— Seсora. — dijo en voz baja — їcуmo es posible que el sargento Bothari tenga una hija? Йl no estб casado, їverdad?

— їQuй te parece? їQue se la trajo la cigьeсa? — preguntу Cordelia con expresiуn risueсa.

— No.

A juzgar por su expresiуn, no aprobaba esta falta de seriedad. Cordelia exhalу un suspiro. їCуmo podнa explicбrselo?

— Aunque es bastante parecido. Su rйplica uterina fue enviada desde Escobar despuйs de la guerra. El bebй terminу su gestaciуn en un laboratorio del Hospital Militar, bajo la supervisiуn del doctor Henri.

— їRealmente es de Bothari?

— Oh, sн. Estб certificado genйticamente. Asн fue como identificaron… — Cordelia se detuvo. Debнa tener cuidado.

— їPero, quй es eso de las diecisiete rйplicas uterinas? їY cуmo fue que la bebй entrу en una de ellas? їFue… fue un experimento?

— Transferencia placentaria. Se trata de una operaciуn delicada, incluso para los niveles galбcticos, pero no es experimental. Mira. — Cordelia se detuvo, pensando a toda velocidad -. Te dirй la verdad. — Aunque no toda la verdad -. La pequeсa Elena es hija de Bothari y una joven de Escobar llamada Elena Visconti. Bothari la querнa mucho. Pero despuйs de la guerra, ella no quiso acompaсarlo a Barrayar. La niсa fue concebida, eh… al estilo barrayarйs. Cuando se separaron fue transferida a la rйplica uterina. Existieron varios casos similares. Todas las rйplicas fueron enviadas al Hospital Militar Imperial, donde estaban interesados en aprender mбs acerca de esta tecnologнa. Bothari permaneciу en… terapia mйdica durante bastante tiempo despuйs de la guerra. Cuando saliу, se hizo cargo de la custodia de la niсa.

— їLos otros tambiйn se llevaron a sus bebйs?

— La mayorнa de los padres estaban muertos para ese entonces. Los niсos acabaron en el orfanato del Servicio Imperial. — Listo. Ya le habнa dado la versiуn oficial.

— Oh. — Drou se mirу los pies con el ceсo fruncido -. Eso no… me resulta difнcil imaginar a Bothari… A decir verdad — le confesу con candor -, creo que a Bothari ni siquiera le entregarнa un gatito en custodia. їNo le parece un poco raro?

— Aral y yo lo tenemos vigilado. Creo que, por el momento, Bothari se encuentra bastante bien. Encontrу a la seсora Hysopi por su cuenta, y se ocupa de que tenga todo lo que necesite. їЙl… te ha molestado?

Droushnakovi la mirу sorprendida.

— Es tan grande. Y feo. Y algunos dнas.,, anda murmurando solo. Ademбs, se pasa dнas enteros en cama, enfermo, pero no tiene fiebre ni nada de eso. El jefe de guardia del conde Piotr dice que finge estar enfermo.

— No finge nada. Pero me alegro de que lo menciones. Harй que Aral hable con el comandante.

— їPero usted no le teme nunca? їNi en los malos dнas?

— Podrнa, llorar por Bothari — dijo Cordeнia lentamente -, pero no le temo. Ni en los dнas malos ni en ningъn otro momento. Tъ tampoco deberнas temerle. Es… es un profundo insulto.

— Lo siento. — Droushnakovi arrastrу un zapato sobre la grava -. Es una historia muy triste. No me extraсa que no hable sobre la guerra de Escobar.

— Sн… te agradecerнa que no se la mencionaras. Es muy doloroso para йl.

Desde la aldea, cruzaron el lago en la aeronave y pocos momentos despuйs llegaron a la residencia campestre de los Vorkosigan. Un siglo atrбs, la casa habнa sido un puesto de guardia del fuerte en el promontorio. Las armas modernas habнan hecho que las fortificaciones terrestres resultasen obsoletas, y las viejas construcciones de piedra habнan sido reformadas para usos mбs pacнficos. Evidentemente, el doctor Henn habнa esperado mбs lujo, porque dijo:

— Es mбs pequeсo de lo que habнa imaginado.

El ama de llaves de Piotr habнa preparado un almuerzo en una terraza llena de flores, en el extremo surde la casa, junto a la cocina. Mientras ella conducнa al grupo hasta allн, Cordeнia se acercу al conde Piotr para decirle:

— Gracias por permitirnos invadirle, seсor.

— ЎInvadirme! Йsta es tu casa, querida. Eres libre de invitar a cuantos amigos desees. їHas notado que es la primera vez que lo haces? — Se detuvo con ella en la puerta -. Sabes, cuando mi madre se casу con mi padre, cambiу el decorado de toda la Residencia Vorkosigan. Mi esposa hizo lo mismo cuando nos casamos. Aral tardу tanto en casarse que me temo que ya es hora de ponerla al dнa. їNo te gustarнa ocuparte?

Pero es su casa, pensу Cordelia, Ni siquiera es de Aral…

— Te has posado aquн con tanta suavidad que uno casi temerнa que volvieras a levantar vuelo. — Piotr emitiу una risita, pero su mirada parecнa preocupada.

Cordelia se palmeу el vientre.

— Oh, ya me he posado con todo mi peso, seсor. — Vacilу unos instantes -. A decir verdad, he pensado que serнa agradable tener un tubo elevador en la Residencia Vorkosigan. Contando los dos sуtanos, el бtico y la azotea, hay ocho pisos en la secciуn principal. Es todo un trayecto.

— їUn tubo elevador? Nunca hemos… — Se mordiу la lengua -. їDуnde?

— Podrнa instalarse en el pasillo trasero, junto a las tuberнas, sin modificar la arquitectura interna.

— Eso has pensado. Muy bien. Busca un constructor. Hazlo.

— Me ocuparй de ello maсana, seсor. Gracias. — Alzу las cejas cuando йl le dio la espalda.

Era evidente que el conde Piotr estaba decidido a alentarla, ya que durante el almuerzo se mostrу muy solнcito y cordial con el doctor Henri. Siguiendo el consejo de Cordelia, йste supo responder a su anfitriуn. Piotr le contу todo lo referente al nuevo potrillo nacido en sus caballerizas. La criatura era un pura sangre con certificado genйtico, y habнa sido importado de la Tierra a gran coste, como un embriуn congelado, para ser implantado en una yegua de raza mixta. Piotr habнa supervisado con gran ansiedad toda la gestaciуn. Henri expresу un gran interйs tйcnico y, despuйs de almorzar, el conde lo acompaсу a las caballerizas para que pudiese inspeccionar a las grandes bestias.

— Quisiera descansar un rato — se disculpу Cordelia -. Ve con ellos, Drou. El sargento Bothari se quedarб conmigo. — En realidad, Cordelia estaba preocupada por Bothari. No habнa comido un solo bocado durante el almuerzo, y hacнa mбs de una hora que no pronunciaba palabra.

Indecisa pero profundamente interesada por los caballos, Drou permitiу que la convencieran. Los tres se marcharon colina arriba. Cordelia los observу alejarse, y al volver la cabeza descubriу que Bothari la estaba observando. El sargento asintiу con la cabeza. — Gracias seсora.

— Eh… sн. Me preguntaba si se sentirнa enfermo.

— No… sн. No lo sй. Querнa… querнa hablar con usted, seсora. Desde hace semanas. Pero nunca parece presentarse un momento adecuado. En los ъltimos tiempos ha sido peor. Ya no puedo aguardar mбs. Esperaba que hoy…

— Se presentase el momento. — El ama de llaves trabajaba en la cocina -. їQuiere que demos un paseo? — Por favor, seсora.

Juntos rodearon la antigua casa de piedra. El pabellуn en la cima de la colina, desde donde se veнa el lago, hubiese sido un lugar idуneo para sentarse a charlar, pero Cordelia se sentнa demasiado llena y pesada como para subir hasta allн. En lugar de ello tomу a la izquierda, por el sendero que corrнa paralelo a la cuesta, hasta que llegaron a lo que parecнa ser un pequeсo jardнn entre muros.

La parcela familiar de los Vorkosigan estaba llena de antiguas tumbas de la familia, de parientes lejanos y de sirvientes especialmente queridos. Al principio el cementerio habнa formado parte del fuerte, y las sepulturas mбs antiguas pertenecнan a guardias y oficiales de siglos atrбs. La intrusiуn de los Vorkosigan databa de la destrucciуn atуmica del antiguo distrito capital, Vorkosigan Vashnoi, durante la invasiуn cetagandanesa. Allн los muertos se habнan fundido con los vivos, borrando ocho generaciones de historia familiar. Era interesante observar los grupos de fechas mбs recientes, y asociarlas con los eventos del momento; la invasiуn cetagandanesa, la Guerra de Yuri el Loco, la tumba de la madre de Aral, fechada exactamente al inicio de esta guerra. A su lado habнa reservado un lugar para Piotr, y allн habнa estado durante treinta y tres aсos. Ella aguardaba a su esposo con paciencia.

Y los hombres nos acusan a nosotras de ser lentas. Su hijo mayor, el hermano de Aral, estaba enterrado al otro lado de ella.

— Sentйmonos allн. — Seсalу un banco de piedra, rodeado de pequeсas florecillas anaranjadas, a la sombra de un roble importado de la Tierra que debнa de contar al menos cien aсos -. Estas personas saben escuchar. Y no se andan con chismes.

Cordelia se sentу sobre la piedra tibia y estudiу a Bothari. Йl se sentу tan lejos de ella como se lo permitiу el banco. Las arrugas de su rostro parecнan mбs profundas hoy, mбs duras a pesar de que la cбlida bruma otoсal mitigaba el resplandor del sol. Una de sus manos, aferrada al borde de la piedra, se flexionaba de un modo arrнtmico. Su respiraciуn tambiйn parecнa entrecortada.

Cordelia suavizу la voz.

— Y bien, їcuбl es el problema, sargento? Hoy parece un poco… nervioso. їEsto tiene alguna relaciуn con Elena?

Йl emitiу una risita amarga.

— Nervioso. Sн. Supongo que sн. No es la niсa, bueno, al menos no directamente. — La mirу a los ojos por primera vez en todo el dнa -. їSe acuerda de Escobar, seсora? Usted estuvo allн, їverdad?

— Sн. — Este hombre estб sufriendo un gran dolor, comprendiу Cordelia. їQuй clase de dolor?

— No logro recordar Escobar.

— Eso tengo entendido. Creo que sus terapeutas militares trabajaron mucho para asegurarse de que no recordara Escobar.

— Oh, sн.

— Yo no apruebo el estilo barrayarйs de terapia.

Sobre todo cuando estб teсido de conveniencias polнticas.

— He llegado a comprender eso, seсora. — Una ligera esperanza brillу en sus ojos.

— їCуmo lo hicieron? їQuemaron determinadas neuronas? їLo borraron con mйtodos quнmicos?

— No. Emplearon drogas, pero sin destruir nada. Al menos, eso me han dicho. Los doctores lo llamaron «terapia de supresiуn». Nosotros lo llamamos simplemente «el infierno». Fuimos al infierno dнa tras dнa, hasta que al fin no quisimos ir mбs. — Bothari se acomodу en el asiento y frunciу el ceсo -. Cuando trato de recordar, cuando hablo de Escobar, comienzo a sufrir unos atroces dolores de cabeza. Suena estъpido, їverdad? Un hombre hecho y derecho quejбndose por los dolores de cabeza como una ancianita. Hay ciertas cuestiones concretas, determinados recuerdos, que me provocan estos dolores terribles… Veo cнrculos rojos alrededor de todo y comienzo a vomitar. Cuando abandono el recuerdo, el dolor desaparece. Es simple.


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