– Otras personas que también las encontraron. Una de ellas leía mi columna
– ¿Publicaste mi carta? -lo dijo como si acabara de recibir un golpe en el abdomen.
– No sabía… -comenzó ella.
– ¿No sabías qué? -dijo él en voz alta, con el dolor reflejándose en su voz-. ¿Que esto no era algo que yo quisiera que todo el mundo viera?
– Estaba en la playa. Tenías que saber que alguien la encontraría -explicó ella rápidamente-. No puse sus nombres.
– Pero la publicaste en el diario -miró de nuevo las cartas y luego a Theresa, como si la viera por primera vez-. Me mentiste.
– No lo hice.
Él no la oía.
– Me mentiste -repitió como si hablara consigo mismo-. Y fuiste a buscarme. ¿Para qué? Para poder escribir otra columna. ¿De eso se trata todo esto?
– No. Estás equivocado.
– Entonces, ¿de qué se trató?
– Después de leer tus cartas yo… quise conocerte.
No comprendía lo que ella estaba diciendo. Vino a su mente la imagen de Catherine y sostuvo las cartas frente a sí.
– Eran mis cartas… mis sentimientos, mi manera de hacer frente a la pérdida de mi esposa. Mías, no tuyas.
– No quise lastimarte.
Los músculos de la mandíbula se le tensaron.
– Usaste mis sentimientos por Catherine y trataste de manipularlos para convertirlos en lo que tú querías. Creíste que porque amaba a Catherine también te amaría a ti, ¿no es cierto?
De pronto Theresa se sintió incapaz de hablar.
– Lo planeaste desde el principio, ¿verdad? Todo el asunto estaba arreglado.
Él pareció aturdido un momento y ella se le acercó.
– Sí, Garrett, admito que quería conocerte. Las cartas eran tan hermosas… pero no sabía lo que iba a ocurrir. No planeé nada después de eso -lo tomó de la mano-. Te amo, Garrett. Esto tienes que creerlo.
Cuando terminó de hablar, él se soltó y se alejó.
– ¿Qué clase de persona eres? Estás atrapada en alguna de extraña fantasía…
– ¡Cállate, Garrett! -le gritó furiosa mientras las lágrimas se le agolpaban en los ojos.
Sostuvo en alto las cartas otra vez y con voz quebrada dijo:
– Crees que comprendes lo que tuvimos Catherine y yo, pero no es así. No importa cuántas cartas leas, no importa lo bien que me conozcas, nunca comprenderás. Lo que hubo entre ella y yo era real y verdadero. Fue real y ella también era real.
Luego, molesto, agregó algo que la lastimo mas que cualquier cosa de lo que había dicho hasta ese momento.
– Nuestra relación ni por mucho se acerca a lo que hubo entre Catherine y yo.
No esperó una respuesta. En vez de ello pasó a su lado y tomó su maleta. Con enorme furia arrojó todo en el interior y la cerró a toda prisa. Por un momento ella pensó en detenerlo, pero el comentario la había dejado aturdida.
Él cogió su maleta.
– Estas -dijo mostrándole las cartas- son mías, así que me las llevo-. Sin otra palabra que agregar se dio vuelta, atravesó la sala y se marchó.