V

Tienes una llamada—dijo el Cuidador y Justin se despertó del sueño en que había caído sin darse cuenta, acostado toda la noche en el sillón de la sala; el sonido hizo que se apoyara en el codo y el brazo y luego, mientras el Cuidador conectaba y atendía la llamada, sobre sus pies.

—Estoy aquí —dijo en voz alta al Cuidador, y oyó que éste repetía al teléfono:

Justin está aquí. Un momento, por favor.

Justin se pasó la mano por la cara áspera por la poca barba que tenía, y por los ojos que se negaban a abrirse.

—Estoy aquí —dijo con el corazón en un puño. Esperaba malas noticias.

—Buenos días —saludó—. Lamento molestarte a estas horas, Justin, pero ¿dónde está Grant?

—No lo sé —respondió. Hora. ¿Qué hora es?Se frotó los ojos y trató de enfocar los desvaídos números del reloj en la consola de la pared. Cinco de la mañana. Tiene que estar con Kruger ahora. Tiene que haber llegado—.¿Por qué? ¿No está contigo? —Miró más allá del arco, donde las luces todavía estaban encendidas, donde la cama de Grant aparecía intacta, prueba palpable de que todo era cierto, Grant se había marchado, todo lo que recordaba había pasado.

No puede ser que lo hayamos logrado.

—Justin, quiero hablar contigo en cuanto llegues hoy.

—Sí. —La voz se le quebraba. Había llegado la hora. Estaba temblando.

—A las 0800. Cuando entres. En el laboratorio del Ala Uno.

—Sí, sera.

El contacto se cerró. Justin se frotó la cara y cerró los ojos con fuerza, la mandíbula tensa. Sentía que iba a vomitar.

Pensó en llamar a su padre. O en ir a verlo.

Pero Ari le había dado tiempo de hacerlo, mucho tiempo; tal vez era lo que ella pretendía, o tal vez Ari estaba tratando de que él pensara que eso era lo que ella pretendía para que no lo hiciera. Tratar de ser mejor que ella era como intentar ganar a su padre.

Y él estaba tratando de hacer las dos cosas.

Se hizo el desayuno con tostadas y zumo; fue todo lo que logró meter en un estómago inapetente. Se duchó y se vistió y empezó a dar vueltas por la habitación, demorándose en cada detalle porque tenía mucho tiempo, demasiado tiempo hasta el momento preciso.

Era deliberado. Él lo sabía. Ella siempre actuaba por una razón determinada.

Grant tal vez estaba en manos de la policía.

Tal vez estaba en Reseune.

Tal vez estaba muerto.

Ari pensaba golpearlo, hacerlo reaccionar y grabarlo todo en una cinta. Se preparó para cualquier ataque de Ari, hasta lo peor; se preparó para decir, si es que tenía que decir algo:

—No sé, se marchó. Supuse que iba a verla a usted. ¿Cómo iba yo a imaginarme? Nunca había hecho algo como esto.

A las 0745, dejó el apartamento y tomó el ascensor hacia el vestíbulo principal; pasó la seguridad del Ala Uno, se dirigió a su propia oficina, abrió la puerta, encendió la luz. Igual que siempre.

Fue hasta el pasillo donde Jane Strassen ya estaba en su oficina, y le dio los buenos días. Dobló la esquina y tomó las escaleras hacia la sección de laboratorios al final del edificio.

Usó su tarjeta en la cerradura de seguridad de las puertas blancas y entró en el pasillo de pequeñas oficinas, todas cerradas. Más allá, una entrada de puerta doble conducía al sucio laboratorio del Ala Uno, donde reinaba el olor a alcohol, el frío y la humedad. Recordó sus días de estudiante en ese lugar. Las luces estaban encendidas. La habitación de frío a la izquierda tenía las puertas bien abiertas y una gran claridad salía desde el interior.

Él dejó las puertas exteriores y oyó voces. Florian salió por la puerta del laboratorio.

No era extraño que un estudiante estuviera allí, ni que los técnicos entraran y salieran: el Laboratorio Uno era viejo, estaba muy superado por las instalaciones del Edificio B, pero todavía era útil. Los investigadores lo usaban y lo preferían a la larga caminata de ida y vuelta hasta los grandes laboratorios de nacimiento en B, preferían el antiguo equipo manual a las modernas instalaciones automatizadas. Ari había frecuentado mucho el lugar últimamente. Llevaba a cabo gran parte de su trabajo personal en aquel laboratorio viejo y frío, el lugar más apropiado para su proyecto en el Ala Uno, pensó él.

El proyecto Rubin,se le ocurrió. Hasta ese momento, le había llamado la atención la presencia de Ari en ese lugar porque ella no necesitaba hacer esas cosas por sí misma, cuando contaba con excelentes técnicos que se encargaban del trabajo rutinario. Ahora lo comprendía.

Voy a supervisar el proceso yo misma..., quiero encargarme de ello de nuevo. Tal vez sea un poco de vanidad...

También era un lugar privado, el tipo de situación que él había tratado de evitar durante semanas.

—Sera lo está esperando —dijo Florian.

—Gracias —respondió él, con la voz meticulosamente normal—. ¿Sabes para qué?

—Supongo que usted lo sabe, ser —le contestó Florian. Los ojos oscuros no expresaban nada cuando el azi miró hacia la puerta del laboratorio de frío—. Puede pasar. Sera, Justin Warrick está aquí.

—Muy bien. —La voz de Ari salió flotando de la habitación.

Justin caminó hasta la puerta abierta del alargado laboratorio. Ari estaba sentada en un taburete de trabajo, junto a una mesa, con uno de los viejos separadores pasados de moda.

—Maldita sea —se quejó sin levantar la vista—. No me fío de este trasto. Ve a traerme uno de B. No tengo por qué soportar esto.

Levantó la vista y la forma brusca en que alzó la mano asustó a Justin cuando dejaba atrás la puerta del laboratorio. Se dio cuenta de que había movido la puerta, la cogió y volvió a cerrarla, afirmándola, frustrado ante su propia torpeza adolescente que lo amenazaba cuando más necesitaba aparentar seguridad.

—Maldita sea —murmuró Ari—. Jane y su maldita costumbre de ahorrar en todo. En cuanto la tocas, oscila. Tengo que hacerla arreglar. ¿Cómo estás esta mañana?

—Bien.

—¿Dónde está Grant?

El corazón de Justin latía a toda velocidad. Lo obligó a calmarse.

—No lo sé. Pensé que estaba con usted.

—Claro, claro. Grant robó un bote anoche. Saboteó el otro. Seguridad lo siguió hasta Kruger. ¿Qué sabes de todo eso?

—Nada. Nada de nada.

—Claro que no. —Ella se dio la vuelta sobre el taburete—. Tu compañero lo planeó todo.

—Supongo que sí. Grant es muy capaz .—Estaba resultando demasiado fácil. Ari era capaz de mucho, mucho más; de dar vueltas, en lugar de ir directa al grano. Se negó a sentirse aliviado, como si se dirigiera hacia un precipicio y la corriente lo arrastrara demasiado rápido. Florian todavía estaba fuera. No había testigos de lo que ella decía, ni de lo que podía ordenarle hacer. Había un cerrojo en la puerta exterior. Y tal vez había un grabador—. Ojalá me hubiera contado lo que planeaba.

Ari hizo chasquear la lengua.

—¿Quieres ver los informes de Seguridad? Salisteis juntos anoche. Tú volviste solo.

—Estaba buscando a Grant. Dijo que iba a pedir una bolsa para llevar las cosas. No volvió.

Ari levantó las cejas.

—Ah, vamos...

—Lo lamento. Eso es lo que hice.

—De verdad, me has desilusionado. Esperaba más inventiva de tu parte.

—Le he dicho todo lo que sé.

—Escúchame, amiguito. Lo que hiciste se llama robo,¿eres consciente? Ya sabes lo que pasa si Reseune presenta una acusación.

—Sí —dijo él, tan tranquilo, tan lleno de sugerencias como pudo—. Sí que lo sé.

—No estamos en Cyteen.

—Lo sé.

—Estás muy tranquilo. ¿Por qué?

—Porque usted no presentará acusaciones.

—¿Quieres apostar sobre eso?

Ella esperaba una reacción. Él le sonrió. Hasta ese momento, estaba bajo control; no sabía, no sabía si Grant estaba en manos de Ari o no.

—Estoy apostando —dijo y mantuvo la voz inexpresiva—. Me tiene a mí. No tiene a Grant. Mientras las cosas sigan bien conmigo y mi padre, Grant mantendrá la boca cerrada y todos estaremos bien.


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