– Me encanta -dijo Malin-. ¿Vosotros estáis contentos conmigo?

Mikael sonrió.

– Erika y yo hemos podido constatar, una y otra vez, que nunca hemos tenido una secretaria de redacción tan competente. Pensamos que eres todo un hallazgo. Y perdóname por no habértelo dicho antes.

Malin sonrió, contenta. Halagos del gran Mikael Blomkvist.

– Pero no era eso lo que quería saber -dijo ella.

– Lo que quieres saber es qué relación existe entre Lisbeth Salander y Millennium.

– Tanto tú como Erika Berger sois muy parcos con la información.

Mikael asintió y la miró. Tanto él como Erika tenían plena confianza en Malin Eriksson, pero había cosas que no se podían tratar con ella.

– Estoy de acuerdo. Si vamos a indagar en los asesinatos de Dag y Mia, necesitas más información. Yo soy una fuente de primera mano y, además, soy el vínculo entre ella y Dag y Mia. Empieza a hacerme preguntas y te las intentaré responder hasta donde pueda. Y cuando no pueda contestarte te lo diré.

– ¿Por qué todo este secretismo? ¿Quién es Lisbeth Salander y qué tiene que ver con Millennium?

– Verás, hace dos años contraté a Lisbeth Salander como investigadora para un trabajo extremadamente complicado. Y aquí está ya el problema: no te puedo contar qué tipo de trabajo realizó Lisbeth para mí. Erika sabe de qué se trata pero se comprometió a guardar silencio.

– Hace dos años… fue antes de que dejaras KO a Wennerström. ¿Debo suponer que ella se dedicaba a investigar ese tema?

– No, no debes suponer eso. No voy ni a confirmar ni a negar nada. Pero lo que sí te puedo decir es que contraté a Lisbeth para un asunto completamente distinto y que hizo un trabajo fantástico.

– Vale. Por aquel entonces tú residías en Hedestad y, por lo que tengo entendido, vivías corno un ermitaño. Y aquel verano Hedestad no pasó precisamente inadvertido en el mundo mediático. Harriet Vanger resucitando de entre los muertos y todo eso. Curiosamente, en Millennium no escribimos ni una sola palabra de su resurrección.

– Como ya te he comentado… no te voy a decir ni mu. Puedes pasarte la vida entera haciendo cabalas pero la probabilidad de que aciertes la considero prácticamente nula -Mikael sonrió-. Pero si no hemos escrito nada sobre Harriet, es porque pertenece a nuestra junta. Dejemos que sean otros medios de comunicación quienes se ocupen de ella. Y en cuanto a Lisbeth, confía en mi palabra. Lo que ella hizo por mí no tiene nada que ver con lo ocurrido en Enskede. Simplemente, no hay ningún tipo de conexión.

– De acuerdo.

– Déjame que te dé un consejo: no adivines, no saques conclusiones. Quédate solamente con que ella trabajaba para mí y que yo no puedo contarte de lo que se trataba. Déjame decirte también que ella hizo otra cosa por mí. En un momento dado me salvó la vida. Literalmente. Tengo una enorme deuda de gratitud con ella.

Malin puso unos ojos como platos. En Millennium no había oído ni una sola palabra al respecto.

– O sea, que, si no lo he entendido del todo mal, la conoces bastante bien.

– Todo lo bien que se puede conocer a Lisbeth Salander, supongo -contestó Mikael-. Probablemente se trate de la persona más cerrada que he conocido en mi vida.

De repente, Mikael se levantó y desvió la mirada hacia la oscuridad exterior.

– No sé si te apetecerá o no, pero yo pienso servirme un vodka con lima -dijo finalmente.

Malin sonrió.

– Vale. Mejor eso que más café.

Dragan Armanskij dedicó las fiestas de Pascua a reflexionar sobre Lisbeth Salander en la casa de campo que poseía en la isla de Blidö. Sus hijos ya eran adultos y habían optado por no pasarlas con sus padres. Ritva, su mujer desde hacía ya veinticinco años, no tenía mayores dificultades en aceptar que su marido, en determinadas ocasiones, se hallara a años luz de ella: se sumía en silenciosas cavilaciones y le contestaba sin mucha atención cuando le dirigía la palabra. Todos los días cogía el coche e iba hasta la tienda del pueblo para comprar los periódicos. Se sentaba junto a la ventana del porche y leía los artículos sobre la caza de Lisbeth Salander.

Dragan Armanskij estaba decepcionado consigo mismo. Le decepcionaba el hecho de haber juzgado tan rotundamente mal a Lisbeth Salander. Que ella tenía problemas psíquicos lo sabía desde hacía ya muchos años. Tampoco le era ajena la idea de que podía volverse violenta y dañar a alguien que la estuviera amenazando. Que hubiera atacado a su administrador -al que ella, sin duda, habría considerado una persona que se entrometía en sus asuntos personales- resultaba, a cierto nivel intelectual, comprensible. Ella veía sus intentos de gobernar su vida como verdaderas provocaciones y tal vez, incluso, como hostiles ataques.

Sin embargo, no le entraba en la cabeza qué la podría haber llevado a ir a Enskede y matar a tiros a dos personas que, según todas las informaciones, le eran completamente desconocidas.

Dragan Armanskij seguía esperando que se estableciera una conexión entre Salander y la pareja de Enskede: que alguno de ellos hubiese tenido algo que ver con ella o que hubiese actuado de tal manera que ella se enfureciera. Pero semejante conexión no aparecía en los periódicos. En su lugar, se especulaba con que la enferma mental Lisbeth Salander hubiera sufrido algún tipo de crisis.

Llamó dos veces al inspector Bublanski para enterarse del desarrollo de la investigación, pero tampoco él era capaz de establecer ninguna conexión entre Salander y Enskede. Excepto la de Mikael Blomkvist. Era ahí donde la investigación daba en hueso. Mikael Blomkvist conocía tanto a Salander como a la pareja de Enskede, pero no había ninguna evidencia de que, a su vez, Lisbeth Salander conociera a Dag Svensson y Mia Bergman, o de que ni siquiera hubiese oído hablar de ellos. Por lo tanto, al equipo investigador le estaba costando mucho trabajo explicar el correcto curso de los acontecimientos. Si no hubiese existido ni el arma homicida con sus huellas dactilares ni el indiscutible vínculo con su primera víctima, el abogado Bjurman, la policía habría ido dando palos de ciego.

Malin Eriksson hizo una visita al cuarto de baño de Mikael y luego regresó al sofá.

– Resumiendo -dijo-, la tarea consiste en decidir si Lisbeth Salander asesinó a Dag y Mia como afirma la policía. No tengo ni idea de por dónde empezar.

– Tómatelo como un trabajo periodístico. No vamos a realizar ninguna investigación policial. Sin embargo, vamos a estar encima de la policía y averiguar lo que ellos saben. Como siempre, aunque con la diferencia de que no vamos a publicar necesariamente todo lo que averigüemos.

– Pero si Salander los ha asesinado, tiene que existir un vínculo entre ella y Dag y Mia. Y el único que hay eres tú.

– Y en este caso no soy exactamente un vínculo. Llevo más de un año sin ver a Lisbeth. Hasta ignoro cómo conocía ella la existencia de Dag y Mia.

De pronto Mikael se calló. A diferencia de todos los demás, sabía que Lisbeth Salander era una hacker de categoría mundial. De repente se dio cuenta de que su iBook estaba repleto de correspondencia con Dag Svensson, así como de las distintas versiones del libro de Dag. Allí había, además, una copia electrónica de la tesis de Mia. Desconocía si Lisbeth había entrado en su ordenador, pero, en el caso de que lo hubiera hecho, podía haber sacado la conclusión de que conocía a Dag Svensson.

Sin embargo, le resultaba imposible imaginar que Lisbeth tuviera algún motivo para ir a Enskede y matar a Dag y Mia. Todo lo contrario: trabajaban en un reportaje sobre la violencia contra las mujeres que Lisbeth Salander apoyaría de todas todas. Si es que Mikael Blomkvist la conocía lo más mínimo.

– Tienes cara de haber descubierto algo -comentó Malin.

Mikael no pensaba decir ni una palabra sobre las cualidades de Lisbeth en el mundo informático.


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