FRAGMENTOS, COSAS NO PUBLICADAS, TRAMAS, PLANES.

Abrí la carpeta y al momento tropecé con un relato titulado Narciso,escrito en el año cincuenta y siete. Recuerdo muy bien ese cuento. Los personajes son: el doctor Lobs, Chois du Gurzelle, el conde Denker, la baronesa Lust... Se menciona también a: Cartesais-Chanoise, «idiota total, impotente desde los dieciséis años», así como a Estella Bois-Cossut, tía del conde Denker, sádica y lesbiana. El quid de este cuento consiste en que el mencionado Chois du Gurzelle, aristócrata e hipnotizador de poder poco corriente, tropieza con su imagen reflejada en el espejo en el momento en que «su mirada rebosaba deseo implorante, con ella daba una orden tierna y orgullosa, un llamado a la sumisión y al amor». Y como «ni siquiera el propio Chois du Gurzelle podía oponerse a la voluntad de Chois du Gurzelle», el pobrecillo se enamora locamente de sí mismo. Como Narciso. Un relato diabólicamente elegante y aristocrático. Estaba también el siguiente pasaje:

Por suerte para él, después de Narciso había vivido el pastor Onán. Y el conde vive consigo mismo, asiste a las fiestas y coquetea con las damas, probablemente dando lugar en su interior a unos agradables y emocionantes celos de sí mismo.

¡Ay, ay, ay, ay, cuánta basura amanerada, grosera, de salón! Y pensar que eso salió de la misma parcela de mi alma de donde salieron, quince años después, mis Cuentos infantiles modernos,de donde ahora surge mi Carpeta Azul...

No, no les entregaré mi Narciso.En primer lugar, porque sólo existe una copia. Y en segundo, nadie tiene necesidad de saber que Félix Alexándrovich Sorokin, autor de la novela Camaradas oficialesy de la obra de teatro ¡Alinearse por el centro!,sin mencionar siquiera multitud de guiones y reportajes militares, también escribe todo tipo de fantasmagorías pornográficas.

Esto es lo que les voy a dar. Año cincuenta y ocho. Los Koriaguin.

Obra en tres actos. Personajes: Serguei Ivánovich Koriaguin, científico, de unos 60 años: su esposa Irina Petrovna, de 45 años: Nikolai Serguéievich Koriaguin. hijo de su primer matrimonio, oficial desmovilizado, de unos 30 años. Y otros siete personajes: estudiantes, artistas, alumnos de la academia militar. La acción transcurre en Moscú, en nuestros días.

Ama: Escucha, ¿puedo preguntarte una cosa?

Nikolai: Inténtalo.

Ama: ¿Y no te enfadarás?

Nikolai: Depende... No. no me enfadaré. ¿Se trata de mi esposa?

Ama: Sí. ¿Por qué te divorciaste de ella?

Muy bien. Antón Pávlovich. Konstantín Serguéievich. Vladímir Ivánovich [2]. Lo fundamental es que está inconclusa y nunca será terminada. Eso es lo que les daré.

Tras apartar el manuscrito y dejarlo a mi espalda, me dediqué a meter todo lo demás a empujones en el pequeño armario, y en ese instante cayó en mis manos una libreta corriente, de cubierta marrón, hinchada por multitud de cuartillas que asomaban entre sus páginas. Sonreí, alegre, y dije: «¡Conque estás aquí, palomita!», porque aquella libreta era sagrada, preciosa: se trataba de mi diario de trabajo que había perdido el año pasado, cuando por última vez intenté poner orden en mis papeles.

La libreta se abrió por sí sola en mis manos y apareció mi amado lapicero checo, un lapicero nada corriente, sino afortunado; debía escribir todos los guiones con este lapicero y con ningún otro, aunque debo aceptar que era bastante incómodo, porque el plástico estaba roto por dos lugares y si presionaba mucho, sin cuidado, la barra de grafito se metía hacia dentro.

Resulta que me había olvidado totalmente de que la libreta comenzaba un 30 de marzo, casi exactamente once años atrás. En aquellos tiempos yo estaba escribiendo el relato Familia de acero,sobre los ocupantes de los carros de combate contemporáneos, pacíficos, por así decirlo. Lo escribía con dificultad, aquel relato costaba sangre y lágrimas. Recuerdo que visité en varias ocasiones unidades militares, en comisión de servicio; se me congeló la oreja derecha y no saqué nada en claro de todo aquello. Me rechazaron el relato. Al menos doy las gracias porque no tuve que devolver el anticipo.

Hojeé las páginas, con anotaciones casi idénticas:

2/04. Hice 5 págs. Noche 2 págs. Total 135 págs.

3/04. Hice 4 págs. Noche 1 pág. Total 140...

En mi caso, esto es un indicio seguro: si las únicas notas que aparecen son estadísticas, eso significa que el trabajo va muy bien o muy mal. A propósito, la nota del 7/04 decía algo extraño:

Remití una queja al senado del gobierno.

Está también la del 19/04:

Asqueroso, como una colilla en un urinario.

Y la del 3/05:

Nada vuelve a uno tan adulto como la traición.

Y éste es el día en que comencé a crear los Cuentos infantiles modernos:

21 de mayo de 1972. La historia habla de un obrero que se muda a un piso nuevo. En el piso trabajan un entarimador, un estibador y un fontanero, todos son candidatos a doctores en ciencias. Y todos se quedan encerrados en el apartamento. El entarimador se ha dañado un dedo con el parqué; el estibador ha quedado atrapado bajo un armario; el fontanero, en lugar de alcohol, se bebió un trago de elixir y se ha vuelto invisible. También está el duende hogareño. Y el constructor, emparedado en el pozo de ventilación. Y en eso llega Katia.

Pero esto todavía no eran los Cuentos infantiles modernos,para llegar a ellos faltaba mucho aún. No llegué a ninguna parte con esta trama y ahora ni siquiera recuerdo por qué hablaba de uno que se mudaba a un piso nuevo, qué hacía allí un duende casero y de qué elixir estaba hablando.

Otra trama de la misma época:

28/10/72. Un hombre (un mago) al que todos consideraban un extraterrestre venido del Cosmos.

En aquellos tiempos todos parecían haberse vuelto locos con los platillos voladores. Sólo se hablaba de eso: hermanos de raciocinio, terrazas de Baalbek, dibujos del Tassili. Y entonces se me ocurrió aquello: vive tranquilo un hombre, no piensa en nada de eso, es mago de profesión, un mago muy bueno. Y percibe en torno suyo una atención dirigida a él que lo inquieta. Los vecinos del mismo piso hablan con él de forma extraña, el miliciano del sector pasa a verlo, muestra interés por su equipamiento profesional y emite nebulosas opiniones sobre la ley de conservación de la energía. «Ese huevo que desaparece, ciudadano, no corresponde a los conceptos actuales relativos a las leyes de conservación.» Finalmente, lo citan al departamento de personal y allí, con el jefe, está un ciudadano que le parece conocido, pero que solamente tiene un ojo. Y el jefe de personal se pone a preguntarle a nuestro héroe cuántas iglesias hay en Zabubensk, su pueblo natal, a quién está dedicado el monumento en la plaza central de la ciudad, y si no se acuerda de cuántas luces tiene la fachada del soviet local. Por supuesto, el protagonista no se acuerda de nada de esto, la atmósfera de suspicacia se va haciendo más densa, y hay quien comienza a hablar de una revisión médica forzosa... No fui capaz de imaginar cómo debía terminar toda aquella historia: se me fue enfriando. Y ahora me da mucha lástima que se me enfriara.


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