Los tres compañeros se quedaron un rato en silencio siguiéndolo con los ojos. Luego Aragorn habló: —Lo buscarán desde la Torre Blanca —dijo—, pero no volverá ni de las montañas ni del océano.

Luego, lentamente, se puso a cantar:

A través de Rohan por los pantanos y los prados donde crecen las hierbas largas

el Viento del Oeste se pasea y recorre los muros.

«¿Qué noticias del Oeste, oh viento errante, me traes esta noche?

¿Has visto a Boromir el Alto a la luz de la luna o las estrellas?»

«Lo vi cabalgar sobre siete ríos, sobre aguas anchas y grises;

lo vi caminar por tierras desiertas, y al fin desapareció

en las sombras del Norte, y no lo vi más desde entonces.

El Viento del Norte pudo haber oído el cuerno del hijo de Denethor.

Oh Boromir. Desde los altos muros miro lejos en el Oeste,

pero no vienes de los desiertos donde no hay hombres.»

Luego Legolas cantó:

De las bocas del Mar viene el Viento del Sur, de las piedras y de las dunas;

trae el quejido de las gaviotas, y a las puertas se lamenta.

«¿Qué noticias del Sur, oh viento que suspiras, me traes en la noche?

¿Dónde está ahora Boromir el Hermoso? Tarda en llegar, y estoy triste.»

«No me preguntes dónde habita... Hay allí tantos huesos...,

en las costas blancas y en las costas oscuras bajo el cielo tormentoso;

muchos han descendido las aguas del Río Anduin para encontrar las mareas del Mar.

¡Pídele al Viento Norte las noticias que él mismo me trae!»

«¡Oh Boromir! Más allá de la puerta la ruta al mar corre hacia el Sur,

pero tú no vienes con las gaviotas que desde la boca del mar gris se lamentan.»

Y Aragorn cantó de nuevo:

De la Puerta de los Reyes viene el Viento del Norte, y pasa por las cascadas tumultuosas:

y claro y frío alrededor de la torre llama el cuerno sonoro.

«¿Qué noticias del Norte, oh poderoso viento, hoy me traes?

¿Qué noticias de Boromir el Valiente? Pues partió hace tiempo.»

«Al pie del Amon Hen le he oído gritar. Allí batió a los enemigos.

El yelmo hendido, la espada rota, al agua los llevaron.

La orgullosa cabeza, el rostro tan hermoso, los miembros, pusieron a descansar;

y Rauros, los saltos dorados de Rauros, lo transportaron en el seno de las aguas.»

«¡Oh Boromir! La Torre de la Guardia mirará siempre al norte,

a Rauros, los saltos dorados de Rauros, hasta el fin de los tiempos.»

Concluyeron así. Entonces hicieron virar su barca y la llevaron con la mayor rapidez posible contra la corriente de vuelta a Parth Galen.

—Me dejasteis el Viento del Este —dijo Gimli—, pero de él no diré nada.

—Así tiene que ser —dijo Aragorn—. En Minas Tirith soportan al Viento del Este, mas no le piden noticias. Pero ahora Boromir ha tomado su camino, y hemos de apresurarnos a elegir el nuestro.

Examinó la hierba verde, de prisa pero con cuidado, inclinándose hasta el suelo.

—Ningún orco ha pisado aquí —dijo—. Ninguna otra cosa puede darse por segura. Ahí están todas nuestras huellas, en idas y venidas. No puedo decir si alguno de los hobbits estuvo aquí, luego de haber salido en busca de Frodo. —Volvió a la barranca, cerca del sitio donde el arroyo del manantial llegaba en hilos al Río—. Hay huellas nítidas aquí —dijo—. Un hobbit entró en el agua y regresó a tierra, pero no sé cuándo.

—¿Cómo descifras entonces el acertijo? —preguntó Gimli.

Aragorn no respondió en seguida; caminó de vuelta hasta el sitio del campamento y examinó un rato el equipaje.

—Faltan dos bultos —dijo—, y puedo asegurar que uno pertenecía a Sam: era bastante grande y pesado. Ésta es entonces la respuesta: Frodo se ha ido en una barca, y su sirviente ha ido con él. Frodo pudo haber vuelto mientras todos estábamos buscándolo. Me encontré con Sam subiendo la pendiente y le dije que me siguiera; pero es evidente que no lo hizo. Adivinó las intenciones de su amo y regresó antes que Frodo partiera. ¡No le resultó nada fácil dejar atrás a Sam!

—¿Pero por qué tenía que dejarnos a nosotros, y sin decir una palabra? —preguntó Gimli—. ¡Extraña ocurrencia!

—Y brava ocurrencia —dijo Aragorn—. Sam tenía razón, pienso. Frodo no quería llevar a ningún amigo a la muerte en Mordor. Pero sabía que él no podía eludir la tarea. Algo le ocurrió después de dejarnos que acabó con todos sus temores y dudas.

—Quizá lo sorprendieron unos orcos cazadores y escapó —dijo Legolas.

—Escapó, ciertamente —dijo Aragorn—, pero no creo que de los orcos.

Qué había provocado según él la repentina resolución y la huida de Frodo, Aragorn no lo dijo. Las últimas palabras de Boromir las guardó en secreto mucho tiempo.

—Bueno, al menos ahora algo es claro —dijo Legolas—. Frodo ya no está de este lado del Río: sólo él puede haber llevado la barca. Y Sam lo acompaña: sólo él ha podido llevarse el bulto.

—La alternativa entonces —dijo Gimli— es tomar la barca que queda y seguir a Frodo, o perseguir a los orcos a pie. En cualquier caso hay pocas esperanzas. Hemos perdido ya horas preciosas.

—¡Dejadme pensar! —dijo Aragorn—. ¡Ojalá pueda elegir bien y cambiar la suerte nefasta de este desgraciado día! —Se quedó callado un momento—. Seguiré a los orcos —dijo al fin—. Yo hubiera guiado a Frodo a Mordor acompañándolo hasta el fin; pero para buscarlo ahora en las tierras salvajes tendría que abandonar a los prisioneros al tormento y a la muerte. Mi corazón habla al fin con claridad: el destino del Portador ya no está en mis manos. Pero no podemos olvidar a nuestros compañeros mientras nos queden fuerzas. ¡Vamos! Partiremos en seguida. ¡Dejad aquí todo lo que no nos sea indispensable! ¡Marcharemos sin detenernos de día y de noche!


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