8
Vorkosigan asistiу a la ejecuciуn pъblica de Cari Vorhalas tres semanas despuйs.
— їEs necesario que vayas? — le preguntу Cordelia esa maсana, mientras йl se vestнa en silencio -. Yo no tengo que ir, їverdad que no?
— Por Dios, no, por supuesto que no. Yo tampoco tengo que ir de forma oficial, pero… pero debo hacerlo. Seguramente comprenderбs por quй.
— No, a decir verdad no lo comprendo. A menos que lo hagas para castigarte a ti mismo. Aunque no estoy segura de que puedas permitirte ese lujo, considerando tu trabajo.
— Yo debo ir. Un perro regresa al lugar donde ha vomitado, їverdad? Sus padres estarбn allн, їlo sabнas? Y tambiйn estarб su hermano.
— Quй costumbre tan bбrbara.
— Bueno, podrнamos tratar al crimen como a una enfermedad, como hacйis vosotros los betaneses. Tъ sabes lo que es eso. Al menos nosotros matamos al sujeto de golpe, en lugar de hacerlo poco a poco durante aсos. No lo sй.
— їCуmo lo harбn?
— Lo decapitarбn. Se supone que es el mйtodo menos doloroso.
— ї Cуmo lo saben?
La risa de Aral no tuvo ningъn dejo de humor.
— Buena pregunta.
Йl no la abrazу al partir. Regresу apenas dos horas despuйs, en silencio, para sacudir la cabeza cuando le ofrecieron el almuerzo, cancelar una cita que tenнa por la tarde y retirarse a la biblioteca donde permaneciу sentado, sin leer nada. Cordelia se reuniу con йl un rato mбs tarde, se acomodу en un sillуn y aguardу con paciencia a que regresase con ella de donde fuera que estuviese con su mente.
— El muchacho hubiese sido valiente — dijo Vorko-sigan despuйs de una hora de silencio -. Se notaba que habнa planeado cada uno de sus gestos. Pero nadie mбs siguiу el guiуn. Su madre le hizo perder el control. Y para colmo, el maldito verdugo fallу el golpe. Tuvo que hacer tres cortes para que la cabeza se separara del tronco.
— Parece que el sargento Bothari se las arreglу mejor con una navaja de bolsillo. — Vorrutyer la habнa estado rondando mбs que de costumbre esa maсana, en forma lasciva.
— No le faltу nada para ser perfectamente horrible. Su madre me maldijo, hasta que Evon y el conde Vorhalas se la llevaron de allн. — Entonces su voz abandonу el tono inexpresivo -. ЎOh, Cordelia! ЎNo puede haber sido la decisiуn correcta! Sin embargo… sin embargo no podнa hacer nada mбs, їverdad?
Entonces Vorkosigan se acercу a ella y la abrazу en silencio. Parecнa a punto de llorar, y casi la atemorizaba mбs el hecho de que no lo hiciera. Al fin las tensiones lo abandonaron.
— Supongo que serб mejor que me tranquilice y vaya a cambiarme. Vortala tiene programada una entrevista con el ministro de Agricultura, y es demasiado importante como para que no estй presente. Despuйs de eso estб el Estado Mayor… — Para cuando partiу, ya habнa recuperado el dominio de sн mismo.
Esa noche permaneciу despierto largo rato, tendido a su lado. Tenнa los ojos cerrados, pero por su respiraciуn ella sabнa que no dormнa. A Cordelia no se le ocurriу ni una palabra de consuelo que no le pareciese absurda, por lo que se mantuvo en silencio con йl en la vigilia de la noche. Fuera comenzу a llover, una persistente llovizna. Йl hablу una vez.
— He visto a hombres morir antes de esto. Ordenй ejecuciones, di la orden para que hombres entraran en batalla, escogн a йstos en lugar de aquйllos, cometн tres asesinatos y de no haber sido por la gracia de Dios y del sargento Bothari, hubiese cometido un cuarto… No sй por quй йste me ha golpeado como un muro. Me ha detenido, Cordelia. Y yo no puedo detenerme, de lo contrario nos derrumbaremos todos juntos. Debo seguir adelante de alguna manera.
Cordelia despertу en la oscuridad con un ruido de cristales rotos y un disparo suave, y contuvo el aliento sobresaltada. Un olor acre le quemaba los pulmones, la boca, la nariz y los ojos. Un sabor desagradable le provocу nбuseas. A su lado, Vorkosigan despertу con una maldiciуn.
— ЎUna granada de soltoxina! ЎNo respires, Cordelia! — Con un grito mбs fuerte, le colocу una almohada sobre el rostro y sus fuertes brazos la arrastraron fuera de la cama. Ella vomitу al instante de levantarse, llegу tambaleando hasta el pasillo, y йl cerrу la puerta de la alcoba en cuanto hubieron salido.
El piso se llenу de pasos que corrнan. Vorkosigan gritу:
— ЎAtrбs! ЎGas de soltoxina! ЎDespejen el piso! ЎLlamen a Illyan! — Cordelia se doblу, tosiendo y sufriendo
arcadas. Otras manos los condujeron hasta la escalera. Cordelia apenas si veнa nada, ya que tenнa los ojos velados por las lбgrimas.
Entre espasmos, Vorkosigan alcanzу a decir:
— Ellos tienen el antнdoto… en la Residencia Imperial… estб mбs cerca que el Hospital Militar… traigan a Illyan de inmediato. Йl sabrб quй hacer. A la ducha… їdуnde estб la doncella de mi esposa? Traigan una doncella…
Momentos despuйs la introducнan bajo una ducha de la planta baja. Vorkosigan todavнa se encontraba a su lado. Temblaba y apenas si lograba mantenerse en pie, pero aun asн, intentaba ayudarla.
— Lбvate bien todo el cuerpo, varias veces. No te detengas. Manten el agua frнa.
— Tъ tambiйn, entonces. їQuй era esa basura? — Cordelia volviу a toser bajo la ducha, y se ayudaron el uno al otro con el jabуn.
— Lбvate la boca tambiйn… Soltoxina. Han pasado quince o diecisйis aсos desde la ъltima vez en que percibн este hedor, pero uno nunca lo olvida. Es un gas venenoso, de uso militar. Deberнa permanecer bajo estricto control. їCуmo diablos han logrado apoderarse de…? ЎMaldita seguridad! Maсana andarбn de un lado al otro como gallinas mojadas… demasiado tarde. — Su rostro estaba de un blanco verdoso bajo la barba de la noche.
— Me encuentro un poco mejor — dijo Cordelia -. Las nбuseas estбn pasando. їLa dosis fue demasiado pequeсa?
— No, pero actъa lentamente. No tarda mucho tiempo en acabar contigo. Afecta principalmente a los tejidos blandos… los pulmones se convertirбn en gelatina en una hora, si el antнdoto no llega pronto.
Cordelia sintiу que el terror comenzaba a crecer en sus entraсas.
— їAtraviesa la barrera placentaria?
Йl guardу silencio demasiado tiempo antes de decir:
— No estoy seguro. Tendremos que preguntбrselo al mйdico. Sуlo he visto los efectos en hombres jуvenes. — Vorkosigan sufriу otro prolongado acceso de tos.
Una de las criadas del conde Piotr llegу, desgreсada y asustada, para ayudar a Cordelia y al guardia aterrorizado que los habнa estado asistiendo. Otro guardia se acercу para informarles:
— Nos hemos puesto en contacto con la Residencia Imperial, seсor. Ya estбn en camino.
La garganta, los bronquios y los pulmones de Cordelia comenzaban a llenarse de flemas. Ella tosiу y escupiу.
— їAlguien ha visto a Drou?
— Creo que saliу tras los asesinos, seсora.
— No es su trabajo. Cuando suena la alarma, se supone que debe correr en busca de Cordelia — gruсу Vorkosigan, y comenzу a toser otra vez.
— En el momento del ataque ella estaba abajo, con el teniente Koudelka. Ambos salieron por la puerta trasera.
— Mierda — murmurу Vorkosigan -, tampoco es trabajo de йl. — Sus esfuerzos para hablar le causaron otro ataque de tos -. їHan atrapado a alguien?
— Creo que sн, seсor. Hubo una especie de alboroto en el fondo del jardнn, junto al muro.
Permanecieron bajo el agua varios minutos mбs, hasta que el guardia volviу a entrar.
— El mйdico de la Residencia Imperial estб aquн, seсor.
La doncella envolviу a Cordelia en una bata y Vorkosigan se cubriу con una toalla, gruсendo al guardia:
— Ve a buscarme algo de ropa, muchacho. — Su voz era muy ronca.
En la alcoba de huйspedes, un hombre de mediana edad con el cabello despeinado, vestido con un pantalуn, una chaqueta de pijama y zapatillas, estaba desembalando sus equipos mйdicos. Extrajo una caja presurizada y le ajustу una mбscara para respirar, mirando el abdomen abultado de Cordelia y luego a Vorkosigan. — Seсor, їestб seguro de haber identificado bien el veneno?
— Por desgracia, sн. Era soltoxina. El doctor inclinу la cabeza. — Lo siento, seсora.
— їEsto perjudicarб a mi…? — Se ahogу con la mucosidad.
— Cбllese y atiйndala — gruсу Vorkosigan. El mйdico le colocу la mбscara sobre la nariz y la boca.
— Respire profundamente. Inspire, espire. Siga espirando. Ahora inspire. Contйngalo…
El gas antнdoto tenнa un sabor mбs fresco, pero era casi tan nauseabundo como el veneno. Cordelia sintiу que se le revolvнa el estуmago, pero no tenнa nada que vomitar. Observу a Vorkosigan por encima de la mбscara. Йl la miraba y trataba de ofrecerle una sonrisa tranquilizadora, pero su rostro parecнa cada vez mбs gris y extenuado. Cordelia estaba segura de que йl habнa estado expuesto a una dosis mayor que ella, y se quitу la mбscara para decir:
— їNo es tu turno?
El mйdico se la volviу a colocar.
— Una vez mбs, seсora, para estar seguros — le dijo. Ella inhalу profundamente, y el hombre le retirу la mбscara para colocбrsela a Vorkosigan, quien no pareciу necesitar instrucciones sobre el modo de emplearla.
— їCuбnto tiempo ha pasado desde la exposiciуn? — preguntу el mйdico con ansiedad.
— No estoy segura. їAlguien vio la hora? Usted, eh… — Habнa olvidado el nombre del joven guardia.
— Creo que unos quince o veinte minutos, seсora.
El doctor se relajу visiblemente. — Entonces, todo debe estar bien. Ambos permanecerбn en el hospital durante unos dнas. Harй los arreglos para que envнen un transporte mйdico. їAlguien mбs estuvo expuesto? — preguntу al guardia.
— Espere, doctor. — Йl habнa guardado sus instrumentos y se estaba dirigiendo hacia la puerta -. їQuй… quй efectos causarб la soltoxina sobre mi bebй? Йl no la mirу a los ojos.
— No puedo saberlo. Nadie ha sobrevivido a ello sin recibir tratamiento inmediato con el antнdoto.
Cordelia sintiу que el corazуn le golpeaba en el pecho. — Pero si he recibido el tratamiento… — No le gustaba la expresiуn compasiva de su rostro, y se volviу hacia Vorkosigan -. їQuй puede…? — Se detuvo paralizada ante su expresiуn de dolor y de ira. Era el rostro de un desconocido con la mirada de un amante, y sus ojos finalmente buscaron los de ella.
— Dнgaselo — le susurrу al mйdico -. Yo no puedo.
— їEs necesario que la perturbemos…?
— Ahora. Terminemos con esto.