17

— Por amor de Dios, Bothari, no podremos llevarla allн — susurrу Koudelka.

Se hallaban en un callejуn metido en las profundidades del caravasar. Frente a ellos, en medio de la oscuridad y la llovizna, se alzaba un sуlido edificio de tres plantas. Tenнa las paredes de estuco y la pintura desconchada, y una luz amarillenta se filtraba por las persianas cerradas. Sobre la puerta de madera, ъnica entrada que Cordelia alcanzaba a ver, ardнa una lбmpara de aceite.

— No podemos dejarla aquн afuera. Necesita calor — respondiу el sargento. Llevaba a lady Vorpatril en sus brazos; Alys se aferraba a йl, dйbil y temblorosa.

— їQuй es este lugar? — preguntу Droushnakovi.

Koudelka carraspeу.

— En la Era del Aislamiento, cuando йste era el centro de Vorbarr Sultana, era una residencia importante. Pertenecнa a una de las princesas Vorbarra, segъn creo. Por eso la construyeron como una fortaleza. Ahora es… una especie de posada.

Oh, asн que йste era tu prostнbulo, Kou, estuvo a punto de decir Cordelia. Pero en lugar de ello se volviу hacнa Bothari.

— їEs seguro, o puede estar lleno de informantes, como ese ъltimo lugar?

— Serб seguro durante varias horas — estimу Botha-ri -. De todos modos, no tenemos mucho mбs que eso.

Bajу a Alys Vorpatril y despuйs de entregбrsela a Droushnakovi, entrу en el edificio. Cordelia estrechу con mбs firmeza al pequeсo Ivбn, compartiendo con йl el calor de su chaqueta. Afortunadamente, el bebй habнa dormido durante el trayecto desde el edificio abandonado hasta ese lugar. Unos minutos despuйs Bothari regresу y les hizo una seсa para que lo siguiesen.

Pasaron a travйs de un pasillo que casi parecнa un tъnel de piedra, con rendijas en las paredes y orificios cada medio metro.

— Serнa para defensa, en los viejos tiempos — susurrу Koudelka, y Droushnakovi asintiу con un gesto. Aunque esa noche no los aguardaban con flechas o con aceite hirviendo. Un hombre tan alto como Bothari pero mбs grueso cerrу la puerta a sus espaldas.

Desembocaron en una gran habitaciуn oscura que habнa sido convertida en una especie de comedor. En ella sуlo habнa dos mujeres de aspecto decaнdo, vestidas con batas, y un hombre que roncaba con la cabeza sobre la mesa. Como de costumbre, una extravagante chimenea quemaba trozos de madera.

Tenнan una guнa, o anfitriona. Una mujer alta los condujo en silencio hacia la escalera. Quince o incluso diez aсos atrбs, podнa haber resultado atractiva, con esas piernas largas y el rostro aguileno; ahora sуlo era huesuda y marchita, enfundada en una bata chillona color magenta con unos frunces caнdos que parecнan combinar con su inherente tristeza. Bothari alzу a Alys Vorpatril y la llevу por la empinada escalera. Koudelka mirу a su alrededor y pareciу animarse un poco al reconocer a alguien.

La mujer los condujo a una habitaciуn del piso superior.

— Cambia las sбbanas — murmurу Bothari, y despuйs de asentir con la cabeza, la mujer desapareciу. El sargento no bajу a la agotada Alys Vorpatril. La mujer regresу al cabo de unos minutos y cambiу las sбbanas arrugadas de la cama por otras limpias. Bothari depositу a Alys sobre el colchуn y retrocediу. Cordelia acomodу mejor al pequeсo que dormнa entre sus brazos.

La… casera, tal como decidiу llamarla Cordelia, observу al bebй con un destello de interйs.

— Йste es nuevecito. Niсo grande, їeh? — Su voz intentу un arrullo.

— Tiene dos semanas — dijo Bothari con frialdad.

La mujer emitiу un bufido, con las manos sobre las caderas.

— He asistido algunos partos, Bothari. Mбs bien dirнa que tiene dos horas.

Bothari se volviу hacia Cordelia con una mirada algo alarmada. La mujer alzу una mano.

— Lo que tъ digas.

— Deberнamos dejarla dormir — seсalу Bothari -. Hasta que estemos seguros de que no sangrarб.

— Sн, pero que no se quede sola — dijo Cordelia -. Por si despierta desorientada al encontrarse en un lugar desconocido. — Alys era una Vor, y un lugar semejante le resultarнa completamente ajeno.

— Yo permanecerй un rato con ella — se ofreciу Droushnakovi. Mirу con desconfianza a la casera, quien se inclinaba demasiado hacia el bebй para su gusto. Cordelia suponнa que Drou no habнa creнdo la versiуn de Koudelka de que se hallaban en una especie de museo. Y Alys Vorpatril tampoco lo harнa, en cuanto descansara lo suficiente para recuperar la lucidez.

Droushnakovi se dejу caer en un viejo sillуn desvencijado, frunciendo la nariz ante el olor hъmedo que surgiу de los cojines. Los demбs se retiraron de la habitaciуn. Koudelka fue a buscar un lavabo en ese viejo edificio, y luego se marchу a comprar algo para comer. Un olorcillo que flotaba en el aire indicу a Cordelia que el caravasar no estaba enganchado al sistema municipal de cloacas. Tampoco habнa calefacciуn central. Ante la expresiуn hostil de Bothari, la casera desapareciу. En un extremo del salуn habнa un sofб, un par de sillones y una mesa baja, iluminados por una lбmpara a baterнa cubierta con una tela roja. Bothari y Cordelia fueron a sentarse allн. Ahora que la tensiуn habнa mermado, el sargento parecнa agotado. Cordelia no sabнa cuбl era su propio aspecto, pero suponнa que dejaba bastante que desear.

— їHay prostitutas en Colonia Beta? — le preguntу Bothari de pronto.

Cordelia hizo un esfuerzo para despejar su mente. La voz del sargento era tan fatigada que la pregunta habнa sonado casual… pero Bothari nunca decнa nada sуlo por conversar. їHasta quй punto se habнa perturbado su delicado equilibrio con la violencia de esa noche?

— Bueno… tenemos a los T. S. P. — respondiу con cautela -. Supongo que cumplen con la misma funciуn social.

— їQuй es eso?

— Terapeutas de Sexualidad Prбctica. El Estado concede las licencias. Hay que contar con un tнtulo de psicoterapeuta. La diferencia es que los tres sexos pueden practicar la profesiуn. Los hermafroditas son quienes ganan mбs dinero; tienen muy buena acogida entre los turistas. No es… no es un puesto de alto status social, pero tampoco son la escoria. Creo que no tenemos escoria social en Colonia Beta; nos detenemos en la clase media baja. Es como… — Se detuvo unos momentos, buscando una buena comparaciуn -. Es como ser una peluquera en Barrayar. Se ofrece un servicio personal en determinada profesiуn, con cierta habilidad y pericia.

Por primera vez, habнa logrado dejar perplejo a Bothari, quien frunciу el ceсo.

— Sуlo los betaneses pueden pensar que se necesita un maldito tнtulo universitario… їLas mujeres utilizan sus servicios?

— Claro. Y las parejas tambiйn. Aunque en esos casos se concede prioridad a la cuestiуn educativa.

Йl sacudiу la cabeza y vacilу. Le dirigiу una mirada de soslayo.

— Mi madre era una prostituta. — Su tono fue curiosamente distante. Bothari aguardу.

— Yo… lo habнa imaginado.

— No sй por quй no me abortу. Sabнa practicarlos, al igual que los partos. Tal vez estaba preocupada por su vejez. Solнa venderme a sus clientes.

Cordelia se atragantу.

— Bu… bueno. En Colonia Beta no se permitirнa eso.

— No recuerdo gran cosa de esa йpoca. Escapй a los doce aсos, cuando fui lo bastante mayor para golpear a sus malditos clientes. Anduve con pandillas hasta los diecisйis, fingн tener dieciocho y logrй ingresar en el Servicio. Entonces pude salir de aquн. — Bothari se frotу las palmas.

— Comparado con su vida anterior, el Servicio debiу de ser el paraнso.

— Hasta que conocн a Vorrutyer. — Mirу a su alrededor con expresiуn vaga -. En esa йpoca habнa mбs gente aquн. Ahora estб casi desierto. — Su voz se tornу reflexiva -. Hay una gran parte de mi vida que no logro recordar bien. Es como si estuviera hecho de remiendos. Sin embargo, hay cosas que quisiera olvidar y no puedo.

Cordelia no se atreviу a preguntarle «їcuбles?», pero emitiу un pequeсo sonido para indicar que lo escuchaba con atenciуn.

— No sй quiйn fue mi padre. Aquн ser un bastardo es casi tan malo como ser un mutante.

— En el contexto betanйs, la palabra «bastardo» se utiliza como descripciуn negativa de una personalidad, pero en realidad no tiene ningъn significado objetivo. No se pueden comparar con los niсos concebidos de forma ilegal, y йstos son tan raros que cada caso se trata de forma individual. — їPor quй me estб contando todo esto? їQuй quiere de mн? Cuando empezу parecнa, casi asustado; ahora se le ve casi satisfecho. їQuй le he dicho para animarlo? Cordelia suspirу.

Para su alivio, en ese momento regresу Koudelka con unos bocadillos de queso y unas botellas de cerveza. Cordelia se alegrу al ver la bebida, ya que sospechaba del agua en ese lugar. Engullу su primer mordisco con satisfacciуn y dijo:

— Kou, debemos trazar una nueva estrategia.

Йl se sentу a su lado con dificultad, escuchando atentamente.

— їSн?

— Es evidente que no podemos llevarnos con nosotros a Alys Vorpatril y al bebй. Tampoco podemos dejarla aquн. Los hombres de Vordarian se han encontrado con cinco cadбveres y un coche incendiado. Pronto comenzarбn a registrar la zona. De todas formas, durante un tiempo buscarбn a una mujer embarazada y eso nos concede una pequeсa ventaja. Tenemos que separarnos.

Йl tragу un bocado de su bocadillo.

— їEntonces irб con ella, seсora?

Cordelia sacudiу la cabeza.

— Debo ir con los que entren en la Residencia. Aunque sуlo sea porque soy la ъnica capaz de decir: «Esto es imposible. Es hora de marcharnos.» Drou es absolutamente imprescindible, y necesito a Bothari. — Y de alguna extraсa manera, Bothari me necesita a mн -. Eso lo deja a usted.

Koudelka apretу los labios.

— Al menos no los obligarй a ir mбs despacio.

— Usted no estб con nosotros a falta de algo mejor — replicу ella con dureza -. Su ingenio hizo que logrбramos entrar en Vorbarr Sultana. Tambiйn lo considero capaz de sacar a Alys Vorpatril. Usted es su ъnica posibilidad.

— Pero se dirнa que yo escapo mientras usted se enfrenta a una situaciуn peligrosa.

— Sуlo lo parece, Kou, piйnselo. Si Vordarian vuelve a atrapar a Alys, no mostrarб ninguna misericordia con ella, ni tampoco con el bebй. Ustedes no estarбn mбs seguros que nosotros. Todos tendremos que cuidar nuestras cabezas utilizando la lуgica.

Йl suspirу.

— Lo intentarй, seсora.

— Con intentarlo no basta. Padma Vorpatril lo «intentу». Usted debe lograrlo, Kou.

Йl asintiу lentamente con la cabeza.


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