– Puesto que su esfera es la energía, el cuerpo energético no tiene ningún problema en usar corrientes de energía que existen en el universo para propulsarse a sí mismo. Todo lo que tiene que hacer es aislarlas y, al instante, se lo llevan.
Dejó de hablar, parecía estar indeciso, como si quisiera añadir algo y se arrepintiera de hacerlo. Me sonrió, y justo en el momento de hacerle una pregunta, continuó su explicación.
– Ya te he planteado que los brujos aíslan en sus sueños a exploradores de otros mundos -dijo-. Sus cuerpos energéticos hacen esto. Reconocen energía y van tras de ella. Pero no es recomendable que los ensoñadores se den a la búsqueda de exploradores. De muy mala gana te hablé de todo esto, porque algunos de nosotros tenemos mucha facilidad para desviarnos en esa búsqueda.
Don Juan pasó rápidamente a otro tema. Me delineó muy cuidadosamente un conglomerado entero de ideas y prácticas. En ese entonces, todo lo que me decía me era incomprensible en cierto nivel; sin embargo, en otro, todo me parecía perfectamente lógico y comprensible. Reiteró que llegar a la primera compuerta del ensueño, de una manera calculada y con control es llegar al cuerpo energético. Pero mantener ese cálculo y control es básicamente un asunto de tener energía. Los brujos obtienen esa energía organizando, de una manera ingeniosa, la energía natural que poseen y usan para percibir el mundo cotidiano.
Cuando insistí que explicara más claramente todo esto, añadió que todos tenemos una cantidad determinada de energía básica. Esa cantidad es nuestro total acervo energético y lo usamos todo para percibir y tratar con nuestro absorbente mundo.
Para enfatizar, repitió varias veces que no hay más energía disponible para nosotros en ningún sitio, y como la energía de la cual disponemos está ya siendo usada en su totalidad, no nos queda ni un ápice para percepciones extraordinarias, como el ensueño.
– ¿Y qué es lo que nos queda por hacer, don Juan? -le pregunté.
– Nos queda la tarea de rebuscar energía por donde se pueda -contestó.
Don Juan explicó que para rebuscar energía, los brujos reorganizan ingeniosamente la distribución de su energía básica, descartando cualquier, cosa que consideren superflua en sus vidas. Llaman a este método "el camino de los brujos" o "el camino del guerrero". Como don Juan lo expuso, el camino de los brujos es, esencialmente, una cadena de conducta alternativa que se puede usar para tratar con el mundo diario; una conducta mucho más directa y eficiente que la conducta usual. Don Juan aseveraba que era más eficiente porque estaba expresamente diseñada para renovar nuestra energía, alterando nuestras reacciones básicas al hecho de estar vivos.
– ¿Cuáles son esas reacciones básicas? -le pregunté.
– Hay dos maneras de encarar el hecho de estar vivos -dijo-. Una es rindiéndose a él, ya sea resignándose a sus demandas o peleando contra ellas. La otra es moldeando lo particular de nuestra situación vital, a fin de hacerla encajar en nuestras propias configuraciones.
– ¿Podemos realmente moldear lo particular de nuestra situación vital, don Juan?
– Cada uno de nosotros puede moldearla a la medida de nuestras especificaciones -insistió don Juan-. Eso hacen los ensoñadores. ¿Una aseveración estrafalaria? Realmente, no, si tomas en consideración lo poco que sabemos acerca de nosotros.
Dijo que su interés, como maestro, era involucrarme completamente en el tema de la vida y el tema de estar vivo; es decir, la vida como consecuencia de fuerzas biológicas, y el acto de estar vivo, como una cuestión de cognición.
– Cuando los brujos hablan de moldear lo particular de la situación vital de uno -explicó don Juan-, quieren decir moldear la conciencia de estar vivo. Al moldear esta conciencia, podemos obtener suficiente energía para llegar al cuerpo energético y sostenerlo. Con el cuerpo energético, sin lugar a dudas, podemos moldear la dirección y consecuencias totales de nuestras vidas.
Don Juan terminó nuestra conversación pidiéndome que no solamente pensara acerca de lo que me estaba diciendo sino que convirtiera sus conceptos, por medio de un proceso de repetición, en una forma factible de vida.
Reiteró lo que había dicho incontables veces: que todo lo nuevo en nuestras vidas, tal como los conceptos de la brujería en la mía, debe ser repetido hasta el agotamiento si se quiere incorporarlo a nuestra cognición del mundo. Señaló que la manera en que nuestros progenitores nos socializaron para funcionar en el mundo cotidiano fue a través de la repetición.
A medida que continué mis prácticas de ensueño, llegué a estar totalmente consciente de que me estaba quedando dormido y de que podía detenerme a examinar, a voluntad, cualquier cosa que fuera parte del contenido de mis sueños. Experimentar esto fue para mí, no menos que un acto milagroso.
Don Juan tenía razón al decir que la atención de ensueño entra en juego cuándo se le llama, cuando se le da un propósito. Pero este acto de entrar en juego no ocurre de la manera en que uno normalmente entiende un proceso: un sistema de operaciones en curso, o una serie de acciones o funciones que llevan a un resultado final; más bien es un despertar. Algo que estaba inactivo, se convierte de repente en algo funcional.
3 LA SEGUNDA COMPUERTA DEL ENSUEÑO
Mis prácticas de ensueño me llevaron a entender que un maestro del arte de ensoñar debe crear una maniobra didáctica a fin de enfatizar un determinado punto. En esencia, lo que don Juan buscaba con la primera tarea era ejercitar mi atención de ensueño, a medida que yo aprendía a enfocarla en los objetos de mis sueños. Para lograrlo, usó la idea de que yo debería estar consciente de quedarme dormido. Su subterfugio era decir que la única manera de estar conscientes de que nos estamos quedando dormidos es examinando los elementos de nuestros sueños.
Con la práctica me di cuenta que ejercitar la atención de ensueño es el punto esencial del arte de ensoñar. Sin embargo, a la mente le parece imposible que uno pueda entrenarse a sí mismo a estar consciente, al nivel de los sueños. Don Juan decía que el elemento activo de tal entrenamiento es la persistencia y que la mente, con todas sus defensas racionales, no puede defenderse de la persistencia. Tarde o temprano, las barreras de la mente caen bajo su impacto, y la atención de ensueño florece.
A medida que practicaba enfocar y mantener mi atención de ensueño en los objetos de mis sueños, empecé a sentir una peculiar confianza en mí mismo; era una confianza tan notable que le pedí a don Juan sus comentarios al respecto.
– Entrar en la segunda atención es lo que te da ese sentido de seguridad en ti mismo -dijo-. Llegar a este nivel requiere aún más cordura de tu parte. Muévete despacio, pero no te detengas; y sobre todo, cállate la boca y actúa.
Le conté a continuación que en mi práctica había corroborado lo que él me había dicho, que si uno da breves vistazos a los objetos de un sueño, las imágenes no se disuelven. Comenté que la parte difícil es romper la barrera inicial que nos impide creer que los sueños son parte de nuestro ser consciente. Le pedí a don Juan que me diera su opinión sobre este asunto. Yo pensaba seriamente que esta es una barrera psicológica creada por nuestra socialización, la cual demanda hacer caso omiso de los sueños.
– Esa barrera es más que socialización -contestó-. Es la primera compuerta del ensueño. Ahora que la has superado, te parece arbitrario que no podamos detenernos, a voluntad, para prestar atención a los objetos de nuestros sueños. Esta dificultad no es arbitraria. La primera compuerta del ensueño tiene que ver con el flujo de energía en el universo. Es un obstáculo natural.
Don Juan me hizo luego acceder a que hablaríamos del ensueño únicamente en la segunda atención y cuando él lo considerara apropiado. Me alentó a que siguiera practicando mientras tanto, y me prometió no interferir en mis prácticas, en lo absoluto.