— Sн — dijo la haut Vio-. Lo sй. — Miles habнa visto a alguna gente hablando a las plantas con mбs amabilidad…
Basta, Ivan, deseу Miles en silencio. El marido de esta mujer es el primer oficial del hombre que tal vez tratу de matarnos ayer, recuerdas? A menos que lord X fuera el prнncipe Slyke despuйs de todo… o el haut Rond o… Miles apretу los dientes.
Pero antes de que Ivan pudiera hundirse todavнa mбs en sus palabras, apareciу por el sendero un hombre ataviado con el uniforme militar cetagandano. El maquillaje facial acentuaba los rasgos marcбndole el ceсo fruncido. El ghemgeneral Chilian. Miles se quedу frнo, pasу la mano por el brazo de Ivan y lo apretу con fuerza como advertencia.
La mirada de Chillan se deslizу un momento sobre los barrayareses con un gesto de sospecha.
— Haut Vio — se dirigiу a su esposa-. Acompбсame, por favor.
— Sн, milord — dijo ella, bajу las pestaсas y escapу alrededor de Ivan con un breve gesto como despedida. Chilian se obligу a hacer el gesto que reconocнa la existencia de los forasteros; con esfuerzo, le pareciу a Miles. El general mirу otra vez por encima del hombro mientras se llevaba a su esposa. Quй pecado habrнa cometido el ghemgeneral Chilian para merecerla a ella?
— Un tipo con suerte — suspirу Ivan con envidia.
— No estoy tan seguro… — dijo Miles.
El embajador Vorob'yev se limitу a sonreнr con amargura.
Siguieron paseando. Miles tenнa en la cabeza un torbellino de ideas. El encuentro con Chilian, era casual? O se trataba de otra trampa? Lord X usaba sus herramientas humanas como pinzas, y asн mantenнa el peligro a raya. Seguramente el ghemgeneral y su esposa estaban demasiado cerca, la conexiуn era demasiado obvia. A menos, claro estб, que lord X no fuera Kety…
Un brillo en el centro del camino captу la atenciуn de Miles. Una hautburbuja se acercaba por el sendero rodeado de verde. Vorob'yev e Ivan se apartaron para dejarla pasar, pero la burbuja se detuvo frente a Miles.
— Lord Vorkosigan. — La voz de la mujer era melodiosa a pesar del filtro, pero no era la de Rian—. Puedo hablar con usted en privado?
— Claro que sн — dijo Miles antes de que Vorob'yev pudiera objetar algo-. Dуnde? — La tensiуn le sacudiу el cuerpo. El asalto final al nuevo objetivo, la nave del gobernador Ilsum Kety, serнa esa noche? Demasiado prematuro, demasiado incierto-. Cuбnto tiempo necesitamos?
— No es lejos, milord. Una hora, mбs o menos.
No era suficiente para un viaje a la уrbita; entonces se trataba de otra cosa.
— Muy bien. Caballeros, me disculpan?
La mirada de Vorob'yev era tan desdichada como le permitнa su autocontrol habitual.
— Lord Vorkosigan… — En realidad, las dudas del embajador eran una buena seсal; seguramente habнa mantenido una larga conversaciуn con Vorreedi-. Desea usted un guardia?
— No.
— Un comu?
— No.
— Tendrб usted cuidado? — Una diplomбtica manera de decir Estб seguro de que sabe en quй se estб metiendo?
— Sн, sн, claro, seсor.
— Y quй hacemos si no vuelves dentro de una hora? — dijo Ivan.
— Esperar. — Miles les dirigiу un gesto cordial y siguiу a la burbuja por el sendero del jardнn.
Cuando doblaron otro recodo hacia un rincуn privado, iluminado por luces de colores y escondido detrбs de un bosquecillo de arbustos llenos de flores, la burbuja rotу y desapareciу repentinamente. Miles se encontrу frente a otra belleza de blanco, sentada sobre la silla-flotante como en un trono. El cabello de esa mujer era de color rubio miel, y lo llevaba levantado alrededor de los hombros en un complejo peinado. Miles le calculу unos cuarenta y tantos aсos, lo cual significaba que probablemente tenнa el doble.
— La haut Rian Degtiar me dio instrucciones — afirmу ella. Moviу la ropa a la izquierda de la silla, descubriendo un apoyabrazos muy bien acolchonado-. No tenemos mucho tiempo. — Su mirada pareciу medir el peso de Miles, o tal vez su baja estatura-. Puede usted… bueno… subirse aquн para el viaje…
— Quй… quй fascinante… — Ah, si ella hubiera sido Rian… Pero por lo menos, el viaje servirнa para comprobar alguna teorнa sobre las capacidades mecбnicas de las hautburbujas…-. Eh… identificaciуn, milady? — agregу йl, como disculpбndose. La ъltima persona que habнa hecho ese tipo de viaje (por lo menos, en teorнa) habнa terminado en el suelo con el cuello cortado.
Ella asintiу como si hubiera estado esperando esa reacciуn y abriу la palma de la mano para mostrarle el anillo del Criadero Estrella.
Bueno, dadas las circunstancias, eso era lo mбs parecido a una identificaciуn a que podнa aspirar… Miles se acercу con cuidado, subiу a bordo y se aferrу a la parte trasera de la silla para mantener el equilibrio. Los dos trataban de mantenerse separados. La mano de dedos largos de la haut tocу el panel de control incrustado en el apoyabrazos derecho y el campo de fuerza volviу a conectarse. La luz pбlida y blanca reflejaba los arbustos floridos, destacaba los colores e iluminaba el camino frente a ellos.
La visiуn era bastante clara; la ъnica molestia era una esfera fantasmal que marcaba la frontera del campo de fuerza y parecнa una niebla mбs tenue que la pelнcula interna de los huevos. El sonido tambiйn se transmitнa con mucha claridad, mucho mejor que el efecto inverso, deliberadamente opaco. Miles oyу voces y tintineos de copas un balcуn mбs arriba. Pasaron junto al embajador Vorob'yev e Ivan, que miraron la burbuja con ojos curiosos, llenos de incertidumbre, pero no tenнan modo de saber si se trataba de la misma burbuja. Miles reprimiу el absurdo impulso de hacerles un gesto de despedida con la mano.
No se dirigieron al vestнbulo del tubo elevador, como Miles habнa esperado, sino hacia el lнmite del jardнn. La anfitriona de cabello plateado estaba de pie allн, esperando. Hizo un gesto con la cabeza y abriу el campo de fuerza del jardнn con un cуdigo especial. La burbuja saliу hacia una pequeсa plataforma de aterrizaje. El brillo del pavimento se oscureciу con la burbuja a una orden de su dueсa. Miles mirу hacia arriba, al cielo brillante de la noche, buscando un vueloliviano o un auto aйreo.
Pero en ese momento, la burbuja se desplazу suavemente hacia el final del edificio y cayу por el borde.
Miles se aferrу con fuerza al asiento, tratando de no gritar, aferrarse al cuello de la hautpiloto o vomitar sobre el vestido blanco. Estaban en caнda libre y йl odiaba, odiaba, odiaba las alturas… lo habнan destinado a esa muerte? Su asesina se sacrificarнa en el proceso? Ay… Dios…
— Pensй que estas cosas sуlo alcanzaban un metro de altura — se ahogу Miles. La voz le saliу aguda y temblorosa a pesar de todos sus esfuerzos.
— Si hay suficiente altura inicial, se puede realizar una caнda controlada — explicу ella, con calma.
A pesar de la primera impresiуn horrorizada de Miles, no estaban cayendo como una piedra. Trazaban una parбbola hacia delante, atravesando las calles y los anillos verdes salpicados de luces, hacia la gran cъpula del Jardнn Celestial.
Miles pensу en la bruja Baba Yaga de los cuentos folclуricos de Barrayar, la que viajaba volando en una bala de caсуn. La bruja que lo acompaсaba no era fea ni vieja. Pero en ese momento йl no estaba muy seguro de que no se comiera a los niсos traviesos en sus ratos libres.
Unos pocos minutos despuйs, la burbuja aminorу la velocidad hasta el paso de un transeъnte. Estaban a unos pocos centнmetros por encima del pavimento, una de las entradas menores del jardнn Celestial. Un movimiento del dedo de la mujer devolviу el brillo blanco a la burbuja.
— Ah — exclamу ella, en tono alegre-. Tendrнa que hacerlo mбs a menudo… — Casi dejу escapar una sonrisa: durante un momento pareciу casi… casi humana.
Miles se quedу de una pieza cuando los sometieron a los procedimientos de seguridad de la cъpula celestial: era como si no estuvieran ahн, como si no hubiera procedimientos, nada, excepto un rбpido intercambio de cуdigos electrуnicos. Nadie los detuvo, nadie los registrу, nadie examinу la burbuja. Los hombres uniformados que habнan sacudido a los enviados galбcticos de arriba a abajo se apartaron respetuosamente, con la mirada baja.
— Por quй no nos detienen? — susurrу Miles, incapaz de soportar la impresiуn de que era imposible que no lo vieran si йl los veнa.
— Detenerme? — repitiу la hautmujer, sorprendida por la pregunta-. Detenerme a mн? Soy la haut Pel Navarr, consorte de Eta Ceta. Yo vivo aquн.
Por suerte, el resto del viaje transcurriу a ras de suelo aunque a una velocidad un poco superior que la que Miles habнa visto en fiestas y reuniones. Reconociу los edificios y parques del Jardнn Celestial mientras se dirigнan hacia el edificio blanco que tenнa biofiltros en las ventanas. El paso de la haut Pel a travйs de los procedimientos automбticos de seguridad del edificio fue casi tan rбpido y silencioso como en la entrada a la cъpula. Recorrieron una serie de pasillos, pero esa vez iban en una direcciуn diferente. Esquivaron los laboratorios y oficinas del corazуn del edificio y subieron un nivel mбs.
Una puerta doble se abriу para franquearles la entrada a una gran habitaciуn circular decorada en tonos suaves de gris y plata. A diferencia de todo lo demбs que habнa visto en el jardнn Celestial, el lugar no tenнa decoraciones vivientes, ni plantas, ni animales, ni ninguna de esas creaciones perturbadoras que parecнan encontrarse a medio camino entre los dos reinos. Era silencioso, concentrado, sin elementos que se prestaran a la distracciуn… Era una cбmara del Criadero Estrella; tal vez era algo asн como la Cбmara Estrella, supuso Miles. Habнa ocho mujeres vestidas de blanco esperбndolos en silencio. Estaban sentadas en un cнrculo. Miles sentнa que su estуmago ya deberнa haberse calmado: hacнa mucho que no estaban en caнda libre.
La haut Pel detuvo la silla flotante en un espacio vacнo dentro del cнrculo, la apoyу en el suelo y desconectу la burbuja. Ocho pares de ojos extraordinarios se posaron en la cara de Miles.
Nadie deberнa tener que exponerse a todas estas hautmujeres al mismo tiempo, pensу йl. Era como una sobredosis peligrosa. La belleza que tenнa frente a sн era variada; tres tenнan el cabello tan plateado como la esposa del ghemalmirante; una era de tez cobriza; otra tenнa la piel oscura y la nariz aguileсa, con una melena rizada de un negro azulado que le caнa sobre el cuerpo como un abrigo. Dos eran rubias: la guнa con sus ondas doradas, y otra con el cabello tan pбlido como el trigo maduro al sol, un cabello que le caнa lacio hasta el suelo. Otra tenнa los ojos oscuros y el cabello de un castaсo color chocolate como el de la haut Vio, pero peinado en nubes suaves y mullidas. Y ademбs, por supuesto, estaba Rian. El efecto de todas aquellas mujeres juntas iba mбs allб de la belleza; йl no sabнa cуmo llamarlo pero la palabra mбs apropiada hubiera sido terror. Se deslizу hacia el suelo y se separу de la silla, aliviado por el tranquilizador contacto de las altas botas rнgidas sobre la tierra firme.