De repente, se dio cuenta de lo que había pensado.

Wicca no estaba enamorada del Mago, a causa de sus ojos. Ya había visto películas que hablaban de este tema. Libros. Todo el mundo sabía reconocer los ojos de una persona enamorada.

Sólo consigo entender las cosas simples después de que me enredo con las complicadas", pensó para sí. Quizá un día pudiese seguir la Tradición del Sol.

El otoño ya estaba en su plenitud y el frío empezaba a hacerse insoportable, cuando Brida recibió una llamada telefónica de Wicca.

Vamos a encontrarnos en el bosque. De aquí a dos días, en la noche de luna nueva, cuando falte poco para anochecer -fue todo lo que dijo.

Brida se pasó los dos días pensando en el encuentro. Hizo los rituales de siempre, danzó el ruido del mundo. "Preferiría que fuese una música", pensaba, siempre que tenía que bailar. Pero ya estaba casi acostumbrándose a mover su cuerpo según aquella extraña vibración, que conseguía percibir mejor durante la noche, o en los lugares silenciosos, como las iglesias. Wicca había dicho que, al danzar la música del mundo, el alma se amoldaba mejor al cuerpo y las tensiones disminuían. Brida comenzó a fijarse cómo las personas caminaban por las calles sin saber dónde colocar las manos, sin mover las caderas y los hombros. Tuvo ganas de explicar a todos que el mundo tocaba una melodía; si bailasen un poco esta música, dejando apenas al cuerpo moverse sin lógica algunos minutos al día, se sentirían mucho mejor.

Aquella danza, no obstante, era de la Tradición de la Luna y sólo las hechiceras la conocían. Debía haber algo semejante en la Tradición del Sol, aun cuando a nadie le gustase aprenderla.

– No conseguimos convivir con los secretos del mundo -decía a Lorens-. Y, sin embargo, todos ellos están frente a nosotros. Quiero ser una hechicera para conseguir verlos.

El día convenido, Brida se dirigió al bosque. Caminó entre los árboles, sintiendo la presencia mágica de los espíritus de la Naturaleza. Hace seiscientos años, aquel bosque era el lugar sagrado de los sacerdotes druidas: hasta el día en que San Patricio había expulsado a las serpientes de Irlanda y los cultos druidas desaparecieron. Aun así, el respeto por aquel lugar pasó de generación en generación, y hasta hoy los habitantes de la aldea vecina respetaban y temían el lugar.

Encontró a Wicca en el claro, vestida con su manto. Junto a ella habían cuatro personas más, todas con ropas normales, y todas mujeres. En el lugar donde antes había notado las cenizas, una hoguera estaba encendida. Brida miró al fuego con un miedo inexplicable, no sabía si era a causa de la parte de Loni que traía dentro de sí, o si la hoguera era una experiencia repetida en otras encarnaciones.

Llegaron otras mujeres. Había gente de su edad, y gente mayor que Wicca. Eran, en total, nueve personas. -No convidé a los hombres hoy. Vamos a esperar el reino de la Luna.

El reino de la Luna era la noche.

Se quedaron alrededor de la hoguera, conversando de los asuntos más banales del mundo, y Brida tuvo la sensación de que había sido convidada para un té de comadres, diferente sólo en el escenario.

Cuando el cielo se cubrió de estrellas, no obstante, el ambiente cambió. No fue necesaria ninguna orden por parte de Wicca; poco a poco, la conversación fue languideciendo y Brida se preguntó a sí misma si sería ahora cuando estaban reparando en la presencia del fuego y del bosque.

Después de algún tiempo en silencio, Wicca habló: -Una vez al año, en la noche de hoy, las brujas de todo el mundo se reúnen para rezar una oración y rendir homenaje a sus antepasados. Así lo manda la Tradición; en la décima luna del año debemos reunirnos en torno a la hoguera, que fue vida y muerte de nuestras hermanas perseguidas.

Wicca sacó de su manto una cuchara de palo. Aquí está el símbolo -dijo, mostrando la cuchara de palo a todas.

Las mujeres permanecieron de pie y se dieron las manos. Entonces, levantándolas hacia lo alto, escucharon la oración de Wicca.

– Que la bendición de la Virgen María y de su hijo Jesús caiga sobre nuestras cabezas esta noche. En nuestro cuerpo duerme la Otra Parte de nuestros antepasados; que la Virgen María nos bendiga.

Que nos bendiga porque somos mujeres, y hoy vivimos en un mundo donde los hombres nos aman y nos entienden cada vez más. No obstante, tenemos aún en el cuerpo la marca de las vidas pasadas y estas marcas duelen todavía.

Que la Virgen María nos libre de estas marcas y apague para siempre nuestro sentimiento de culpa. Nos sentimos culpables cuando salimos de casa, porque estamos dejando a nuestros hijos para ganar su sustento. Nos sentimos culpables cuando nos quedamos en casa, porque parece que no aprovechamos la libertad del mundo. Nos sentimos culpables por todo, y no podemos ser culpables porque siempre estuvimos distantes de las decisiones y del poder.

Que la Virgen María nos recuerde siempre que fuimos nosotras las mujeres, las que permanecimos junto a Jesús en el momento en que los hombres huyeron y negaron su fe. Que fuimos nosotras quienes lloramos mientras él cargaba la cruz, que permanecimos a sus pies en la hora de la muerte, que fuimos nosotras las que visitamos el sepulcro vacío. Que no debemos tener culpa.

Que la Virgen María nos recuerde siempre que fuimos quemadas y perseguidas porque predicábamos la Religión del Amor. Mientras las personas intentaban parar el tiempo con la fuerza del pecado, nosotras nos reuníamos en las fiestas prohibidas para celebrar lo que aún había de bello en el mundo. A causa de esto, fuimos condenadas y quemadas en las plazas.

Que la Virgen María nos recuerde siempre que, mientras los hombres eran juzgados en la plaza pública a causa de disputas de tierras, las mujeres eran juzgadas en la plaza pública a causa de adulterio.

Que la Virgen María nos recuerde siempre a nuestras antepasadas, que tenían que vestirse de hombre, como Santa Juana de Arco, para cumplir la palabra del Señor. Y aun así, morimos en la hoguera.

Wicca apretó la cuchara de palo con las dos manos y extendió sus brazos hacia adelante.

– Aquí está el símbolo del martirio de nuestras antepasadas. Que la llama que devoró sus cuerpos mantenga siempre encendidas nuestras almas. Porque ellas están en nosotros. Porque nosotras somos ellas.

Y tiró la cuchara de palo a la hoguera.

Brida continuó ejecutando los rituales que Wicca le había enseñado. Mantenía la vela siempre encendida, danzaba el ruido del mundo. Anotaba en el Libro de las Sombras los encuentros con la hechicera y frecuentaba el bosque sagrado dos veces por semana. Advirtió, para su sorpresa, que ya estaba entendiendo algo de hierbas y plantas.

Pero las voces que Wicca deseaba despertar no aparecían.

Tampoco conseguía ver el punto luminoso.

"Quién sabe si aún no conozco a mi Otra Parte", pensó, con cierto miedo. Éste era el destino de quien conocía la Tradición de la Luna: jamás engañarse sobre el hombre de su vida. Significaba decir que nunca más, a partir del momento en que se transformase en una hechicera de verdad, iba a tener las ilusiones que todas las otras personas tenían en el amor. Significaba sufrir menos, es verdad -tal vez significase incluso no sufrir nada-, porque podía amar todo más intensamente; la Otra Parte era una misión divina en la vida de cada persona. Aun cuando ella tuviese que irse un día, el amor por la Otra Parte -así lo enseñaban las Tradicionesera coronado de gloria, de comprensión y de una nostalgia purificadora.

Pero significaba también que, a partir del momento en que pudiese ver el punto luminoso, no tendría los encantos de la Otra Parte del Amor. Brida pensaba en las muchas veces en que se atormentó de pasión, en las noches que pasó despierta, esperando a alguien que no telefoneaba, en los fines de semana románticos que no resistían a la semana siguiente, en las fiestas con miradas ansiosas en todas direcciones, en la alegría de la conquista sólo para probar que era posible, en la tristeza de la soledad, cuando estaba segura de que el novio de una amiga suya era exactamente el único hombre en el mundo capaz de hacerla feliz. Todo aquello era parte de su mundo y del mundo de todas las personas que conocía. Esto era el amor, y de esta manera las personas buscaban a su Otra Parte desde el comienzo de los tiempos, mirando en los ojos, procurando descubrir el brillo y el deseo. Nunca había dado valor a estas cosas, al contrario, pensaba que era inútil sufrir por alguien, inútil morirse de miedo por no encontrar otra persona con quien compartir su vida. Ahora, cuando podía librarse ya de este miedo, pasó a no estar segura de lo que quería.

"¿Es que realmente quiero ver el punto luminoso?" Se acordó del Mago, empezó a creer que él tenía razón, y la Tradición del Sol era la única manera correcta de lidiar con el Amor. Pero no podía cambiar de idea ahora; conocía un camino, y tenía que ir hasta el final. Sabía que, si desistía, iba a ser cada vez más difícil hacer cualquier elección en la vida.

Cierta tarde, después de una larga clase sobre los rituales que eran utilizados por las antiguas hechiceras para provocar la lluvia y que Brida tenía que anotar en su Libro de las Sombras, aun cuando nunca fuera a utilizarlos-, Wicca le preguntó si usaba todas las ropas que poseía.

– Claro que no -fue la respuesta.

– Pues, a partir de esta semana, utiliza todo lo que esté en tu armario.

Brida creyó que no había entendido bien.

– Todo lo que contiene nuestra energía debe estar siempre en movimiento -dijo Wicca-. Las ropas que tú compraste forman parte de ti y representan momentos especiales. Momentos en que tú saliste de casa dispuesta a hacerte a ti misma un regalo, porque estabas contenta con el mundo. Momentos en que alguien te hizo daño, y tenías que compensar aquello. Momentos en que tú creíste que era necesario cambiar de vida. Las ropas siempre transforman emoción en materia. Son uno de los puentes entre lo visible y lo invisible. Existen ciertas ropas que, inclusive, son capaces de hacer daño, porque fueron hechas para otras personas y acabaron en tus manos.

Brida entendía lo que estaba diciendo. Había cosas que no conseguía usar; siempre que se las ponía, algo malo terminaba sucediendo.

– Deshazte de las ropas que no fueron hechas para ti…-insistió Wicca-. Y usa todas las otras. Es importante mantener siempre la tierra revuelta, la ola con espuma y la emoción en movimiento. El Universo entero se mueve: no podemos quedarnos paradas.


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