їPor quй estas personas no usan apodos?, pensу Cordelia desalentada. Como de costumbre, con excepciуn de ella todos los demбs parecнan conocerse. Se imaginу a sн misma iniciando una conversaciуn: «Eh, usted, Vor-lo que sea…» Se aferrу al brazo de Aral con mбs firmeza, tratando de parecer misteriosa y exуtica, en lugar de cohibida y desorientada.

En otro salуn se realizaba la pequeсa ceremonia con las bolsas de oro; los condes o sus representantes formaban una fila para cumplir con su obligaciуn, pronunciando unas pocas palabras formales. A pesar de la hora, el emperador Gregor se hallaba sentado en una banqueta alta con su madre. Parecнa pequeсo y atrapado, y realizaba valientes esfuerzos para contener los bostezos. Cordelia se preguntу si las bolsas con monedas llegarнan a sus manos alguna vez, o si simplemente volverнan a circular para ser ofrecidas nuevamente al aсo siguiente. Menuda fiesta de cumpleaсos. No habнa ningъn otro niсo a la vista. Pero los condes desfilaban bastante rбpido, por lo que era probable que el pequeсo pudiese escapar pronto.

Un oficial de uniforme rojo y azul se hincу frente a Gregor y a Kareen, presentando su bolsa de seda roja oscura y dorada. Cordelia reconociу al conde Vidal Vordarian, el hombre a quien Aral describiera amablemente como «lнder del segundo partido mбs conservador». Eso significaba que sus ideas polнticas eran muy similares a las del conde Piotr, pero el tono de su esposo le habнa hecho sospechar que mбs bien era un «fanбtico del Aislamiento». No tenнa aspecto de fanбtico Sin la ira de aquella noche su rostro resultaba mucho mas agradable; el hombre se volviу hacia la princesa Kareen y dijo algo, ante lo cual ella alzу el mentуn y se echу a reнr. Con cierta familiaridad, Vordarian posу una mano sobre su rodilla, y ella la cubriу con la propia por unos instantes. Entonces йl se levantу y se despidiу con una reverencia, para dejar paso al siguiente hombre. La sonrisa de Kareen se desvaneciу en cuanto Vordarian le hubo vuelto la espalda.

La mirada triste de Gregor se posу sobre Aral, Cordelia y Droushnakovi; el niсo se volviу para hablar con su madre. Kareen llamу a un guardia y momentos despuйs un jefe de guardia se acercу a ellos, pidiendo permiso para llevarse a Drou. Ocupу su lugar un joven discreto que los seguнa a cierta distancia, sin perderlos de vista pero sin escuchar sus conversaciones.

Muy pronto Cordelia y Aral se reunieron con lord y lady Vorpatril, dos personas con quienes Cordelia se atrevнa a hablar sin tantos remilgos polнtico-sociales. El capitбn Vorpatril lucнa un uniforme de desfile rojo y azul, con el cual se veнa muy apuesto. La seсora Vorpatril estaba resplandeciente con un vestido color cornalina, con rosas entrelazadas en su cascada de cabellos negros, maravillosos contra su tez blanca y aterciopelada. Eran una arquetнpica pareja Vor, sofisticada y serena, pensу Cordelia, aunque el efecto se malogrу un poco cuando comenzу a notarse que el capitбn Vorpatril estaba ebrio.

De todos modos, era un borracho alegre cuya personalidad sуlo se exageraba un poco, sin llegar a transformarse en algo desagradable.

Vorkosigan, acuciado por algunos hombres en cuyos ojos se leнa un propуsito, dejу a Cordelia con la seсora Vorpatril. Las dos mujeres se sirvieron unos canapйs de las elegantes bandejas servidas por criados humanos, y compararon sus informes obstйtricos. Lord Vorpatril se disculpу rбpidamente para ir tras de una bandeja con copas de vino. Alys planeу los colores y el corte del siguiente vestido de Cordelia.

— Blanco y negro, para la Feria de Invierno — afirmу con autoridad.

Cordelia asintiу levemente con un gesto, preguntбndose si en algъn momento se sentarнan a comer en serio o si seguirнan picoteando de las bandejas.

Alys la condujo hasta el servicio de seсoras, lugar muy concurrido por ambas en esas йpocas del embarazo, y al regresar la presentу ante varias mujeres de su refinado cнrculo social. Entonces Alys se embarcу en una animada discusiуn con una vieja amiga acerca de la inminente fiesta que la mujer organizarнa para su hija, y Cordelia se fue haciendo a un lado.

Al fin retrocediу y logrу apartarse (tratу de no pensar «de la manada») para disfrutar unos momentos de silenciosa contemplaciуn. Quй mezcla tan extraсa era Barrayar, en un momento hogareсo y familiar, y al siguiente ajeno y aterrador; el espectбculo no estaba nada mal, aunque… ЎAh! Eso era lo que faltaba, comprendiу finalmente. En Colonia Beta una ceremonia de semejante magnitud hubiese tenido una cobertura completa por holovнdeo, para que todo el planeta participara de ella en vivo y en directo. Cada movimiento hubiese sido una danza de meticulosa coreografнa alrededor de las cбmaras y los comentarios del locutor, casi hasta el punto de aniquilar el acontecimiento que se estaba grabando.

Allн no habнa un solo holovнdeo a la vista. Las ъnicas grabaciones eran las que realizaba Seguridad Imperial, quienes tenнan sus propias razones al margen de cualquier coreografнa.

Las personas de ese salуn sуlo bailaban para sн mismas, y su rutilante espectбculo serнa barrido para siempre por el paso del tiempo; al dнa siguiente la celebraciуn sуlo existirнa en los recuerdos.

— їSeсora Vorkosigan?

Cordelia se sobresaltу al oнr la voz amable a su lado. Al volverse se encontrу con el conde comodoro Vordarian. El uniforme rojo y azul denotaba que se encontraba en servicio activo en la jefatura imperial… їen quй departamento? Ah sн, en Operaciones, le habнa dicho Aral. El conde le besу la mano y le sonriу con expresiуn cordial.

— Conde Vordarian — respondiу ella, tambiйn sonriendo. Ya se habнan cruzado las veces suficientes como para dejar de lado las presentaciones, decidiу Cordelia. Y por mбs que ella lo desease, este asunto de la regencia no iba a desaparecer. Ya era hora de que comenzase a establecer algunas relaciones propias para no necesitar la guнa de Aral a cada paso.

— їEstб disfrutando de la fiesta? — le preguntу йl.

— Oh, sн. — Tratу de pensar algo mбs que decir -. Es extremadamente hermosa.

— Tanto como usted, seсora. — Vordarian alzу la copa en un brindis y bebiу un sorbo.

El corazуn de Cordelia dio un vuelco, pero ella identificу el motivo de inmediato. El ъltimo oficial barrayarйs que brindara por ella habнa sido el difunto almirante Vorrutyer, aunque en circunstancias sociales bastante diferentes.

Casualmente, Vordarian habнa repetido su gesto con exactitud. Йste no era momento para recuerdos angustiosos.

Cordelia parpadeу.

— La seсora Vorpatril me ayudу mucho. Es muy generosa.

Vordarian hizo un ligero movimiento hacia su torso. — Tengo entendido que tambiйn debo felicitarla. їEs niсo o niсa?

— їEh? Oh. Sн, un niсo, gracias. Se llamarб Piotr Miles, segъn me han dicho.

— Curioso. Hubiese pensado que el regente habrнa preferido tener una hija primero.

Cordelia lo mirу, sorprendida ante su tono irуnico. — Quedй embarazada antes de que Aral se convirtiera en regente.

— Pero sin duda ya sabнan que iba a recibir la designaciуn.

— Yo no. De todas formas, suponнa que todos los militares de Barrayar se desesperaban por tener hijos varones. їPor quй supone que йl querrнa una niсa? — Yo quiero una hija…

— Presumнa que lord Vorkosigan tendrнa en mente la continuidad de su puesto. їQuй mejor manera de conservar una posiciуn de poder cuando la regencia haya terminado, que convertirse en suegro del emperador?.

Cordelia se quedу asombrada.

— їCree que йl apostarнa la continuidad de un gobierno planetario a la posibilidad de que dos adolescentes se enamoren, dentro de quince aсos?

— їEnamorarse? — Ahora fue йl quien pareciу desconcertado.

— Ustedes los barrayareses estбn… — Se mordiу la lengua para no decir «locos». Hubiese sido una groserнa -. Sin lugar a dudas Aral es mбs… prбctico. — Aunque ella no podнa decir que no fuese romбntico.

— Esto es extremadamente interesante — murmurу йl. Sus ojos se posaron unos instantes sobre su abdomen -. їSupone que йl tiene previsto algo mбs directo?

La mente de Cordelia corrнa en forma tangencial a esa retorcida conversaciуn.

— їCуmo?

Йl sonriу y se alzу de hombros.

Cordelia frunciу el ceсo.

— їSe refiere a que si tuviйramos una niсa, eso es lo que todos pensarнan?

— Sin duda.

Ella exhalу un suspiro.

— Dios. Eso es… No imagino que alguien en su sano juicio pueda querer acercarse al imperio barrayarйs. Por lo que he visto, con ello uno se convierte en blanco de todos los maniбticos resentidos. — En su mente apareciу una imagen del teniente Koudelka, sordo y ensangrentado -. Tambiйn afecta al pobre sujeto que se encuentra cerca del poder.

Йl asintiу con la cabeza.

— Ah sн, ese desafortunado incidente del otro dнa. їLa investigaciуn ha logrado algъn resultado?

— Ninguno, que yo sepa. Negri e Illyan hablan de los cetagandaneses, principalmente. Pero el sujeto que lanzу la granada logrу escapar.

— Quй pena. — Vaciу su copa y la cambiу por otra llena que le ofreciу inmediatamente un criado de librea. Cordelia observу las copas de vino con aсoranza. Pero por el momento deberнa privarse de los venenos metabуlicos. Otra ventaja mбs del estilo betanйs de reproducciуn en rйplicas uterinas. En casa se hubiese podido envenenar libremente mientras su hijo crecнa, atendido las veinticuatro horas por tйcnicos sobrios, seguro y protegido en los bancos de rйplicas. їY si hubiera sido ella la que hubiera sufrido los efectos de esa granada sуnica…? Echу de menos una copa.

Bueno, no necesitaba el etanol para aturdir su mente. La conversaciуn con los barrayareses producнa el mismo efecto. Sus ojos recorrieron el salуn en busca de Aral. Allн estaba, con Kou a su lado, hablando con Piotr y otros dos hombres canosos con libreas de conde. Tal como Aral habнa pronosticado, su audiciуn habнa vuelto a la normalidad al cabo de un par de dнas. De todos modos, movнa los ojos de un rostro al otro, buscando seсales en cualquier gesto o inflexiуn. La copa de vino estaba intacta y no era mбs que un adorno en su mano. Estaba de servicio, sin duda. їAlguna vez volverнa a estar de permiso?

— їSe sintiу muy perturbado por el ataque? — preguntу Vordarian, quien habнa seguido la direcciуn de su mirada.

— їUsted no lo hubiese estado? — respondiу Cordelia -. No lo sй… ha visto tanta violencia en su vida, casi mбs de la que yo puedo imaginar.

— Pero usted no lo conoce desde hace tanto. Sуlo desde Escobar.


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