Yo digo que no. La herramienta para no sufrir no debería ser el no compromiso sino el desapego. Si mañana esto que tanto placer te da se termina, sé capaz de dejarlo ir, pero mientras está, TODO debe ser compromiso. Yo no soy ejemplo de nada pero tengo sobre el punto una postura que comparto con mi pareja. Mi esposa y yo tenemos un pacto entre nosotros que establecimos hace más de treinta años y que determina claramente que el día que alguno de los dos decida que no quiere estar más al lado del otro, deberemos separarnos, no el día después, ese día. Creer que por esto yo no estoy comprometido con mi esposa después de 26 años de casado, me parece una liviandad. Yo creo que vivimos como cada persona que se compromete por amor en lugar de creer que ama por compromiso Y esto no implica aferrar, ni pensar que tu vida depende de ello, ni quedarse colgando del otro, ni retener a nadie. No creo que la solución sea ser "light". Creo que la solución es estar comprometidamente mientras dure y comprometidamente salirte cuando se terminó.

Comprometidamente pesquisar, detectar y evaluar si esto que tengo es lo que tengo o es el cadáver de aquello que tuve. Y si es el cadáver asumir el compromiso de deshacerme de él. No estoy para nada de acuerdo con la falta de compromiso. Lo que pasa es que creo que compromiso no quiere decir apego, quiere decir poner toda mi energía al servicio de esto que está pasando, y también en función de separarme de lo que se terminó. Y yo digo, a veces no soltar es la muerte. A veces la vida está relacionada con soltar lo que alguna vez nos salvó. Soltar las cosas a las cuales nos aferramos intensamente creyendo que tenerlas es lo que nos va a seguir salvando de la caída. Todos tenemos una tendencia a aferrarnos de las ideas, a las personas y a las vivencias. Nos aferramos a los vínculos, a los espacios físicos, a los lugares conocidos, con la certeza de que esto es lo único que nos puede salvar. Creemos en lo "malo conocido" como aconseja el dicho popular. Y aunque intuitivamente nos damos cuenta de que aferrarnos a esto significará la muerte, seguimos anclados a lo que ya no sirve, a lo que ya no está, temblando por nuestras fantaseadas consecuencias de soltarlo.

Lo que sigue: Cuando hablamos del camino de las lágrimas hablamos de aprender a enfrentarnos con las pérdidas desde un lugar diferente. Quiere decir no sólo desde el lugar inmediato del dolor que, como dijimos, siempre existe, sino también desde algo más, desde la posibilidad de valorar el recorrido a la luz de lo que sigue. Y lo que sigue, después de haber llorado cada pérdida, después de haber elaborado el duelo de cada ausencia, después de habernos animado a soltar, es el encuentro con uno mismo. Enriquecido por aquello que hoy ya no tengo pero pasó por mí y también por la experiencia vivida en el proceso. Pero es horrible admitir que cada pérdida conlleva una ganancia Que cada dolor frente a una pérdida terminará necesariamente con un rédito para mí. Y sin embargo no hay pérdida que no implique una ganancia, un crecimiento personal. Me dirás: "Es horrible pensar que la muerte de un ser querido significa una ganancia para mí" Yo entiendo, y puedo dejar afuera de esta conversación la muerte de un ser querido, puedo ponerla en el casillero de las excepciones aunque no me lo creo. Lo que nos complica en este punto es pensar en lo "deseable" de la idea de ganancia mezclado con lo "detestable" de la idea de la pérdida de un ser querido. Quizás sea más fácil aceptar lo que digo si te aclaro que de alguna manera estoy hablando de un crecimiento que se cosecha como consecuencia del indeseable momento del duelo y no de lo beneficioso de pasar por la situación de la muerte de un ser querido. En todo caso la muerte de algún ser querido es un hecho inevitable en nuestras vidas y el crecimiento que de eso deviene también. De todas maneras podemos establecer provisoriamente que estas son situaciones especiales. Dejemos aparte la muerte de los que amamos y vamos a hablar por el momento de todas las otras pérdidas.

Vamos a tratar de mostrar y demostrar durante todo este capítulo que en cada pérdida hay una ganancia que es un pasaporte para vivir mejor. Cuando le preguntamos a la gente cómo le va, nos enteramos de que la mayoría de la gente dice que no le va bien. Si uno ahora le pregunta si sufre, nos dice que sí. Algunos mucho, otros poco, pero la mayoría dice que sufre. Y a nadie le gusta sufrir. ¿Por qué cosas sufre la gente?

Sufrimos, dicen los que saben, porque hay algo deseado que no tenemos, porque algo estamos perdiendo, porque creemos que para algunas cosas ya es tarde. Pero el sufrimiento, decía Buda, tiene una sola raíz y esa raíz es el anhelo. Y el anhelo al que Buda refiere es el deseo. Y como esto es la raíz del sufrimiento, dice Buda, el sufrimiento tiene solución. La solución es dejar de desear. Dejá de pretender tener todo lo que querés y el sufrimiento va a desaparecer. El sacerdote jesuita Anthony De Mello jugaba a veces en sus charlas: – ¿Quieres ser feliz? -decía-. Yo puedo darte la felicidad en este preciso momento, puedo asegurarte la felicidad para siempre. ¿Quién acepta? Y varios de los presentes levantaban la mano… – Muy bien -seguía De Mello- Te cambio tu felicidad por todo lo que tienes, dame todo lo que tienes y yo te doy la felicidad. La gente lo miraba. Creían que él hablaba simbólicamente. – Y te lo garantizo -confirmaba-No es broma. Las manos empezaban a descender… y él decía: -Ahhh… No quieren. Ninguno quiere. Y entonces él explicaba que identificamos nuestro ser felices con nuestro confort, con el éxito, con la gloria, con el poder, con el aplauso, con el dinero, con el gozo y con el placer instantáneo. No parecemos dispuestos a renunciar a nada de lo deseado. Aunque sabemos que gran parte de nuestro sufrimiento proviene de lo que hacemos diariamente para tener estas cosas, nadie consigue hacernos creer que si renunciamos a esto dejaríamos de sufrir.

Y sin embargo es tan claro. Somos como el alpinista, aferrados a la búsqueda de las cosas como si fuera la soga que nos va a salvar. No nos animamos a soltar este pensamiento porque pensamos que sin posesiones lo que sigue es el cadalso, la muerte, la desaparición. Y entonces no hay ninguna posibilidad de dejar de sufrir, porque esta idea, la de soltar las cosas para recorrer el camino más liviano, es desconocida. Sabemos que lo conocido nos ocasiona sufrimiento pero no estamos dispuestos a renunciar a ello. Todo esto genera en nosotros una cierta contradicción. Porque nos es imposible dejar de desear y también es imposible poseer infinitamente y para siempre todo lo que deseo. No somos omnipotentes, ninguno de nosotros puede ni podrá jamás tener todo lo que desea ¿Existe la solución? Yo creo que existe. Es la posibilidad de entrar y salir del deseo. Es desarrollar la habilidad de desear sin quedarme pegado a este deseo, querer sin agarrarme como se agarra un alpinista a la soga que cree que le va a salvar la vida. Aprender a soltar. Por supuesto que me gusta viajar en el auto más caro que hay de aquí a cinco cuadras, ¿pero debería sufrir si ese auto no está disponible para mí? Yo digo que si el auto está sería maravilloso disfrutar de un paseo en ese auto, pero si no está ese auto, quizás haya otro auto y si no quizás pueda caminar, y si llueve, quizás pueda conseguir un paraguas, y si

no quizás pueda renunciar a ir… Y si me apurás mucho y renuncio a ciertos hábitos, quizás, gracias a que el auto no está disponible, quizás pueda disfrutar de caminar bajo la lluvia. Si yo puedo ser feliz en cualquiera de estos casos, si yo puedo tener grados de alegría en cada una de estas situaciones, entonces no hay ningún sufrimiento que me espere. Pero si yo fijo gran parte de mis ilusiones en que este auto me lleve…

"Ahhh…qué gran defraudación" "Ohhh…qué terrible pérdida"

"Ehhh…siempre fui en auto" "Uhhh…yo no puedo soportar tener que caminar". Ahora el sufrimiento está garantizado. Sin embargo es obvio que mi felicidad no puede pasar por ir en auto. Si me doy cuenta de que de ninguna manera pasa por ir o no en auto, debe pasar por otro lado. ¿Se trata de una conducta masoquista? Tampoco. ¿Entonces? ¿Qué es lo que me hace sufrir? El tema está en mi apego, en mi manera de relacionarme con mis deseos. El problema es no saber entrar y salir de las situaciones. No poder aceptar la conexión y la desconexión con las cosas. No haber aprendido que el obtener y el perder son parte de la dinámica normal de la vida considerada feliz. Te preguntarás por qué me desvío hacia la felicidad, el apego y la


Перейти на страницу:
Изменить размер шрифта: