
– No lo sabemos. No estamos seguros. Hasta que su padre le mandó a su abogado y él dejó de hablar con nosotros, negó haberla conocido.
– ¿Cuándo fue eso? El abogado, me refiero.
– Entonces y ahora. Yo volví a él un par de veces este año. Le presioné y él recurrió otra vez a sus abogados. Consiguieron una orden de alejamiento contra mí. Convencieron a un juez para que me ordenara permanecer alejado de Anthony a no ser que tuviera a un letrado a su lado. Mi suposición es que convencieron al juez con dinero. Es la forma de hacer de T. Rex Garland.
O'Shea se echó atrás en la silla, asintiendo reflexivamente.
– ¿Este Anthony Garland tiene algún tipo de historial delictivo antes o después de Gesto?
– No, no tiene historial delictivo. No ha sido un miembro muy productivo de la sociedad, vive de lo que le da su papi, por lo que sé. Se ocupa de la seguridad en varias empresas de su padre. Pero nunca ha habido nada delictivo que yo haya podido encontrar.
– ¿No sería lógico que alguien que ha raptado y matado a una mujer joven tuviera otra actividad criminal en su historial? Normalmente estas cosas no son aberraciones, ¿no?
– Si se basa en los porcentajes, es cierto. Pero siempre hay excepciones a la regla. Además, está el dinero del papá. El dinero suaviza muchas cosas, hace que desaparezcan.
O'Shea asintió de nuevo, como si estuviera recibiendo su primera clase acerca del crimen y los criminales. Era una mala actuación.
– ¿Cuál iba a ser su próximo movimiento? -preguntó.
Bosch negó con la cabeza.
– No lo había pensado. Envié el expediente a Archivos, y eso fue todo. Luego, hace un par de semanas, bajé y lo retiré de nuevo. No sé lo que iba a hacer; quizá hablar con algunos de los amigos más recientes de Garland y ver si mencionó alguna vez a Marie Gesto o alguna cosa sobre ella. De lo único de lo que estaba seguro era de que no iba a rendirme.
O'Shea se aclaró la garganta, y Bosch supo que iba a ocuparse del motivo por el que los habían llamado.
– ¿El nombre Ray o Raynard Waits apareció alguna vez en todos estos años de investigación acerca de la desaparición de Gesto?
Bosch lo miró un momento y sintió un nudo en el estómago.
– No. ¿Debería haber aparecido?
O'Shea sacó una de las carpetas del archivo de acordeón y la abrió en la mesa. Levantó un documento que parecía una carta.
– Como he dicho, hemos hecho público que vamos a por la pena de muerte en el caso Waits -dijo-. Después del preliminar creo que se dio cuenta de que la condena está cantada. Tiene una apelación por la causa probable de la detención de tráfico, pero no llegará a ninguna parte y su abogado lo sabe. Una defensa por demencia tampoco tiene la más mínima posibilidad: este tipo es el más calculador y organizado de los asesinos que he acusado. Así que la semana pasada respondieron con esto. Antes de que se lo muestre he de saber que comprende que es una carta de un abogado. Es un compromiso legal. No importa lo que ocurra, tanto si seguimos adelante con esto como si no, la información contenida en esta carta es confidencial. Si decidimos rechazar esta oferta, no puede surgir ninguna investigación de la información de esta carta. ¿Lo entiende?
Rider asintió con la cabeza. Bosch no.
– ¿Detective Bosch? -le instó O'Shea.
– Entonces quizá no debería verla -dijo Bosch-. Quizá no debería estar aquí.
– Usted era el que no iba a darle el expediente a Freddy. Si el caso significa tanto para usted, entonces creo que debería estar aquí.
Bosch asintió finalmente.
– De acuerdo -dijo.