— Sн, es tan pequeсa como el caсуn Hogarth, allб en casa.
— Tъ eres una mujer betanesa de renombre en toda la galaxia.
— Oh, vamos.
— Asн es como te ven aquн. Creo que tъ no eres muy consciente de ello. En realidad, es muy halagador para mн.
— Esperaba ser invisible. Pero no creo que sea tan querida despuйs de lo que hicimos a vuestro bando en Escobar.
— Es nuestra cultura. Mi gente le perdona casi cualquier cosa a un soldado valiente. Y en tu persona se reъnen las dos facciones opuestas: la aristocracia militar y los plebeyos pro galбcticos. Realmente, creo que a travйs de ti podrнa ganarme a una buena parte de la Liga de Defensa Popular, si estuvieras dispuesta a jugar mis cartas.
— Por Dios, Aral. їDesde cuбndo estбs pensando en esto?
— En el problema, desde hace mucho. En ti como parte de la soluciуn, hoy mismo.
— їQuй, en proponerme como falso caudillo para alguna clase de partido constitucional?
— No, no. Eso es justamente lo que debo tratar de evitar, segъn el juramento que estoy a punto de prestar. Faltarнa al espнritu de mis votos si entregara al prнncipe Gregor un imperio vacнo de poder. Lo ideal… lo ideal serнa encontrar alguna manera de reclutar a los mejores hombres de cada clase, grupo idiomбtico y partido al servicio del emperador. Los Vor no cuentan con la capacidad suficiente. Hay que hacer que el Gobierno sea como lo mejor de las fuerzas armadas, valorando la capacidad sin preocuparse por los antecedentes. El emperador Ezar tratу de hacer algo similar, fortaleciendo los ministerios a expensas de los condes, pero llegу demasiado lejos. Los condes han perdido poder y los ministerios estбn corrompidos. Debe haber alguna forma de lograr un equilibrio.
Cordelia suspirу.
— Por lo que veo, no tendremos mбs remedio. que reconocerlo: discrepamos en lo que se refiere a constituciones. A mн nadie me ha designado regente de Barrayar. Sin embargo, te lo advierto… tratarй de hacerte cambiar de idea.
Illyan alzу las cejas ante sus palabras. Cordelia se reclinу contra el respaldo con languidez y observу cуmo la capital de Barrayar, Vorbarr Sultana, pasaba frente a sus ojos. Ella no se habнa desposado con el regente de Barrayar, cuatro meses atrбs. Se habнa casado con un simple soldado retirado. Sн, se suponнa que los hombres cambiaban despuйs del matrimonio, por lo general para peor, їpero tanto? їTan pronto?
Mis votos no me comprometнan a esto, seсor.
— Ayer el emperador Ezar dio una muestra de gran confianza al designarte regente. No me parece un pragmбtico tan despiadado como tъ me habнas hecho creer — observу.
— Bueno, es una muestra de confianza, pero movida por la necesidad. Tus palabras evidencian que no has comprendido lo que significa la asignaciуn del capitбn Negri a la Residencia Imperial.
— No, їsignifica algo?
— Desde luego, el mensaje es muy claro. Negri continuarб en su antiguo puesto como jefe de Seguridad Imperial. Por supuesto que no presentarб sus informes a un niсo de cuatro aсos, sino a mн. De hecho, el comandante Illyan sуlo serб su asistente. — Vorkosigan e Illyan intercambiaron una mirada levemente irуnica -. Pero en caso de que yo enloqueciera y quisiera apoderarme del poder imperial, sin lugar a dudas Negri se mantendrнa leal al emperador. Si eso llegara a ocurrir, tiene уrdenes secretas de eliminarme.
— Oh. Bueno, te garantizo que no tengo ningъn deseo de convertirme en emperatriz de Barrayar. Te digo esto por si tenнas alguna duda.
— No la tenнa.
El vehнculo se detuvo ante una reja en un muro de piedra. Cuatro guardias los inspeccionaron minuciosamente, revisaron los pases de Illyan y les permitieron entrar. Todos esos guardias allн, y en la Residencia Vorkosigan… їcontra quй los protegнan? Contra otros barrayareses, seguramente, en ese panorama polнtico tan fraccionado. El viejo conde habнa empleado una frase muy barrayaresa que a ella le habнa parecido graciosa, pero ahora la recordу con inquietud. Con todo este estiйrcol, debe de haber un poni en alguna parte. Los caballos eran prбcticamente desconocidos en Colonia Beta, con excepciуn de unos pocos ejemplares en los zoolуgicos.
Con todos estos guardias… Pero si yo no soy enemiga de nadie, їcуmo es posible que alguien me quiera mal?
Illyan, quien parecнa algo nervioso, se dirigiу a ellos.
— Seсor — dijo a Vorkosigan en forma vacilante -, yo sugerirнa… incluso le rogarнa que reconsiderara la posibilidad de instalarse aquн, en la Residencia Imperial. Los problemas de seguridad… mis problemas — esbozу una sonrisa tensa con la cual sus facciones planas adoptaron un aspecto de cachorro — serнan mucho mбs fбciles de controlar aquн.
— їEn quй habitaciones ha pensado? — preguntу Vorkosigan.
— Bueno, cuando… cuando Gregor asuma el tнtulo, йl y su madre se mudarбn a las habitaciones del emperador. Entonces las de Kareen quedarбn vacнas.
— Las del prнncipe Serg, quiere decir. — Vorkosigan frunciу el ceсo -. Preferirнa fijar mi domicilio oficial en la Residencia Vorkosigan. Mi padre pasa cada vez mбs tiempo en la casa de campo Vorkosigan Surleau, y no creo que le moleste verse desplazado.
— Lo siento seсor, pero no puedo apoyar esta idea. Mi punto de vista se basa estrictamente en cuestiones de seguridad. Se encuentra en la parte antigua de la ciudad. Las calles estбn llenas de madrigueras. En la zona hay al menos tres redes de viejos tъneles, y hay demasiados edificios altos desde los cuales se puede vigilar toda el бrea. Para lograr una protecciуn superficial necesitarй al menos seis patrullas en servicio permanente.
— їTiene los hombres?
— Bueno, sн.
— Entonces nos quedaremos en la Residencia Vorkosigan. — Al ver la expresiуn decepcionada de Illyan, el almirante lo consolу -. Tal vez no sea un buen sitio para la seguridad, pero es excelente para las relaciones pъblicas. Con ello la nueva regencia tendrб un aire de… de humildad militar. Es posible que ayude a disminuir la paranoia acerca de un golpe palaciego.
Y allн estaban, en el palacio en cuestiуn. Por su despliegue arquitectуnico, la sede imperial hacнa que la Residencia Vorkosigan pareciese pequeсa. Las grandes alas se elevaban cuatro pisos, y su altura quedaba acentuada por torres aisladas. En diversas йpocas se habнan efectuado aсadidos que unнan las alas creando patios vastos e нntimos a la vez, algunos con proporciones adecuadas y otros con un aspecto algo casual.
La fachada del este era la que gozaba de un estilo mбs uniforme, cubierta de tallas en piedra. El lado norte era mбs irregular, entrelazado con complejos jardines formales. El sector oeste era el mбs antiguo, y en el sur se encontraba la construcciуn mбs reciente.
El vehнculo se detuvo en una terraza de dos pisos sobre el lado sur, e Illyan los condujo por una ancha escalinata custodiada hasta unas amplias habitaciones en el segundo piso. Todos subieron lentamente, siguiendo los pasos torpes del teniente Koudelka, quien se volviу hacia ellos frunciendo el ceсo a modo de disculpa, y luego inclinу la cabeza nuevamente con gran concentraciуn… їo era vergьenza?
їEste lugar no dispone de un tubo elevador?, se preguntу Cordelia con irritaciуn. Al otro extremo de aquel laberinto de piedra, en una habitaciуn con vista a los jardines del norte, habнa un anciano pбlido y consumido que agonizaba en su enorme cama ancestral…
En el amplio pasillo superior, suavemente alfombrado, decorado con pinturas y mesas llenas de baratijas — obras de arte, supuso Cordelia — encontraron al capitбn Negri hablando en voz baja con una mujer que lo escuchaba con los brazos cruzados. Cordelia habнa conocido al famoso jefe de Seguridad Imperial el dнa anterior, despuйs de que Vorkosigan mantuviera su histуrica entrevista con el agonizante Ezar Vorbarra. Negri era un hombre fuerte, de rostro duro y cabeza en forma de bala. Habнa servido con fidelidad a su emperador durante casi cuarenta aсos y era una leyenda siniestra con ojos inescrutables.
Ahora se habнa inclinado sobre su mano y la llamaba «seсora» como si realmente la respetara, o al menos sin mбs ironнa que la que infundнa a cualquiera de sus comentarios. La mujer rubia que lo acompaсaba (їo era una niсa?) estaba vestida con ropas normales de civil. Era alta y muy musculosa, y se volviу para observar a Cordelia con gran interйs.
Vorkosigan y Negri intercambiaron un breve saludo. Los dos hombres se conocнan desde hacнa tanto
tiempo que ya no necesitaban recurrir a las formalidades.
— Y ella es la seсorita Droushnakovi — aсadiу Negri, seсalбndola con la mano.
— їY cuбl es su cargo? — preguntу Cordelia con cierta desesperaciуn. Todos parecнan estar siempre bien informados por allн, aunque Negri tampoco habнa presentado al teniente Koudelka; Droushnakovi y Koudelka se miraron de soslayo.
— Estoy al servicio de los aposentos imperiales, seсora. — Droushnakovi inclinу la cabeza ante ella, casi una reverencia.
— їY a quiйn sirve? Ademбs de a los aposentos.
— A la princesa Kareen, seсora. Йse es sуlo mi tнtulo oficial. Soy una guardaespaldas a las уrdenes del capitбn Negri. De primera categorнa. — Resultaba difнcil determinar cuбl de los dos tнtulos le proporcionaba mбs orgullo y placer, pero Cordelia sospechaba que era el ъltimo.
— Si йl le ha otorgado tanta jerarquнa, serб usted muy competente.
— Gracias, seсora. Lo intento — respondiу con una sonrisa.
Todos siguieron a Negri por una puerta que se abrнa a una habitaciуn larga y soleada, con muchas ventanas que daban al sur. Cordelia se preguntу si la eclйctica combinaciуn de muebles estarнa formada por antigьedades inestimables o por simples cachivaches. No pudo determinarlo. Una mujer los aguardaba sentada en un canapй de seda amarilla al otro extremo de la habitaciуn, y observу con una expresiуn grave cуmo el grupo avanzaba hacia ella.
La princesa Kareen era una mujer delgada y tensa de unos treinta aсos, con una hermosa cabellera oscura peinada con esmero, aunque su vestido gris era de un corte simple. Simple pero perfecto. Un niсo de unos cuatro aсos murmuraba a su estegosauro de juguete, tendido boca abajo en el suelo, y el muсeco le respondнa tambiйn en un murmullo. La mujer le pidiу que se levantara, que apagara el pequeсo robot y que se sentara a su lado, aunque el niсo mantuvo apretado con fuerza al suave muсeco de piel. Cordelia se sintiу aliviada al ver que el pequeсo prнncipe vestнa prendas cуmodas y apropiadas para su edad.
Con frases formales, Negri la presentу ante la princesa y el prнncipe Gregor. Cordelia no supo si debнa hacer una reverencia o saludar, y terminу inclinando la cabeza como lo habнa hecho Droushnakovi. Gregor parecнa solemne y la mirу con gran desconfianza, de forma que Cordelia tratу de tranquilizarlo con una sonrisa.