—Porque una es una acción y otra es un sustantivo. «Defended» puede cambiar y también «base». Y habrá un enemigo exterior o al menos la posibilidad de uno si eso pasa. Y no van a tener cinta después de los primeros años. Gehenna no tuvo cinta.
Justin asintió con lentitud.
—Ya sabes que mi padre se especializa en grupos educacionales. Que Gehenna tiene consecuencias políticas. Hablas de mi trabajo en colaboración con él. Sabes lo que estás haciendo cuando me pones esto por delante. Sabes lo que podría costarle. Y a mí. Si algo sale mal, si algo estalla, nosotros seremos los culpables. ¿Comprendes?
—Nada va a salir mal.
—Nada va a salir mal. Joven sera, ¿sabes lo superficial que me suena eso? Por favor, sé más sabia. No más ingeniosa. Más sabia. ¿Me oyes?
Dios. Complicaciones. Complicaciones con Defensa. Con la política. Con él. Con todo.
—Bueno —suspiró Justin—. Ahora ya lo sabes. Solamente quiero que lo entiendas. Tu idea sobre el cambio y el flujo semánticos es bastante buena. Pero un poco simple, porque habrá diversidad ocupacional y eso afecta la semántica, y además...
Otro cambio de dirección. Firme, definitivo.
—Se quedan en la agricultura. Él asintió.
—Trabajemos con esto, paso a paso. Te explicaré mis objeciones y tú las anotarás y me darás tus respuestas.
Ella se dedicó a eso, con fuerza, como le habían enseñado Florian y Catlin, la mente concentrada en lo que hacía. Trató de no distraerse, pero no era fácil, ella no era azi, y había muchas cosas que le importaban a él, muchas complicaciones y él le hablaba con mucha suavidad. Totalmente distinto a Yanni. Podía llegar por el flanco y sorprenderla, cosa que muy poca gente podía hacer.
Podía pasar de estar enfadado a mostrarse encantador; y los dos estados de ánimo parecían auténticos, los dos se sentían como reales.
Ella percibió la desaprobación de Grant desde el otro extremo de la habitación. No había nada que pudiera hacer con eso. Si se ganaba a Justin, se ganaría a Grant, era así de simple. Y había empezado a avanzar algo con Justin. Lo puso en varias columnas y pensó que, en general, a pesar de lo complicado que era Justin, le había dado mucho.
III
—Fue bueno conmigo —les dijo a Florian y a Catlin durante la cena—. De verdad. Y yo creo que fue sincero.
—Lo vigilaremos —determinó Florian.
Por entonces ya hacían menos trabajo en los Barracones. De vez en cuando iban a seguir un curso, por un día. Habían ido esa mañana. Catlin tenía un arañazo en la mano y un golpe en la mejilla, pero estaba contenta con ella misma, lo cual significaba que estaba complacida por la forma en que habían ido las cosas.
Sobre todo estudiaban en cinta. Las cosas eran reales ahora, casi todas. Y leían los informes que les llegaban del Departamento de Defensa y todas las idas y venidas en las instalaciones que rodeaban las propiedades de Reseune.
Había habido muchas maniobras sucias, intentos de crear escándalos alrededor de Reseune. Intentos de que el personal de Reseune hiciera declaraciones públicas. Khalid era mucho más eficiente en las bambalinas que frente a las cámaras y había ganado terreno mientras Giraud le decía a ella que no, no, no hay ninguna ventaja en hacer un debate. Él puede formular acusaciones. En el momento en que las refutes, vuelves a ser noticia y la cosa ya estará de nuevo en marcha.
Pero ella hubiera preferido ser noticia para poder meter a Khalid en problemas.
Se había dado una alarma la semana anterior. Un bote perdió el motor y llegó a tierra justo debajo de la estación de precipitados número 10. Algunos CIUD se habían ofendido por el nivel de seguridad que había en ese lugar y un senador centrista de Svetlansk había usado la noticia para su beneficio y propuso una investigación sobre la brutalidad de la Seguridad de Reseune.
Y no tuvo importancia que el CIUD en cuestión hubiera tratado de recuperar de manos de Seguridad una bolsa que, según se supo después, contenía un número bastante cuestionable de drogas de prescripción. El CIUD dijo que eran legales y que él tenía un problema respiratorio agravado por la tensión. Había presentado una demanda por daños y perjuicios.
Había una directiva enviada a Seguridad que confirmaba el apoyo de Reseune al guardia. Pero Florian estaba preocupado, y Catlin también se preocupó cuando Florian señaló que tal vez había sido deliberado y que si nadie había pensado en crear un incidente con Seguridad frente a las cámaras, alguien lo haría tarde o temprano, posiblemente Khalid y probablemente en Novgorod.
Os voy a decir una cosa, les había tranquilizado ella cuando los dos se lo plantearon, no os preocupéis por eso. Si fue preparado, si fue preparado, eso es algo que puede beneficiar a nuestros enemigos. No dudéis de vuestra cinta y reaccionad, reaccionad al nivel que os indique la cinta. Si yo estoy viva, puedo manejar lo que sea, políticamente. ¿Lo dudáis?
Ellos habían dicho que no, solemnemente.
Así que ella golpeó la mesa con la mano y ellos saltaron como una bomba que explota, asustados y pálidos.
—Os he Atrapado —dijo ella—. Pero sois bastante rápidos. Ha sido un ejercicio de «adelante» y «alto. Muy rápido.
Dos o tres respiraciones después, Florian dijo:
—Ha estado muy bien, sera. Pero no debería asustarnos así.
Ella se había reído. Y había palmeado la mano de Florian y la de Catlin; Catlin estaba seria y atenta, como se ponía siempre que estaba alerta.
—Vosotros sois mi personal. Haced lo que yo os diga. No lo que diga Denys. No lo que os dicen vuestros instructores. Ni ninguna otra persona.
Así que cuando Florian dijo: Lo vigilaremos,la frase tenía cierto tono de amenaza.
—Es mi amigo —insistió ella, para que lo recordaran.
—Sí, sera —aceptó Catlin—. Pero nosotros no damos nada por sentado.
—Los Enemigos son lo más fácil de prever —dijo Florian—. Los Enemigos no pueden entrar aquí.
Era de sentido común. Ella ya había sabido todo aquello en el pasado, cuando eran pequeños, en el apartamento del tío Denys.
—Las hormonas son una porquería. Hacen cosas terribles con las ideas. Tenéis razón. Haced lo que tengáis que hacer.
—¿Hormonas, sera? —preguntó Florian. Ella se encogió de hombros, incómoda. Pero no había celos en eso, sólo preocupación.
—Es atractivo —explicó—. Eso tiene que ver, ¿no os parece? Pero no estoy loca, claro.
Se sentía rara con respecto a eso. Asustada. Y pensó en los tiempos en que no había tenido tanta contradicción alrededor.
Así que se puso a pensar en Nelly y se le ocurrió que hacía mucho que no la veía y la buscó la mañana siguiente, una Nelly un poquito gorda, y ocupadísima con sus pequeños en la guardería.
Nelly tuvo un poco de problema en situarla, como si los cambios fueran demasiados o hubiera transcurrido demasiado tiempo.
—¿Joven sera? —dijo Nelly, parpadeando—. ¿Joven sera?
—Me acordé de ti —dijo ella—. ¿Cómo estás? ¿Eres feliz?
—Ah, sí. Sí, joven sera. —Un bebé empezó a llorar. Nelly lo miró, preocupada, por encima del hombro. Alguien se ocupó del niño—. Ha crecido mucho.
—Sí. Tengo dieciséis años, Nelly.
—¿Tantos? —Nelly volvió a parpadear y meneó la cabeza—. Usted fue mi primer bebé.
—Y soy la mayor de tus bebés. ¿Puedo invitarte a comer, Nelly? Ponte la chaqueta y ven a almorzar conmigo.
—Bueno, yo... —Nelly miró las hileras de cunas.
—Ya se lo he pedido a tu supervisor. Y ha aceptado. Ven.
Fue raro. En cierta forma, Nelly todavía era Nelly, preocupada por su aspecto, preocupada por el de Ari. Se estiró y le enderezó el cuello y Ari sonrió a pesar de que se había movido un poco como para defenderse, porque no había nadie más en todo el universo que hiciera eso por ella.
Pero antes de terminar el almuerzo ya sabía que la pequeña idea melancólica que había tenido de llevar a Nelly a su apartamento carecía de sentido.