– No, nada importante. Es sólo que tenemos un poco de lío con el texto.

– ¿En qué sentido?

– Falta un mes para el deadline. He hecho nueve de las veintidós confrontaciones que planeamos. Tengo problemas con Björck, el policía de la Säpo. El cabrón está de baja médica y no coge el teléfono de su casa.

– ¿Está en el hospital?

– No lo sé. ¿Alguna vez has intentado sacarles información a los de la policía de seguridad? Ni siquiera reconocen que trabajan allí.

– ¿Has intentado llamar a casa de sus padres?

– Fallecieron. Y no está casado. Tiene un hermano que vive en España. Simplemente, no sé cómo contactar con él.

De reojo, Mia Bergman miró a su compañero sentimental mientras sorteaba el tráfico de Slussen en dirección al túnel que los llevaría a Nynäsvägen.

– En el peor de los casos nos veremos obligados a quitar el párrafo sobre Björck. Blomkvist exige que todos aquellos a los que acusamos tengan la oportunidad de defenderse antes de sacarlos a la luz pública.

– Y sería una pena no incluir a un representante de la policía secreta que se va de putas. ¿Qué vas a hacer?

– Pues buscarlo, claro. Y tú, ¿cómo te encuentras? ¿No estás nerviosa?

Cariñosamente le clavó un dedo en el costado.

– La verdad es que no. El próximo mes defenderé mi tesis y por fin seré doctora, pero estoy como una balsa de aceite.

– Conoces el tema. ¿Por qué te ibas a poner nerviosa?

– Mira en el asiento de atrás.

Dag Svensson se volvió y descubrió una bolsa de plástico.

– ¡Mia, ya está impresa! -exclamó.

Cogió la tesis y la sostuvo en la mano.

FROM RUSSIA WITH LOVE

Trafficking, crimen organizado

y las medidas tomadas por la sociedad

Mia Bergman

– Pensé que no saldría hasta la semana que viene. Joder… tenemos que descorchar una botella de vino en cuanto lleguemos a casa. ¡Enhorabuena, doctora!

Se acercó y la volvió a besar en la mejilla.

– Tranquilo, hasta dentro de tres semanas no seré doctora. Y las manos quietas cuando estoy conduciendo.

Dag Svensson se rió. Luego se puso serio.

– Por cierto, y siento aguarte la fiesta, hará un año que entrevistaste a una chica llamada Irina P.

– Irina P., veintidós años, de San Petersburgo. Llegó aquí por primera vez en 1999 y luego hizo unos cuantos viajes más. ¿Por qué?

– Hoy he visto a Guibrandsen, el policía que llevaba la investigación de los burdeles de Södertälje. ¿Te has enterado de que la semana pasada encontraron a una chica flotando en el canal de Södertälje? La noticia apareció con grandes titulares en los vespertinos. Era Irina P.

– ¡Oh, no! ¡Qué horror!

Se quedaron en silencio justo al pasar por Skansktull.

– Está en la tesis -dijo finalmente Mia Bergman-. Bajo el seudónimo de Tamara.

Dag Svensson abrió From Russia with Love por el capítulo dedicado a las entrevistas y buscó a Tamara. Leyó atentamente mientras Mia pasó por Gullmarsplan y por Globen.

– La trajo una persona a la que llamas Anton.

– No puedo emplear nombres verdaderos. Me han advertido de que en la defensa de la tesis me lo podrían criticar. Las chicas han de aparecer bajo seudónimo. Se juegan la vida. Consecuentemente, tampoco nombro a los puteros, ya que entonces les sería muy fácil deducir con qué chica he estado hablando. Así que, para que no haya detalles concretos, sólo uso nombres falsos y personas anónimas en todos los casos.

– ¿Quién es Anton?

– Probablemente se llame Zala. Nunca lo he conseguido identificar, pero creo que es polaco o yugoslavo, y que en realidad tiene otro nombre. Hablé con Irina P. cuatro o cinco veces y hasta nuestro último encuentro no lo mencionó. Estaba intentando arreglar su vida y pensaba dejarlo, pero le tenía un miedo terrible.

– Mmm… -dijo Dag Svensson.

– ¿Qué?

– Me estaba preguntando… Hará un par de semanas que me topé con el nombre de Zala.

– ¿Dónde?

– Le enseñé el material a Sandström. Ese maldito periodista putero. Joder, es un verdadero hijo de puta.

– ¿Por qué?

– En primer lugar no es un auténtico periodista. Hace revistas promocionales para empresas. Lo que pasa es que tiene unas fantasías tremendamente enfermizas con violaciones que luego lleva a cabo con esa chica…

– Ya lo sé. Fui yo quien la entrevistó.

– Pero ¿has visto que ha hecho el layout de un folleto informativo para el Instituto Nacional de Salud Pública sobre enfermedades de transmisión sexual?

– No lo sabía.

– Me entrevisté con él la semana pasada y le enseñé el material. Se quedó completamente hecho polvo, claro está, cuando le presenté toda la documentación y le pregunté por qué iba con putas adolescentes de los países del Este para hacer realidad sus fantasías de violación. Al final me dio algo parecido a una explicación.

– ¿Ah sí?

– Sandström ha ido a parar a una situación en la que no sólo es cliente sino que también lleva a cabo una serie de gestiones para la mafia sexual. Me facilitó los nombres de los que conocía, entre ellos el de Zala. No dijo nada en especial sobre él, pero es un nombre bastante poco habitual.

Mia Bergman lo miró de reojo.

– ¿No sabes quién es? -preguntó Dag.

– No. Nunca he podido identificarlo. Sólo es un nombre que aparece de vez en cuando. Las chicas parecen tenerle un miedo impresionante y nadie ha querido contar nada más.

Capítulo 9 Domingo, 6 de marzo – Viernes, 11 de marzo

De camino al comedor, el doctor A. Sivarnandan detuvo sus pasos al descubrir a Holger Palmgren y Lisbeth Salander. Estaban inclinados sobre el tablero de ajedrez. Ella había adquirido la costumbre de visitarlo una vez por semana, generalmente los domingos. Siempre llegaba a eso de las tres y pasaba unas cuantas horas jugando al ajedrez con él. Se iba sobre las ocho de la noche, cuando él debía irse a la cama. El doctor Sivarnandan había notado que ella ni mostraba veneración alguna por Palmgren ni lo trataba como si estuviera enfermo. Todo lo contrario: siempre parecían estar pinchándose y ella dejaba que fuera él quien fuese a buscar el café.

El doctor A. Sivarnandan frunció el ceño. No sabía cómo entender a esa curiosa chica que se consideraba la hijastra de Holger Palmgren. Tenía un particular aspecto y daba la impresión de observar todo su entorno con recelo. Resultaba imposible bromear con ella.

También parecía prácticamente imposible entablar una conversación normal con esa chica; en una ocasión él le preguntó a qué se dedicaba y ella contestó con evasivas.

Unos días después de su primera visita, Lisbeth se presentó con un montón de papeles que daban fe de que se había creado una fundación sin ánimo de lucro con el explícito objetivo de colaborar en la rehabilitación de Holger Palmgren. El presidente de la fundación era un abogado residente en Gibraltar. La dirección estaba compuesta por un solo miembro, también abogado y domiciliado en Gibraltar, así como por un auditor llamado Hugo Svensson que vivía en Estocolmo. La fundación administraba dos millones y medio de coronas de las que el doctor A. Sivarnandan podría disponer como quisiera, siempre y cuando el dinero se empleara en ofrecer todo tipo de atenciones a Holger Palmgren. Para usar los fondos, Sivarnandan tenía que dirigir una petición al auditor, quien más tarde se encargaría de realizar los pagos. Se trataba de un acuerdo poco habitual, por no decir insólito.

Durante varios días, Sivarnandan estuvo pensando si había algo que no fuera ético en esa manera de hacer las cosas. No se le ocurrió ninguna objeción, de modo que contrató a Johanna Karohna Oskarsson, de treinta y nueve años, como la entrenadora y asistenta personal de Holger Palmgren. Era fisioterapeuta titulada y contaba en su haber con varios cursos complementarios de psicología y una amplia experiencia como rehabilitadora. Formalmente estaba contratada por la fundación y, para asombro de Sivarnandan, el primer sueldo se le pagó por adelantado en cuanto firmó el contrato. Hasta ese momento había albergado la ligera duda de que todo eso tal vez se tratara de algún tipo de absurdo engaño.


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