– Ahora otra exclusiva de Sky Hubbard -oyó que anunciaba Hubbard-.
Mañana a las ocho de la tarde, Hollywood volverá a ganarse una vez más el derecho a llamarse "La Capital Mundial del Esplendor" con el fulgurante estreno mundial de "La prostituta real", protagonizada por la singular Sharon Fields, el símbolo sexual internacional número uno, que recientemente ha sido designada como la actriz más taquillera por las publicaciones "Variety, Hollywood Reporter y Film Daily".
Con la producción de esta película, cuyo presupuesto ha ascendido a quince millones de dólares, siendo la primera epopeya tradicional que se rueda en muchos años la Aurora Films vuelve por sus viejos fueros taquilleros ofreciendo a los espectadores de televisión una película de época y ambiente histórico.
A ello se añade la inimitable y acusada sensualidad del personaje central interpretado por Sharon Fields y la rutilante presencia de la misma señorita Fields, la actriz más taquillera del momento.
Shively se bebió la cerveza y siguió contemplando la pantalla mientras Sky Hubbard seguía con su perorata.
– A la edad de veintiocho años, con éxito ininterrumpido, Sharon Fields ha alcanzado el pináculo convirtiéndose en la máxima diosa mundial del amor.
En "La prostituta real" desempeña un papel en el que puede proyectar su más acusada cualidad: la sexualidad.
La película es la auténtica biografía de la emperatriz Valeria Mesalina, tercera esposa del emperador Claudio de la antigua Roma y la más célebre adúltera y ninfómana de la historia.
Las relaciones amorosas y el escandaloso comportamiento de Mesalina eran legendarios.
Tenemos entendido que Sharon Fields ofrece una interpretación memorable de la figura de la escandalosa emperatriz.
Bien, y ahora la exclusiva que les hemos prometido.
Por gentileza de la Aurora Films, vamos a ofrecerle un "trailer" de una de las más sensacionales escenas de lo que promete ser el mayor éxito de Sharon Fields.
Aquí, mientras César Claudio se encuentra ausente dirigiendo una invasión de las Islas Británicas por parte de sus tropas, Sharon Fields en el papel de Mesalina danza semidesnuda sobre una plataforma levantada en el Foro de Roma, en una especie de prólogo a una orgía pública.
Por primera vez, a Shively empezó a interesarle la pantalla.
Y allí estaba el "trailer", un plano en el que aparecía Sharon Fields ascendiendo a una plataforma aclamada por miles de jaraneros borrachos.
Ahora la cámara se le estaba acercando para captar un primer plano.
Shively silbó involuntariamente y sus ojos se abrieron al contemplar a la voluptuosa Sharon con su renombrado busto lechoso apenas cubierto por unas sartas de abalorios, con el vientre y la espalda y las posaderas al aire, prácticamente desnuda de no ser por una V de abalorios que le cubría las partes más íntimas.
Se agitaba y ondulaba, su busto se movía, las blancas caderas oscilaban, sexualidad pura, todo sexualidad, mientras el primer plano mostraba su enmarañada melena rubia, sus soñolientos y suaves ojos verdes y sus húmedos labios entreabiertos y después su voz jadeante y gutural llamando a todos los varones de Roma y a todos los varones del siglo XX: "¡Vamos, vamos, acercaos a mí!" Súbitamente terminó el "trailer" y la cámara volvió a enfocar al comentarista Sky Hubbard.
– Jamás ha habido en toda la historia del cine un símbolo sexual tan ampliamente venerado y deseado como Sharon Fields -estaba diciendo.
Rápidamente, una serie de fotografías de Sharon Fields y carteles en los que ésta aparecía en provocadoras posturas en distintas fases de desnudez, mientras Hubbard seguía hablando-: Ninguna diosa del amor del pasado -ni Clara Bow, ni Jean Harlow, ni Rita Hayworth, ni Marilyn Monroe, ni Elizabeth Taylor-ha conseguido prender jamás en la imaginación del público como Sharon Fields.
Lo que una célebre escritora británica dijo a propósito de Marilyn Monroe puede aplicarse indudablemente a Sharon Fields.
"Correspondía a nuestro deseo de librarnos de la fantasía para hundirnos en la realidad más auténtica.
Colmaba nuestro anhelo, de enfrentarnos con nuestros deseos eróticos sin romanticismos ni distracciones".
Tal como ha reconocido sinceramente la propia señorita Fields: "En el fondo soy una criatura sexual. Lo somos todos.
Pero la mayoría de las personas temen enfrentarse con esta faceta de su naturaleza. Yo no.
Creo que interesarse por la sexualidad es algo normal. No lo oculto.
Tal vez por eso les resulto seductora a los hombres".
– Hace unas horas he conversado a este respecto con Justin Rhodes, el productor de su más reciente película.
"Sí, en Sharon eso es cierto -me ha dicho-.
No puede evitar ser seductora.
Si hubiera vivido algunos cientos de años atrás, hubiera sido sin lugar a dudas la amante de un rey.
Pero tenemos la suerte de que nos pertenezca a nosotros.
"Eso ha dicho Justin Rhodes.
Como es natural, sus admiradores conocen de sobra la despreocupada vida personal de la señorita Fields y sus escapadas si bien últimamente se la ha visto con menos frecuencia, por lo menos en público.
Pero mañana por la tarde volverá a estar con nosotros no sólo en la pantalla sino personalmente cuando asista al estreno que tendrá lugar en el Teatro Chino de Grauman.
Se nos dice que próximamente viajará a Inglaterra para tomarse un período de descanso, pero nosotros nos preguntamos: ¿Será para descansar o bien para reanudar sus relaciones con su más reciente y romántico interés, el actor británico, Roger Clay? Seguiremos el noticiario de las once tras la pausa comercial.
La última fotografía de Sharon Fields en la pantalla de televisión -Sharon tendida desnuda en una cama con una sábana blanca entre sus carnosos muslos y cubriéndole el busto-había sido sustituida bruscamente por el anuncio de un detergente.
– ¡Santo cielo! -exclamó Shively sin dirigirse a nadie en particular-.
¡Cómo me he puesto! Miró al atontado de Brunner, sentado a su derecha.
Brunner permanecía sentado en silencio, lamiéndose los resecos labios.
Shively se dirigió al hombre que tenía a la izquierda, un corpulento y colorado sujeto muy llamativamente vestido, de unos cuarenta y tantos años, y comprendió que con éste podría charlar.
El tipo debía de haber estado contemplando a Sharon Fields, porque mantenía los hambrientos ojos como pegados a la pantalla.
– Me llamo Kyle Shively -dijo Shively-.
¿Qué le parece? -Yo me llamo Howard Yost -dijo el tipo corpulento girando en el taburete-y me parece que no ha habido jamás una hembra con mejores hechuras.
– Sí -dijo Shively-, se explica usted muy bien.
– Mire, le digo que, viéndola, sería capaz de hacer cualquier cosa por pasar una noche con una mujer así.
Acostarme con ella sería lo más grande de mi vida.
¿Está de acuerdo conmigo, señor?
– ¿Que si estoy de acuerdo? -repitió Yost-.
Pues, mire, cambiaría a mi señora y a mis dos niños y a todos mis clientes por una sola vez con alguien como esta Sharon Fields.
Una larga noche con ella y después ya nada me importaría. Moriría dichoso.
Inesperadamente, el de las pompas fúnebres o lo que fuera se inclinó sobre la barra mirando a los dos hombres.
Subiéndose las gafas, Leo Brunner empezó a hablar.
– Sí, me muestro inclinado a estar de acuerdo con ustedes.
Una aventura con la señorita Fields tal como usted la ha descrito merecería cualquier cosa.
Pero las personas como nosotros… -sacudió tristemente la cabeza-no tenemos la oportunidad de ver cumplido este sueño.
– Pues claro que la tenemos -dijo una firme voz a su espalda.
Sorprendido, Shively miró por encima del hombro y tanto Brunner como Yost se volvieron para ver quién había hablado.
El interlocutor era un joven de unos veintitantos años, pensó, Shively, sentado junto a una mesa de allí cerca, un muchacho bastante bien parecido, de cabello castaño oscuro mandíbula cuadrada, vestido con una gastada chaqueta gris de pana, un ancho cinturón de cuero y unos ajustados pantalones de punto.