– Creo que ya hemos terminado. Nos vemos mañana, guapo. Y tú…

Miró a Loren Muse, abrió la boca, la cerró, se encogió de hombros.

– ¿Flair?

Me miró.

– Eso de Cal y Jim -dije-. Sólo nos demuestra que dice la verdad.

Flair sonrió.

– ¿Cómo es eso, exactamente?

– Tus chicos fueron listos. Se llamaron a sí mismos Cal y Jim, para que ella dijera eso.

Arqueó una ceja.

– ¿Crees que colará?

– ¿Por qué iba a decirlo ella si no, Flair?

– ¿Disculpa?

– A ver, si Chamique deseaba jugársela a tus clientes, ¿por qué no utilizar los nombres correctos? ¿Para qué se iba a inventar el diálogo con Cal y Jim? Ya has leído su declaración: «Dale la vuelta hacia aquí, Cal», «Dóblala hacia allá, Jim», «Uau, Cal, le encanta». ¿Para qué iba a inventarse eso?

Mort me respondió:

– Porque es una zorra sedienta de dinero y encima es estúpida.

Pero me di cuenta de que le había metido un gol a Flair.

– No tiene sentido -dije.

Flair se inclinó hacia mí.

– La cuestión, Cope, es que no tiene que tenerlo. Y tú lo sabes. Puede que lleves razón. Puede que no tenga sentido. Pero eso da lugar a confusión. Y la confusión me da muchos puntos para mi táctica favorita: la duda razonable. -Sonrió-. Puede que tengas algunas pruebas físicas. Pero si haces subir a esa chica a declarar, no me reprimiré. Será pan comido. Los dos lo sabemos.

Se dirigieron a la puerta.

– Nos veremos en el juzgado, colega.



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