Como si mamá hubiera vuelto durante un instante. Como si estuviera allí, con ellos, en aquel mismo momento. O en cualquier momento en que ella quisiera recordarla. Ya no estaba en Fargone. Ollie sí. Y muchos de los Desaparecidos también, tal vez.

En el avión, al volver, había calculado qué miembros de la Casa podían saber algunas cosas.

Y a quién podía presionar para que se las contara.

IX

—Estás loco —dijo Yanni. Justin lo miró a los ojos y replicó:

—Eso no es un gran descubrimiento. Está todo en el informe. Probablemente usted cree que tengo motivos ocultos, y eso no es verdad. No tengo nada contra John Edwards. Nada contra nadie. Ni siquiera sé si tengo razón. Es que... —Se encogió de hombros. Era fácil pasarse de la raya con Yanni y probablemente ya lo había hecho, y mucho. Tiempo para batirse en retirada, pensó. Y rápido—. Voy a ponerme de nuevo en lo mío. Tendré el proyecto GY mañana por la mañana.

—Alto ahí.

Justin se dejó caer de nuevo en la silla bajo el ceño de Yanni.

—Crees que la niña necesita más tensión —dijo Yanni.

—No quiero decir eso. Usted sabe que no quiero decir eso.

—Hijo, Administración está un poco alborotada. Y yo también. Aprecio que no odies a la niña y me doy cuenta de que crees sinceramente que has descubierto algo, pero estamos todos muy cansados, estamos un poco fuera de nosotros mismos y de verdad espero que no hayas ido a ninguna otra parte con esto.

—No. Claro que no.

—¿Sabes qué opino de lo que estás haciendo? No era una pregunta retórica. Yanni guardó un silencio mortal para esperar la respuesta.

—¿Qué, ser?

—Parece otra vez tu maldita locura, el mismo pozo al que vuelves como una piedra que cae, ésa es mi opinión. Motivaciones y estructuras de recompensa.

—Creo en lo que digo.

—Y lo pones por escrito. —Yanni levantó el informe de tres páginas y lo introdujo en una obertura de madera en el escritorio. Hubo un fogonazo rojo y un murmullo suave, lo cual significaba que la ceniza había sido eliminada—. Tómalo como un favor, hijo. Se supone que no puedo eliminar ningún documento relacionado con el proyecto. Acabo de quebrantar una regla. Tal como están las cosas, hay quienes consideran que estás a punto de rebasar el límite. Y a mí me gusta una de tus ideas, si no te importa que la tome prestada para una de las reuniones de personal en el futuro.

—Como quiera. Preferiría que no mencionara la fuente.

Yanni lo contempló un buen rato.

—No quiero que mi nombre aparezca en esto. Otra mirada larga.

—Psicología motivacional. Hasta ahora no has tenido los datos de Rubin. Sólo las estructuras. Te dije que te iba a sacar del trabajo entiempo real. Pero me gustaría que hicieras algo por mí, hijo. Un favor. Un favor importante. Voy a darte todos los datos de Rubin. Todos los documentos.

—¿Del... cómo decirlo, del segundo?

—No, la réplica no. El original.

—¿Por qué?

—No voy a decirte eso.

—¿Qué quiere que haga con los datos?

—Tampoco voy a decírtelo.

—Comprendo.

—De acuerdo. —Yanni se apoyó sobre los codos, las manos unidas frente a él—. Analiza el problema. Después ya te diré lo que pienso.

—¿Es un ejercicio?

—No voy a decírtelo.

—Mierda, Yanni...

—Tienes razón con respecto a la niña. Es más inteligente de lo que evidencian sus notas. Deja eso en mis manos. Ocúpate de lo tuyo. Yo me haré cargo del proyecto. ¿De acuerdo?

X

El tío Denys se sirvió otra ración de huevos. Ari revolvió la suya, simplemente los movió de un lado a otro porque el desayuno la ponía enferma.

—Podríamos salir a cenar esta noche —propuso el tío Denys—. ¿Te gustaría?

—No —respondió ella—. No tengo hambre.

Cumplía nueve años. Quería olvidar que era su cumpleaños. No quería quejarse por el estómago porque si lo hacía, el tío Denys llamaría al doctor Ivanov y eso significaría otra inyección y tener la cabeza mareada y confusa.

—¿Hay algo que te apetezca? —le preguntó el tío Denys.

Quiero a mamá,pensó ella, furiosa, tan furiosa que le parecía que tenía ganas de tirar los platos de la mesa y romperlo todo.

Pero no lo hizo.

—Ari, sé que es una temporada terrible para ti. No puedo hacer nada. Ojalá pudiera. ¿Hay algo que te apetezca? ¿Puedo darte algo?

Ella pensó. No sería inteligente desaprovechar una oportunidad como ésta. Si uno podía conseguir algo, había que sacar ventaja y tal vez después se alegraría de haberlo hecho. Había decidido eso hacía ya mucho tiempo.

—Hay una cosa que me gustaría para mi cumpleaños.

—¿Qué, querida?

Ella miró al tío Denys a los ojos, directamente a los ojos, con su mejor mirada de deseo.

—El caballo.

El tío Denys contuvo la respiración, muy rápido.

—Ari, querida...

—Tú me lo has preguntado.

—Creo que un brazo roto ya es suficiente. No. Decididamente no.

—Quiero el caballo.

—El caballo pertenece a Reseune, Ari. No puedes tenerlo así como así.

—De todos modos, eso es lo que quiero.

—No.

Eso dolía. Empujó el plato sobre la mesa para apartarlo y se levantó.

—Ari, creo que un brazo roto debería bastarte, ¿no te parece?

Ella se sintió al borde de las lágrimas y cuando estaba así se iba a su habitación. Así que se dirigió hacia allí.

—Ari —dijo el tío Denys—. Quiero hablar contigo. Ella se dio la vuelta para mirarlo.

—No me encuentro bien. Me voy a la cama.

—Ven aquí.

Pero ella no le obedeció. Se fue a su habitación y cerró la puerta.

Y se echó a llorar como un bebé, tirada en la cama, hasta que se puso furiosa y tiró a Poca-cosa por los aires.

Después se sintió como si algo se hubiera roto porque Poca-cosa era un recuerdo de mamá.

Pero de todos modos no era real.

Oyó que alguien abría la puerta del vestíbulo y después la de la habitación. Pensó que sería el tío Denys y se dio la vuelta para decirle algo feo, pero eran Catlin y Florian, que venían a ver qué le pasaba.

—Ser Denys la necesita —dijo Florian en voz baja.

—Dile que se vaya a la mierda.

Florian la miró, preocupado. Pero iba a ir y hacerlo, y se metería en problemas por ella, ella lo sabía.

—No —dijo. Se secó los ojos y se levantó—. Ya iré yo. Se secó los ojos de nuevo, pasó junto a los dos azi y salió a la sala.

Era un error salir huyendo del tío Denys. Cuando lo hacía, estaba dejando que él la Trabajara y ahora tenía que volver a la sala que era de él y ser buena.

Estúpida, estúpida,se dijo y desenredó su furia y consiguió poner mejor cara para el tío Denys. Él estaba en el comedor tomando café. Fingió que no la veía cuando entró.

Eso también era una forma de Trabajarla.

—Lo siento, tío Denys.

Él la miró entonces, tomó un sorbo de café y dijo:

—Tengo una sorpresa para ti. ¿Quieres un poco de zumo de naranja?

Ella apartó la silla y se sentó, sosteniendo el yeso con la mano buena.

—Para Florian y Catlin también —pidió.

—Seely —llamó el tío Denys. Y vino Seely y consiguió dos vasos más y sirvió zumo de naranja para Florian y Catlin, que se sentaron en silencio a la mesa.

—Nelly está en el hospital de nuevo —explicó el tío Denys—. Ari, ya sabes que le resulta doloroso que la eches y llames a otros.

—Bueno, no puedo evitarlo. Nelly me molesta.

—Nelly no sabe qué hacer contigo. Creo que tal vezsería buena idea que se fuera a trabajar a la ciudad, en el jardín de infancia. Piénsalo. Pero debes decidirlo tú.

No podía perder a mamá y a Nelly en una sola semana, a pesar de que Nelly la volvía loca. Miró la mesa y trató de no pensar en eso.

—Piénsalo —dijo el tío Denys—. Nelly "es feliz cuando tiene un bebé a quien cuidar. Y tú ya no eres un bebé. Así que le estás haciendo daño, especialmente cuando le das órdenes. Pero piénsalo. Siempre podrás verla de vez en cuando. Si decides que no, va a tener que tomar cinta para reentrenarse y hacer algo distinto, como cuidar de la casa.


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