Bosch llamó a la mesa de Homicidios de Hollywood, pero le saltó el contestador. Todos se habían ido temprano. Llamó al número principal de la oficina de detectives y preguntó si Edgar estaba por allí. Bosch sabía que había un gráfico de entradas y salidas en el mostrador principal. El funcionario que respondió la llamada dijo que Edgar ya había marcado su salida.

La tercera llamada la hizo al móvil de Edgar. Su antiguo compañero respondió con rapidez.

– Os vais a casa temprano en Hollywood -dijo Bosch.

– ¿Quién diablos…? Harry, ¿eres tú?

– Soy yo. ¿Cómo va, Jerry?

– Me estaba preguntando cuándo tendría noticias tuyas. ¿Has empezado hoy?

– El novato más viejo del mundo. Y Kiz y yo estamos trabajando en un caso.

Edgar no respondió, y Bosch comprendió que mencionar a Rider había sido un error. El abismo entre ambos no sólo seguía existiendo, sino que parecía estar ensanchándose.

– En cualquier caso, necesito ese gran cerebro tuyo. Se remonta a los días del Club Dev.

– Sí, ¿qué día?

– Mil novecientos ochenta y ocho. Los Ochos de Chatsworth. ¿Los recuerdas?

Se hizo un silencio mientras Edgar pensaba un momento.

– Sí, recuerdo a los Ochos. Eran una banda de paletos que creían que las cabezas rapadas y los tatuajes los hacían hombres. Montaron una buena, pero enseguida los aplastaron. No duraron mucho.

– ¿Recuerdas a un tipo llamado Roland Mackey? Tendría dieciocho entonces.

Después de una pausa, Edgar dijo que no recordaba el nombre.

– ¿Quién se ocupaba de los Ochos? -preguntó Bosch.

– No el Club Dev, tío. Todo lo suyo pasaba directamente por la madriguera.

– ¿UOP?

– Premio.

La Unidad de Orden Público. Una sombría brigada del Parker Center que recopilaba datos e información sobre conspiraciones, pero que resolvía pocos casos. En 1988 la UOP habría estado bajo la égida del entonces inspector Irvin Irving. La unidad ya no existía. Cuando Irving ascendió a la categoría de sub director enseguida desmanteló la UOP, y muchos en el departamento creyeron que era una medida para protegerse y distanciarse personalmente de sus actividades.

– Eso no va a ayudar -dijo Bosch.

– Lo siento. ¿En qué estáis trabajando?

– En el asesinato de una chica en Oat Mountain.

– ¿La que se llevaron de su casa?

– Sí.

– Ése también lo recuerdo. No lo trabajé, acababa de llegar a la mesa de Homicidios. Pero lo recuerdo. ¿Estás diciendo que los Ochos estaban implicados?

– No. Sólo que ha surgido un nombre que podría tener relación con los Ochos. Podría. ¿Entonces Ochos significa lo que creo?

– Sí, tío, ocho por H. Ochenta y ocho por HH. Y HH por Heil…

– …Hitler. Sí, lo que pensaba.

Bosch cayó en la cuenta de que Kiz Rider había tenido razón al pensar que el año del crimen podría ser significativo. El asesinato y el resto de los crímenes cometidos por los Ochos de Chatsworth habían ocurrido en 1988. Todo formaba parte de una confluencia de detalles aparentemente menores que cuadraban. Y ahora Irving y la UOP estaban metidos en el ajo. El resultado ciego de un análisis de ADN correspondiente a un perdedor que conducía una grúa como medio de vida estaba abriéndose para convertirse en algo mayor.

– Jerry, ¿recuerdas a un tipo que trabajó en Devonshire llamado John McClellan?

– ¿John McClellan? No, no lo recuerdo. ¿En qué trabajaba?

– Tengo su nombre aquí, en un informe de robo.

– No, en la mesa de Robos seguro que no. Yo trabajé en Robos antes de pasar a Homicidios. No había ningún McClellan en Robos. ¿Quién es?

– Como he dicho, sólo un nombre en un informe. Ya lo averiguaré.

Bosch sabía que eso significaba que probablemente McClellan estaba en la UOP en el momento en que la investigación del robo en la casa de Sam Weiss fue absorbida por la investigación de los Ochos de Chatsworth. No se molestó en discutir todo esto con Edgar.

– Jerry, ¿entonces eras nuevo en la mesa de Homicidios?

– Exacto.

– ¿Conocías bien a Green y a García?

– No. Acababa de llegar a la mesa y ellos no estuvieron mucho más. Green entregó la placa y al cabo de un año a García lo hicieron teniente.

– Por lo que viste, ¿cuál es tu valoración?

– ¿En qué sentido?

– Como detectives de Homicidios.

– Bueno, Harry, yo era bastante novato entonces. O sea, ¿qué sabía yo? Todavía estaba aprendiendo. Pero mi impresión era que Green mandaba. García sólo era el ama de casa. Lo que alguna gente decía de García era que no podía encontrar una miga de pan en su propio bigote con un peine y un espejo.

Bosch no respondió. Al calificar a García de ama de casa, Edgar estaba diciendo que García iba montado en el carro de su compañero. Green era el verdadero policía de Homicidios mientras que García era el tipo que lo respaldaba y mantenía los expedientes ordenados y al día. Muchas parejas de investigadores se enquistaban en ese tipo de relaciones: un perro alfa y su ayudante.

– Supongo que no lo necesitaba -dijo Edgar.

– ¿No necesitaba qué?

– Encontrar pan en su bigote. Hizo carrera, tío. Se hizo teniente y salió de aquí. Sabes que ahora es segundo al mando en el valle, ¿verdad?

– Sí, lo sé. De hecho, si lo ves será mejor que no menciones esa parte del bigote.

– Sí, probablemente.

Bosch pensó un poco más en lo que esto podría significar para la investigación Verloren. Había una pequeña grieta bajo la superficie.

– ¿Es todo, Harry?

– He oído que Green se comió su pistola poco después de entregar la placa.

– Sí, me enteré. No recuerdo que me sorprendiera. Siempre parecía un tipo que llevaba una carga muy pesada. ¿Vas a echar un vistazo en la UOP, Harry? Sabes que era la brigada de Irving, ¿no?

– Sí, Jerry, lo sé. Dudo que vaya por ese camino.

– Si lo haces ten cuidado, tío.

Bosch quería cambiar de tema antes de colgar. Edgar siempre había sido un cotilla del departamento. No quería que la lengua larga de su antiguo compañero difundiera la voz de que Bosch iba tras Irving ahora que había recuperado la placa.

– Bueno, ¿cómo van las cosas en Hollywood? -preguntó.

– Acabamos de volver a la oficina después de las consecuencias del terremoto. Te perdiste todo eso. Estuvimos apiñados arriba en la de reunión de patrullas durante casi un año.

– ¿Cómo es eso?

– Ahora es como una oficina de seguros. Todo en gris gubernamental. Es bonito, pero no es lo mismo.

– Ya te entiendo.

– Después pusieron a los jefes de equipo en mesas con dos lados de cajones. Los demás tenemos un lado.

Bosch sonrió. Pequeños desaires como ése se magnificaban en el departamento y los administradores que tomaban tales decisiones nunca aprendían. Como cuando la mayor parte de la División de Asuntos Internos se trasladó del Parker Center al edificio Bradbury y entre el personal se corrió la voz de que el capitán tenía una chimenea en su despacho.

– Entonces ¿qué vas a hacer, Jerry?

– Lo mismo de siempre, eso es lo que vaya hacer. Levantar el trasero y salir a la calle.

– Di que sí, tío.

– Ten cuidado, Harry.

– Siempre.

Después de colgar, Bosch se quedó sentado en silencio ante su escritorio durante un momento, pensando en la conversación y en los nuevos significados del caso. Si existía una conexión entre el caso y la UOP la partida era completamente nueva.

Miró el expediente del caso, que seguía abierto por el informe del robo, y observó la firma garabateada de John McClellan. Levantó el teléfono y llamó al Departamento de Operaciones del Parker Center y preguntó al agente de guardia por la localización de un detective llamado John McClellan. Leyó el número de placa de McClellan del informe del robo. Le dijeron que esperara y supuso que iban a decide que McClellan, se había retirado hacía mucho. Habían pasado diecisiete años.

Sin embargo, cuando el agente de servicio volvió a la línea le informó de que un agente llamado John McClellan, con el número de placa que Bosch le había proporcionado, era un teniente asignado a la Oficina de Planificación Estratégica. Las conexiones sinápticas en el cerebro de Bosch empezaron a sacar chispas. Diecisiete años antes, McClellan trabajaba para Irving en la UOP. Ahora, su posición y rango eran diferentes, pero seguía trabajando para él. Y casualmente Irving se había topado con Bosch en la cafetería del Parker Center el mismo día en que asignaron a Harry un caso con ramificaciones en la UOP.


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