ARKADINA.- ¡Mejor sería que te quedaras en casa, viejo! ¿Cómo vas a ir de visitas con tu reuma? ( ATRIGORIN.) ¿Quién acaba de salir de aquí? ¿Nina?
TRIGORIN.- Sí.
ARKADINA.- «¡ Pardon» entonces!... ¡Hemos venido a estorbar!... ( Se sienta.) Me parece que lo he empaquetado ya todo. Estoy cansadísima...
TRIGORIN.- ( Leyendo las palabras escritas en el medallón.) «Días y noches»... «Página ciento veintiuna»... «Renglones once y doce»...
IAKOV.- ( Quitando la mesa.) ¿Y las cañas? ¿Quiere el señor que las meta también en el equipaje?
TRIGORIN.- Sí... Las necesitaré. Los libros puedes dárselos a quien quieras.
IAKOV.- Como usted mande.
TRIGORIN.- ( Para sí.) Página ciento veintiuna... Renglones once y doce... ¿Qué habrá en esos renglones?... ( AARKADINA.) ¿Hay libros míos en casa?
ARKADINA.- Sí. En el despacho de mi hermano. En el armario de esquina.
TRIGORIN.- ¡Página ciento veintiuna!... ( Sale.)
ARKADINA.- ¡En serio te lo digo, Petruscha! ¡Quédate en casa!
SORIN.- ¡Marchándoos vosotros, me será muy penoso quedarme aquí!
ARKADINA.- ¿Y qué tiene de distinto para ti la ciudad?
SORIN.- ¡Nada en especial..., aunque ( Riendo.) van a colocar la primera piedra de la Casa Provincial..., aparte de otras cosas más!... ¡Me gustaría, al menos, distraerme dos o tres horas!... ¡Salir de esta vida pequeña y monótona!... ¡Me paso demasiado tiempo en el mismo sitio..., como una boquilla vieja que ya no usas!... He mandado enganchar los caballos para la una, conque nos iremos a la vez.
ARKADINA.- ( Después de una pausa.) ¡Que te vaya muy bien..., que no te aburras..., que no pases frío y que vigiles a mi hijo! ¡Cuídalo!... ¡Enséñale a vivir! ( Pausa.) ¡Y pensar que me marcho así..., sin saber por qué quiso pegarse ese tiro Konstantin!... Me parece que el motivo principal fueron los celos...; de manera que cuanto más pronto me lleve de aquí a Trigorin, mejor será.
SORIN.- ¿Qué voy a decirte yo?... ¡Tenía también otros motivos! ¡Es cosa comprensible! ¡Imagínate a un hombre joven e inteligente viviendo solo en el campo, en un rincón apartado, sin dinero, sin situación y sin porvenir!... ¡Carece de ocupación, se avergüenza de su ociosidad y la teme!... ¡Yo le quiero muchísimo y él está muy unido a mí; pero, de todos modos, a fin de cuentas, se considera un parásito..., un gorrón! ¡La cosa es natural! ¡Su amor propio!...
ARKADINA.- ¡Qué pesadumbre tengo con él! ( Meditando.) Quizá le convendría encontrar un empleo...
SORIN.- ( Silbando ligeramente primero y después en tono indeciso.) ¡Yo creo que lo mejor sería que le dieras algún dinero!... ¡Lo primero que tiene que hacer es vestirse humanamente!... ¡Hace ya tres años que lleva el mismo traje, y no tiene abrigo! ( Ríe.) ¡Tampoco estaría mal que el muchacho se divirtiera un poco! ¡Que fuera, por ejemplo, al extranjero!... ¡Eso no cuesta mucho!
ARKADINA.- ¡De ningún modo!... ¡Quizá para un traje pudiera darle algo, pero para ir al extranjero!... ¡No!... ¡Ni siquiera para el traje puedo darle dinero ahora! ( En tono decidido.) ¡No lo tengo! (SORIN ríe.) ¡No!
SORIN.- ( Después de silbar un poquito.) Bien... Perdona, querida mía. No te enfades. Te creo. Eres generosa, y tienes gran nobleza de alma.
ARKADINA.- ( Entre lágrimas.) ¡No tengo dinero!
SORIN.- Si yo lo tuviera, claro está que se lo daría..., pero no tengo ni un «piatachok 4»... ¡Toda mi pensión se la lleva el administrador, que la emplea en faenas agrícolas, cría de ganado, abejas..., así que se me va inútilmente!... ¡Las abejas se mueren, las vacas se mueren, y no puedo conseguir nunca caballos!...
ARKADINA.- ¡Sí!... ¡Yo sí tengo dinero, pero soy artista!... ¡Solo en trajes me arruino completamente!
SORIN.- Eres muy buena, querida. Yo te aprecio. Sé que... ¡Ay!... ¡Otra vez me da algo!... ( Tambaleándose.) ¡Se me va la cabeza! ( Sujetándose a la mesa.) ¡Siento un mareo!
ARKADINA.- ( Asustada.) ¡Petruscha! ( Tratando de sostenerlo.) ¡Petruscha!... ¡Querido mío! ( A gritos.) ¡Vengan! ¡Ayúdenme! ( EntranTREPLEV, con la cabeza vendada, yMEDVEDENKO.)
ARKADINA.- ¡Le ha dado un mareo!
SORIN.- No es nada..., no es nada... ( Sonríe y bebe un poco de agua.) Ya se me ha pasado.
TREPLEV.- ( A su madre.) No te asustes, mamá. No es cosa de peligro. Al tío le ocurre esto a menudo. ( A este.) ¡Tío!... ¡Échate un ratito!
SORIN.- Un ratito sí, pero, sea como sea, iré a la ciudad... Me echaré un poco y me marcharé después a la ciudad... ¡Claro que sí! ( Empieza a andar apoyándose en el bastón.)
MEDVEDENKO.- ( Llevándole del brazo.) ¿A ver quién acierta esta adivinanza? «Por la mañana anda a cuatro patas..., a mediodía a dos..., al anochecer a tres»...
SORIN.- ( Riendo.) ¡Justo!... «y por la noche está echado panza arriba»... ( AMEDVEDENKO.) Gracias... No se moleste en acompañarme.
MEDVEDENKO.- ¡Pues no gasta usted pocos cumplidos! ( Sale, acompañando aSORIN.)
ARKADINA.- ¡Qué susto me ha dado!
TREPLEV.- ¡No le sienta bien vivir en el campo! ¡Se entristece!... ¡Qué bueno sería, mamá... que, de pronto, tuvieras un rasgo de generosidad y le prestaras mil quinientos rublos!... ¡Con ese dinero podría vivir todo un año en la ciudad!
ARKADINA.- ¡No soy un banquero..., soy una actriz! ( Pausa.)
TREPLEV.- ¡Mamá!... ¡Cámbiame la venda!... ¡Lo sabes hacer tan bien!...
ARKADINA.- ( Sacando del armario de los medicamentos el yodoformo y la caja de vendajes.) El doctor se retrasa.
TREPLEV.- Ha prometido estar aquí a las diez, y ya es mediodía.
ARKADINA.- Siéntate. ( Le quita la venda de la cabeza.) Parece que llevas un turbante. Ayer un hombre que andaba por aquí de paso preguntó en la cocina qué nacionalidad era la tuya... ¡Si lo tienes ya casi cicatrizado!... ¡Lo que queda es solo una insignificancia! ( Besándole en la cabeza.) ¡Dime! ¡Ahora que voy a faltar yo de aquí..., no volverás a repetir esto! ¿Verdad?
TREPLEV.- No, mamá... ¡Aquello fue un momento de loca desesperación, en el que no pude dominarme!... ¡No volverá a repetirse! ( Besándole la mano.) ¡Tienes manos de ángel!... Recuerdo que, hace mucho..., en los tiempos en que trabajabas en el teatro del Estado era yo entonces muy pequeño, hubo una riña en el patio. Pegaron una gran paliza a una lavandera, también inquilina de la casa... ¿Lo recuerdas?... La levantaron del suelo sin sentido... Tú, entonces, ibas a visitarla... Le llevabas medicinas y lavabas a sus niños... ¿Será posible que no te acuerdes?