ARKADINA.- ¡Imagínese que todavía no he leído nada suyo! ¡Estoy siempre tan ocupada!
MASCHA.- ¡Veintiséis! (TREPLEV entra despacio y se dirige a su mesa escritorio.)
SCHAMRAEV.- ( ATRIGORIN.) Aquí tenemos algo que le pertenece, Boris Alekseevich.
TRIGORIN.- ¿El qué?
SCHAMRAEV.- Konstantin Gavrilich mató un día una gaviota, y usted me encargó que se la disecara.
TRIGORIN.- No recuerdo. ( Pensativo.) No recuerdo...
MASCHA.- Sesenta y seis!... ¡El uno!
TREPLEV.- ( Abriendo la ventana y escuchando.) ¡Que oscuridad! ¡No comprendo por qué siento esta inquietud!
ARKADINA.- ¡Kostia! ¡Cierra la ventana! ¡Entra mucho aire! (TREPLEV cierra la ventana.)
MASCHA.- ¡Ochenta y ocho!
TRIGORIN.- ¡La partida es mía!
ARKADINA.- ( Alegremente.) ¡Bravo! ¡Bravo!
SCHAMRAEV.- ¡Bravo!
ARKADINA.- ¡Este hombre tiene suerte en todas partes y siempre! ( Levantándose.) ¡Vamos ahora a tomar algo! ¡Nuestra celebridad hoy no ha comido! ¡Después de cenar, seguiremos! ( A su hijo.) ¡Kostia! ¡Deja tus manuscritos y vamos a comer!
TREPLEV.- Yo no, mamá. No tengo hambre.
ARKADINA.- Como quieras. ( Despertando aSORIN.) ¡Petruscha! ¡A cenar! ( Cogiendo el brazo deSCHAMRAEV.) Le contaré el recibimiento que me hicieron en Jarkov. (POLINA ANDREEVNA apaga las velas, que están sobre la mesa, y después empuja el sillón, ayudada porDORN. Salen todos por la puerta de la izquierda. En el escenario, sentado ante la mesa escritorio, queda soloTREPLEV.)
TREPLEV.- ( Disponiéndose a escribir y repasando lo escrito.) ¡He hablado tanto de «nuevas formas», que siento que ahora soy yo mismo el que resbala hacia la rutina!... ( Leyendo.) «El cartel sobre la tapia clamaba»... «El rostro pálido, rodeado de cabellos oscuros»... ¡Qué poco talento! ( Tachando.) Empezaré por el ruido de la lluvia despertando al héroe y todo lo demás... ¡Fuera! La descripción del anochecer bañado por la luz de la luna, es larga y rebuscada... Trigorin ha dado ya con un estilo, y le resulta más fácil... ¡Con decir que el cuellecito roto de la botella brilla en la presa, y que negrea la sombra de la rueda del molino, tiene ya hecha la descripción de la noche de luna, mientras que yo solo hablo de «la luz que vibra», del «quedo rutilar de las estrellas» y de «los acordes lejanos del piano muriendo en el aire quieto y preñado de aromas»!... ¡Es torturante!... ( Pausa.) Sí... Cada vez estoy más cerca del convencimiento de que el hombre, cuando escribe, no piensa en viejas o en nuevas formas, sino que deja fluir libremente su alma... ( Se oyen unos golpes dados en la ventana más próxima a la mesa.) ¿Qué será?... ( Mirando por ella.) No se ve nada. ( Abre la puerta de cristales y fija la mirada en el jardín.) Alguien ha bajado corriendo los peldaños. ( En tono inquisitivo.) ¿Quién está ahí? ( Sale, oyéndosele después atravesar rápidamente la terraza. Al cabo de medio minuto vuelve a entrar conNINA SARECHNAIA.) ¡Nina! ¡Nina!... (NINA reclina la cabeza sobre el pecho de él y estalla en sollozos contenidos.)
TREPLEV.- ( Conmovido.) ¡Nina!... ¡Nina!... ¿Es usted?... ¿Usted?... ¡Diríase enteramente que lo presentía! ¡Todo el día he sentido oprimida mi alma! ( Le quita el sombrero y la capa.) ¡Oh amada mía!... ¡Mi adorada!... ¡Ha venido usted!... ¡No lloremos!
NINA.- ¡Temo que haya alguien por ahí!...
TREPLEV.- No hay nadie.
NINA.- ¡Cierre con llave las puertas. no vaya a ser que entren!
TREPLEV.- No entrarán.
NINA.- ¡Sé que Irina Nikoiaevna está aquí! ¡Eche la llave! (TREPLEV da vuelta a esta en la puerta de la derecha y se dirige a la de la izquierda.)
TREPLEV.- No tiene cerradura. Pondré delante una butaca. ( Apoya esta contra la puerta para sujetarla.) No tenga miedo. Nadie entrará.
NINA.- ( Mirándole fijamente al rostro.) ¡Déjeme que le vea! ( Con una mirada a su alrededor.) ¡Qué bien se está aquí! Antes esto era la sala... ¿Me encuentra muy cambiada?
TREPLEV.- Sí. Ha adelgazado usted, y sus ojos se han hecho más grandes... ¡Nina!... ¡Qué extraño me resulta verla!... ¿Por qué no me dejó nunca acercarme a usted?... ¿Por qué no ha venido hasta ahora?... ¡Sé que hace ya casi una semana que está aquí!... ¡Varias veces, diariamente, he ido a la casa donde se hospeda, y me he parado bajo sus ventanas como un mendigo!
NINA.- ¡Temía que me aborreciera! ¡Todas las noches sueño con que me mira y no me reconoce!... ¡Si usted supiera!... ¡Desde el día mismo en que llegué he rondado por aquí..., por la orilla del lago! ¡Muchas veces estuve junto a esta casa, sin decidirme a entrar! ¡Sentémonos! ( Se sientan.) ¡Sentémonos y hablemos! ¡Qué bien se está aquí!... ¡Qué ambiente acogedor!... ¿Oye usted el ruido del viento?... Turgueniev dice así en una de sus obras: «¡Qué bienestar el del que, en noches inclementes, se encuentra bajo un techo!... ¡El del que tiene un cálido rincón!»... Yo.., soy una gaviota... No..., no es eso... ( Se frota la frente con la mano.) ¿De que estaba hablando?... Ah, sí... Turgueniev... «¡Y que Dios proteja a todos los caminantes a quienes falte un cobijo!»... No..., no es nada... ( Solloza.) Pasará...
TREPLEV.- ¡Nina!... ¿Otra vez?
NINA.- No es nada... Empiezo ya a sentir alivio... Hace dos años que no había llorado... Ayer..., al caer la noche..., fui al jardín para ver si seguía allí su teatro. Todavía está... Rompí a llorar por primera vez, después de dos años, y experimenté un alivio... Vi más claro dentro de mi alma. ¿Se da cuenta? Ya no lloro más. ( Cogiéndole la mano.) ¿De manera, entonces, que es usted escritor?... ¡Usted escritor y yo artista!... ¡A los dos nos tragó también el remolino!... ¡Antes, mi vida era alegre..., como la de los niños! ¡Me despertaba cantando, le quería y soñaba con la gloria!... ¡Ahora!... ¡Mañana temprano tendré que salir para Eletz, en un vagón de tercera y rodeada de «mujiks»!... ¡Luego, en Eletz, los comerciantes ilustrados irán a molestarme con sus amabilidades!... ¡La vida es brutal!
TREPLEV.- ¿Y a qué va usted a Eletz?
NINA.- He firmado un contrato para todo el invierno. Tengo que marcharme.
TREPLEV.- ¡Nina!... ¡La maldecía!... ¡La detestaba!... ¡Rompí todas sus cartas y mis retratos..., pero ni por el espacio de un solo minuto dejé de reconocer que mi alma estaba ligada a usted para siempre!... ¡No tengo fuerzas para dejarla de querer..., Nina!... ¡Cuando la perdí, empecé a imprimir mis obras, pero la vida es para mí insoportable!... ¡Sufro!... ¡Se me figura que la juventud me ha sido de pronto arrancada, y que he vivido ya noventa años!... ¡La llamo!... ¡Beso la tierra por donde ha pisado!... ¡Por cualquier parte que mire, se me aparece constantemente su rostro..., su dulce sonrisa..., que iluminó los mejores años de mi vida!...