TEOBALDO.-Por la voz parece Montesco. (Al Criado.)Tráeme la espada. ¿Cómo se atreverá ese malvado a venir con máscara a perturbar nuestra fiesta? Juro por los huesos de mi linaje que sin cargo de conciencia le voy a quitar la vida.
CAPULETO.-¿Por qué tanta ira, sobrino mío?
TEOBALDO.-Sin duda es un Montesco, enemigo jurado de mi casa, que ha venido aquí para burlarse de nuestra fiesta.
CAPULETO.-¿Es Romeo?
TEOBALDO.-El infame Romeo.
CAPULETO.-No más, sobrino. Es un perfecto caballero, y todo Verona se hace lenguas de su virtud, y aunque me dieras cuantas riquezas hay en la ciudad, nunca le ofendería en mi propia casa. Así lo pienso. Si en algo me estimas, ponle alegre semblante, que esa indignación y esa mirada torva no cuadran bien en una fiesta.
TEOBALDO.-Cuadra, cuando se introduce en nuestra casa tan ruin huésped. ¡No lo consentiré!
CAPULETO.-Sí lo consentirás. Te lo mando. Yo sólo tengo autoridad aquí. ¡Pues no faltaba más! ¡Favor divino! ¡Maltratar a mis huéspedes dentro de mi propia casa! ¡Armar quimera con ellos, sólo por echárselas de valiente!
TEOBALDO.-Tío, esto es una afrenta para nuestro linaje.
CAPULETO.-Lejos, lejos de aquí. Eres un rapaz incorregible. Cara te va a costar la desobediencia. ¡Ea, basta ya! Manos quedas… Traed luces… Yo te haré estar quedo. ¡Pues esto sólo faltaba! ¡A bailar, niñas!
TEOBALDO.-Mis carnes se estremecen en la dura batalla de mi repentino furor y mi ira comprimida Me voy, porque esta injuria que hoy paso, ha de traer amargas hieles.
ROMEO.- (Cogiendo la mano de Julieta.)Si con mi mano he profanado tan divino altar, perdonadme. Mi boca borrará la mancha, cual peregrino ruboroso, con un beso.
JULIETA.-El peregrino ha errado la senda aunque parece devoto. El palmero sólo ha de besar manos de santo.
ROMEO.-¿Y no tiene labios el santo lo mismo que el romero?
JULIETA.-Los labios del peregrino son para rezar.
ROMEO.-¡Oh, qué santa! Truequen pues de oficio mis manos y mis labios. Rece el labio y concededme lo que pido.
JULIETA.-El santo oye con serenidad las súplicas.
ROMEO.-Pues oídme serena mientras mis labios rezan, y los vuestros me purifican. (La besa.)
JULIETA.-En mis labios queda la marca de vuestro pecado.
ROMEO.-¿Del pecado de mis labios? Ellos se arrepentirán con otro beso. (Torna a besarla.)
JULIETA.-Besáis muy santamente.
AMA.-Tu madre te llama.
ROMEO.-¿Quién es su madre?
AMA.-La señora de esta casa, dama tan sabia cómo virtuosa. Yo crié a su hija, con quien ahora poco estabais hablando. Mucho dinero necesita quien haya de casarse con ella.
ROMEO.-¿Con que es Capuleto? ¡Hado enemigo!
BENVOLIO.-Vámonos, que se acaba la fiesta.
ROMEO.-Harta verdad es, y bien lo siento.
CAPULETO.-No os vayáis tan pronto, amigos. Aún os espera una parca cena. ¿Os vais? Tengo que daros a todos las gracias. Buenas noches, hidalgos. ¡Luces, luces, aquí! Vámonos a acostar. Ya es muy tarde, primo mío. Vámonos a dormir. (Quedan solas Julieta y el Ama.)
JULIETA.-Ama, ¿sabes quién es este mancebo?
AMA.-El mayorazgo de Fiter.
JULIETA.-¿Y aquel otro que sale?
AMA.-El joven Petrucio, si no me equivoco.
JULIETA.-¿Y el que va detrás… aquel que no quiere bailar?
AMA.-Lo ignoro.
JULIETA.-Pues trata de saberlo. Y si es casado, el sepulcro será mi lecho de bodas.
AMA.-Es Montesco, se llama Romeo, único heredero de esa infame estirpe.
JULIETA.-¡Amor nacido del odio, harto pronto te he visto, sin conocerte! ¡Harto tarde te he conocido! Quiere mi negra suerte que consagre mi amor al único hombre a quien debo aborrecer.
AMA.-¿Qué estás diciendo?
JULIETA.-Versos, que me dijo uno bailando.
AMA.-Te están llamando. Ya va. No te detengas, que ya se han ido todos los huéspedes.
EL CORO.-Ved cómo muere en el pecho de Romeo la pasión antigua, y cómo la sustituye una pasión nueva. Julieta viene a eclipsar con su lumbre a la belleza que mataba de amores a Romeo. Él, tan amado como amante, busca en una raza enemiga su ventura. Ella ve pendiente de enemigo anzuelo el cebo sabroso del amor. Ni él ni ella pueden declarar su anhelo. Pero la pasión buscará medios y ocasión de manifestarse.
ACTO SEGUNDO
ESCENA PRIMERA
Plaza pública, cerca del jardín de Capuleto
(ROMEO, BENVOLIO y MERCUTIO)
ROMEO.-¿Cómo me he de ir de aquí, si mi corazón queda en esas tapias, y mi cuerpo inerte viene a buscar su centro?
BENVOLIO.-¡Romeo, primo mío!
MERCUTIO.-Sin duda habrá recobrado el juicio e ídose a acostar.
BENVOLIO.-Para acá viene: le he distinguido a lo lejos saltando la tapia de una huerta. Dadle voces, Mercutio.
MERCUTIO.-Le voy a exorcizar como si fuera el diablo. ¡Romeo amante insensato, esclavo de la pasión! Ven en forma de suspiro amoroso: respóndeme con un verso solo en que aconsonen bienes con desdenes, y donde eches un requiebro a la madre del Amor y al niño ciego, que hirió con sus dardos al rey Cofetua, y le hizo enamorarse de una pobre zagala. ¿Ves? No me contesta ni da señales de vida. Conjúrote por los radiantes ojos, y por la despejada frente, y por los róseos labios, y por el breve pie y los llenos muslos de Rosalía, que te aparezcas en tu verdadera forma.