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Se sintió orgullosa de sus discípulas y de sus discípulos, capaces de sacrificar la comodidad de un mundo ya explicado por el desafío de descubrir un mundo nuevo.

Volvió a mirar a las tres mujeres desnudas, echadas en el suelo con los brazos abiertos y procuró vestirlas nuevamente con el color del aura que emanaban. Ellas ahora caminaban por el Tiempo y se encontraban con muchas Otras Partes perdidas. Aquellas tres mujeres iban a sumergirse, a partir de esta noche, en la misión que las esperaba desde que nacieron. Una de ellas debía tener más de sesenta años; la edad no tenía la menor importancia. Lo importante era que finalmente estaban ante el destino que pacientemente las aguardaba, y a partir de aquella noche iban a utilizar los Dones para evitar que plantas importantes del jardín de Dios fuesen destruidas. Cada una de aquellas personas llegó hasta allí por motivos diferentes; una desilusión amorosa, el cansancio de la rutina, la búsqueda del Poder. Habían enfrentado el miedo, la pereza y las muchas decepciones de quien sigue el camino de la magia. Pero el hecho es que llegaron exactamente donde tenían que llegar, porque la Mano de Dios siempre guía a aquel que sigue su camino con fe.

"La Tradición de la Luna es fascinante, con sus Maestros y sus rituales. Pero existe otra Tradición", pensó el Mago, con los ojos fijos en Brida, y con una cierta envidia de Wicca, que iba a estar cerca de ella durante mucho tiempo. Mucho más difícil, porque era más sencillo y las cosas sencillas siempre parecen demasiado complicadas. Sus Maestros estaban en el mundo y no siempre sabían la grandeza de aquello que enseñaban, porque enseñaban por un impulso que generalmente parecía absurdo. Eran carpinteros, poetas, matemáticos, gente de todas las profesiones y hábitos, que vivían en todos los lugares del planeta. Gente que en algún instante sintió necesidad de hablar con alguien, de explicar un sentimiento que no comprendía bien, pero que era imposible guardar para sí mismo, y ésta era la manera que la Tradición del Sol utilizaba para que su sabiduría no se perdiese. El impulso de la Creación.

Dondequiera que el hombre pusiese sus pies, había siempre un vestigio de la Tradición del Sol. A veces una escultura, a veces una mesa, otras los fragmentos de un poema transmitido de generación en generación por un pueblo determinado. Las personas a través de las cuales la Tradición del Sol hablaba eran personas iguales a todas las otras, y que cierta mañana -o cierta tarde- miraron el mundo y comprendieron la presencia de algo superior. Se habían zambullido sin querer en un mar desconocido y la mayor parte de las veces rehusaban volver allí de nuevo. Todas las personas vivas poseían, por lo menos una vez en cada encarnación, el secreto del Universo.

Se zambullían sin querer en la Noche Oscura. La pena es que casi siempre les faltaba confianza en sí mismas y no querían volver. Y el Sagrado Corazón, que alimentaba al mundo con su amor, su paz y su entrega completa se veía otra vez rodeado de espinas.

Wicca se sentía agradecida por ser una Maestra de la Tradición de la Luna. Todas las personas que se acercaban a ella querían aprender, mientras que, en la Tradición del Sol, la mayor parte siempre quería huir de lo que la vida les estaba enseñando.

"Esto ya no tiene importancia", pensó Wicca. Porque el tiempo de los milagros estaba retornando una vez más y nadie podía quedar ajeno a los cambios que el mundo empezaba a experimentar a partir de ahora. En pocos años la fuerza de la Tradición del Sol iba a manifestarse con toda su luz. Todas las personas que no siguiesen su camino empezarían a sentirse insatisfechas consigo mismas, serían forzadas a escoger.

O aceptar una existencia rodeada de desilusión y dolor, o entender que todo el mundo nació para ser feliz. Después de realizada la elección, no habría más posibilidad de cambiar; y la gran lucha, la fibad, sería trabada.

Con un movimiento perfecto de mano, Wicca trazó un círculo en el aire usando la daga. Dentro del círculo invisible dibujó la estrella de cinco puntas que los brujos llaman Pentagrama. El Pentagrama era el símbolo de los elementos que actuaban en el hombre y, a través de él, las mujeres tumbadas en el suelo entrarían ahora en contacto con el mundo de la luz.

– Cerrad los ojos -dijo Wicca. Las tres mujeres obedecieron.

Wicca hizo los pasos rituales con la daga, en la cabeza de cada una de ellas.

Ahora abrid los ojos de vuestras almas.

Brida los abrió. Estaba en un desierto y el lugar le parecía muy familiar.

Se acordó que ya había estado allí antes. Con el Mago.

Lo buscó con los ojos, pero no conseguía encontrarlo. Sin embargo, no tenía miedo; se sentía tranquila y feliz. Sabía quién era, la ciudad donde vivía, sabía que en otro lugar del tiempo estaba teniendo lugar una fiesta. Pero nada de eso tenía importancia, porque el paisaje que se le ofrecía era todavía más bonito: las arenas, montañas al fondo y una enorme piedra delante de ella.

– Bienvenida -dijo una voz.

A su lado estaba un señor, con ropas parecidas a las que vestían sus abuelos.

– Soy el Maestro de Wicca. Cuando tú llegues a ser Maestra, tus discípulas vendrán a encontrar a Wicca aquí. Y así en lo sucesivo, hasta que el Alma del Mundo consiga manifestarse.

– Estoy en un ritual de brujas -dijo Brida-. En un Sabbat.

El Maestro rió.

– Has enfrentado tu Camino. Pocas personas tienen el valor de hacerlo. Prefieren seguir un camino que no.es el de ellas.

"Todas poseen su Don y no lo quieren ver. Tú lo aceptaste, tu encuentro con el Don es tu encuentro con el Mundo."

– ¿Por qué necesito esto?

– Para construir el jardín de Dios.

– Tengo una vida por delante -dijo Brida-. Quiero vivirla como todas las personas la viven. Quiero poder equivocarme. Quiero poder ser egoísta. Tener fallas, ¿me entiende?

El Maestro sonrió. De su mano derecha surgió un manto azul.

– No existe otra forma de estar cerca de las personas sino ser una de ellas.

El escenario a su regreso cambió. Ya no estaba en el desierto, sino en una especie de líquido, donde varias cosas extrañas nadaban.

– Así es la vida -dijo el Maestro-. Equivocarse. Las células se reproducían exactamente igual durante millones de años hasta que una de ellas erraba. Y, a causa de esto, algo era capaz de cambiar en aquella repetición inacabable.

Brida miraba, deslumbrada, el mar. No preguntaba cómo era capaz de respirar allí dentro. Todo lo que conseguía oír era la voz del Maestro, todo lo que conseguía recordar era un viaje muy parecido, que había comenzado en un campo de trigo.

– Fue el error lo que colocó al mudo en marcha-dijo el Maestro-. jamás tenga miedo de errar.

– Pero Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso. -Y volverán un día. Conociendo el milagro de los cielos y de los mundos. Dios sabía lo que estaba haciendo cuando llamó la atención de ambos hacia el árbol del Bien y del Mal.

Si no hubiera querido que los dos comiesen, no habría dicho nada.

– Entonces, ¿por qué lo dijo?

– Para colocar al Universo en movimiento.

El escenario cambió otra vez al desierto con la piedra. Era por la mañana y una luz rosada comenzaba a inundar el horizonte. El Maestro se aproximó a ella con el manto.

– Yo te consagro en este momento. Tu Don es el instrumento de Dios. Que consigas ser una buena herramienta.

Wicca levantó con las dos manos el vestido de la más joven de las tres mujeres. Hizo un ofrecimiento simbólico a los sacerdotes celtas que asistían a todo, flotando con sus cuerpos astrales sobre los árboles. Después se volvió hacia la joven.

– Levántate -dijo.

Brida se levantó. En su cuerpo desnudo danzaban las sombras de la hoguera. Algún día, otro cuerpo había sido consumido por estas mismas llamas. Pero ese tiempo había terminado.

– Levanta los brazos.

Ella los levantó. Wicca la vistió.

– Estaba desnuda -le dijo al Maestro, cuando él terminó de colocarle el manto azul-. Y no tenía vergüenza. -Si no fuese por la vergüenza, Dios no habría descubierto que Adán y Eva comieron la manzana.

El Maestro miraba el nacimiento del sol. Parecía distraído pero no lo estaba. Brida lo sabía.

Jamás tengas vergüenza -continuó él-. Acepta lo que la vida te ofrece y procura beber de las copas que tienes delante. Todos los vinos deben ser bebidos; algunos, apenas un trago; otros, la botella entera. -¿Cómo puedo distinguir esto?

– Por el sabor. Sólo conoce el vino bueno quien probó el vino amargo.

Wicca giró a Brida y la colocó de cara a la hoguera, mientras pasaba a la Iniciada siguiente. El fuego captaba la energía de su Don, para que pudiese manifestarse definitivamente en ella. En aquel momento, Brida debía estar asistiendo al nacimiento de un sol. Un sol que pasaría a iluminar el resto de su vida.

Ahora tienes que irte -dijo el Maestro, en cuanto el sol terminó de nacer.

– No tengo miedo de mi Don -respondió Brida-. Sé hacia dónde voy, sé lo que tengo que hacer. Sé que alguien me ayudó. Ya estuve aquí antes. Había personas que danzaban y un templo secreto de la Tradición de la Luna.

El Maestro no dijo nada. Se giró hacia ella e hizo una señal con la mano derecha.

– Has sido aceptada. Que tu camino sea de Paz, en los momentos de Paz. Y de Combate, en los momentos de Combate. Jamás confundas un momento con otro.

La figura del Maestro comenzó a disolverse junto con el desierto y con la piedra. Quedó apenas el sol, pero el sol comenzó a confundirse con el propio cielo. Poco a poco el cielo se oscureció y el sol se parecía mucho a las llamas de una hoguera.

Había regresado. Se acordaba de todo: los ruidos, las palmas, la danza, el trance. Se acordaba de haberse quitado la ropa delante de todas aquellas personas y ahora sentía una cierta turbación. Procuró dominar la vergüenza, el miedo, la ansiedad; ellos la acompañarían siempre y tenía que acostumbrarse.

Wicca pidió que las tres iniciadas se colocaran justo en el centro del semicírculo formado por las mujeres. Las hechiceras se dieron las manos y cerraron la rueda.

Cantaron músicas que nadie más osó acompañar; el sonido fluía de labios casi cerrados, creando una vibración extraña, que se tornaba cada vez más aguda, hasta parecer el grito de un pájaro loco. En el futuro también ella sabría cómo pronunciar estos sonidos. Aprendería muchas más cosas, hasta llegar a ser también una Maestra. Entonces, otras mujeres y hombres serían iniciados por ella en la Tradición de la Luna.


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