Seguridad cerró las puertas, uno de ellos entró en el coche, cerró las puertas de delante y el coche arrancó, rápido, con fuerza, y las luces del túnel pasaron junto a ellos.
—Ari —le dijo Giraud en el avión, haciendo levantarse a Florian de su asiento para sentarse al otro lado de la mesita con ella, en cuanto despegaron—. Ahora ya sé lo que pasó. Tu mamá murió en su oficina. Estaba trabajando. Tuvo un ataque cardíaco, muy rápido. No pudieron ni llevarla al hospital.
—¿Dónde están mis cartas? —preguntó ella mirándolo a la cara fijamente.
Giraud le respondió sin apartar la mirada ni un instante.
—En Fargone. Estoy seguro de que las leyó.
—¿Por qué no me contestó?
Giraud se tomó un momento. Luego respondió:
—No lo sé. Te juro que no lo sé, Ari, no sé si algún día podré contestarte a esto. Voy a tratar de averiguarlo. Pero eso lleva tiempo. Todo lleva tiempo entre aquí y Fargone, todo lleva mucho tiempo.
Ella apartó la vista. Miró por la ventana, donde las tierras salvajes mostraban sus rojos apagados.
Había estado sin mamá durante seis meses. Y nunca lo había sentido. Había seguido adelante como si nada hubiera pasado, como si todo siguiera igual. Eso la avergonzaba. La hacía enloquecer de rabia. Podrían haber pasado cosas terribles además de eso y había que esperar seis meses hasta enterarse.
—Quiero que Ollie vuelva —dijo a Giraud.
—Me voy a ocupar de ello —le prometió.
—¡Pero hazlo!
—Ollie también tiene derecho a elegir —le advirtió—. ¿No te parece? Es el compañero de tu mamá. Tiene que cuidar los negocios de tu mamá, su trabajo. Tiene que ocuparse de que las cosas sigan bien. No es un criado, cariño, es un excelente administrador y se encarga de la oficina de tu mamá y de sus asuntos. Quiere hacerlo. Pero le preguntaré qué quiere hacer ahora.
Ella tragó saliva para aliviar el nudo que sentía en la garganta. Deseó que Giraud se fuera. Todavía no sabía qué pensar. Todavía estaba tratando de entender.
Pensó en aquella caminata y en la gente que la miraba fijamente. Y tenía que volver a hacerlo en Reseune, todos la mirarían, todos sabrían lo que pasaba.
Estaba furiosa. Estaba tan furiosa que no podía pensar.
Pero tenía que pensar. Tenía que saber cuándo le mentían.
Y quién quería obtener cosas de ella. Y si era verdad que mamá había muerto.
¿Quiénes son?, ¿dónde están?, ¿qué tienen?
Miró a Giraud cuando él no se daba cuenta, lo miró mucho, mucho rato.
VII
Los programas de noticias pasaron la película hasta la saciedad, la niña solemne, conmovida, con el traje azul, caminando con Giraud, Florian y Catlin más allá de las líneas silenciosas de los periodistas y los empleados gubernamentales; solamente se apreciaba el funcionamiento de las cámaras y el movimiento rápido, feroz de Seguridad, que los flanqueaba mientras pasaban por el vestíbulo.
Mikhail Corain lo miró con las mandíbulas tensas, miró las películas que seguían, algunas de Reseune, películas sobre la infancia de Ari, sobre la carrera de Jane Strassen, todas intercaladas con secuencias del juicio, la entrevista anterior y luego todo de nuevo, con entrevistas con el Departamento de Información de Reseune, con Denys Nye, con los psiquiatras infantiles, con música solemne e imágenes sobreimpresas y basura y constantes comparaciones fotográficas entre la Ariane original, con aspecto solemne en el funeral de su madre, y la cara de la réplica, decorosa, pálida, impresionada, en una foto extraída de aquel fragmento de película que pasaban sin cesar.
Todo Cyteen giraba en el mejor teatro que Reseune pudiera pedir. Aquella perra de Catherine Lao casi no tuvo que esforzarse en manipular los servicios informativos, que ya habían estado cubriendo todo el asunto de la ley de Descubrimiento, luego el bombazo de que había una réplica de Emory que pedía el derecho de Sucesión y que no era como la clon de Bok, sino una niña brillante, luego la aparición en el juicio, la entrevista, todos aquellos puntos apoyaban a los expansionistas; la invocación de la Ley de Secretos Militares en el Ministerio de Defensa, un poco de información de las objeciones de los centristas, una posible ganancia contra la marea.
Luego la muerte de Strassen y la niña, que recibió la noticia, virtualmente en directo.
Señor, aquello era un circo.
Un carguero atracó en la estación Cyteen y envió el contenido de su paquete de Fargone a los manipuladores de datos de Cyteen y el paquete de noticias llegó como un golpe a los comunicadores, éstos colocaron la información entre las más importantes y luego la noticia pasó el control humano y lo que podría haber sido una historia interesante y sólo eso, la muerte de una administradora de Reseune que ni siquiera era conocida para el ciudadano medio, se convirtió en la mayor noticia divulgada desde...
Desde el asesinato en Reseune y la audiencia Warrick.
La noticia tenía que ser auténtica; la acumulación de datos en una nave espacial, el sistema de noticias —correo electrónico, publicaciones, datos de mercado de acciones, informes financieros y estadísticas, votos e informes civiles— era todo el flujo de datos de la última estación visitada, sacada de la caja negra de una nave espacial cuando ésta llegaba a puerto, junto con los datos de la nave misma. Gracias a este sistema los mercados, y en realidad toda la Unión, seguían funcionando: manipular una caja negra era físicamente muy difícil y moralmente impensable, y Fargone quedaba a seis meses de Cyteen, así que era imposible que la información se hubiera programado en el tiempo para que llegara en el momento preciso...
Señor, se dio cuenta de que estaba recordando cada movimiento que había hecho, cada contacto con Giraud Nye y Reseune, preguntándose si había una remota posibilidad de que lo hubieran manipulado para que pidiera la ley de Descubrimiento justo en el momento en que Reseune estaba lista para combatirla.
Después de toda una vida de tratar con Emory, era normal que tuviera este tipo de pensamientos.
Como la idea de que hubieran podido asesinar a Strassen. Como el tipo de pensamiento sin escrúpulos que les permitía crear y abusar de una niña tal como estaban haciendo con ésta, matar a uno de sus seres queridos, a alguien que tenía ciento cuarenta y tantos años y ya estaba casi al límite.
¿Qué significaba una vida para gente que creaba y destruía muchas de forma rutinaria?
Era una pregunta que valía la pena tener en cuenta, algo que valía la pena averiguar sin remover mucho las aguas, por sus propios canales de investigación; pero por lo que sabía de LÍNEAS ESPACIALES RESEUNE, que funcionaba en la misma estación que la instalación del Departamento de Defensa en Fargone, con ninguna relación con la estación Fargone excepto un transbordador que hacía su recorrido dos veces diarias, sería muy difícil conseguir nada del interior.
Y el partido centrista podía perder una ventaja considerable si daba un paso en falso ahora, si hacía acusaciones que tal vez no pudiera probar, si empujaba un proyecto de ley que terminaría en largas audiencias y en un caso judicial que involucraría a aquella niña, una niña que había convertido a periodistas veteranos en un montón de sentimentales a medio derretir y había generado tal inundación de preguntas que el Departamento de Información había asignado números especiales para ese caso.
Y eso sólo era el principio. Las naves que partieran de Cyteen esa semana serían el comienzo de una onda que llegaría hasta la Tierra y no perdería audiencia.
No había forma humana de seguir adelante con el proyecto de ley. Cualquier cosa que implicara procedimientos de apertura de documentos podía tener intersecciones con el futuro, y estas intersecciones eran impredecibles.
A pesar de que considero que la investigación es necesaria para el interés general, opino que resultaba inapropiado continuar en este momento.Ésta era la frase con que luchaban todavía los escritores de discursos.