Florian lo sabía, eso era evidente. Y como Florian pertenecía a Ari, ésta probablemente alimentaba su incomodidad, dejándolo con Justin. Era una idea que cuadraba bien con todo lo demás.

—Me das lástima —dijo Justin. Apoyó la mano en el hombro de Florian y lo apretó. Casi hasta el dolor—. Estás en una posición incómoda, ¿no? ¿Te gusta Ari?

Lo primero que tienes que aprender es que lo puedes conseguir en cualquier parte. Lo segundo es que te ata a personas que no pertenecen a la Familia y confunde tu razonamiento a menos que recuerdes la primera regla. Este será mi favor, encanto. No podrás confundir lo que suceda entre nosotros.

Florian lo miró con los ojos muy abiertos, sin moverse. A pesar de que la mano en el hombro debía de dolerle, y a pesar de que Florian podía acabar con el dolor con sólo encogerse un poco. Y tal vez el brazo también le dolía. La paciencia estoica era lo que cabía esperar en su situación de azi de Ari, pensó Justin.

—¿Qué quiere Ari que haga? —preguntó—. ¿Se te ha ocurrido? ¿Se supone que debo quedarme aquí? ¿O debo irme a casa?

Como si él y Florian fueran la misma cosa. Conspiradores, los dos azi. Odiaba la idea. Pero Florian era, en cierto modo, su aliado, una página que podía leer y un tema que manejaba; y todavía no podía leer la verdad en los ojos de Ari, ni siquiera cuando ella le contestaba preguntas con el rostro muy serio.

—Espera que usted se vaya a casa, ser.

—¿Me volverá a invitar?

—Creo que sí —respondió Florian en voz extraordinariamente tranquila.

—¿Esta noche?

—No lo sé —dijo Florian, y agregó—: Es probable que sera duerma esta noche.

Como si se tratara de un hecho habitual.

El estómago de Justin se movió, inquieto. Todos estaban Atrapados en esto.

Pose, hubiera dicho Jordan. Todo es pose. Puedes hacer lo que quieras si tienes el control. Debes saber qué vas a ganar al hacerlo, eso es todo.

La vida no era pago suficiente para cambiar por un alma. Pero el poder, el poder para detener todo aquello y vengarse, eso sí valía la pena. La seguridad de su padre valía la pena. La esperanza de que algún día estaría en una posición que le permitiera hacer algo con Ariane Emory, eso valía la pena.

—Me voy a casa —le dijo a Florian—, tomaré algo para el dolor de razón ,recogeré mis mensajes e iré a la oficina. No creo que mi padre haya llamado a mi apartamento.

—Lo ignoro, ser.

—Pensé que estabas al corriente de estos detalles —observó, suave y agudo como un abrecartas. Apoyó la taza de café, recordó dónde estaba la puerta principal y se alejó por las habitaciones, con Florian siguiéndole como una sombra ansiosa. El guardia de Ari, demasiado amable para demostrar que lo era y demasiado preocupado para dejarlo pasear sin vigilancia a través de las estancias de Ari.

Durante un segundo, Justin pensó en la seguridad de sus propias habitaciones y esperó que Grant estuviera allí para ocuparse de eso, los dos pensarían qué hacer, era la costumbre, un reflejo estúpido que de pronto le retorció el estómago sacudido porque había recibido poca comida, demasiado alcohol, demasiadas drogas, demasiada tensión. Seguía con la cabeza liviana y distraída, caminando de la misma forma, recordando cómo salir de allí, que era un camino recto hasta un vestíbulo decorado con mesas frágiles y porcelana aún más frágil.

Y el arco triple después, sí, de pilares cuadrados de travertino. Y la habitación de recepción, ésa que Catlin habían dicho que era para guardar las apariencias. Recordaba la advertencia sobre las alfombras y el suelo; caminó como pudo por los escalones de travertino y cruzó la habitación por la pequeña rampa hacia arriba, hacia la puerta.

Llegó al cerrojo solo, pero Florian interpuso la mano y lo descorrió él mismo.

—Vaya con cuidado, ser —dijo Florian. Era una frase que sin lugar a dudas no sólo se aplicaba a su vuelta a casa.

Recordó a los niños de nueve años. Y a los azi que Ari había matado. Recordó lo vulnerables que eran todos los azi, incluso Grant. Y vio la vulnerabilidad de Florian, que nunca había tenido una oportunidad desde el día en que fue creado y que, excepto por su lado oscuro, era honesto y amable como un santo, porque estaba hecho de esa forma y las cintas lo mantenían así a pesar de todo lo que Ari le había obligado a ser.

Cuando salió al pasillo aún rumiaba este enigma, confuso por la visión turbia y la debilidad, que formaban parte de la pesadilla que se le hundía en los sentidos, fugaces imágenes, de cinta y agotamiento físico.

Ari había dado forma a Florian, en los dos aspectos, con todas sus características, la luz y la oscuridad. Tal vez no lo había hecho al comienzo, pero lo había mantenido de acuerdo al diseño original, desde joven.

¿Para tener una víctima?, se preguntó Justin. ¿Para eso?

¿Como sujeto de prueba para un proyecto que estaba en marcha?

Interfase,la respuesta llegó rodando hacia la conciencia y se hundió de nuevo, como un cuerpo de ahogado en una pesadilla. Cruzar la línea.

La verdad está en la interfase de los extremos.

Los opuestos se necesitan mutuamente.

Placer y dolor, cariño.

Todo oscila, o no hay nada. Todo puede estar en otro estado, o permanecer inalterable. Las naves se mueven por ese principio. Las estrellas arden de ese modo. Las especies evolucionan.

Llegó al ascensor. Entró y se apoyó contra la pared hasta que la puerta se abrió. Avanzó por un pasillo que parecía inclinarse, mantuvo el equilibrio hasta su apartamento y logró encajar la llave.

—Ninguna entrada desde la última vez que se usó esta llave.

No puedo confiar en eso,pensó en su desconcierto, en una debilidad súbita que hacía que el sillón pareciera muy, muy lejos y nada fuera seguro. No puedo confiar en nada. Ella puede entrar en cualquier parte, hasta en los sistemas de seguridad. Seguramente ha llenado de espías el lugar mientras yo estaba fuera. Sería muy capaz de hacer una cosa así.Y no sé si el Cuidador puede detectar su tecnología, lo último en tecnología. Material muy caro. Material secreto. Podría conseguirlo.

Tal vez Jordan también.

Llegó al sillón y se sentó con la espalda apoyada y cerró los ojos.

¿Y si no estoy solo?

La voz de Ari, suave y odiosa: Yo planifiqué los actos de tu padre. Todos y cada uno de ellos. Aunque no pueda predecir las microestructuras. Las microestructuras no son tan importantes.

Aforismo de los diseñadores de cinta: la macroestructura determina la microestructura. El marco de valores lo rige todo.

Hasta te planeé a ti, cariño. Yo implanté la idea. Jordan tenía mucha necesidad de compañía. ¿ Crees que miento? Me debes la existencia.

Durante un momento imaginó que Grant entraría desde la otra habitación, que le preguntaría qué pasaba, que le explicaría cómo desenredar la madeja en que estaba envuelto. Grant había experimentado en cintas profundas. Y mucho.

Pero era sólo un fantasma. Una costumbre difícil de cambiar.

Y a Grant, claro. A Grant también lo planeé. Después de todo es obra mía.

Tenía que ir al laboratorio. Tenía que salir de la soledad en que podían exacerbarse y expandirse las estructuras de las cintas antes de que tuviera ocasión de manejarlas. Debía seguir con la rutina, ocupar la mente, dejar que la mente descansara y estudiar con cuidado la situación.

Si el cuerpo pudiera dormir un poco...

—Mensajes, por favor —murmuró, porque ahora recordaba que debía averiguar si Jordan o cualquier otra persona lo había llamado.

Por lo general se trataba de trivialidades. De la Administración. Una nota de protesta por la entrada ilegal. Se dejó ir en medio de todo eso, se despertó de repente con una punzada de dolor en el cuello. La luz erótica se desmayaba ahora en una idea racional y rápida como un destello, la idea de que tendría que llevar manga larga y cuello alto, y disimular los golpes con maquillaje: podía eludir a Jordan alegando que Ari le había dado más trabajo que antes, lo cual resultaba coherente porque Ari no tenía motivos para sentirse contenta con él, tal como le había dicho a Jordan. Justin no podía enfrentarse a Jordan de cerca hasta que recuperara el control sobre sí mismo.


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