MARINA.- ¡Nada, nada..., nenita!... ¡Déjalos que cacareen como los gansos, que ya se callarán!

SONIA.- ¡Amita!

MARINA (acariciándole la cabeza). - ¡Tiemblas como si estuviera helando!... Bueno, bueno, huerfanita... Dios es misericordioso... Voy a hacerte una infusión de tila o de frambuesa y se te pasará... ¡No te aflijas, huerfanita!... (Fijando con enojo la mirada en la puerta del centro.) ¡Vaya nerviosos que se han puesto los muy gansos! ¡A paseo con ellos! (Detrás del escenario suena un disparo, oyéndose después el grito lanzado por Elena Andreevna. Sonia se estremece.)

SONIA.- ¡Vaya!

SEREBRIAKOV (entrando corriendo y tambaleándose de susto).- ¡Sujetadlo! ¡Sujetadlo! ¡Se ha vuelto loco!

ESCENA IV

Elena Andreevna y Voinitzkii aparecen forcejeando en la puerta.

Telón.

ELENA ANDREEVNA (luchando por arrebatarle la pistola).- ¡Entréguemela! ¡Entréguemela le digo!

VOINITZKII.- ¡Déjeme, Heléne! ¡Déjeme! (Logrando soltarse de ella, entra precipitadamente y busca con los ojos a Serebriakov.) ¿Dónde está? ¡Ah! ¡Está aquí! (Apuntándole y disparando.) ¡Pum!... (Pausa.) ¿No le he dado? ¿Me falló otra vez el tiro? (Con ira.) ¡Ah diablos! ¡Diablos!... (Golpea con la pistola sobre la mesa y se deja caer, agotado, en una silla. Serebriakov parece aturdido y Elena Andreevna, presa de un mareo, se apoya contra la pared.)

ELENA ANDREEVNA.- ¡Llévenme de aquí ¡Llévenme!... ¡Mátenme, pero no puedo quedarme un instante más! ¡No puedo!

VOINITZKII (con desesperación). -¡Oh! ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy haciendo?...

SONIA (en voz baja).- ¡Amita! ¡Amita!...

Telón.

ACTO CUARTO

Habitación de Iván Petrovich: su dormitorio y, a la vez, su despacho en la hacienda. Junto a la ventana hay una gran mesa, cubierta de libros de contabilidad y papeles de todas clases; una mesita, escritorio, armarios y balanzas. Otra pequeña mesa -utilizada por Astrov- aparece llena de instrumentos de dibujo y pinturas. A su lado, una carpeta, una jaula con un chorlito y, colgando de la pared, un mapa de África -por supuesto, absolutamente innecesario para cualquiera de los habitantes de la casa-. Hay también un enorme diván forrado de hule. A la izquierda, una puerta conduce a los demás aposentos; a la derecha, otra se abre sobre el zaguán. Al lado de ésta, un polovik.. 5Es un anochecer de otoño. Reina el silencio.

ESCENA PRIMERA

Marina, ayudada por Teleguin, devana una madeja para su calceta.

TELEGUIN.- Dese prisa, María Timofeevna... Van a llamarnos de un momento a otro para despedirse de nosotros. Ya han pedido el coche.

MARINA (esforzándose por devanar más velozmente).- Falta muy poco.

Sí..., se marchan a Jarkov y se quedan a vivir allí.

MARINA.- ¡Pues mejor!... ¡El susto que se llevaron!... ¡Ni una sola hora -decía Elena Andreevna- quiero seguir viviendo aquí! ¡Vámonos y vámonos!... ¡Viviremos -decía- en Jarkov!... ¡Cuando veamos cómo van las cosas, ya mandaremos por todo!...

TELEGUIN.- Los preparativos se han hecho muy a la ligera... Esto quiere decir, María Timofeevna, que su destino no es vivir aquí. ¡No es su destino!... ¡Obedece, sin duda, a una fatal predestinación!

MARINA.- ¡Pues mejor! ¡Hay que ver el alboroto que armaron... los tiros!... ¡Una vergüenza!

TELEGUIN.- Sí. El argumento es digno del pincel de Alvasovsky. 6

MARINA.- ¡Ojalá no los hubieran visto nunca mis ojos! (Pausa.) Ahora volveremos otra vez a vivir como antes..., como antiguamente... Por la mañana, pasadas las siete, el té... ; pasadas las doce, la comida... ; al anochecer, la cena... Todo con su debido orden; como gentes cristianas... (Con un suspiro.) ¡Cuánto tiempo hace ya, pecadora de mí, que no he comido tallarines!

TELEGUIN.- Hace mucho, en efecto, que en casa no se comen tallarines. (Pausa.) Hace mucho... Figúrese, Marina Timofeevna, que esta mañana, cuando iba por la aldea, el tendero me dijo al pasar: Oye tú, gorrón! ... ¡Sentí tal amargura!

MARINA.- ¡No te importe, padrecito!... ¡Todos somos gorrones en la casa de Dios!... ¡Lo mismo tú, que Sonia y que Iván Petrovich..., ninguno escapa al trabajo!... ¡Todos trabajan! ¡Todos!... ¿Y Sonia... dónde está?

TELEGUIN.- Con el doctor, en el jardín, buscando a Iván Petrovich . Tienen miedo de que vaya a quitarse de en medio.

MARINA.- ¿Y su pistola?

TELEGUIN (bajando la voz).- La tengo escondida en la cueva.

MARINA.- ¡Qué pecados!

ESCENA II

Por la puerta que da al exterior entran Voinitzkii y Astrov.

VOINITZKII.- ¡Déjame! (a Marina y a Teleguin.) ¡Váyanse de aquí! ¡Déjenme estar solo, aunque sólo sea una hora! ¡No aguanto la tutela!

TELEGUIN.- Al instante, Vania. (Sale de puntillas.)

MARINA.- Igual que los gansos: Go, go, go... (Recoge su lana y sale.)

VOINITZKII.- ¡Déjame!

ASTROV.- Con sumo gusto. Ya hace mucho tiempo que debía haberme marchado ele aquí; pero repito que no me marcharé hasta que me devuelvas lo que me has cogido.

VOINITZKII.- No te he cogido nada.

ASTROV.- Te estoy hablando en serio. No me detengas. Ya hace mucho que tenía que haberme marchado.

VOINITZKII.- No te he cogido nada. (Ambos se sientan.)

ASTROV.- ¿Sí?... Pues ¿Qué se le va a hacer? Esperaré un poco, y después... , perdona, pero tendré que emplear la fuerza. Te ataremos y te registraremos. Esto te lo digo completamente en serio.

VOINITZKII.- Como, quieras (Pausa.) ¡Hice el tonto! ¡Disparar dos veces y no dar ni una sola en el blanco! ¡No me lo perdonaré jamás!

ASTROV.- Pues si tenías ganas de disparar, haberte disparado a la propia frente.

VOINITZKII.- ¡Es extraño!... He intentado un homicidio y no se me detiene ni se me entrega a la justicia... Ello quiere decir que me consideran. (Con risa sarcástica..) ¡Yo estoy loco, sí...; pero no lo están, en cambio, los que, bajo la careta de profesor, de mago de la ciencia, ocultan su falta de talento, su necedad y su enorme sequedad de corazón!... ¡No están locos los que se casan con viejos para engañarles después a la vista de todo el mundo!... ¡Vi cómo la abrazabas!


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