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Lo de «fiesta de jardнn» no era del todo adecuado, decidiу Miles. Mirу mбs allб del embajador Vorob'yev y de Ivan cuando los tres salieron del tubo elevador con los oнdos tapados hacia el aire libre en el ъltimo piso del edificio. Un leve brillo dorado en el aire marcaba la presencia de una pantalla de fuerza liviana, que protegнa a los invitados de las molestias del viento, la lluvia o el polvo. Allн, en el centro de la capital, el crepъsculo era brillante y plateado porque el edificio, de medio kilуmetro de alto, daba a los anillos verdes de parque que rodeaban el jardнn Celestial.

Parterres de flores y бrboles enanos, fuentes, arroyos, senderos y puentes de jade convertнan el techo en un laberinto descendente en el mejor estilo cetagandano. Cada recodo de los caminos revelaba y enmarcaba una imagen bella y distinta de la enorme ciudad que se extendнa hasta el horizonte, pero las mejores eran las que abarcaban el gran huevo brillante de ave fйnix del emperador en el corazуn de sus dominios. El vestнbulo del tubo elevador, que se abrнa sobre el panorama, tenнa un techo de enredaderas y el suelo adornado con un elaborado arreglo de piedras de colores: lapislбzuli, malaquita, jade verde y blanco, cuarzo rosado y minerales que Miles no conocнa ni de nombre.

El oficial de protocolo les habнa indicado que se pusieran el uniforme de gala negro, aunque Miles hubiera supuesto que el verde de fajina era el correcto. Pero nadie podнa ser demasiado formal en ese lugar. Los anfitriones permitieron subir al embajador Vorob'yev como escolta de los invitados, pero todos los demбs tuvieron que quedarse abajo, incluyendo a Vorreedi. Ivan mirу a su alrededor y aferrу su invitaciуn.

Lady d'Har, la anfitriona, estaba de pie en medio del vestнbulo. Aparentemente el interior de su casa contaba como una burbuja, porque estaba dando la bienvenida a sus invitados en persona. A pesar de su edad — era bastante mayor-, su hautbelleza hubiera deslumbrado a cualquiera. Se habнa puesto una docena de tъnicas de un blanco cegador que le bajaban por el cuerpo hasta el suelo. El abundante cabello plateado se arrastraba tras ella. Su esposo, el ghemalmirante Har, cuya imponente presencia habrнa dominado cualquier otra habitaciуn, parecнa casi invisible a su lado.

El ghemalmirante Har comandaba la mitad de la flota cetagandana y su llegada a las ceremonias finales por la muerte de la emperatriz, retrasada por cuestiones de trabajo, era la razуn de esa fiesta de bienvenida. Llevaba su uniforme rojo sangre, que podrнa haber adornado con suficientes condecoraciones como para hacerlo naufragar si cruzaba un rнo. En lugar de eso, habнa preferido ser el mejor: lo ъnico que lucнa en el pecho era la cinta y la medalla de la Orden del Mйrito, un mйrito aparentemente simple y poco grandilocuente. Sin las demбs baratijas del йxito, nadie podнa evitar la imagen de esa medalla. Ni evitar ni igualar. Era un honor muy poco frecuente que entregaba el Emperador en persona. Habнa muy pocos premios superiores a йse en el Imperio de Cetaganda. La hautlady que tenнa a su lado podнa considerarse uno de ellos. Miles supuso que el lord tambiйn la habrнa colocado sobre su tъnica si hubiera podido, a pesar de que se la habнa ganado hacнa ya cuarenta aсos. El maquillaje del ghemclan Har tenнa colores como el anaranjado o el verde; los dibujos no eran muy definidos y se cruzaban con las arrugas de la edad sobre la cara del almirante, en un contraste francamente desagradable con el rojo del uniforme.

Hasta el embajador Vorob'yev se sentнa cohibido en presencia del ghemalmirante Har. Miles se dio cuenta por la extrema formalidad de los saludos que le dispensу. Har se mostrу amable, pero saltaba a la vista que estaba sorprendido: Por quй estбn estos extranjeros en mi jardнn? Sin embargo, se limitу a hacer un gesto a lady Har, quien recibiу la invitaciуn del aliviado Ivan con un pequeсo gesto y les dio las indicaciones necesarias para llegar al sitio alto y dorado donde se servнa la comida y la bebida. La edad habнa suavizado su voz.

El embajador y los dos enviados pasearon por el jardнn. Cuando se recuperу de la impresiуn que le habнa causado lady d'Har, Ivan empezу a buscar con la vista a las ghemujeres que conocнa, pero fue en vano.

— Este lugar estб lleno de viejos carcamales — le susurrу a Miles, decepcionado-. Seguramente cuando hemos entrado nosotros, la edad promedio ha bajado de noventa a ochenta y nueve aсos.

— Ochenta y nueve y medio, dirнa yo — susurrу Miles.

El embajador Vorob'yev se puso un dedo sobre los labios, pero su mirada revelу que el comentario le habнa parecido gracioso.

Sн. Йse era el lugar donde pasaban las cosas; en comparaciуn Yenaro y su cнrculo de amistades eran insignificantes, mezquinos y marginales: estaban excluidos por edad, por rango, por riqueza, por… todo. En el jardнn habнa una media docena de burbujas de hautladies que brillaban como antorchas pбlidas. Miles no habнa visto nada igual en ningъn sitio que no fuera el Jardнn Celestial. Al parecer, lady d'Har mantenнa contactos con sus hautparientes o exparientes. Rian estб aquн? Miles rezу por verla.

— Ojalб hubiera podido traer a Maz — suspirу Vуrob'yev con pena-. Cуmo consiguiу usted esto, lord Ivan?

— Yo no fui — contestу Ivan. Seсalу con el pulgar hacia Miles.

Vorob'yev alzу las cejas con sorpresa.

Miles se encogiу de hombros.

— Me dijeron que estudiara a la jerarquнa. Y aquн estб el poder, no es cierto? — En realidad, ya no estaba tan seguro.

Dуnde estaba el poder en esa enigmбtica sociedad? Lo tenнan los ghemlores, habrнa dicho йl hacнa un tiempo y no habrнa dudado ni un segundo: el poder es de quien controla las armas, lo controla la amenaza de violencia. O los hautlores, que dominaban a los ghem aunque fuera tangencialmente. Desde luego, no lo ostentaban las hautmujeres, tan recluidas y remotas. Acaso el conocimiento de ellas era un tipo de poder? Un poder muy frбgil. Poder frбgil? No serнa eso un oxнmoron? El Criadero Estrella existнa desde tiempos anteriores a la protecciуn del Emperador; el emperador existнa porque lo servнan los ghemlores. Sin embargo, las hautmujeres habнan creado al Emperador… habнan creado a los haut… habнan creado a los ghem tambiйn. Poder para crear… poder para destruir… Miles parpadeу, confundido y mordisqueу un canapй que tenнa la forma de un diminuto cisne; le arrancу la cabeza primero. Las alas eran de harina de arroz, a juzgar por el sabor, y el cuerpo, una pasta de proteнnas muy condimentada. Carne de cisne artificial?

El grupo barrayarйs se sirviу unas bebidas y empezу un circuito lento de los senderos del jardнn, una comparaciуn de los distintos paisajes de la ciudad. Tambiйn recogieron miradas asombradas de los ghem y haut ancianos que los observaban; pero nadie se acercу a ellos para presentarse, hacer preguntas o entablar una conversaciуn. Por el momento, hasta Vorob'yev se limitaba a mirar, pensaba Miles, pero seguramente no desperdiciarнa las oportunidades de la velada para hacer algъn contacto. Miles no estaba muy seguro de cуmo iba a sacarse de encima al embajador cuando apareciera su contacto. Suponiendo que йse fuera el lugar del encuentro con quien fuera y que la idea de la velada como punto de reuniуn no fuera el resultado de su imaginaciуn desbocada.

0 el lugar del siguiente intento de asesinato. Doblaron un sendero que rodeaba un parterre y vieron a una mujer en ropa hautblanca pero sin burbuja, de pie, admirando la ciudad. Miles la reconociу por la gruesa trenza color chocolate que le caнa sobre la espalda hasta los tobillos, la reconociу a pesar de que ella le daba la espalda. La haut Vio d'Chilian. Entonces, el ghemgeneral Chilian estaba allн? Y Kety?

Ivan contuvo el aliento. Claro. Sin contar a la anciana anfitriona, йsa era la primera vez que su primo veнa a una hautmujer fuera de la burbuja y al pobre le faltaba la… la inoculaciуn del suero de haut Rian. Miles descubriу que era capaz de mirar a la haut Vio sin un temblor. Acaso las hautmujeres eran una enfermedad que sуlo se padecнa una vez, como el legendario sarampiуn? Una dolencia que dejaba al paciente inmunizado? Si salнa con vida, claro, aunque fuera con cicatrices…

— Quiйn es ella? — susurrу Ivan, hechizado.

— La hautesposa del ghemgeneral Chillan — murmurу Vorob'yev al oнdo de lord Vorpatril-. El ghemgeneral tiene mucho poder: si quiere, puede pedirme su hнgado frito para desayunar, lord Vorpatril. Y yo se lo mandarнa en persona. Las ghemladies solteras y libres pueden distraerse como prefieran, pero las haut casadas estбn estrictamente fuera de los lнmites. Me ha entendido?

— Sн, seсor — dijo Ivan, en voz baja.

La haut Vio contemplaba la gran cъpula del jardнn Celestial, que brillaba, opaca, al otro lado. Parecнa hipnotizada. Echaba de menos su anterior vida?, se preguntу Miles. Habнa pasado aсos exiliada en las tierras de Sigma Ceta con su ghemesposo. Quй sentнa ahora? Felicidad? Nostalgia?

Seguramente algъn movimiento de los barrayareses llamу la atenciуn de la mujer, porque volviу la cabeza hacia ellos. Durante un segundo, un segundo apenas, los sorprendentes ojos color canela adquirieron la tonalidad metбlica del cobre en una expresiуn de rabia tan absoluta que el estуmago de Miles se cerrу en un puсo. Despuйs el rostro se sumiу sъbitamente en un hautismo tan suave y vacнo como la inexistente burbuja, e igualmente poderoso y agresivo; la emociуn abierta desapareciу con tanta rapidez que Miles ni siquiera supo si los otros dos hombres la habнan percibido. Pero la mirada de furia no habнa sido para ellos; estaba en la cara antes de que ella se volviera, antes de que pudiera identificar a los barrayareses, vestidos de negro, entre las sombras.

Ivan abriу la boca. Por favor, no, no, pensу Miles, pero Ivan tenнa que intentarlo.

— Buenas noches, milady. Bonita vista, verdad?

Ella dudу un momento muy largo — Miles se la imaginу en un gesto de huida-, pero despuйs contestу en una voz grave, perfectamente modulada:

— No hay nada comparable en todo el universo.

Ivan, alentado, sonriу y se aproximу.

— Permнtame presentarme. Soy lord Ivan Vorpatril, de Barrayar… Y… йl… es el embajador Vorob'yev, y йl, mi primo, lord Miles Vorkosigan. Hijo de… ya sabe…

Miles hizo una mueca y se encogiу. Contemplar el tartamudeo de Ivan en un momento de pбnico sexual hubiera sido divertido en otras circunstancias, pero en йsas era tan terriblemente embarazoso que ya no le resultaba gracioso. Le recordaba demasiado a… sн mismo. Fui tan estъpido la primera vez que vi a Rian? Le daba miedo pensar en la respuesta: seguramente era un sн.


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