– ¿Y cómo lo haremos?

– Yo me centraré en los veintiún puteros del libro. Tienen más que perder que los demás. Mi plan es seguir los pasos de Dag y hacerle una visita a cada uno.

– De acuerdo.

– Tengo dos trabajos para ti. Aquí hay siete nombres que no han sido identificados, dos puteros y cinco aprovechados. Tu primer cometido durante los próximos días consistirá en rastrearlos. Algunos de los nombres aparecen en la tesis de Mia; es probable que haya referencias que nos lleven a averiguar quiénes son realmente.

– Vale.

– Por otro lado, sabemos muy poco de Nils Bjurman, el administrador de Lisbeth. Los periódicos han publicado una versión resumida de su curriculum, pero me imagino que la mitad es falsa.

– Así que quieres que me ponga a escarbar en su historia.

– Exacto. En todo lo que encuentres.

Harriet Vanger llamó a Mikael Blomkvist hacia las cinco de la tarde.

– ¿Puedes hablar?

– Tengo un momento.

– Esa chica a la que buscan… es la misma que te ayudó a dar conmigo, ¿verdad?

Harriet Vanger y Lisbeth Salander no llegaron a conocerse.

– Sí -contestó Mikael-. Lo siento, no he tenido tiempo de llamarte para ponerte al día. Pero sí, es ella.

– ¿Y eso qué significa?

– Por lo que a ti respecta… nada; espero.

– Pero lo sabe todo sobre mí y lo que sucedió hace dos años.

– Sí, absolutamente todo.

Harriet Vanger guardó silencio al otro lado de la línea.

– Harriet, no creo que sea culpable. Tengo que presuponer que es inocente. Confío en Lisbeth Salander.

– Si uno creyera todo lo que dicen los periódicos…

– No hay que hacer caso a todo lo que dicen los periódicos. Así de sencillo. Ella dio su palabra de que no te traicionaría. Estoy seguro de que la mantendrá el resto de su vida. La conozco y sé que es una persona de principios.

– ¿Y si no lo hace?

– No lo sé, Harriet. Estoy haciendo cuanto está en mi mano para intentar averiguar qué es lo que realmente ha ocurrido.

– De acuerdo.

– No te preocupes.

– No me preocupo. Pero quiero estar preparada para lo peor. Y tú, ¿cómo estás, Mikael?

– No muy bien. No hemos parado desde los asesinatos.

Harriet Vanger enmudeció durante un momento.

– Mikael… Estoy en Estocolmo. Tengo un vuelo para Australia mañana por la mañana y me quedaré allí un mes.

– Bien.

– Me alojo en el mismo hotel.

– No sé. Estoy hecho un lío. Tengo que trabajar esta noche y no sería muy buena compañía.

– No hace falta que seas buena compañía. Pásate y relájate un rato.

Mikael llegó a casa a la una de la madrugada. Estaba cansado y barajaba la posibilidad de pasar de todo y acostarse. En cambio, encendió su iBook y consultó el correo. No había recibido nada de interés.

Abrió la carpeta «Lisbeth Salander» y descubrió un documento completamente nuevo. Se titulaba «Para MikBlom»; estaba al lado del de «Para Sally».

El corazón le dio un vuelco al verlo en su ordenador. «Ella está aquí. Lisbeth Salander ha entrado en mi ordenador. Tal vez incluso esté conectada ahora mismo.» Hizo doble clic.

No sabía con qué se iba a encontrar. ¿Una carta?¿Una respuesta? ¿Una declaración de inocencia? ¿Una explicación? La respuesta de Lisbeth Salander a Mikael Blomkvist era frustrante y breve. El mensaje consistía en una sola palabra. Cuatro letras.

Zala

Mikael se quedó mirando fijamente el nombre.

Dag Svensson había hablado de Zala durante su última conversación telefónica, dos horas antes de ser asesinado.

«¿Qué trata de decirme Lisbeth? ¿Acaso Zala es la conexión que hay entre Bjurman y Dag y Mia? ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Quién es? ¿Y cómo sabe Lisbeth Salander eso? ¿De qué manera está involucrada?»

Abrió las propiedades del documento y constató que el texto había sido creado hacía apenas quince minutos. Luego sonrió repentinamente. El autor era Mikael Blomkvist. Ella había creado el documento en su ordenador y con su propia licencia. Era mejor que un correo electrónico y no dejaba ningún número IP susceptible de ser rastreado, aunque, de todos modos, Mikael estaba convencido de que sería casi imposible rastrear a Lisbeth Salander a través de la red. Y sin lugar a dudas eso demostraba que Lisbeth Salander había realizado un hostile takeover -la expresión que ella utilizaba- de su ordenador.

Se acercó a la ventana y dirigió la mirada al Ayuntamiento. No podía librarse de la sensación de que en ese preciso instante Lisbeth Salander le observaba; era como si ella se encontrara en la habitación contemplándolo a través de la pantalla de su iBook. En realidad, podría hallarse en cualquier parte del mundo, pero él sospechaba que estaba bastante más cerca. En algún sitio de Södermalm. En un kilómetro a la redonda.

Reflexionó unos segundos, se sentó, creó un nuevo documento Word que bautizó como «Sally-2» y lo colocó en el escritorio. Escribió un mensaje conciso y enérgico.

Lisbeth:

¡Joder, tía! ¡Qué complicada eres! ¿Quién diablos es Zala? ¿Es él el vínculo? ¿Sabes quién mató a Dag y Mia? En ese caso, dimelo de una vez para que podamos resolver esta mierda e irnos todos a casa a descansar.

Mikael.

Ella estaba dentro del iBook de Mikael Blomkvist. La respuesta no se hizo esperar ni un minuto. Un nuevo documento apareció en la carpeta de su escritorio, esta vez con el nombre de «Kalle Blomkvist».

El periodista eres tú. Averigúalo.

Mikael frunció el ceño. Lisbeth le acababa de hacer un corte de mangas sirviéndose del apodo que ella sabía que él odiaba. Y no le daba ni la más mínima pista. Escribió el documento «Sally-3» y lo colocó en el escritorio.

Lisbeth:

Un periodista averigua cosas haciendo preguntas a gente que sabe algo. Yo te pregunto a ti: ¿sabes por qué Dag y Mia fueron asesinados y quién los asesinó? En tal caso, dimelo. Dame algo para poder avanzar.

Mikael.

Se quedó esperando una respuesta durante varias horas. A las cuatro de la madrugada se rindió y, desanimado, se fue a la cama.

Capítulo 19 Miércoles, 30 de marzo – Viernes, 1 de abril

El miércoles no ocurrió nada reseñable. Mikael dedicó el día a peinar el material de Dag Svensson para encontrar las referencias al nombre de Zala. Como antes hiciera Lisbeth Salander, Mikael encontró la carpeta «Zala» en el ordenador de Dag Svensson y leyó los tres documentos: «Irene P.», «Sandström» y «Zala». Al igual que Lisbeth, Mikael también se dio cuenta de que Dag Svensson había contado con una fuente policial llamada Gulbrandsen. Consiguió dar con él en la policía criminal de Södertalje, pero cuando llamó le informaron de que Gulbrandsen se encontraba de viaje y de que no volvería hasta el lunes siguiente.

Advirtió que Dag le había dedicado un considerable tiempo a Irene P. Leyó el acta de la autopsia y constató que la mujer había sido asesinada de forma brutal y en un lapso de tiempo prolongado. El crimen se perpetró a finales de febrero. La policía no tenía ningún indicio sobre quién podría ser el autor pero, al tratarse de una prostituta, habían partido de la premisa de que el asesino era uno de sus clientes.

Mikael se preguntó por qué Dag Svensson habría introducido el documento sobre Irene P. en la carpeta «Zala». Dejaba entrever que vinculaba a Zala con Irene P., pero en el texto no figuraba ninguna alusión al respecto. En otras palabras, Dag Svensson había hecho esa conexión sólo en su cabeza.

El documento «Zala» era tan breve que daba la impresión de no ser más que unas notas provisionales. Mikael constató que Zala -si es que realmente existía- parecía un fantasma del mundo del hampa. El texto no se le antojó muy realista y, además, carecía de referencias a cualquier tipo de fuente.

Cerró el documento y se rascó la cabeza. Investigar los asesinatos de Dag y Mia estaba resultando una tarea mucho más complicada de lo que, en un principio, se había imaginado. Tampoco podía evitar que le asaltaran las dudas de forma continua. El problema era que, en realidad, no contaba con nada que manifestara claramente que Lisbeth no estaba implicada en los asesinatos. Su único argumento consistía en lo absurdo que encontraba que ella hubiese ido a Enskede y asesinado a dos de sus amigos.


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