ARKADINA.- ¡Ya va usted otra vez a echarme mal de ojo, hombre aburrido!

TRIGORIN.- ( ASORIN.) Buenas noches, Piotr Nikolaevich... ¿Qué es eso de ponerse enfermo? ¡No está bien! ( Con alegría, al ver aMASCHA.) ¡María Ilinischna!

MASCHA.- ¿Me reconoce? ( Le estrecha la mano.)

TRIGORIN.- ¿Qué?... ¿Casada?

MASCHA.- Hace tiempo.

TRIGORIN.- ¿Y feliz?... ( Después de cambiar un saludo conDORN yMEDVEDENKO, se acerca aTREPLEV, con aire indeciso.) ¡Irina Nikolaevna me dijo que había usted olvidado ya lo pasado, y no guardaba rencor!... (TREPLEV le tiende la mano.)

ARKADINA.- ( A su hijo.) Boris Alekseevich te trae una revista en la que viene tu nueva novela.

TREPLEV.- ( Aceptándola.) Se lo agradezco. Es usted muy amable. ( Se sienta.)

TRIGORIN.- Sus admiradores le envían recuerdos. En Moscú y en Petersburgo se interesan por usted. Me preguntan cómo es, la edad que tiene, y si es moreno o rubio. No se sabe por qué, pero es el caso que nadie le cree a usted tan joven. Como usa usted un seudónimo, no conocen su verdadero apellido. Resulta usted tan misterioso como la «Máscara de hierro».

TREPLEV.- ¿Viene aquí para mucho tiempo?

TRIGORIN.- No. Mañana mismo pienso salir para Moscú. Es preciso que vaya. Me corre prisa terminar mi novela y, además, he prometido hacer algo para la revista. La vieja historia, en una palabra. ( Mientras conversan, ARKADINA yPOLINA ANDREEVNA instalan en el centro de la habitación la mesa de juego, y la abren. SCHAMRAEV enciende las velas y coloca las sillas. Sacan del armario la lotería.) El tiempo no me ha recibido amablemente. Hace un viento cruel; si este se calma, mañana por la mañana me iré a pescar al lago. También quiero ir al jardín, a aquel sitio en el que..., ¿recuerda?..., representaron su obra... Tengo ya maduro en la mente un tema, y solo necesito revivir en la memoria el lugar de la acción.

MASCHA.- ( A su padre.) ¿Papá?... ¿Permites que mi marido se lleve el caballo? ¡Tiene que volver a casa!

SCHAMRAEV.- ( Remedándola.) «¡El caballo!»... «¡La casa!»... ( En tono severo.) ¡Tú misma has visto que acabamos de mandarlos a la estación! ¡No se les puede hacer salir otra vez!

MASCHA.- Pero ¡hay más caballos! ( Con un gesto de despecho, al ver que su padre guarda silencio.) ¡Ah!... ¡Lo que es pedirle algo!...

MEDVEDENKO.- Me iré a pie, Mascha. Será mejor.

POLINA ANDREEVNA.- ( Suspirando.) ¿A pie con un tiempo como este? ( Se sienta ante la mesa.) ¡Señores!... ¡Tengan la bondad!

MEDVEDENKO.- No son más que seis verstas. Adiós. ( Besa la mano a su mujer.) Adiós, mamá. ( La suegra le tiende la mano a besar con gesto displicente.) Por mí no molestaría a nadie, pero es que el chiquitín... ( Se despide de todos.) Adiós. ( Sale con aire de culpabilidad.)

SCHAMRAEV.- ¡Ya llegará! ¡No es ningún general!

POLINA ANDREEVNA.- ( Dando unos golpecitos en la mesa.) ¡Por favor, señores! ¡No perdamos tiempo! ¡Pronto nos avisarán para la cena! (SCHAMRAEV, MASCHA yDORN se sientan ante la mesa.)

ARKADINA.- ( ATRIGORIN.) Aquí, en las largas veladas de otoño, se juega a la lotería. He ahí la vieja lotería con la que todavía jugaba con nosotros nuestra difunta madre, cuando éramos niños. ¿No quiere que hagamos una partida antes de cenar? (ARKADINA yTRIGORIN toman asiento ante la mesa.) ¡Es un juego aburrido; pero cuando llega uno a acostumbrarse a él, ya no le parece tan mal! ( Da a cada uno tres cartones.)

TREPLEV.- ( Hojeando la revista.) He leído su novela, pero de la mía ni siquiera he cortado las páginas. ( Deja la revista sobre la mesa escritorio y se dirige hacia la puerta de la izquierda. Al pasar junto a su madre, le da un beso en la cabeza.)

ARKADINA.- ¿Y tú, Kostia, no juegas?

TREPLEV.- Perdóname, no tengo ganas. Voy a pasear un poco. ( Sale.)

ARKADINA.- La partida será de diez kopeikas. Ponga por mí, doctor.

DORN.- ¡A sus órdenes!

MASCHA.- ¿Han puesto ya todos? Empiezo. Veintidós.

ARKADINA.- Tengo.

MASCHA.- ¡El tres!

DORN.- Bien.

MASCHA.- ¿Ha puesto usted en el tres?... ¡Ocho!... ¡Ochenta y una!... ¡Diez!

SCHAMRAEV.- ¡No tan deprisa!

ARKADINA.- ¡Dios mío!... ¡Qué recibimiento se me hizo en Jarkov!... ¡Todavía me da vueltas la cabeza!

MASCHA.- ¡Treinta y cuatro! ( Detrás del escenario suenan los compases de un vals melancólico.)

ARKADINA.- ¡Los estudiantes me dieron una ovación!... ¡Tres cestas de flores, dos coronas y esto! ( Se quita un broche del pecho y lo pone sobre la mesa.)

SCHAMRAEV.- Es muy bonito, sí.

MASCHA.- ¡Cincuenta!

DORN.- ¿Cincuenta, precisamente?

ARKADINA.- ¡Desde luego mi « toilette» era asombrosa!... ¡En lo referente a los vestidos, no me ando con tonterías!

POLINA ANDREEVNA.- Kostia está tocando. ¡El pobre se entristece!

SCHAMRAEV.- En los periódicos se le critica mucho.

MASCHA.- ¡Setenta y siete!

ARKADINA.- ¡No hay que hacerles caso!

TRIGORIN.- No tiene suerte. Y es que no acaba de dar con el tono justo. Sus obras tienen algo de extraño..., de indefinido... A veces parecen fruto de un delirio... ¡Ni un solo personaje vivo!

MASCHA.- ¡El once!

ARKADINA.- ( Volviendo la cabeza haciaSORIN.) ¡Petruscha! ¿Te aburres? ( Pausa.) Se ha dormido.

DORN.- ¡El consejero civil duerme!

MASCHA.- ¡Siete! ¡Noventa!

TRIGORIN.- Si yo viviera en una hacienda junto al lago, como esta..., ¿escribiría acaso?... Dominaría mi otra pasión, y no haría más que pescar.

MASCHA.- ¡Veintiocho!

TRIGORIN.- ¡Conseguir una pértiga o un gobio! ¡Qué placer!

DORN.- Pues yo tengo fe en Konstantin Gavrilich. Hay algo en él... Hay algo... Su mente está llena de imágenes, y sus novelas tienen colorido..., viveza... Yo las siento intensamente. Lo único que lamento es que no presenta problemas definidos. No hace más que impresionar, y con solo la impresión no se puede llegar muy lejos... Irina Nikolaevna..., ¿se alegra usted de que su hijo sea escritor?


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