En el hospital psiquiátrico el doctor McKenzie le dijo que programara un sueño que diera respuesta a cuatro preguntas:
¿Cuál es el problema? ¿En dónde se encuentra? ¿Qué lo ocasionó? ¿Cómo me puedo deshacer de él?
Esto es lo que ella soñó:
Ella, su esposo y sus tres hijos viajaban en automóvil por un camino sinuoso. Empezó a nevar y el automóvil se salió de la carretera. No pasó mucho tiempo antes de que el coche estuviera cubierto con nieve. Su esposo le dijo que apagara el motor, y después ocho o diez personas procedentes de la ciudad acudieron al lugar para desenterrarlos. Cuando salieron del automóvil sus tres hijos habían desaparecido.
Adelante, muy cerca de donde se hallaban, el camino llegaba a su fin. Había otro camino que se dirigía a la derecha y que entroncaba en un ángulo recto con otro camino, mismo que a su vez conducía a otro camino más, una supercarretera, también en un ángulo recto.
Al escuchar el relato del sueño de su paciente, el doctor McKenzie tuvo la sospecha de que ella estaba describiendo el sistema intestinal y le pidió que dibujara un mapa del "camino sinuoso". Ella lo hizo y, en efecto, el camino seguía con toda precisión el curso del sistema intestinal del ser humano, con exactitud absoluta en sus proporciones. Lo que es más, por medio de un examen médico posterior se encontró una obstrucción en un punto que correspondía exactamente con el lugar en el que el automóvil se había salido del camino: el sitio en el que el intestino delgado se une al intestino grueso. En otras palabras, el sueño que esta mujer había tenido (ella no sabía casi nada de anatomía; había abandonado sus estudios en la secundaria) señalaba con toda precisión el lugar de la obstrucción que ella padecía en un segmento de una pulgada en el sistema intestinal humano, que tiene una longitud de veinte pies.
Aún más: de acuerdo con el simbolismo de su sueño, la nieve era un producto lácteo que había provocado el padecimiento intestinal y de algún modo había activado la formación de la obstrucción. El consejo que su esposo le dio para que apagara el motor era, también en forma simbólica, el mejor consejo que ella podía recibir: significaba "suspende el suministro del combustible al cuerpo; deja de comer".
Las ocho o diez personas que los desenterraron de la nieve, en el lenguaje de los sueños, podían ser los dedos de las dos manos. Esto tal vez representaba la curación por "imposición de manos" o por medio de la cirugía. La ausencia repentina de los niños era la realización de un deseo. Ella quería que ellos dejaran de interponerse para recibir más atenciones por parte de su esposo.
El doctor McKenzie hizo que la trasladaran a un hospital médico en virtud de que, normalmente, una obstrucción intestinal como esta requiere de cirugía inmediata. Sin embargo, provista con esta comprensión de su sueño y con el conocimiento, obtenido en la clase de Control Mental, del poder que la mente tiene sobre el cuerpo, y ante la perspectiva de una operación, ella empezó a eliminar la obstrucción. Una hora después de que en el hospital se confirmó médicamente el diagnóstico que el doctor McKenzie hiciera basándose en el sueño, ella había eliminado la obstrucción y no fue necesario operarla. Su cirujano se mostró asombrado.
Más tarde el doctor McKenzie se enteró de que esta mujer había sido operada a causa de obstrucción intestinal cuatro veces en los últimos veinte años, y su cirujano le dijo que en cada ocasión la obstrucción se había encontrado en el mismo lugar. Aparentemente ella había aprendido a provocar la enfermedad siempre que existía una necesidad psicológica.
Posteriormente, la hija de dieciocho años de esta mujer acudió al doctor con un problema: estaba embarazada y no estaba casada.
– ¿Por Dios, qué voy a hacer? -preguntó ella.
Una vez más, él recomendó el Control de los Sueños para encontrar la respuesta. En su sueño apareció un hombre. Él le dijo:
– Te aconsejo que tengas al bebé, que esperes tres años, te cases con el hombre y te vayas a vivir a otro estado.
– Yo no hubiera podido darle un consejo mejor -dijo el doctor McKenzie.
La proporción de divorcios entre los adolescentes es de ochenta por ciento, de modo que una espera de tres años en casa era lógica. El hombre era la persona que ella necesitaba, pero para que su matrimonio tuviera éxito era necesario que ellos se alejaran de la casa, de los padres.
En otro caso, el Control de los Sueños condujo a una técnica terapéutica totalmente nueva, que ahorró años de terapia. El problema de esta paciente consistía en que cada vez que su esposo se retrasaba más de diez minutos para la cena, ella se cortaba las venas de las muñecas. Durante meses el doctor McKenzie trató de explicarle que, aunque ella pensaba que estaba reaccionando ante el retraso de su esposo, en realidad estaba experimentando un sentimiento anterior, procedente de la infancia, cuando su padre alcohólico no llegaba a casa. Una vez que comprendiera esto dejaría de cortarse las venas de las muñecas. Pero el doctor McKenzie no lograba hacerla entender. A juzgar por el camino que seguían las cosas, a la mujer le esperaban dos años más de terapia dos veces por semana. El doctor McKenzie sugirió que ella programara un sueño. Su sueño resultó ser sorprendentemente creativo, y resolvió su problema de la noche a la mañana.
Ella soñó que el doctor McKenzie grababa algunas afirmaciones que a ella le molestaban sobremanera. Ella reproducía esta grabación en casa y grababa sus reacciones en una segunda cinta. Después reproducía la segunda grabación para que el doctor McKenzie la interpretara. A cada una de sus interpretaciones ella exclamaba: "¡Ay, qué tontería de mi parte!" Las interpretaciones del doctor subrayaban el hecho de que ella estaba confundiendo dos realidades diferentes, la pasada y la presente. Su sueño la llevó a comprender esto por vez primera. Jamás volvió a cortarse las venas de las muñecas.
– Este notable sueño programado curó por completo a la paciente. Un examen que se le practicó a los tres años confirmó que ella seguía bien -informó el doctor McKenzie.
Otro paciente sufría de claustrofobia, y durante más de un año luchó por descubrir la causa. Esta resultó ser interesante. En un sueño programado, él y otras tres personas se encontraban en un rectángulo delineado por una cuerda en el suelo. Afuera de este rectángulo, en una esquina, había otro más pequeño, también delineado por una cuerda. Todos estaban tratando de salir del rectángulo mayor a través del pequeño.
La interpretación de este sueño se hace clara cuando se considera que el área más grande representaba el útero y la más pequeña la cerviz. Afuera había verdes pastizales con vacas (los sueños).
Uno de los compañeros del paciente corrió hacia el rectángulo más pequeño, pero fue detenido por una barrera invisible (las paredes del útero). Llevaba atada a él, cerca de la hebilla de su cinturón, un cordón de botes de hojalata (un cordón umbilical).
El paciente sabía que de alguna manera tendría que salir de allí, pero decidió dejar que los otros lo hicieran primero. El intentarlo le provocaba una sensación de nerviosismo, como la que se siente cuando se pronuncia un discurso; era algo que él sabía que tenía que hacer a pesar de que le ocasionaba tensión y ansiedad (trauma del nacimiento); pero una vez que todo terminaba sentía alivio.
Las otras tres personas que estaban en el rectángulo eran sus hermanos y su hermana.
Este único sueño le proporcionó el discernimiento que necesitaba para comprender su claustrofobia.
Lo que hace este sueño particularmente interesante no es el hecho de que conduzca a una persona hasta la etapa anterior al nacimiento (esto es relativamente común), sino la referencia que hace a la "barrera invisible". "¿Sugiere esto -se pregunta el doctor McKenzie- la posibilidad de la clarividencia antes del nacimiento?"