Con sus batas esterilizadas, el capitбn Vaagen y el doctor Henri aguardaban cerca de la mesa de operaciones. Junto a ellos se encontraba la rйplica uterina portбtil, una caja de plбstico y metal de cincuenta centнmetros de altura, tachonada con paneles de control y orificios de acceso. En sus costados brillaban unas luces verdes y amarillas. Limpio, esterilizado, con sus tanques de oxнgeno y nutrientes cargados y listos. Cordelia lo observу con un profundo alivio. El primitivo sistema barrayarйs de gestaciуn sуlo simbolizaba el fracaso completo de la razуn ante el sentimiento. Ella se habнa esforzado mucho por complacer, por encajar, por convertirse en una barrayaresa. Y su hijo habнa pagado el precio. Nunca mбs.
El doctor Ritter, el cirujano, era un hombre alto de cabellos oscuros, con piel aceitunada y manos largas. A Cordelia le habнan gustado sus manos desde el primer momento. Eran firmes. Ritter y un enfermero la colocaron sobre la mesa de operaciones y retiraron la camilla flotante. El doctor Ritter esbozу una sonrisa tranquilizadora.
— Lo estб haciendo muy bien. Claro que sн, ni siquiera hemos comenzado, pensу Cordelia con irritaciуn. El doctor Ritter parecнa palpablemente nervioso, aunque de alguna manera la tensiуn se detenнa en sus codos. El cirujano era un amigo de Vaagen a quien йste habнa logrado convencer despuйs de que los dos pasaran un dнa repasando una lista de hombres con mбs experiencia, quienes se habнan negado a aceptar el caso.
Vaagen se lo habнa explicado a Cordelia.
— їCуmo llamarнa a cuatro matones con porras en un callejуn oscuro? -їQuй?
— Un juicio por incompetencia de un lord Vor.
— El hombre se echу a reнr. Vaagen tenнa un sentido del humor completamente бcido. Cordelia lo hubiese abrazado por ello. Habнa sido la ъnica persona que se permitiera hacer una broma en su presencia en los ъltimos tres dнas, posiblemente la persona mбs honesta y racional que habнa conocido desde que abandonara Colonia Beta. Se alegraba de que estuviese allн.
La hicieron girar sobre un costado y le tocaron su espina dorsal con el aturdidor mйdico. Un hormigueo, y de pronto sus pies frнos se calentaron. De inmediato las piernas le quedaron inertes, como sacos de manteca.
— їPuede sentir esto? — preguntу el doctor Ritter.
— їSentir quй?
— Bien. — Йl hizo una seсa al tйcnico y entre los dos la tendieron de espaldas. El tйcnico descubriу su vientre y encendiу el campo esterilizador. El cirujano la palpу, observando los monitores de holovнdeo para ubicar la posiciуn exacta de la criatura dentro de ella.
— їEstб segura de que no prefiere pasar por esto dormida? — le pregunto el doctor Ritter por ъltima vez. — No. Quiero mirar. Йste es el nacimiento de mi primer hijo. Tal vez de mi ъnico hijo. Йl esbozу una sonrisa. — Una niсa valiente.
Niсa,… y una mierda, soy mayor que tъ. Cordelia percibнa que, en realidad, el cirujano hubiese preferido no ser observado.
El doctor Ritter se detuvo y echу un ъltimo vistazo a su alrededor, como si controlara mentalmente que no le faltase ningъn instrumento ni ningъn asistente. Y reuniendo valor, supuso Cordelia.
— Vamos, doctor, terminemos con esto — urgiу Vaagen con impaciencia. En su tono habнa una peculiar mezcla de sarcasmo y calidez -. Mis exбmenes indican que los huesos ya han comenzado a desintegrarse. Si esto sigue avanzando, no me quedarб matriz sobre la cual trabajar. Abre ahora y muйrdete las uсas despuйs.
— Muйrdete tъ las uсas, Vaagen — replicу el cirujano afablemente -. Si vuelves a darme prisa, harй que el tйcnico te ponga el espйculo en la garganta.
Eran viejos amigos, estimу Cordelia. Pero el cirujano alzу las manos, inspirу y cogiу el escalpelo vibratorio, abriendo su vientre en un tajo perfectamente controlado. El tйcnico siguiу su movimiento con el tractor quirъrgico de mano, cerrando vasos sanguнneos; apenas si escapу un hilo de sangre. Cordelia sintiу una presiуn, pero ningъn dolor. Otros tajos le abrieron el ъtero. Una transferencia placentaria era mucho mбs arriesgada que una simple operaciуn de cesбrea. Por medios quнmicos y hormonales, habнa que desprender la frбgil placenta del ъtero, sin daсar demasiadas de sus diminutas vellosidades, para, luego, hacerla flotar en una soluciуn nutriente altamente oxigenada. Entonces se colocaba la esponja de la rйplica entre la placenta y la pared uterina, induciendo a las vellosidades a entretejerse al menos parcialmente en su nueva matriz, y, finalmente, habнa que trasladarlo todo al aparato. Cuanto mбs avanzado el embarazo, mбs difнcil era la transferencia.
En los monitores se controlaba el cordуn umbilical que unнa a la placenta con el feto, inyectando oxнgeno a medida que se necesitaba. En Colonia Beta habнa un pequeсo aparato que cumplнa esa funciуn; allн el oxнgeno era suministrado por un tйcnico de expresiуn ansiosa.
El tйcnico comenzу a inyectar la soluciуn amarillo brillante en su ъtero. Unas gotas teсidas de rosa se derramaron por sus costados y cayeron en la cisterna de desagьe. No cabнa duda, la transferencia placentaria era una operaciуn bastante engorrosa.
— Esponja — pidiу el cirujano con suavidad. Vaagen y Henri colocaron la rйplica a un lado de Cordelia, y deslizaron la esponja de la matriz hacia la mesa de operaciones. El cirujano trabajaba sin pausa con un pequeсo tractor de mano. Por mбs que bajaba la vista sobre su vientre abultado (apenas abultado), Cordelia no alcanzaba a verle las manos. Se estremeciу. Ritter estaba sudando.
— Doctor… — Un tйcnico seсalу algo en un monitor de vнdeo.
— Hum — dijo Ritter alzando la vista, para luego continuar con su tarea. Los tйcnicos murmuraban, Vaagen y Henri murmuraban… palabras tranquilizadoras, profesionales. Ella tenнa mucho frнo…
De repente, el fluido que se derramaba sobre la represa blanca de su piel pasу del rosa al rojo brillante y empezу a manar mucho mбs rбpido que el flujo de entrada.
— Cerrad eso — dijo el cirujano con los dientes apretados.
Cordelia sуlo tuvo una visiуn fugaz, debajo de una membrana, de unos diminutos brazos y piernas, de una cabeza hъmeda y oscura moviйndose sobre las manos enguantadas del cirujano. Su tamaсo no era mayor que el de un gatito medio ahogado.
— ЎVaagen! ЎLlйvate esto ahora si lo quieres! — exclamу Ritter.
Vaagen introdujo las manos enguantadas en su vientre, mientras unos remolinos oscuros nublaban la visiуn de Cordelia. De pronto sintiу un fuerte dolor en la cabeza y todo pareciу estallar en destellos brillantes. La oscuridad la invadiу por completo. Lo ъltimo que oyу fue la voz desesperada del cirujano:
— ЎOh, mierda…!
Sus sueсos estaban nublados de dolor. Lo peor era la sensaciуn de asfixia. Sentнa que se ahogaba, se ahogaba, y lloraba por la falta de aire. Tenнa la garganta llena de obstrucciones, y ella trataba de arrancбrselas hasta que le ataban las manos. Entonces comenzу a soсar con las torturas de Vorrutyer, multiplicadas en infinidad de complicaciones que continuaban durante horas. Un Bothari demente se hincaba sobre su pecho, y el aire ya no podнa entrar.
Cuando finalmente despertу con la cabeza despejada, fue como surgir de alguna infernal prisiуn subterrбnea a la luz de Dios.
Su alivio fue tan profundo que volviу a llorar, un gemido apagado y unas lбgrimas en sus ojos. Podнa respirar, aunque le resultaba doloroso; el dolor de su cuerpo le impedнa moverse, pero podнa respirar. Eso era suficiente.
— Sh. Sh. — Un dedo cбlido le tocу los pбrpados, enjugando las lбgrimas -. Estб bien.
— їSsн? — Cordelia parpadeу. Era de noche, y la cбlida luz artificial proyectaba sombras en la habitaciуn. El rostro de Aral se encontraba sobre ella -. їEes… de noche? ї Quй passу?
— Sh. Has estado enferma, muy enferma. Tuviste una fuerte hemorragia durante la transferencia placentaria. Tu corazуn se detuvo dos veces. — Se humedeciу los labios y continuу -. El trauma, junto con el veneno, te produjeron una neumonнa. Ayer pasaste muy mal dнa, pero lo peor ha terminado. Te han quitado el respirador.
— їCuбnto… tiempo?
— Tres dнas.
— Ah. El bebй, Aral. їFuncionу? ЎCuйntame!
— Todo saliу bien. Vaagen informa que la transferencia fue un йxito. Perdieron mбs o menos un treinta por ciento de las funciones placentarias, pero Henri lo compensу con una soluciуn fluida enriquecida y oxigenada, y todo parece funcionar bien, o al menos tan bien como cabнa esperar. El feto sigue con vida. Vaagen ha iniciado su primer tratamiento experimental con calcio, y nos ha prometido presentar un primer informe muy pronto. — Le acariciу la frente -. Vaagen tiene acceso prioritario a cualquier equipo, suministro o personal tйcnico que necesite, incluyendo consultores externos. Ademбs de Henri, cuenta con el consejo de un pediatra civil. El mismo Vaagen es el hombre que mбs sabe de venenos militares, no sуlo en Barrayar sino tambiйn en toda la galaxia. Por ahora no podemos hacer mбs. Asн que descansa, mi amor.
— El niсo… їdуnde…?
— Ah, puedes ver dуnde si lo deseas. — La ayudу a levantar la cabeza y seсalу la ventana -. їVes ese segundo edificio, con las luces rojas en el techo? Es el ala de investigaciones bioquнmicas. El laboratorio de Vaagen y Henri se encuentra en el tercer piso.
— Oh, ahora lo reconozco. Lo vi desde el otro lado, el dнa que nos llevamos a Elena.
— Sн. — El rostro de Vorkosigan se suavizу -. Me alegro de tenerte otra vez aquн, querida capitana. Al verte tan enferma… no me habнa sentido tan inъtil e impotente desde los once aсos.
Йse era el aсo en que el pelotуn de Yuri el Loco habнa asesinado a su madre y su hermano.
— Sh — dijo ella a su vez -. No, no… todo estб bien ahora.
A la maсana siguiente le quitaron todos los tubos que perforaban su cuerpo, exceptuando el del oxнgeno. Luego siguieron unos dнas de tranquila rutina. Su recuperaciуn se veнa menos interrumpida que la de Aral. Verdaderas tropas de hombres, encabezadas por el ministro Vortala, acudнan a verlo a todas horas. Aral se habнa hecho instalar una consola de seguridad en la habitaciуn, a pesar de las protestas mйdicas. Koudelka se reunнa con йl ocho horas diarias, en la improvisada oficina.
Koudelka parecнa muy silencioso, tan deprimido como todos los demбs despuйs del desastre, aunque no tanto como los que habнan tenido alguna relaciуn con su fracasada seguridad. Incluso Illyan se encogнa cuando la veнa.
Un par de veces al dнa, Aral la llevaba a caminar un poco por el corredor. El escalpelo vibratorio habнa realizado un corte muy limpio en su abdomen, pero no por ello era menos profundo. De todos modos, la herida le dolнa menos que los pulmones. O que el corazуn. Su vientre estaba mбs flбcido que plano, pero de todos modos se encontraba vacнo. Ella estaba sola, deshabitada, volvнa a ser ella misma despuйs de cinco meses de esa extraсa existencia doble.