Sin una palabra, acortó el camino por Dumaine para llegar a la calle Decatur.

– ¿Qué estás haciendo?-pregunto Xypher a la defensiva.

– Te voy a conseguir algo de ropa.

La obligó a pararse en la acera.

– No necesito nada.

– Sí lo que lo necesitas.

Su hermoso rostro se convirtió en piedra.

– No voy a aceptar tu caridad. No necesito nada de nadie.

Ella lo recorrió con una mirada fría.

– No pienso estar atada durante un mes a un hombre que sólo tiene una camisa y un par de pantalones cuando estoy forzada a olerlo todo el tiempo.

Eso provocó fuego en sus ojos.

Jesse frunció el entrecejo.

– Hey, él es un dios. ¿No puede, simplemente, hacer aparecer ropa para sí mismo?

Xypher miró a Jesse de una manera sofocante.

– Hades es un bastardo como ya dije anteriormente. Mis poderes no están intactos. Puedo utilizarlos para defenderme. Pero no para comida, vestimenta o… vivienda.

La última parte salió tan baja que ni siquiera estaba segura de que la había oído.

La expresión de vergüenza en su cara le dijo que ella no se había equivocado.

¿Por qué Hades le habría hecho eso?

– Vamos, -le dijo ella, tirando de su mano suavemente.- Necesitas ropa, especialmente un abrigo o chaqueta.

Xypher no podía respirar por la dulzura de su fugaz contacto que lo marcó completamente. No estaba diseñado para herir o controlar. No era más que un agradable toque que cualquier humano le podía dar a otro.

Nunca había sido tocado así.

Sorprendido por su bondad, la siguió hacia una tienda. No es que la estuviera siguiendo porque quería. Nunca había seguido nadie. Ella sólo lo guiaba porque no sabía hacia dónde iban.

A medida que entró en la tienda, se detuvo al observar un maniquí con un corsé, falda corta a rayas y mallas.

– ¿Pasa algo malo?- Preguntó Simone.

– Conozco un demonio que se viste así.

Su cara perdió el color.

– ¿Un demonio?- susurró.

Xypher asintió.

– Viaja como compañera de Acheron. Simi.

– ¿Simi Parthenopaeus?

Xypher se sorprendió por la exuberante voz de la dependiente. Pequeña con cabello profundamente negro, estaba parada detrás de un mostrador de vidrio lleno de joyas y copas.

Simone le arqueó una ceja a la mujer.

– ¿Usted conoce a Simi?

La mujer morena amplio su sonrisa.

– Oh, sí, todos conocemos a Simi y a su hermana. Nos dejan sin nada cada vez que están en la ciudad. Las adoramos ¿Es usted un amigo de ellas?

Xypher ahogó un gruñido. Amigo… esa era una palabra nadie había usado antes con él. Pero tampoco le podía decir a la mujer que había acabado con un ejército de daimons y salvado al mundo.

– Sí, somos amigos.

– Oh, cariño, entonces bienvenido a Roadkill. Cualquier amigo de las Parthenopaeus es un amigo nuestro. ¿Qué puedo hacer por usted?

– Necesitamos conseguirle algo de ropa, -dijo Simone. Y señaló una chaqueta de cuero colgada muy arriba en la pared. -¿Podemos ver esa?

La mujer salió del mostrador para bajársela.

Se la entregó a Xypher quien se encogió de hombros. Era todo lo que podía hacer para no gemir por lo bien que se sentía el caliente cuero sobre su piel después de haber estado congelado todos esos días. La chaqueta era pesada, pero agradecía el peso de la misma.

Se sentía muy, muy bien.

Simone sonrió mientras se acercaba a él y se la acomodaba. Sus manos rozaron su cuello, poniéndolo instantáneamente duro.

– Muy bonito. Se ve bien en ti. ¿Te gusta?

Él ni siquiera sabía cómo responder.

– Está bien, -dijo, sabiendo que le estaba mintiendo. Estaba mucho mejor que bien. Quería abrazarla por el regalo.

Simone retrocedió cuando una extraña ola de deseo la recorrió y no sabía por qué. Bueno, quizás sí. Xypher se veía fenomenal con la chaqueta negra de motociclista que tenía un símbolo anarquista pintado en el hombro izquierdo y los Misfits en la parte trasera. Ella quería acariciar el cuero y sentir el duro cuerpo debajo. Se veía peligroso y fiero.

Cosa que realmente era.

Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no ronronear.

– ¿Cuántas camisas quieres? -Preguntó Jesse.

Simone parpadeó antes de retroceder, agradecida por la intervención de Jesse.

– Por lo menos una docena.

– ¿Una docena de qué?-La dependienta la miró fijamente.

Simone se sonrojó cuando se dio cuenta de que la mujer no sabía que Jesse estaba a su lado.

– Lo siento, estaba pensando en voz alta.

– Ah, yo pensé que estaban hablando en clave.- La mirada de la mujer se deslizó hacia el abdomen de Xypher. -Porque estoy segura de que tiene una docena mortal oculta ahí abajo.

Simone no tenían ni idea de por qué, pero una ráfaga de celos la recorrió. ¿Qué podía ser más ridículo? Sin embargo, cuando le contestó a la mujer, su voz estaba cortada por esa estúpida e inesperada emoción.

– Ocho, en realidad.

La dependienta quedó impresionada.

– ¿De verdad?

Ella asintió

– Demonios, eres una mujer muy afortunada. El mío sólo tiene uno, pero de todos modos lo adoro.

Simone sonrió.

Xypher no.

– ¿De qué están hablando vosotras dos?

Simone le dio una palmadita a Xypher en el brazo.

– Nada, cariño. Hay que conseguirte un par de suéteres, algunas camisas y pantalones.

Jesse puso sus ojos en blanco.

– Te están comiendo con los ojos, tío. Hablan sobre tus atractivos y el hecho de que estás nauseabundamente marcado, igual que yo habría estado si no me hubiera hecho polvo a los diecisiete. -Hinchó su pecho, tratando de parecer más musculoso. – Estoy atrapado para siempre en mi fase alta y desgarbada.

Xypher no hizo ningún comentario sobre su apariencia, estaba más perturbado por las mujeres.

– ¿Se supone que deben hacer eso? -Le susurró a Jesse.

– Sólo si tienes suerte… o si la vas a tener. -Jesse le hizo extraños ruidos parecidos a un chasquido.

– ¿Se supone que deben hacer qué? – Preguntó la dependiente.

Simone aclaró su garganta.

– Conseguir su ropa. Sí, cariño, se supone que debe hacer eso. -Se inclinó más cerca a él. -Ignora a Jesse antes que nos encierren en una habitación acolchada.- Y miró a Jesse mordazmente.

– Sólo está celosa porque puedo entrar en los vestuarios y no ser visto.

Simone lo cortó.

– ¡Eres un pervertido!

– No lo soy. Sería un pervertido si te espiara cuando te estás bañando o cambiándote de ropa. -Se estremeció. -Eso sería como espiar a mi hermana. Prefiero morir.

– Ojalá – murmuró Simone despacio.

Xypher estaba realmente divertido por su discusión. Le tomó un par de segundos comprender cuál era la emoción que sentía.

Diversión. Nunca la había experimentado antes, pero estaba bien. Su pecho se sentía más ligero y tenía cosquillas en el estómago. No había ira o la intención de hacer daño en sus tonos. Simplemente estaban bromeando juguetonamente y disfrutando el uno del otro.

Le gustaba mirarlos.

Simone le envió a Jesse otra mirada de advertencia antes de que realmente la metiera en problemas. Aunque ella lo adoraba, odiaba cuando hacia eso. No le gustaba ignorarlo, pero tampoco quería que pensaran que estaba loca.

Alejándose de Jesse a fin de no animarlo aun más, Simone siguió a la mujer hacia la parte trasera, pero se detuvo cuando vio los zapatos en el centro de la tienda que estaban en estantes pegados a la pared. La mayoría eran bastante funkys, incluyendo un par de stilettos claros con tacones de nueve pulgadas. Pero un par de botas de motociclista negras con calaveras y huesos cruzados como hebillas habían atrapado su mirada.

Una lenta sonrisa curvó sus labios mientras pensaba en la única persona que les podía hacer justicia.

– ¿Xypher?

– ¿Sí?

Ella señalo las botas.

– ¿Te pondrías éstas?

La amplia sonrisa que causó esta pregunta era absolutamente perversa. Y por primera vez, no fue fingida. Tenía un aspecto de puro placer que la calentó completamente. Maldición, el hombre es magnífico.


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