— Venga Bothari -dijo. Juntos, volvieron a colocar el cuerpo de Negri en el asiento del piloto y le aseguraron el cinturуn. Bothari activу la energнa y saltу al suelo. La aeronave se elevу por el aire, estuvo a punto de chocar contra un бrbol, y regresу en direcciуn al cerro. Mientras la miraba elevarse, Piotr murmurу -: Salъdalo en mi nombre, Negri.

— їAdonde lo envнa? — preguntу Cordelia. ї A Valhalla?

— Al fondo del lago — dijo Piotr con cierta satisfacciуn -. Eso los confundirб.

— їNo lograrбn rastrearla? їSacarla de allн?

— Sн, claro. Pero la he programado para que descienda en la zona donde hay doscientos metros de profundidad. Les llevarб tiempo. Y al principio no sabrбn cuбndo cayу, ni cuбntos cuerpos habнa en el interior. Tendrбn que registrar todo el fondo del lago para asegurarse de que Gregor no se encuentra allн. Ademбs, la evidencia negativa nunca es concluyente. Ni siquiera entonces estarбn seguros. A montar, tropa, debemos ponernos en marcha. — Se dirigiу con paso firme hacia sus animales.

Cordelia lo siguiу, desconfiada. Caballos. їHabнa que considerarlos esclavos, simbiontes o compaсeros de mesa? El que Esterhazy le seсalу medнa un metro sesenta a la altura del lomo. El hombre le colocу las riendas en la mano y se alejу. La montura se encontraba a la altura de su mentуn… їse suponнa que debнa levitar hasta allб arriba? A esa distancia el caballo parecнa mucho mбs grande que cuando pastaba a lo lejos. La piel parda del lomo se estremeciу.

Oh Dios, me han dado uno defectuoso. Esta sufriendo convulsiones. Un pequeсo gemido escapу de sus labios.

De alguna manera, Bothari habнa logrado subirse al suyo. Al menos йl no tenнa que preocuparse por el tamaсo del animal. Considerando su altura, hacнa que la bestia pareciese un pequeсo ponн. Criado en la ciudad, Bothari no era ningъn jinete, y resultaba de lo mбs desmaсado a pesar de que Piotr lo habнa sometido a varios meses de entrenamiento desde que estaba a su servicio. Pero habнa que admitir que sabнa controlar la montura, por mбs torpes e irregulares que fuesen sus movimientos.

— Usted irб delante, sargento — indicу Piotr -. Quiero que nos alejemos mutuamente lo mбximo posible sin perdernos de vista. Nada de amontonarse. Ascienda por los senderos de las rocas planas (usted ya conoce el lugar) y espйrenos.

Bothari tirу de las riendas y pateу los flancos del caballo. Entonces comenzу a subir por el sendero al paso llamado medio galope.

El supuestamente decrйpito Piotr subiу sobre su montura con un бgil movimiento. Esterhazy le alcanzу a Gregor, y el conde lo sentу frente a йl. El niсo parecнa haberse animado ante la presencia de los animales, aunque Cordelia no podнa imaginar por quй. Piotr no pareciу hacer nada en absoluto, pero su caballo se colocу en posiciуn de subir por el sendero.

Telepatнa, decidiу Cordelia, desesperada. Mediante mutaciones han llegado a convertirse en telйpatas, y nadie me lo habнa advertido. O tal vez fuese el caballo el telepбtico.

— Vamos, mujer, ahora tъ — dijo Piotr con impaciencia.

Angustiada, Cordelia colocу el pie en lo que llamaban «estribo», se. aferrу a la montura y tratу de elevarse. La montura se deslizу lentamente por el lomo del caballo y Cordelia con ella, hasta que quedу colgada bajo las patas del animal. Cayу al suelo pesadamente, y se arrastrу entre el bosque de miembros equinos. El caballo moviу el cuello y la mirу con mucha mбs paciencia que la que ella sentнa, y, entonces, bajу la cabeza para mordisquear las malezas.

— Oh, Dios — gimiу Piotr, exasperado.

Esterhazy desmontу y se acercу a ella para ayudarla.

— Seсora, їse encuentra bien? Lo siento mucho, ha sido culpa mнa. Debн revisarla. Eh… їes la primera vez que monta a caballo?

— Sн — le confesу Cordelia. Йl retirу la montura rбpidamente, la enderezу y la ajustу con mбs firmeza -. Tal vez pueda caminar. O correr. — O cortarme las venas, Aral, їpor quй me has enviado con estos dementes?

— No es tan difнcil, seсora — le asegurу Esterhazy -. Su caballo seguirб a los demбs. Rose es la yegua mбs mansa de las caballerizas. їNo tiene un rostro dulce?

Los malйvolos ojos color cafй con pupilas moradas ignoraron a Cordelia.

— No puedo. — Por primera vez en ese dнa execrable, su garganta se cerrу en un sollozo.

Piotr rnirу al cielo y luego se volviу hacia ella.

— Inъtil niсa betanesa — le gruсу -. No me vengas con que nunca has montado a horcajadas. — Descubriу los dientes en una sonrisa -. Imagina que se trata de mi hijo.

— Venga, dйme su rodilla — dijo Esterhazy uniendo las manos, despuйs de dirigirle una mirada ansiosa al conde.

Puedes quedarte con toda la maldita pierna. Cordelia temblaba de ira y de miedo. Mirу a Piotr con furia y volviу a aferrarse de la montura. De algъn modo, Esterhazy logrу levantarla. Ella se aferrу como a la muerte, y despuйs de echar un vistazo decidiу no mirar abajo.

Esterhazy entregу sus riendas a Piotr, quien las atrapу en el aire y comenzу a remolcar su caballo. El sendero se convirtiу en un caleidoscopio de бrboles, rocas, lodazales y ramas que la golpeaban al pasar. Cordelia sintiу que comenzaba a dolerle el vientre, y que la cicatriz le tiraba.

Si se produce otra hemorragia interna… Siguieron andando, mбs y mбs.

Al fin abandonaron el medio galope para comenzar a ir al paso. Ella parpadeу. Tenнa el rostro ruborizado y se sentнa mareada. De algъn modo, habнan subido hasta un claro desde donde se veнa el lago, rodeando la amplia ensenada que se extendнa a la izquierda de la propiedad Vorkosigan. A medida que se fue aclarando su visiуn, Cordelia distinguiу la pequeсa mancha verde que constituнa el jardнn de la vieja casa. Al otro lado del agua se encontraba la diminuta aldea.

Bothari les esperaba mбs adelante, oculto entre los matorrales, con el caballo atado a un бrbol. Al verlos llegar se acercу a ellos y mirу a Cordelia con preocupaciуn. Ella se dejу caer en sus brazos.

— Avanza demasiado rбpido para ella, seсor. Todavнa estб delicada.

Piotr emitiу un bufido.

— Estarб mucho peor si nos encuentran los hombres de Vordarian.

— Me las arreglarй — dijo Cordelia, inclinada hacia delante -. En un minuto. Sуlo… necesito… un minuto. — A medida que descendнa el sol otoсal, la brisa soplaba cada vez mбs frнa sobre su piel. El cielo estaba encapotado y parecнa casi sуlido. Poco a poco, Cordelia se fue enderezando a pesar del dolor abdominal. Esterhazy llegу al claro tras ellos, a un paso mбs lento.

Bothari moviу la cabeza en direcciуn a la casa distante.

— Allн estбn.

Piotr y Cordelia se volvieron. Un par de aeronaves aterrizaban en el jardнn. No pertenecнan a las fuerzas de Aral. Los hombres emergieron de ellas como hormigas negras en sus uniformes de faena, salpicados con uno o dos vestidos de rojo y dorado, y algunos con el uniforme verde de oficial.

Bravo. Fantбstico. Nuestros amigos y nuestros enemigos visten los mismos uniformes. їQuй debemos hacer? їDispararles a todos y dejar que Dios los identifique?

Piotr mostraba una expresiуn amarga. їArrasarнan toda su casa y la dejarнan hecha una ruina buscando a los refugiados?

— Cuando cuenten los caballos que faltan, їno averiguarбn cуmo nos hemos marchado y dуnde estamos? — preguntу Cordelia.

— Los dejй salir a todos, seсora — explicу Esterhazy -. De ese modo al menos tendrбn la posibilidad de salvarse. No sй cuбntos lograremos recuperar.

— Me temo que la mayorнa no irб muy lejos — dijo Piotr -. Estarбn esperando la comida. Quisiera que se alejaran lo mбs posible. Dios sabe quй serбn capaces de inventar esos vбndalos, al ver que no encuentran nada mбs.

Un trнo de aeronaves estaba aterrizando en el perнmetro de la pequeсa aldea. Los hombres armados que desembarcaron de ellas se desvanecieron entre las casas. — Espero que Zai los haya podido advertir a tiempo — murmurу Esterhazy.

— їPor quй querrнan molestar a esas pobres personas? — preguntу Cordelia -. їQuй buscan ahн?

— A nosotros, seсora — dijo Esterhazy con preocupaciуn. Al ver su mirada confundida continuу -: A nosotros, los hombres de armas. A nuestras familias. A cualquiera que puedan llevarse como rehйn.

Esterhazy tenнa una esposa y dos hijos en la capital, recordу Cordelia. їQuй les habrнa ocurrido? їAlguien los habrнa puesto sobre aviso? Esterhazy parecнa estar preguntбndose lo mismo.

— Vordarian se llevarб a todos los rehenes que pueda, sin duda — asintiу Piotr -. Ahora ya estarб metido en esto. Debe triunfar o morir.

Bothari tenнa la vista perdida a lo lejos y movнa levemente la mandнbula. їHabrнa recordado alguien avisar a la seсora Hysopi?

— Pronto comenzarбn la bъsqueda por aire — observу Piotr -. Es hora de ponernos a cubierto. Yo irй primero. Sargento, condъzcala a ella.

Piotr virу su caballo y se desvaneciу entre las malezas, siguiendo un sendero tan poco marcado que Cordelia nunca lo hubiese reconocido como tal. Esta vez fueron necesarios Bothari y Esterhazy para volverla a subir sobre su montura. Piotr decidiу entonces marchar al paso, no por consideraciуn a ella, sospechу Cordelia, sino a sus sudorosos animales. Despuйs de ese odioso galope, ir al paso fue casi un alivio. Al menos al principio.

Cabalgaron entre бrboles y matorrales, a lo largo de una hondonada y cruzando un arroyo, con los cascos de los caballos raspando sobre la piedra. Cordelia se esforzу por escuchar el zumbido de las aeronaves sobre su cabeza. Cuando se acercу una, Bothari la condujo por una empinada cuesta que acababa en una hondonada, donde desmontaron y se ocultaron bajo un peсasco durante varios minutos, hasta que el sonido se alejу. Volver a subir de la hondonada fue aъn mбs difнcil, ya que debieron conducir a los caballos por la pronunciada cuesta sembrada de malezas.

Cayу la noche; el frнo y el viento se hicieron mбs intensos. Dos horas se convirtieron en tres, cuatro, cinco, y la penumbra se transformу en noche cerrada. Entonces marcharon todos juntos, tratando de no perder de vista a Piotr. Luego comenzу a llover, una llovizna negra y triste que volviу aъn mбs resbaladiza la montura de Cordelia.

Alrededor de la medianoche llegaron a un claro, y por fin Piotr ordenу un descanso. Cordelia se sentу apoyada contra un бrbol, aturdida por la fatiga, con los nervios deshechos, abrazando a Gregor.

Bothari dividiу una raciуn de comida que llevaba en el bolsillo y la repartiу entre Cordelia y el niсo. Envuelto en la chaqueta del sargento, al fin Gregor logrу vencer un poco el frнo y quedarse dormido. A Cordelia se le acalambraron las piernas por su peso, pero al menos la abrigaba un poco.


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