-Les pido que tomen nota de esto: cuando volví, poco después, el señor Billson salía por la puerta principal de mi oficina. [Suspiros.]Inmediatamente Wilson se puso de pie y gritó: -¡Es mentira! -¡Es una mentira infame!

PRESIDENTE: -¡Siéntese, señor! El señor Wilson no ha acabado aún.

Los amigos de Wilson lo obligaron a sentarse y lo calmaron. Wilson prosiguió:, Éstos son los hechos escuetos. Mi carta, cuando volví, estaba colocada en un lugar distinto del escritorio. Me di cuenta del hecho, pero no le di importancia, creyendo que la había cambiado de sitio una corriente de aire. No podía ocurrírseme que el señor Billson leyera una carta privada: se trataba de un hombre honorable y debía estar por encima de eso. Permítanme observar que su palabra extra, mucho, se explica perfectamente: cabe atribuirla a un defecto de memoria. Yo era el único hombre del mundo que podía proporcionar aquí los detalles de la frase con medios honorables. He terminado., Nada hay más adecuado en el mundo que un discurso persuasivo para confundir la máquina mental y trastornar las convicciones y seducir las emociones y de un público inexperto en las tretas y engaños de ,la oratoria. Wilson se sentó victorioso. Los presentes, lo ahogaron en oleadas de aprobatorios aplausos; los amigos se pusieron a su alrededor y le estrecharon la mano y le felicitaron. A Wilson lo obligaron a callar a gritos y no se le permitió decir una sola palabra. El presidente descargó golpes y más golpes con su maza y no hizo más que gritar: ¡prosigamos, caballeros! -¡Prosigamos!

Finalmente, hubo un relativo silencio y el sombrerero dijo:

-Pero, -¿qué hay que proseguir, señor, sino a entregar el dinero?

VOCES: -¡Eso es! -¡Eso! -¡Adelante, Wilson!

SOMBRERERO: Pido tres vítores para el señor Wilson, símbolo de la típica virtud de…

Los vítores estallaron antes de que el sombrerero pudiese terminar, y en medio de los vítores y también del clamor de la masa varios entusiastas subieron a Wilson sobre los hombros de un corpulento amigo y se dispusieron a llevarle en triunfo al estrado. Entonces la voz del presidente se elevó por encima del tumulto…

-¡Orden! -¡Cada uno a su sitios Ustedes olvidan que falta aún por leer un documento.

Cuando se hubo restablecido el silencio, el reverendo tomó el documento y se disponía ya a leerlo, pero lo abandonó nuevamente, diciendo:

-Lo olvidaba… Esto no debe leerse antes de leer todas las comunicaciones escritas recibidas por mí.

Burgess sacó un sobre del bolsillo, extrajo su contenido, arrojó sobre él una rápida mirada, pareció sorprendido y se quedó contemplándolo fijamente.

Veinte o treinta voces gritaron:

-¿Qué dice ese papel?

-¡Léalo!

-¡Léalo!

Y el reverendo Burguess lo leyó… lentamente y con tono vacilante:

-La indicación que le hice al forastero

[Voces: -¡Eh! -¿Qué es eso? fue la siguiente: Usted dista de ser un hombre malo. VOCES: ¡Santo Dios!») Váyase y refórmese. [UNA vez: ¡Que me condenen!»)

Firmado par el señor Pinkerton, el banquero.

El barullo de carcajadas que se desató entonces fu e de los que pueden arrancarles lágrimas a los más sosegados. Los que carecían de puntos vulnerables rieron hasta que se les saltaron las lágrimas., los reporteros, en espasmos de risa, anotaron, garabatos indescifrables y un perro dormido se levantó de un salto, asustadísimo, y ladró sin parar ante. el tumulto. Entre el tumulto general, se oían todo tipo de gritos: Nos estamos enriqueciendo'. ;Dos Símbolos de incorruptibilidad! -¡Eso, sin contar con Billson!~ -¡Tres! -¡Cuenten a Tabla rasa! -¡Hay lugar puro todos!, „-¡Muy bien! -¡Billson es el elegido! Hay pobre Wilson, víctima de dos ladrones!»

VOZ POTENTE: ¡Silencio! El presidente acaba de sacar algo del bolsillo.

VOCES: ¡Hurra! -¿Algo nuevo? -¡Léalo! -¡Léalo! -¡Léalo!

PRESIDENTE: [Leyendo]: La indicación que le hice , etcétera. Usted dista de ser¡un hombre malo. Váyase…, etcétera. Firmado, Gregory Yates.

TUMULTO DE VOCES: -¡Cuatro Símbolos! ¡Hurra por Yates! -¡Saque otro!

En el salón había muchas ganas de hacer jaleo y estaban decididos a disfrutar de todo el placer que pudiese brindar la oportunidad. Varios de los diecinueve ciudadanos importantes, con aire pálido y afligido, se pusieron en pie y empezaron a abrirse camino hacia los pasillos, pero se oyeron numerosos gritos: -¡Las puertas, las puertas! -¡Cierren las puertas!

-¡Que no salga ninguno de los incorruptibles) -¡Que se sienten todos!

El mandato fue obedecido.

-¡Saque otro! -¡Léalo! -¡Léalo!

El presidente volvió a sacar un sobre y brotaron nuevamente las familiares palabras 'Usted dista de ser un hombre malo.

-¡El nombre! -¡El nombre!

-L. Ingoldsby Sargent.

-¡Cinco elegidos! -¡Pongámoslos todos juntos, _uno encima de otro! -¡Adelante, adelante!

Usted dista de ser a:

-¡El nombre! -¡El nombre!

-Nicholas Whitworth.

-¡Hurra! -¡Hurra! -¡Hoy es un día feliz!

Alguien comenzó a cantar estas palabras con la bonita música de la melodía Cuando ten hombre tiene miedo, una .hermosa doncella…, de la opereta El mikado. [1]El público con alborozo hizo coro y entonces, un instante después, alguien aportó otro verso:

Y no olvides esto …»

Y todos los presentes lo repitieron con fuertes vozarrones. Inmediatamente otro aportó otro verso: «Lo corruptible está lejos de Hadleyburg…» El público lo festejó también estruendosamente.

Al extinguirse la última nota, la voz de Jack Halliday se elevó aguda y clara, grávida, con un verso final:

Pero no duden de que los Símbolos están aquí!

Lo cantaron con atronador entusiasmo. Luego la satisfecha concurrencia empezó por el principio y repitió dos veces los cuatro versos, con enorme ímpetu y vibración, y los remató con un estrepitoso triple vítor un viva final por Hadleyhurg la incorruptible y todos los Símbolos a los que esta noche consideremos dignos de recibir el sello de garantía.

Entonces los gritos a la presidencia se reanudaron en todo el recinto: -¡Siga! -¡Siga! -¡Lea! -¡Lea más! -¡Lea todo lo que tenga!

-¡Eso! -¡Siga! -¡Conseguiremos una fama inmortal!

En ese momento se levantaron una docena de hombres y empezaron a protestar. Dijeron que la farsa era obra de algún perverso bromista y que significaba un insulto para toda la ciudad. Sin duda, las Firmas eran todas falsas -¡Siéntense! -¡Siéntense! -¡Cállense! Ustedes están confesando. Encontraremos sus nombres en el montón.


Перейти на страницу:
Изменить размер шрифта: