Pero no hubo suerte. La biznieta lo observaba, esperando, al parecer, una excusa válida para escapar. Se levantó de un brinco y se plantó delante de él.

– Ahora le traigo más té con hielo -dijo, le quitó el vaso y desapareció.

Leaphorn volvió a su posición y, en ese momento, la entrevista entró en terreno interesante.

– … y entonces, ella dijo que en aquellos días, cuando los Cuchillos Sangrientos no paraban de venir a robarlo todo y a matar gente, había un joven mogche llamado Ouraynad, aunque la gente lo llamaba Ironhand o, a veces Tejón, muy diestro en matar a los Cuchillos Sangrientos. Se llevaba a nuestros jóvenes al otro lado del San Juan y allí robaban tanto ganado como los Cuchillos Sangrientos nos habían robado.

– De acuerdo, Conrad -dijo Louisa-. Pregúntale si Ouraynad tenía algo que ver con Ouray.

Becenti preguntó, Bashe Lady respondió con un discurso del que Leaphorn no entendió más que algunas alusiones a los Cuchillos Sangrientos, que era el sobrenombre con que los ute se referían a los odiados navajos. Al principio, a Leaphorn no le importó. Al fin y al cabo, la ceremonia curativa de los navajos utilizaba a los utes como símbolo del enemigo del pueblo, mientras que el epíteto que los hopis aplicaban a los navajos venía a significar «rompedores de cabezas», refiriéndose al hecho de que sus antecesores mataban a la gente con piedras. Sin embargo, después de dos horas de oír al intérprete repetir una y otra vez comentarios desagradables sobre los dine, aquello empezó a sentarle mal.

Bashe Lady dejó de hablar, dedicó una mirada inescrutable a Leaphorn e hizo un ademán expresivo con las manos.

– Muchos argumentos sobre el heroísmo y la valentía del gran jefe Ouray -dijo Becenti-, pero nada que no esté publicado ya. En resumidas cuentas, ella cree que Ironhand tenía algo que ver con Ouray, pero no está segura.

Leaphorn se inclinó hacia adelante y le interrumpió.

– Pregúntale si Ironhand tuvo descendientes que llevaran el mismo nombre.

Becenti miró a Louisa. Louisa miró a Leaphorn con el ceño fruncido.

– Después -dijo-. No quiero interrumpir el hilo de pensamiento. -Y a Becenti le dijo-: Pregúntale si ese héroe Ironhand tenía poderes mágicos, si era brujo o un ser místico,

Becenti preguntó y Bashe Lady le sonrió. La sonrisa se convirtió en una carcajada socarrona que dio paso a un discurso marcado por más carcajadas y muchos gestos con las manos.

– Dice que se rumoreaba que Ironhand engañó tantas veces a los navajos -Becenti dejó de traducir el nombre por Cuchillos Sangrientos por deferencia hacia Leaphorn, que estaba sentado detrás de él- que empezaron a creer que era como sus brujos, como un Skinwalker, que podía convertirse en buho y volar, o en perro y correr bajo los matorrales. Dice que les llegaban las historias que contaban los navajos, según las cuales, Ironhand podía saltar desde el fondo del cañón hasta la cima y volver a bajar. Pero dice que el pueblo mogche sabía que no era más que un hombre, aunque mucho más listo que los navajos que lo perseguían. Entonces empezaron a llamarlo Tejón por la facilidad con que se escabullía de los navajos.

Leaphorn se inclinó hacia adelante durante el silencio que siguió y dijo:

– Pregúntale si tuvo un hijo.

Louisa lo miró por encima del hombro y dijo:

– Paciencia, ya llegaremos ahí. -Pero, con un encogimiento de hombros, se dirigió a Becenti-: Pregúntale si Ironhand tuvo hijos.

Tuvo varios, tanto varones como hembras, según dijo Bashe Lady. Tuvo dos esposas, una ute kapot y otra paiute. Mientras Becenti lo traducía, la anciana volvió a enzarzarse con entusiasmo en un discurso salpicado de risas y gestos. Becenti escuchó y luego tradujo.

– Dice que tomó a la mujer paiute, hija de un paiute al que llamaban Dobby, cuando ya era viejo, después de la muerte de su primera esposa. Dobby era igual que el propio Ironhand, mató a muchos navajos y era tan escurridizo como él. Ironhand, a pesar de ser muy, muy anciano, tuvo un hijo con la mujer paiute, y ese hijo también se convirtió en un héroe.

Louisa dirigió una mirada a Leaphorn, luego se dirigió a Becenti y dijo:

– Pregúntale qué hizo para convertirse en héroe.

Bashe Lady habló. Becenti escuchó, le hizo una breve pregunta y volvió a escuchar.

– Fue a la guerra, era un soldado de los que llevaban sombrero verde. Dice que mató a muchos hombres y que lo hirieron dos veces, y que le condecoraron con medallas y galones -tradujo Becenti-. Le pregunté en qué guerra había estado y me dijo que no lo sabía, pero que regresó a casa más o menos en la época en que perforaban los nuevos pozos de petróleo en el campo de Aneth. Así que tuvo que ser la guerra del Vietnam.

Entre tanto, la biznieta había salido de la cocina y había dado a Leaphorn su vaso de té con hielo, aunque el hielo ya se había derretido. Las palabras de Bashe Lady habían sacado a la nieta de su letargo y ahora escuchaba atentamente la traducción de Becenti inclinada hacia adelante.

– Estuvo en el ejército -dijo la nieta-, en los servicios especiales, y le destinaron a la frontera de Camboya con las tribus de las montañas, los montegnard. Luego lo mandaron a Camboya. -Se rió-. Pero dijo que se suponía que no debía hablar de ello.

Hizo una pausa, como cohibida por haber interrumpido.

Leaphorn aprovechó el momento de silencio. Era evidente que la biznieta sabía mucho más sobre el joven Ironhand, de modo que dejó a un lado los buenos modales e intervino.

– ¿Qué hizo en el ejército? ¿Era un especialista o algo así?

– Era francotirador -le contó a Leaphorn-. Le condecoraron con la estrella de plata por matar a cincuenta y tres soldados enemigos, luego lo hirieron a él y entonces también le dieron el corazón púrpura.

– Cincuenta y tres -dijo Leaphorn, pensando que el autor de los disparos en el atraco al casino sólo podía ser George Ironhand, y que odiaría tener que vagar por los cañones buscándolo.

– ¿Sabes dónde vive?

La expresión de la nieta parecía indicar que no le gustó la pregunta. Miró fijamente a Leaphorn y meneó la cabeza.

Becenti volvió la cabeza para mirarlo también y le dijo algo a Bashe Lady, a lo que ella respondió con unas pocas palabras y un par de gestos de la mano. En resumen, dijo que Ironhand criaba ganado en un lugar al norte del río Montezuma, aproximadamente la misma zona que Potts le había indicado a Leaphorn y que aparecía en la nota de suicidio de Jorie.

Leaphorn volvió a intervenir.

– Louisa, ¿podrías preguntarle si alguien sabe cómo logró escapar de los navajos el primer Ironhand?

Becenti se empezaba a interesar también por el tema, así que no esperó a que la profesora diera su conformidad y preguntó a la anciana. Bashe Lady se rió, contestó y volvió a reírse. Becenti se encogió de hombros.

– Dice que los navajos creían que escapaba como un pájaro, pero en realidad escapaba como un tejón.

Entonces, la nieta le dijo algo rápidamente a Bashe Lady en ute; la anciana la miró enfadada y entonces, avergonzada, decidió que no sabía absolutamente nada más sobre Ironhand.

En el camino hacia Shiprock, una vez terminada la entrevista, Louisa quería hablar de Ironhand hijo, como había empezado a llamarlo. Dijo que la sesión había sido positiva. Muchas cosas sobre la mitología, la religión y las costumbres de los utes ya estaban recogidas en libros, pero otras, tal como dijo ella, «arrojaban alguna luz sobre la evolución de los mitos de la cultura anterior a la alfabetización en relación con los cambios generacionales». La información sobre Ironhand era interesante.

Después de decirlo, miró a Leaphorn y le sorprendió sonriendo.

– ¿Qué pasa?-le preguntó, recelosa. La sonrisa llegó a ser una risa.

– Sin ánimo de ofender, pero es que cuando hablas así, me trasladas directamente a Tempe, en Arizona, a las tardes soporíferas de las aulas con débil aire acondicionado del estado de Arizona, y a las voces de mis profesores de antropología.


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