– ¿Vale para la entrada principal y la trasera? -preguntó Kevin, y Sam asintió. Seguía sin mirarme.

Kevin regresó junto a la puerta trasera del adosado, donde no podíamos verlo. Pero estábamos todos tan inmóviles que se pudo oír la llave girar en el cerrojo. Después entró en el dormitorio, donde estaba la muerta, y pudimos ver que esbozó una mueca cuando lo golpeó el hedor. Cubriéndose la nariz y la boca con una mano, se inclinó sobre el cuerpo y le puso los dedos en el cuello. Miró a través de la ventana y agitó la cabeza en dirección a su compañera. Kenya asintió y se dirigió a la calle para usar la radio del coche patrulla.

– Escucha, Sookie, ¿qué te parece salir a cenar conmigo esta noche? -preguntó JB-. Esto ha sido muy duro para ti, y necesitas algo de distracción para superarlo.

– Gracias, JB -yo era muy consciente de que Sam nos escuchaba-, es muy amable por tu parte. Pero tengo la impresión de que hoy voy a tener que trabajar horas extra.

Durante un segundo se le quedó la expresión en blanco. Entonces la comprensión se filtró hasta su cerebro.

– Ah, sí, Sam tendrá que contratar a alguien más -observó-. Tengo una prima en Springhill que necesita trabajo. Puede que la llame. Ahora hasta podríamos vivir uno al lado del otro.

Le sonreí (aunque estoy segura de que fue una sonrisa muy tenue) mientras me situaba junto al hombre para el que llevaba dos años trabajando.

– Lo siento, Sookie -dijo en voz baja.

– ¿El qué?-yo también bajé la voz. ¿Iba a reconocer Sam lo que había sucedido entre nosotros dos, o más bien lo que había dejado de suceder?

– Enviarte a buscar a Dawn. Debería haber venido yo mismo. Estaba convencido de que simplemente se había arrejuntado con otro nuevo, y necesitaba un recordatorio de que tenía que ir a trabajar. Pero la última vez que vine a por ella me gritó tanto que no quería tener que volver a enfrentarme a algo así. Y como un cobarde, te he enviado a ti y te ha tocado encontrarla así.

– Eres un saco de sorpresas, Sam.

No se giró para mirarme ni hizo ninguna réplica. Pero sus dedos envolvieron los míos. Durante un largo momento, estuvimos bajo el sol sosteniendo nuestras manos, con la gente revoloteando a nuestro alrededor. Su palma era caliente y seca, los dedos fuertes. Sentí que de verdad había conectado con otro humano. Pero entonces ese apretón se soltó y Sam avanzó unos pasos para hablar con el detective, que estaba saliendo de su coche. JB comenzó a preguntarme qué aspecto tenía el cadáver de Dawn, y el mundo regresó a la misma vieja rutina.

El contraste resultaba doloroso. Me volví a sentir muy cansada, y recordé la noche anterior con mucho más detalle de lo que deseaba. El mundo parecía un lugar malvado y terrible, todos sus habitantes eran sospechosos y yo era el corderito que vagaba por el valle de la muerte con un cencerro en el cuello. Me lancé a mi coche y abrí la puerta, sentándome de lado en el asiento. Ya había estado mucho de pie aquel día; me sentaría mientras pudiera.

JB me siguió. Ahora que me había redescubierto, no podría deshacerme de él. Me acordé de cuando la abuela había albergado serias esperanzas de que se formara alguna especie de relación permanente entre nosotros, cuando estábamos en el instituto. Pero hablar con JB, o incluso leer su mente, era tan interesante como un librito de preescolar para un lector adulto. Que una mente tan boba hubiera acabado en un cuerpo tan elocuente debía de ser uno de los chistes de Dios.

Se arrodilló ante mí y me cogió la mano. Me entraron ganas de que en ese momento viniera alguna dama millonaria y astuta, se casara con JB, lo cuidara y disfrutara de lo que él podía ofrecer. Se estaría llevando una ganga.

– ¿Dónde trabajas ahora? -le pregunté, para poder distraerme.

– En el almacén de mi padre-respondió.

Ese era el trabajo de último recurso, al que JB siempre regresaba cuando lo despedían de otros curros por hacer algo estúpido o por no ir a su hora, o por ofender de manera imperdonable a algún supervisor. El padre de JB tenía una tienda de accesorios para automóviles.

– ¿Cómo están tus padres?

– Oh, bien. Sookie, deberíamos hacer algo juntos.

No me tientes, pensé.

Algún día mis hormonas tomarán el control y haré algo de lo que me arrepienta, y podría ser peor que hacerlo con JB. Pero decidí contenerme y esperar algo mejor.

– Gracias, cielo -le dije-, puede que lo hagamos. Pero ahora mismo estoy bastante triste.

– ¿Estás enamorada de ese vampiro? -me preguntó a bocajarro.

– ¿Dónde has oído eso?

– Dawn lo dijo. -El rostro de JB se ensombreció al recordar que Dawn estaba muerta. Al revisar su cerebro descubrí que lo que Dawn había dicho era: "Ese nuevo vampiro está interesado en Sookie Stackhouse. Yo le haría un mejor servicio; necesita una mujer que pueda soportar que la traten duro, y Sookie gritaría si la toca".

No tenía sentido ponerse furiosa con una muerta, pero por unos breves instantes me consolé haciendo precisamente eso. En ese momento el detective se acercó a nosotros y JB se puso en pie para alejarse.

El detective se colocó en la misma postura que JB, poniéndose de cuclillas delante de mí. Yo debía de tener mal aspecto.

– ¿Señorita Stackhouse? -preguntó. Estaba usando esa voz serena y potente que muchos profesionales adoptan en los momentos de crisis-. Soy Andy Bellefleur. -Los Bellefleur llevaban por Bon Temps desde que existía el pueblo, así que no me hizo reír la idea de que un hombre fuera "flor hermosa". De hecho, al contemplar la masa de músculos que era el detective Bellefleur lo lamenté por cualquiera que lo encontrara gracioso.

Estemiembro en particular de la familia se había graduado antes que Jason, y yo había estado un curso por detrás de su hermana Portia.

Él también me había estado situando.

– ¿Qué tal está tu hermano? -me preguntó, con voz aún serena aunque no tan neutral. Sonaba como si hubiera tenido un encontronazo o dos con Jason.

– Por lo poco que lo veo, creo que le va bien -respondí.

– ¿Y tu abuela?

Sonreí.

– Esta mañana la pasa en el jardín, plantando flores.

– Eso es estupendo -dijo, con esa sincera sacudida de cabeza que, se supone, debe indicar sorpresa y admiración-. Bien, por lo que me he enterado, trabajas en Merlotte's.

– Así es.

– ¿Y también lo hacía Dawn Green?

– Sí.

– ¿Cuándo viste por última vez a Dawn?

– Hace dos días, en el trabajo. -Ya me sentía agotada. Sin mover mis pies del suelo ni mi brazo del volante, eché la cabeza a un lado para apoyarla en el reposacabezas del asiento del conductor.

– ¿Hablaste con ella en ese momento?

Traté de recordar.

– Me parece que no.

– ¿Estabas muy unida a ella?

– No.

– ¿Y por qué has venido aquí hoy?

Le expliqué que el día anterior cubrí el turno de Dawn, y que Sam me había llamado esa mañana.

– ¿Te dijo el Sr. Merlotte por qué no quería venir él mismo hasta aquí?

– Sí, había llegado un camión con mercancía. Sam tenía que decirles a los chicos dónde poner las cajas. -Y Sam también había hecho él solo la mitad de la descarga, para acelerar el proceso.

– ¿Crees que el Sr. Merlotte tenía alguna relación con Dawn?

– Era su jefe.

– No, fuera del trabajo.

– No.

– Pareces muy segura.

– Lo estoy.

– ¿Tienes una relación con Sam?

– No.

– Entonces, ¿cómo estás tan segura?

Buena pregunta. ¿Porque de tanto en tanto había escuchado pensamientos que indicaban que, si Dawn no odiaba a Sam, al menos no se sentía nada atraída por él? No era lo más inteligente para decírselo al detective.

– Sam es muy profesional con los asuntos del bar -le dije. Me sonó ridículo hasta a mí. Pero era la verdad.

– ¿Conocías algo de la vida personal de Dawn?

– No.

– ¿Erais amigas?

– No especialmente. -Mis pensamientos divagaron mientras el detective ladeaba la cabeza, meditabundo. Al menos eso era lo que parecía.


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