– ¿Estás todavía allí?

– Estoy en el estacionamiento. Sólo están Claws y Lester adentro.

– Voy en camino. Pégate Claws y Lester.

Colgué, agarré mi chaqueta, y bolso, y Diesel y yo corrimos a la escalera. Me detuve un momento cuando me abrí camino entre las puertas del vestíbulo y vi el lugar carbonizado en el pavimento. No más CRV. Sólo algo de asfalto chamuscado por el calor y un par de parches de hielo donde el agua se había congelado.

Diesel me agarró por la manga y me tiró hacia adelante.

– Era un coche, -dijo-. Puede sustituirse.

Me até el cinturón en el Jag.

– No es tan simple. Eso lleva tiempo y dinero. Y luego está el seguro. -No quise ni siquiera pensar en el seguro. Yo era un chasco para los seguros.

Diesel salió volando, dirigiéndose hacia la Ruta 1.

– No hay problema. ¿Qué tipo de coche quieres? ¿Otro CRV? ¿Una camioneta? ¿O un [16] Z3? Yo podría verte en un Z3.

– ¡No! Adquiriré mi propio coche.

Diesel pasó fácilmente por una luz roja y golpeó la rampa de acceso a la Ruta 1 sur.

– Apuesto que pensaste que iba a robar un coche para ti. De hecho, te apuesto que pensaste que robé tu Árbol de Navidad.

– ¿Bien?

– Es complicado, -dijo Diesel, colándose en el carril izquierdo, pisando a fondo, viéndose demasiado tranquilo para un tipo que iba a noventa.

Cerré los ojos y traté de relajarme en mi asiento. Si yo fuera a morir carbonizada en un choque no quería verlo venir.

– Esos superpoderes que se supone que tienes… ¿incluyen manejar, verdad?

Diesel sonrió y me echó una mirada de soslayo.

– Seguro.

Maldita sea. No era una respuesta que me diera confianza.

Él tomó una esquina con los neumáticos chirriando, abrí mis ojos y estábamos en el estacionamiento de la fábrica de juguetes. Briggs todavía estaba allí. Y otros dos coches estaban estacionados cerca de la entrada del edificio.

Diesel apagó el motor y salió del coche.

– Espera aquí.

– ¡De ningún modo! -Pero mi puerta estaba asegurada. Todas las puertas del coche estaban aseguradas. Así es que me afirmé en la bocina.

Diesel giró a mitad de camino de la entrada de la fábrica y me envió un centelleo de advertencia, con los puños en las caderas. Mantuve mi mano en la bocina, y él sacudió la cabeza con incredulidad. Regresó al coche, abrió mi puerta, y me sacó.

– Sabes, eres un verdadero dolor en el culo.

– Oye, sin mí, estarías a oscuras en este caso.

Él suspiró y pasó un brazo por mis hombros.

– Cariño, estoy a oscuras contigo.

Otra puerta de coche se abrió y se cerró, y Briggs se unió a nosotros.

– Voy por si necesitas más músculo, -dijo Briggs.

– Si consigo más ayuda necesitaré un permiso para un desfile, -dijo Diesel.

El área de recepción y la oficina de cubículos delanteros estaban desiertas. Encontramos a Sandy Claws y Lester, solos, en el cuarto trasero donde se hacían los juguetes. Estaban sentados juntos en una de las estaciones de trabajo. Nos miraron cuando entramos en el cuarto, pero no se levantaron. Había un pequeño bloque de madera delante de Claws, algunas virutas, y un par de herramientas para tallar mádera. Los bordes del bloque de madera habían sido recortadas.

Nos acercamos a los dos hombres, y Diesel miró hacia abajo la madera.

– ¿Qué estás haciendo? -preguntó.

Claws sonrió y pasó su mano por la madera.

– Un juguete especial.

Diesel cabeceó como si supiera lo que había querido decir.

– ¿Has venido para llevarme? -Preguntó Claws.

Diesel sacudió la cabeza.

– No. Eres libre de hacer lo que quieras. Estoy detrás de Ring. Desafortunadamente, Ring está detrás de ti.

– Ring, -dijo Claws con un suspiro-. ¿Quién habría pensado que a él le quedaba poder?

– Me parece que su puntería es nula, -dijo Diesel.

– Cataratas. El viejo tonto no puede ver.

Diesel examinó el cuarto. Los juguetes estaban dispersos alrededor, en varias etapas de terminación.

– Cerraste la fábrica.

– Él está ahí, -dijo Claws-. Puedo sentir la electricidad en el aire. No podía arriesgarme a poner en peligro a los trabajadores, por eso los despedí.

– Nos libramos de una buena, -dijo Lester-. Pequeños vagos desagradables. Daban más problemas de lo que valían.

– ¿Los elfos? -Pregunté.

Claws hizo un sonido burlón.

– Nosotros los transportamos en furgón de Newark. Alquilé este espacio a ojos cerrados y luego averigüé que solía ser una guardería. Todo está dimensionado para niños. Pensé que sería más barato emplear a personas pequeñas que cambiar todos los servicios y fregaderos. El problema fue que conseguimos un manojo de lunáticos. La mitad de ellos realmente pretendían ser elfos. Y ya saben cuán inmanejables pueden ser.

Afirmamos con la cabeza.

– Sí, -dijimos al unisono sin entusiasmo-, los elfos son superficiales. No puedes contar con un elfo.

– ¿Qué harás ahora? -preguntó Diesel.

Claws se encogió de hombros.

– Haré el juguete especial para la ocasión. Es el qué más disfruto de cualquier forma.

– Me gustaría ponerte a ti y a Elaine en un lugar más seguro hasta que tenga a Ring bajo control, -dijo Diesel.

– Mientras Ring esté en libertad, ningún lugar es seguro, -dijo Claws.

Me aclaré la garganta y sacudí mis nudillos.

– Odio mencionar esto ahora mismo, pero se supone que tengo que detenerlo. -Metí la mano en mi bolso y saqué un par de esposas.

– ¡Santo Dios!, -dijo Briggs.

– Ese es mi trabajo, ¿recuerdas?

– Sí, pero es víspera de Navidad. Dale al tipo un respiro.

– No te pago hasta que me paguen, -dije a Briggs.

– Buen punto, -dijo Briggs-. Espósalo.

Miré a Diesel.

– Es tu trabajo, -dijo Diesel.

Miré las esposas colgando de mi mano. Este era mi último intento para el dinero de los regalos de Navidad. Y entregar a Claws era lo correcto. Él había violado la ley y no había comparecido a su audiencia en el tribunal. El problema era, que era Nochebuena, y no había ninguna garantía de que sería capaz de tramitar la fianza a Claws nuevamente y liberarlo antes de que todo estuviera cerrado por las fiestas. Pensé en su casa, reventando con galletas y espíritu Navidadeño, decorada con luces brillantes, y parpadeando felicidad al mundo.

– No puedo hacerlo, -dije-. Es Nochebuena. Elaine estaría sola con todas esas galletas.

Claws y Lester soltaron un suspiro de alivio. Briggs se vio complicado. Y Diesel me sonrió abiertamente.

– ¿Ahora qué? -Pregunté.

– Ahora le seguimos la pista a Ring, -dijo Diesel.

No tuve que mirar mi reloj para saber que era media mañana. El tiempo se me escurría. Tenía medio día para encontrar algo para Navidad. Y una cierta cantidad o todo ese tiempo sería usado cazando a Ring. Podía sentir el pánico engrosándose en mi garganta. Ni siquiera tenía los guantes que había comprado para mi papá. Se habían hecho humo con el CRV.

– Podrías gestionar la fianza, -me dijo Diesel, leyendo mis pensamientos-. Lo entenderíamos.

Antes de que yo pudiera tomar una decisión hubo un trueno, el edificio tembló, y una grieta se abrió a través del techo. Avanzamos hacia la puerta, pero fuimos interrumpidos a mitad de camino por otro estruendo. El yeso llovió desde arriba, y nos zambullimos bajo una larga y sólida mesa en una estación de trabajo. Un par de trozos grandes de techo se soltaron y se estrellaron en el suelo. Más techo siguió. La luz parpadeó, y el polvo del derrumbe formó remolinos alrededor de nosotros. La mesa había salvado nuestras vidas, pero estábamos sepultados bajo los escombros del techo.

Hicimos un recuento y concluimos que estábamos todos bien.

– Podría abrirme camino por este lío, -dijo Diesel-, pero me temo que es inestable. Tiene que ser limpiado desde lo alto.

Intentamos con nuestros teléfonos celulares, pero no teníamos cobertura.

– No lo comprendo, -dijo Briggs-. ¿Qué fue eso? Se sintió como un terremoto, pero no tenemos terremotos en Jersey.

– Creo que fue un… fenómeno, -dije.

Nos sentamos allí por media hora, esperando el sonido de los camiones de bomberos y el equipo de emergencia.

– Nadie sabe que estamos atrapados aquí, -dijo Claws finalmente-. Estamos separados de otros negocios, por estacionamientos y carreteras. Y la mayor parte de los negocios aquí son instalaciones de almacenaje con tráfico mínimo.

– Y es posible que el techo colapsara, pero las paredes todavía están en pie, -dijo Lester-. Si alguien no mira de cerca quizás no vea el daño.

Avancé poco a poco acercándome más a Diesel. Él se sentía grande, seguro y sólido.

Él en broma me tiró un mechón de pelo.

– No estás asustada, ¿cierto? -me preguntó, sus labios pasaron rozando mi oreja

– Yo no. ¡No! Estoy fenomenal.

Mentira, mentira, jadeaba frenéticamente. Estaba asustada más allá de toda razón. Estaba atrapada bajo una tonelada de escombros con cuatro hombres y ningún cuarto de baño. Mi corazón palpitaba con un horrible ruido sordo en mi pecho, y estaba fría hasta los huesos de miedo y claustrofobia. Si salía viva posiblemente tendría unos momentos incómodos recordando el modo en que había sentido la boca de Diesel en mi oreja. Ahora mismo, trataba de impedir que mis dientes castañearan de pánico.

– Alguien tiene que ir por ayuda, -dijo Claws.

– Supongo que ese sería yo, -dijo Diesel-. No cualquier anormal.

Hubo un sonido como el de una burbuja de jabón estallando. Plink. Y ya no sentí a Diesel a mi lado.

– Mierda santa, -dijo Briggs-, ¿qué fue eso?

– Uh, no sé, -dije.

– ¿Estamos todos todavía aquí, cierto? -preguntó Briggs.

– Estoy aquí, -dije.

– No oí nada, -dijo Lester.

– Ya, yo tampoco, -dijo Briggs-. No oí nada.

Nos sentamos y esperamos en extraña quietud.

– Hola, -gritó Briggs después un rato, pero nadie contestó, y nos callamos otra vez.

No había forma de medir el tiempo en la cueva oscura como boca de lobo. Los minutos pasaban, y luego súbitamente hubo un sonido lejano. Removiendo y golpeando. Y voces amortiguadas llegaban hasta nosotros. Oímos sirenas, pero eran débiles, el sonido amortiguado por los escombros.

* * * * *

Dos horas más tarde, después de haber hecho muchos tratos con Dios, un pedazo grande del techo fue arrastrado fuera de nuestra mesa, vimos la luz del día y caras que nos miraban detenidamente. Otro trozo fue sacado, y Diesel cayó a través de la abertura.

[16] Z3: Modelo deportivo de un BMW. (N. de la T.)



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